Marcela


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Todo inicia en un día en el que empecé a laborar en una clínica "reconocida" de la localidad. Cumpliendo con mis tareas, se me acerca una joven llamada Marcela, quien inicialmente había ingresado para realizar labores de limpieza. Sin embargo, percibí que ella mostraba un interés distinto hacia mí. Con el transcurso de los días, noté que esta joven buscaba momentos a solas conmigo, intentando entablar conversaciones mientras buscaba contacto físico bajo cualquier excusa.

En ese momento, contaba con 22 años y, además, carecía de experiencia en temas amorosos y sexuales, por lo que decidí no avanzar para evitar posibles problemas. Sin embargo, un día mientras paseaba por uno de los patios del lugar, la vi junto a una de sus compañeras, a quien llamaremos Teresa, conversando entre ellas. Al percatarse de mi presencia, Marcela me saluda y surge el siguiente diálogo:

-Oye Teresa, voy a comprar algo para tomar un té, regreso enseguida, ¿quieres pedir algo?

-Hmm, algo para el pan y azúcar, se ha acabado.

-Entendido, regreso en un momento.

Una vez que se alejó de nosotros, Teresa me dice:

-Oye Luis, Marcela menciona que le gustas mucho y que le gustaría tener algo contigo, ¿es cierto que no tienes pareja?

Siendo consciente de que ella estaba casada, le respondí:

-No, no puedo, ella está casada y no deseo involucrarme en situaciones de ese tipo.

A pesar de eso, en un par de días, ella me propone salir juntos. Acepto y caminamos juntos por el Paseo del mar. Durante nuestra conversación, ella tocaba varios temas mientras tomaba mi mano. Hasta que, en un instante, me confiesa "me atraes", lo que me tomó por sorpresa.

Siendo madre de tres hijos en ese momento y con 28 años, le indiqué que no podía seguir con eso al saber que tenía pareja. A lo que ella respondió que no había problema, y en cuestión de segundos, nos estábamos besando. Intercambiamos besos y caricias, y ella expresó sus deseos de besar, sintiéndose emocionada. Después de un tiempo sin nada, le dije:

-Marcela, escúchame.

-Dime.

-Permíteme tocar un seno.

-Hmm, podrían vernos.

-Dado que es de noche, podemos cubrirnos con la chaqueta en la cara para que nadie nos vea. Pensarán que solo nos estamos besando.

Antes de cubrirnos, ella mostró su seno y expresé lo bonito que era. Aunque no soy bueno con las medidas, cabía perfectamente en mi mano, así que lo acaricié con atención y esto la excitó. Con un descanso, mencioné que quería ir al baño, a lo que ella respondió que también lo necesitaba.

Dado que estábamos cerca del paseo del mar, nos dirigimos a un lugar poco iluminado y alejado para tener privacidad. Mientras ella hacía sus necesidades, nos manteníamos en lo nuestro.

En esta ocasión, le mencioné "¿Qué sucede?" y, aprovechando la oscuridad, ella me ofreció nuevamente sus generosos senos. Así que destapé el segundo seno y elogié su belleza. Alternaba entre uno y otro, ella gemía de placer y me confesó que la excitaba.

Yo también estaba excitado, así que le pedí que me tocara. Ella aceptó, pero me solicitó que me expusiera. Una vez que estuve listo, ella agarró con fuerza mientras nos besábamos, pidiéndome un acto íntimo con la chaqueta puesta para evitar ser vistos por alguien.

Después de eso, cuando terminamos de besarnos, le pedí "Oye, ¿me podrías hacer otro acto íntimo? Quería disfrutar viéndolo mientras lo hacías". Tras finalizar, me dijo "Ahora es suficiente por hoy". Lamentablemente,

Quedé con un deseo ardiente de hacer el amor en ese momento, pero no fue posible.

Después de un par de días, ella entra al turno de noche y nos encontramos mientras yo salía de mi jornada. Me dijo que estaba muy bien. Comenzamos a besarnos y me confesó que le encantaban mis besos. Nos despedimos y acordamos encontrarnos al día siguiente.

Cuando estaba en mi depósito (bastante alejado de mi lugar de trabajo), ella llega y me sorprende. Nos saludamos y empezamos a besarnos apasionadamente. Al excitarme, me acerco a su oído y susurro:

-Oye Marcela.

-¿Qué deseas?

-¡Realízame sexo oral!

-Está bien.

Rápidamente la llevé al depósito antes de que alguien pudiera llegar. Cerré la puerta y nuestros besos se intensificaron. De su boca pasé a su cuello y a los lóbulos de sus orejas, mientras mi lengua jugueteaba alrededor de sus aros. Ella cerraba los ojos y gemía mi nombre entre suspiros. Con broches en lugar de botones, en su blusa, me sentí tentado a abrirla de un tirón y levantar su sostén. Ella me interrumpió diciendo:

-¡Disculpa, se pide permiso!

Riéndome, mordisqueé suavemente uno de sus pezones para indicar que tenía el consentimiento. Disfruté lamiendo sus pechos, succionando sus pezones, mordisqueándolos, y juntándolos para acariciarlos al mismo tiempo. Saqué mi pene, ella se arrodilló y comenzó a practicar sexo oral. Fue muy placentero hasta que se detuvo y me pidió que la penetrara. Se bajó los pantalones y vi un exuberante monte de vellos púbicos, sin perder tiempo la penetré. Empecé a moverme con rapidez mientras procuraba que no nos descubrieran. Cuando estuve a punto de llegar al clímax, me retiré y empecé a acariciarla, a lo que ella comentó:

-¿Por qué lo sacaste?

-Porque estoy por acabar y no quiero eyacular dentro de ti.

-Dámelo.

Comenzó a practicar sexo oral de una manera diferente a lo habitual. No puedo describir la sensación, pero era como tener la boca envuelta en algo muy apretado. Eyaculé y ella, con avidez, recibió cada expulsión de semen hasta dejarlo limpio. Al finalizar, me miró con una amplia sonrisa, preguntándome el sabor, a lo que respondió que al principio era dulce, luego salado y nuevamente dulce.

No podía creer lo vivido, ya que las relaciones sexuales en el lugar de trabajo solo las había escuchado en noticias, con el desenlace de que los involucrados habían sido despedidos. Pero yo acababa de experimentarlo sin que nadie lo supiera.

Así transcurrieron los días, entre mis labores y coqueteos con Marcela, hasta que comenzó a insinuar cosas:

-Oye Luis, ¿sabes que xxx xxx tiene una casa en alquiler, es bonita y económica, ya que ella vive con su pareja y él le paga todo?

-Ah, vaya.

………….

Durante mucho tiempo ella me insinuaba indirectamente, pero mi conciencia comenzó a pesar y me dije "detente, esto no está bien". Un día ella mencionó:

-Ya no quiero seguir con esto, porque eres muy frío.

-Está bien.

-¿¡Lo ves!?

……

-Marcela, deseo tener relaciones sexuales.

-Está bien, acompáñame al vestuario.

Comenzamos a tocarnos como de costumbre y al quitarle la ropa interior noté que estaba completamente depilada. La subí al lavamanos y la penetré suavemente al principio, para luego aumentar el ritmo. El sonido de su excitación se intensificaba, y mis testículos estaban empapados gracias a ella. Le informé que estaba por terminar y, decidí retirarme para evitar eyacular dentro de ella. Se agachó instintivamente para recibir su porción de semen.

Comencé a vestirme rápidamente. Al despedirme, la vi con los ojos entristecidos. A los pocos días, me llamó muy alterada y me pidió que decidiera si continuábamos con esta situación o no. Solicité hablar de forma más calmada, pero se negó y exigió una respuesta con un sí o un no. Ante la gravedad de la situación, opté por decir que no, y ella cortó la comunicación.

Esta historia es verídica, sin cambiar siquiera nuestros nombres. Quizás he olvidado algunos detalles, pero decidí plasmarlo como forma de liberar lo que he guardado. No he vuelto a tener encuentros con mujeres comprometidas.

Agradezco a quienes hayan llegado hasta aquí. Acepto críticas constructivas, pues es mi primer relato y es probable que haya errores o aspectos por corregir.

Hasta pronto.

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