Me llamo Miryam, resido en Alicante con mi padre, pero ese es un asunto aparte. Lo que voy a relatar ocurrió hace 2 años en Ecuador, cuando vivía con mis progenitores disfrutábamos de comodidades y éramos felices, hasta que decidí acoger a mi amigo en casa sin imaginarme que llegaría a ser el amante de mi madre, lo cual desmoronó mi familia y con ello la imagen que tenía de ella.
En esa época, con 26 años y cursando el quinto semestre de Medicina, conocí a Carlos, de 27 años, que había trasladado sus estudios desde otra universidad. Después de una jornada de clases, fuimos a comer pizza y entablamos una charla en la que me confesó que su madre lo presionaba para encontrar trabajo. Carlos y su madre tenían sus desavenencias. Así que, tras conversarlo con mis padres, Carmen, de 52 años, y Augusto, de 62 años, decidimos que podría hospedarse en la habitación de huéspedes.
Un día, tras presentar unas pruebas laborales, obtuvo el empleo deseado, por lo que decidimos celebrar y fuimos al cine a ver una película. De regreso a casa en su coche, le sugerí que quizás sería mejor que volviera a su hogar, a lo que él respondió que regresaría cuando recibiera su primer sueldo para evitar las presiones de su madre. Posteriormente, me confesó su interés en tener una relación conmigo, pero ante mi confusión –ya que yo solo lo veía como un amigo que había ayudado– intentó besarme, a lo que me negué. Por tanto, le pedí que abandonara mi hogar al día siguiente.
Al despertar al día siguiente y bajar a la cocina, me sorprendí al encontrar a mi madre y a Carlos conversando, con ella sirviéndonos el desayuno. Durante la interacción, surgió una discusión entre Carlos y yo, lo cual llevó a que mi madre me reprendiera por mi actitud hacia los invitados. A pesar de la buena relación entre mi madre y Carlos, que llevaba 20 días en casa, consideré que no era adecuado que mi madre me reprendiera de esa forma.
Tras retirarme a mi habitación para arreglarme, le pregunté a Carlos –desde el segundo piso– por qué no se dirigía al trabajo, a lo que él respondió que estaba por salir. Aprovechando que debía entregar un currículum en un lugar cercano, decidimos ir juntos en su coche. Durante el trayecto, manifesté mi incomodidad por la confianza que percibía entre Carlos y mi madre, sugiriéndole que buscara otro lugar para residir. Carlos aceptó marcharse ese mismo día. Tras conseguir un empleo, me sentí contenta y lo invité a celebrar. A pesar de la discusión previa, compartimos un almuerzo y luego regresamos a casa a cenar juntos. Sin embargo, Carlos continuó alojándose en mi hogar ante la insistencia de mi madre, quien encontraba razones para que se quedara, argumentando que podía ayudar a su madre, entre otras excusas. A pesar de mis advertencias sobre su familia y su madre añorándolo, Carlos siguió viviendo en casa.
Una vez enfermé en el trabajo y, tras visitar al médico, me concedieron 2 días de reposo.
Al regresar temprano a casa aquel día, me sorprendí al encontrar prendas de vestir tiradas que pertenecían a mi madre y a Carlos. Al subir al segundo piso, escuché gemidos provenientes de la habitación de Carlos, cuya puerta estaba entreabierta. Al asomarme, presencié a mi madre acostada en la cama con Carlos encima de ella, manteniendo relaciones de forma intensa. Al ser descubiertos por mí, Carlos y mi madre se percataron de que los observaba mientras él seguía con sus movimientos. Con una sonrisa en el rostro, aceleró el ritmo, provocando más gemidos de mi madre, al tiempo que le preguntaba:
- ¿Quién es mi puta?
-Yo
Carlos, soy tuya, me siento muy plena, nunca había experimentado algo así, soy completamente tuya. Decía mi madre jadeante.
Posteriormente, Carlos indicó a mi madre que adoptara la postura de cuatro patas. Él se posicionó detrás de ella y, con suavidad al principio, comenzó a penetrarla con mayor intensidad con cada embestida... ''¡Ah! ¡Ah! ¡Sí, Carlos, así! ¡Sí! ¡Dame más!'' Él la azotaba mientras tiraba de su cabello y besaba y mordía su espalda sin pausa, continuando con sus embestidas una y otra vez, observando cómo sus pechos se movían de un lado a otro. Después de un rato, ejecutó tres fuertes embestidas que hicieron que mi madre cayera boca abajo con él encima, gimiendo de placer al alcanzar un orgasmo.
Luego, se situó sobre mi madre, quien estaba boca abajo, y colocó su miembro entre sus nalgas, penetrándola lentamente hasta tenerla por completo en su interior... ''¡Auch! ¡Despacio, Carlos! ¡Me duele!'' Él se movía vigorosamente sobre mi madre, rozando su abdomen y sus testículos contra sus glúteos mientras su miembro abría paso en su ano. Repentinamente, incrementó el ritmo...
Ella mordía y apretaba las sábanas mientras soportaba la firme entrada y salida del miembro de ese hombre en su interior... ''¡Por favor, Carlos, ya! ¡Ya!''... Después de unos 20 minutos, finalmente aumentó la intensidad de sus embestidas, sus testículos golpeando las nalgas ya enrojecidas de mi madre por la constante penetración... Rugiendo como un toro, se quedó inmóvil en su trasero mientras liberaba su semen en ella.
Más tarde, los vi entrar juntos en la ducha, mi madre abrió el agua y pude escuchar gemidos. En ese momento decidí confrontarlos, al abrir la puerta del baño descubrí que Carlos estaba penetrando a mi madre por detrás, ella de espaldas a la pared. Al verme, mi madre intentó taparse como pudo. Les reproché lo sucedido y les advertí que se lo diría a mi padre. Mi madre pidió hablar con uno a la vez, les pidió que se vistieran y bajaran.
Carlos bajó primero y trató de justificarse diciendo que mi madre se le había insinuado, que se había metido al baño mientras él se duchaba, que era la primera vez que ocurría algo así. No le creí. Luego, mi madre bajó y me confesó que no era la primera vez, que llevaban más de veinte días teniendo una relación, que con Carlos había vivido experiencias que con mi padre no, que mi padre siempre estaba trabajando o durmiendo. Le pregunté qué le sucedía y ella simplemente respondió que volvía a sentirse mujer y a sonreír.
Decidí sacar a mi amigo de inmediato, pero mi madre insistía en que tenía que irme yo y que Carlos debía quedarse. Me expulsó de la casa y, lleno de ira, llamé a mi padre sin pensar en las consecuencias. A los 20 minutos, mi padre llegó y le relaté la situación, él se sentó y comenzó a llorar, parecía que ya lo sospechaba. Me contó que una noche notó a mi madre diferente, su aroma era distinto, la cama estaba desordenada, la encontró desnuda y ella le dijo que lo esperaba a él, pero que esa noche no pudo tocarla porque olía a mi amigo. Le pregunté si haría algo al respecto, y él simplemente se culpó, dijo que había fallado como hombre, que había descuidado a mi madre.
Finalmente, mi padre entró en la casa y mi amigo ya se había marchado en otra dirección. Mi padre conversó con mi madre en su habitación y luego bajó llorando, pidiéndome con tristeza que abandonara el hogar, que él quería intentar recuperar a mi madre, luchar por su matrimonio. Mi madre había pedido perdón y él quería alejar a mi amigo, quien le estaba causando
Por favor.
Diariamente, mi padre comenzaba a llamarme para informarme que Carlos y mi madre continuaban viéndose y me solicitaba el favor de que me convirtiera en su novia para separarlos, ya que según él, era la única manera. En cierta ocasión, me comuniqué con Carlos y le pedí que se distanciara de mi madre. Durante nuestro encuentro, él me mostró conversaciones, fotos y algunos videos donde tenían relaciones, dejando en claro que era mi madre quien lo buscaba, que ella ya no amaba a mi padre. Propuse la idea de irnos juntos a otra ciudad en busca de trabajo, a lo que él aceptó. Así, comenzamos una relación para intentar hacer felices a mis padres de nuevo.
A pesar de mis esfuerzos, mi madre finalmente viajó a esa ciudad para buscar a Carlos. En ese momento, decidí regresar y abandonarlo allí cuando descubrí que mi madre estaba allí y Carlos me mostró un mensaje donde ella lo citaba en la terminal. Reflexioné y comprendí que ya no tenía sentido seguir sacrificándome en vano. Regresé junto a mi padre, quien se encontraba desconsolado porque mi madre se había llevado todas sus pertenencias. Le aconsejé que se valorara y la dejara, aunque fue una decisión difícil, finalmente lo hizo.
Unas semanas antes de partir hacia Alicante, fui a visitar a mi madre a su nuevo apartamento. Al no abrirme, utilicé una llave maestra y al ingresar, pude escuchar los gemidos de ambos. Tras el divorcio de mis padres, la casa fue vendida. Lo último que supe de mi madre fue que seguía viviendo con Carlos.
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