Engañé a mi pareja con un intérprete de contenido para adultos en un autobús (2)


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(…) Tomó asiento y de inmediato apoyé mi cabeza en su hombro. Él me rodeó con sus brazos y comenzó a acariciar mi cabeza y mi espalda. Me quedé dormida. Horas más tarde, al llegar a Mendoza, desperté. Aunque me sentí momentáneamente confundida al abrir los ojos y encontrarme en brazos de un desconocido, logré adaptarme rápidamente a la nueva situación. Tanto fue así que, al llegar a la estación de autobuses, lo primero que hice fue cancelar la reserva en mi hotel, decidida a pasar todo el fin de semana junto a él. Lo sucedido durante esos tres días en su compañía, será narrado en relatos posteriores. (…)

El hotel que había reservado era de una categoría superior al mío, lo cual me entusiasmó aún más. A pesar de ser casi mediodía y ambos sintiendo hambre, nuestra prioridad era tomar una ducha. Máximo, muy considerado, sugirió que yo fuera la primera en ducharme.

─Me parece que el baño es bastante amplio, podríamos aprovechar y bañarnos juntos. Para cuidar el agua, ¿qué dices? ─comenté, sin poder ocultar mis verdaderas intenciones.

Él comprendió de inmediato y me abrazó mientras me daba un beso apasionado, mientras me quitaba la ropa. Desnuda, me aferré a su cuello rodeándolo con mis piernas, y así me llevó al baño. En la lujosa habitación, me aparté para darle espacio para desvestirse. Lo hizo en silencio, pausadamente, manteniendo sus ojos fijos en mí. Mientras tanto, yo encendí la ducha y ajusté la temperatura del agua, aunque en realidad esto resultaba irrelevante, pues ambos estábamos sumamente excitados. El agua tibia acariciaba mi piel de forma encantadora cuando percibí algo presionando mi espalda baja. Me giré con la intención de mirarlo con una expresión seductora, pero mi mirada se posó directamente en su prominente miembro, que se veía aún más grande y tentador bajo la luz del baño que en la penumbra del autobús. Lo besé con pasión mientras empecé a acariciar suavemente. No tardó en indicarme que bajara.

─Sí, cariño, disfruta de todo mi miembro. Así, sí…

Complacida, me entregué por completo al hermoso miembro que, ese fin de semana, sería solo para mí. De rodillas, bajo el agua que caía sobre mi espalda, me esforcé al máximo para brindarle el mejor sexo oral de su vida. Y al parecer, él lo disfrutaba tanto como yo. Mientras lo complacía, comenzó a enjabonar mi espalda con una esponja. Sus manos grandes y fuertes ejercían una presión que me agradaba. Me costaba no moverme, ya que su fuerza me empujaba hacia abajo, pero de igual modo, disfruté intensamente tener su miembro en mi boca.

─¿Te gustan mis senos, cariño? ─pregunté con tono coqueto.

─Sí, mi amor, tienes los senos más hermosos ─respondió entre gemidos.

De inmediato, acomodé su miembro entre mis senos y empecé a acariciarlo. Sus gemidos se intensificaron. Era como manipular un grueso y rígido palo. Aunque me causaba algo de incomodidad, me fascinaba. Sentía que deseaba tener su miembro entre mis senos para siempre.

─¿Quieres mi semen, mi niña?

─Sí, cariño, dame tu semen. Quiero beberlo todo.

No pasó mucho tiempo antes de sentir cómo su semen impactaba contra mi rostro. Ojos, nariz, mejillas, boca. Todo mi rostro quedó completamente empapado con ese delicioso líquido espeso. Para mi sorpresa, Máximo se arrodilló frente a mí y empezó a lamer su semen de mi rostro, para después besarme y compartir el líquido de su boca. Fue una experiencia hermosa y sumamente excitante. Me puse de pie, me imitó y volví a abrazarlo para continuar con el beso. Su miembro golpeaba la entrada de mi vagina,

Solicitando permiso para ingresar. No se requirió autorización, pues ella misma descubrió la entrada. Me sentía muy pequeña colgada de ese cuerpo delgado, húmedo y cálido. Me agarró de la cintura con ambas manos y empezó a marcar el ritmo del acto sexual. Su miembro entraba y salía de mi vagina provocándome gemidos de placer.

Experimenté orgasmos en dos ocasiones mientras él me manejaba en el aire como si fuera un muñeco. En un instante, parecía que todo estaba al revés. Sin embargo, era yo quien estaba en una posición extraña, ya que, de manera rápida, me puso cabeza abajo. Sujetándome con firmeza de la cintura, colocó mi rostro justo frente a su miembro. No tuvo que pedírmelo. Por mi cuenta, boca abajo, empecé a practicarle sexo oral. En realidad, era él quien, con movimientos precisos de su pelvis, me estaba penetrando la boca.

─Así está bien, pícara. Te gusta mucho, zorra.

Sus palabras no hacían más que excitarme. Sumado a cómo empezó a estimular mi vagina, me hizo sentir en el paraíso. Tanto, que tuve otro orgasmo, esta vez directamente en su boca.

Después de un rato, con delicadeza, me sacó de esa posición y me hizo apoyar las manos en la pared. Abrió mis piernas, me estimuló con la boca durante varios minutos y luego me penetró de pie con fuerza. Su miembro tocó el fondo de mi vagina, brindándome intenso placer. Me penetró aproximadamente durante media hora sin descanso. Pronto perdí la sensibilidad en mis piernas y cuerpo. Toda mi energía se concentraba en la unión de su miembro con mi vagina, hasta que sentí una doble explosión que me devolvió a la realidad. Nuevamente mi vagina rebosaba de su semen y el mío, haciendo que me sintiera en las nubes. Nunca antes me habían brindado un acto sexual tan intenso.

Con delicadeza terminó de bañarme, nos bañamos y me llevó en brazos a la cama. Nos acostamos juntos, pero enseguida me subí sobre su cuerpo y apoyé mi cabeza en su pecho. Su respiración era tranquila y se sincronizaba perfectamente con la mía. Su miembro, incluso en reposo, era grande y firme, así que sentirlo junto a mi vagina era una sensación maravillosa. Nos quedamos dormidos de esta forma. Al menos yo lo hice. Desconozco por cuánto tiempo, pero al despertar nos besamos con ternura, llenándonos de caricias.

─¿Tienes hambre, cariño? ─me preguntó.

─Siempre ─respondí, desviando la mirada hacia su miembro.

Ambos nos reímos, nos levantamos y nos vestimos con intención de ir a comer.

─Siempre he tenido la fantasía de practicar sexo y grabarnos ─comenté de pasada.

─Aún nos quedan tres días, preciosa. Todo lo que pidas, será tuyo.

Después de intercambiar un par de besos y caricias, salimos a comer. A pesar de disfrutar de la comida y la charla, no pude dejar de pensar en la próxima vez que tendría nuevamente ese hermoso miembro dentro de mí.

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