Desleal en la celebración nupcial familiar


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Cuentan que los matrimonios son ocasiones para dos propósitos, festejar la unión de dos individuos y celebrar la soltería de los demás invitados. Lo intrigante de lo que voy a contarles es que yo no me encontraba soltera, pero aún así conmemoré mi ficticia soltería. Mi nombre es Nicole, llevo una relación desde hace unos cinco años y me comprometí con Francisco hace unos tres meses. Estoy convencida de que Francisco es el amor de mi vida, desde el instante en que nos conocimos quedé profundamente enamorada. A pesar de que me fue infiel durante los primeros meses de relación, traición que decidí perdonar, su comportamiento cambió drásticamente, comprometiéndose por completo con la relación.

Todo el mundo insistía en que debía cobrarle su deslealtad; no obstante, nunca tuve interés en engañarlo, al menos hasta esa noche. Para describirme brevemente, poseo un tono de piel trigueño, cabello oscuro y, aunque no me considero especialmente hermosa de rostro, mi principal atractivo radica en mi figura. Mis pechos no son muy grandes, podría decirse que son pequeños, pero tengo un vientre plano, piernas robustas, caderas y cintura bien definidas, y, sin pretensiones, un trasero bastante amplio.

Un día, mientras seguía mi rutina diaria, mi teléfono sonó y descubrí un mensaje que contenía la invitación a la boda de mi prima, en la que se mencionaba que podía asistir con mi pareja. Sería una ocasión especial para reunirnos como familia, ya que no solíamos vernos con frecuencia. Al mencionarle a Francisco sobre la boda, me desilusioné al recordarme que en esas fechas teníamos programado un viaje con otros amigos. A medida que se acercaba la fecha, las discusiones se volvían más frecuentes; yo argumentaba que una boda es un evento especial, más aún si se trata de un familiar, mientras que él justificaba que llevábamos mucho tiempo planeando ese viaje. Las discusiones alcanzaron su punto álgido una semana antes del evento, cuando finalmente decidimos separarnos, acordando que asistiría sola a la boda y que él podía hacer lo que quisiera, ya que a mí no me importaba ir sola.

***************

Llegó el día de la boda y por la mañana mi novio partía de viaje; después de algunos mensajes un tanto secos, le deseé suerte y él me respondió de igual forma.

N: Que tengas un buen viaje, avísame cuando aterrices, cuídate

F: Gracias, cuídate también

Ahora que había partido, solo me quedaba concentrarme en esa noche, la gran boda que nos había costado casi un mes de discusiones. Fui con otras primas invitadas a arreglarnos las uñas, peinarnos y maquillarnos entre nosotras. Opté por un vestido rojo, largo, de tirantes, que dejaba ver mis piernas; ajustado en la parte superior pero suelto de la cintura para abajo. Aunque disfruto lucir mis atributos, el tener unas nalgas de considerable tamaño hacía que muchas prendas parecieran vulgares (o sensuales, dependiendo de la ocasión); en este caso, al tratarse de una boda, intentaba mantenerme dentro de los límites de lo "formal".

Comenzó la boda, un evento muy bonito en el que se llevaron a cabo la ceremonia religiosa, la civil, el vals, los discursos, todo lo clásico en un enlace. Al sentarnos para cenar y posteriormente en mi mesa, noté que estábamos ubicadas personas más "jóvenes" por así decirlo, con algunos familiares de mi edad o alrededores, algunas de sus parejas y algunos amigos o familiares tanto de la novia como del novio. La hora de la cena transcurrió sin incidentes, salvo por el hecho de que uno de los presentes en la mesa no dejaba de mirarme fijamente, una mirada a la que en ocasiones respondía con una sonrisa tímida, no con intenciones de coquetear, pero no sabría decir por qué motivo devolvía la sonrisa. El individuo que me observaba constantemente era un

Individuo relativamente alto sin llegar a superar el metro ochenta (1'80), de ojos oscuros, cabello oscuro algo desaliñado, tez un poco más clara que la mía, ojos penetrantes, mandíbula bien marcada y aparentemente en buena forma física, aunque no diría que es de gimnasio, podría describirlo como bastante bien cuidado.

Antes de dirigirnos a la pista de baile, comenzamos a beber todos los que estábamos en la mesa, terminando completamente una botella y dejando a medio consumir una segunda. Dado que la mayoría ya estábamos animados con las copas, decidimos unirnos a la pista de baile. Al principio, todos bailábamos en grupo formando un círculo de personas, pero cuando comenzaron a sonar cumbias, poco a poco cada uno bailaba en pareja, algunos con sus respectivas parejas, otros con personas cercanas. Empecé a sentirme un poco melancólica al imaginar que bailaba con Francisco, pero de repente una mano me sacó de mis pensamientos, invitándome a bailar de manera silenciosa, mi sospecha sobre quién era se confirmó, era ese muchacho que no apartaba la mirada de mí en la mesa.

J: Soy Julián, un placer.

N: Encantada, Nicole -respondí algo tímida todavía.

Conversando de manera sencilla, descubrí que era un amigo cercano del novio. Era una persona muy alegre, constantemente con una botella en la mano que me hacía beber alcohol puro, además de invitar a los demás de la mesa que estaban relativamente cerca.

J: ¿Tienes novio? -preguntó Julián en medio de la conversación.

En menos de un segundo, surgió un dilema moral en mi mente, preguntándome si debía decirle que sí o que no. Inmediatamente pensé, ¿por qué mentiría sobre tener novio? ¿Acaso quería algo con ese chico o, lo más importante, quería engañar a Francisco?

N: Es complicado -respondí, saliendo por la tangente.

Al sentir alivio por no haber respondido afirmativa o negativamente, gané un poco de tiempo para resolver mis dilemas morales. Poco a poco, la moralidad se desvaneció a medida que avanzaba la noche, siendo sofocada por el alcohol que ingería, reflejándose en mis movimientos cada vez más cercanos a Julián. Como es habitual, en cierto momento, la necesidad de ir al baño surgió.

N: Voy al baño, regreso enseguida -le dije a Julián mientras me dirigía hacia el baño.

Me di cuenta de que mi vista estaba algo borrosa, evidenciando mi estado de embriaguez. La fila para el baño de mujeres era considerable, por lo que le pregunté a un camarero si había otro, a lo que respondió que había uno un poco alejado de donde nos encontrábamos (el salón era bastante grande). Lógicamente, tardaría menos yendo a ese lugar que esperando en la fila, así que me encaminé hacia allí. Llegué al baño que estaba completamente vacío, fui al baño y al acercarme al lavabo vi entrar a Julián con una sonrisa coqueta.

J: No me diste muchos detalles sobre tu situación cuando te pregunté si tenías novio.

Apenas pronunció esas palabras, se acercó a mí y me besó sin esperar mi respuesta. Aunque no sabía cómo reaccionar en ese momento, por mi mente pasaron la pelea que tuvimos y la infidelidad que alguna vez perdoné. -¿Qué diablos?- pensé para mí, mientras colocaba mis manos en su nuca acercando su cuerpo al mío, me dispuse a corresponder al beso.

No fue un beso romántico ni tranquilo, fue algo más pasional y desesperado, como si fuera una necesidad. En un momento, mi mente se alertó al darme cuenta de que en cualquier instante podría entrar alguien en el baño. Entonces, lo tomé de la mano, deteniendo aquel apasionado beso y lo llevé a uno de los cubículos vacíos. Una vez dentro, él me empujó contra una de las paredes, siguiendo con el beso frenético, pero sus manos parecían tener vida propia, comenzó a apretarme.nalgas por encima del vestido, pero a medida que continuaba acariciando y disfrutando, percibía cómo poco a poco el vestido se levantaba ligeramente. Finalmente, sus tocamientos y movimientos lograron elevar mi vestido sin que pudiera darme cuenta, notando el momento en que su mano tocó la piel de mi trasero. La poca sensatez que aún conservaba en mí me hizo separarme de sus labios para pedirle que se detuviera, pero antes de poder articular la primera palabra, su boca atacó inmediatamente mi cuello y sus caricias en mis nalgas se tornaron en apretones.

N.- Por favor, esto no está bien, detente - Susurré suavemente en su oído, pero las palabras no salieron con la firmeza que había planeado, sino que se vieron interrumpidas por gemidos ahogados.

Sus besos en mi cuello se transformaron en pequeñas mordidas, mientras sus manos ya buscaban abrirse paso bajo la ropa interior. Estas mordidas pronto se tornarían más intensas y probablemente dejarían marcas; no podía permitir que eso sucediera, ya que sería evidente que había sido infiel. Consideré escapar, pero era claro que no sería sencillo hacerlo en ese momento, así que se me ocurrió una idea. Lo empujé suavemente para que se sentara en el inodoro y, tras darle un breve beso en la comisura de los labios, me arrodillé, desabrochando su cinturón y bajando sus pantalones hasta los tobillos. Entre su miembro y yo solo quedaban sus boxers, que impedían que lo viera. Lentamente, manteniendo contacto visual con Julián, retiré su última prenda. Bajé la mirada y me encontré con un miembro de tamaño normal, un poco más grande que el de mi pareja.

Tomé su miembro con ambas manos y empecé a jugar con él, realizando movimientos suaves de arriba abajo, alternando mi mirada entre su miembro y su rostro para observar su expresión absorta en lo que estaba haciendo. Mi intención era hacerlo acabar lo más rápido posible; aunque ya había cometido la infidelidad, algo en mí me decía que era más comprensible hacerlo de forma rápida. Sin embargo, al ver su miembro en mis manos, fue casi hipnótico y, sin pensarlo mucho, lo introduje en mi boca. Al principio, solo cubría la cabeza con mis labios, pero poco a poco fui introduciendo más centímetros. No sabría decir si pasaron segundos o minutos, pero en un instante me di cuenta de que la cabeza de su miembro ya rozaba mi garganta y gran parte de su extensión estaba dentro de mi boca, mientras mi cabeza subía y bajaba de forma casi desesperada.

J: Detente por un momento, así me harás acabar - Dijo Julián con una voz que denotaba su respiración agitada.

N: -Esa es la intención- Intenté responder de inmediato, pero solo logré emitir un sonido ahogado al tener todo su miembro en mi boca.

Julián me agarró de los hombros y, como si fuera un simple muñeco de trapo, me colocó de espaldas frente a la puerta.

J: Ahora me toca a mí - Dijo Julián con una voz cargada de lujuria, subiendo inmediatamente mi vestido hasta la cintura.

No estaba segura de por qué no reaccioné; intentaba convencerme de que fue por la rapidez de Julián, pero en realidad deseaba seguir adelante, explorar hasta dónde podría llegar.

Suavemente, bajó mi ropa interior y, separando ligeramente mis nalgas, hundió su rostro en ellas. Sus lamidas eran largas, recorría desde mi intimidad hasta mi ano, deteniéndose unos segundos al rozar zonas sensibles antes de continuar. Una vez totalmente humedecida por su saliva, me incliné un poco más y se enfocó en deleitarse con mi intimidad, mientras una mano aún apretaba mi trasero y la otra masajeaba el exterior de mi zona íntima. Estaba en el séptimo cielo; toda moralidad o remordimiento habían desaparecido por completo, mi ser estaba embriagado de humedad,

N: Por favor, no pares, continúa, me encanta - Le decía a Julián entre gemidos, totalmente entregada.

J: Disfrutas, ¿verdad?¿Cómo te sientes por mí? - Preguntaba Julián mientras realizaba su trabajo oral de forma intermitente.

N: Disfruto mucho, me encantas, por favor continúa, hazme tuya - Respondía sumisa ante Julián con gemidos.

Julián interpretó mis gemidos y palabras como una invitación para avanzar. Detuvo sus acciones brevemente, con cierta tristeza y desesperación al ver que yo quería que continuara. Lo vi de pie, apoyado con una mano en la puerta y con la otra posicionando su miembro en mi entrada. Sin previo aviso, de un solo empujón introdujo toda su virilidad en mí.

N: Ahhh - Dejé escapar un gemido sonoro, que seguramente sería escuchado por alguien en otro cubículo.

Los movimientos de cadera de Julián se volvían más constantes y rápidos a medida que pasaban los segundos, generando un sonido de choque entre sus caderas y mis nalgas. Estaba a punto de gritar muy alto, pero era consciente de que no era el lugar adecuado. Con una de mis manos, guie la suya hacia mi boca y empecé a morder y chupar su pulgar para acallar mis gemidos. Eventualmente, la otra mano de Julián comenzó a apretar suavemente mi cuello, acercando sus labios a mi nuca y repartiendo besos húmedos. Si mi intimidad ya estaba húmeda, con este último gesto, todo abajo sería un torrente.

J: Estoy por terminar - Dijo casi gritando, mientras me apretaba contra su cuerpo.

Casi instintivamente, levanté lo más posible mi cuerpo para estar unida a él el mayor tiempo posible. Cuando él tiró de mí y yo empujé mi cuerpo hacia Julián, perdimos el equilibrio y caímos juntos de golpe sobre el inodoro, aún unidos. Él se sentó en el retrete y yo, con su miembro dentro de mí, cayendo sobre sus piernas, profundizando la penetración. Casi de inmediato, sentí cómo su semen llenaba mi interior.

Entre jadeos, segundos después me puse de pie y noté cómo por mi pierna se escurría ese líquido blanco. Casi instintivamente, con un dedo lo recogí y probé su sabor.

J: Vaya, eres muy traviesa - Dijo Julián con asombro, todavía jadeante, mientras se ponía de pie.

Nos arreglamos antes de salir del cubículo, saliendo yo primero para evitar sospechas y regresar a la boda. Al llegar, todos estaban lo suficientemente ebrios como para no notar mi ausencia. Después de unos minutos, recibí una llamada de Francisco. Al contestar, noté que él también estaba bastante ebrio (después de tal ejercicio, mi embriaguez ya había pasado). Mi novio pasaba de comentarios románticos a quejas sobre por qué no había viajado con él. Para evitar ruidos, salí de la boda para escuchar mejor.

N: Bueno cariño, cuídate, hablaremos cuando regreses - Dije en la puerta del salón sin darme cuenta de que justo Julián estaba entrando y seguramente escuchó al menos esa parte de la conversación.

J: ¿Complicado, verdad? - Dijo Julián con una sonrisa cómplice en su rostro.

El rubor en mi rostro era evidente, ¿cómo debía reaccionar? ¿Se habría dado cuenta él? ¿Estaría enojado? ¿Haría chismes sobre lo sucedido? ¿Investigaría sobre mi relación? Quizás sencillamente no le importaría, ya que había conseguido lo que quería. Decidí desechar estos pensamientos, ya que solo me torturarían. Era mejor regresar a la fiesta e intentar divertirme, esta vez sin engañar a Francisco.

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