En la facultad de mi pareja, él y algunos de sus compañeros planearon un campamento durante las vacaciones de verano. Todos eran hombres, pero algunos invitaron a sus parejas y, por supuesto, él también me incluyó a mí.
Llegó el día y yo me estaba arreglando porque pronto vendrían a buscarme. Aprovecharé este momento para describirme:
Tengo 18 años, mido 1.66, tengo cabello negro semi-largo y un buen par de senos, pero lo que destaca realmente son mis caderas y mi trasero.
Me visto al estilo emo gótico (es decir, soy el típico estereotipo de gótica culona) aunque mi personalidad es completamente distinta.
Ese día me puse un top blanco de tirantes, unas mallas de red y una mini falda negra.
Dado el calor, mi idea era no usar sostén ni ropa interior y llevar unos mini shorts, sin embargo, los shorts me quedaban muy ajustados así que tuve que cambiarlos por la falda en el último momento, pero, con la prisa, olvidé ponerme ropa interior.
Así que vinieron a recogerme y yo fui la última, la camioneta estaba llena por lo que tendría que ir sentada encima de alguien. El problema era que mi pareja estaba conduciendo, por lo que no podía sentarme sobre él. Tampoco había tiempo para cambiar de asientos, ya que por ley no pueden ir más de 5 personas en un coche si este circula por la carretera, y éramos 15, por lo que debíamos pasar la carretera antes de que abrieran los controles policiales y ya íbamos tarde.
Por lo tanto, no me quedó más remedio que sentarme en las piernas de uno de sus amigos en la parte trasera del coche. No me quejé y lo hice intentando no moverme mucho para no provocarlo, pero era imposible y no tardé en sentir el bulto en mi trasero.
Notaba que él trataba de disimularlo, pero el viaje duraría unas 36 horas con una parada después de pasar la carretera, y no quería que estuviera incómodo todo ese tiempo. Así que busqué un momento para susurrarle que estaba bien y que no me importaba sentir su miembro. Mi intención era buena, pero sin querer sonó demasiado sugestivo.
De todos modos, funcionó y enseguida noté cómo el bulto en mi trasero se ponía más firme. Simplemente tenía que ignorarlo, pero en ese momento me di cuenta de que no llevaba ropa interior. No había forma de que él lo notara ya que sí llevaba ropa, pero sin mi ropa interior, los roces estaban generando mucha humedad.
Tras unas horas, me fui acostumbrando un poco a la sensación de su miembro contra mi trasero, pero en ese instante me habló en voz baja y me pidió si podía cambiar un poco de posición porque le molestaba un poco. No tenía muchas opciones, ya que estábamos apretados en la parte trasera con todo el equipaje y los asientos de enfrente no dejaban mucho espacio, pero logré cambiar un poco de posición. A pesar de ello, la situación seguía siendo la misma, de todas formas, agradeció el gesto.
Transcurrieron más horas y hasta entonces todo había ido relativamente bien, sin embargo, en ese momento empecé a sentir que comenzó a rozarse intencionadamente. Lo hacía de forma disimulada y aunque obviamente podía sentirlo, decidí no decirle nada dado el ambiente tan concurrido. Sin embargo, después de un rato, la cosa se hizo más evidente y podía sentir perfectamente cómo estaba presionando y frotando su miembro en mi trasero. Por suerte, como todos hablaban en voz alta, era más fácil comunicarme con él en susurros.
Le pedí que dejara de hacerlo intencionadamente y se detuviera. Me pidió disculpas, dijo que al principio fue sin querer, pero que le resultaba muy placentero y continuó. Me dijo que tenía un trasero excelente y que llevaba todo el viaje excitado, que no aguantaba más las ganas de usarlo. No sabía.
Decidí interpretar ese último comentario como un elogio y me puse en su lugar, comprendiendo lo difícil que debía de resultar aguantar tanto tiempo sin alivio, sobre todo siendo hombre y considerando las circunstancias. Por ello, le permití continuar bajo la condición de que fuera más delicado y tratara de disimular un poco. Agradeció mi comprensión y comenzó a rozarse, aunque ya no era tan evidente, resultaba complicado ignorarlo, lo cual provocaba que me sintiera aún más excitada.
El resto del viaje transcurrió de forma relativamente normal, aunque ocasionalmente me solicitaba cambiar de postura y algunas veces debía recordarle que moderara sus movimientos, ya que en ciertas ocasiones rozaba demasiado cerca de mi entrepierna y sus gemidos resultaban insoportables. Aunque no mencioné este último detalle, le indiqué que era suficiente y que prefería que se detuviera por un momento. Afortunadamente, comprendió la situación y el viaje continuó sin incidentes hasta la noche, momento en el cual pude descansar un poco más. Además, de vez en cuando lograba controlar su erección por breves lapsos, aunque esta solía regresar en menos de media hora.
Por la noche, mientras todos dormían y yo intentaba conciliar el sueño con los ojos cerrados, sentí su movimiento repentino. Note cómo juntaba mis piernas y, de repente, percibí algo cálido y viscoso deslizándose entre mis muslos. Me llevó un momento abrir los ojos y darme cuenta de que estaba utilizando mis muslos para masturbarse. Sorprendida, le pregunté qué estaba haciendo, a lo que respondió que no podía conciliar el sueño y que el dolor persistente no le permitía descansar luego de mantenerse en tensión todo el día. Se disculpó y expresó su necesidad de liberarse, argumentando que creía que yo estaba dormida. Abatida, escuché su explicación sobre el malestar que suponía contener una erección durante tanto tiempo, y cómo la eyaculación aliviaría su situación. Al final, decidí permitírselo para poner fin a aquella incómoda situación.
Continuó utilizando mis muslos para su placer, evidenciando su disfrute. Su pene estaba totalmente lubricado, manchándome mientras lo acariciaba. En un momento, me pidió que los apretara más, accedí y al abrir los ojos no pude evitar observar su imponente erección, mayor a lo que acostumbraba. Al ser mayor que yo y mi novio, la diferencia era notable. Comenzó a elogiarme, resaltando su admiración por mi figura y confesando que no podía apartar la vista de mi escote durante todo el viaje, excitándose con la idea de mi trasero.
Estos comentarios me avergonzaban profundamente, sin embargo, sumado al contexto, mi excitación previa durante el día y el aroma de su pene que me resultaba irresistible, la situación me resultaba cada vez más estimulante. Finalmente, llegó al clímax, manchándome no solo los muslos, sino extendiendo su semen por todo mi cuerpo, principalmente en mis senos, un poco en mi rostro y dejando mi ropa completamente embarrada. Me sentía como una mujer desvergonzada cubierta de semen caliente, sin embargo, careciendo de una opción para limpiarme, me vi obligada a seguir su sugerencia de ingerirlo. Con hesitación, llevé un poco de semen desde mis senos a mi boca con un dedo, para luego ingerir el resto poco a poco, sin saber muy bien qué sentir en aquel instante.
Una vez terminé de consumir el semen, me dormí con la idea de que aquello sería el punto final, y que al día siguiente, en la próxima parada, cambiaría de lugar y pretendería no recordar lo ocurrido. Sin embargo, desconocía lo que depararía la mañana siguiente.
Fui una de las primeras en despertar, todavía percibiendo el olor a semen impregnado en mi ropa, visible en las manchas que aún permanecían visibles en mi falda.
Con algunas marcas pero lo más evidente era el top, no sabía cómo ocultarlo así que me senté sobre las piernas del chico pero mirando hacia atrás y rodeándolo con mis piernas mientras pensaba en qué hacer, no deseaba estar en esa postura y tampoco quería que mi pareja se despertara y me encontrara abrazándolo de esa manera, pero era preferible a mostrar el top manchado de fluido seminal.
Él ya estaba despierto y nuevamente tenía una erección, lo cual era normal dado que habían pasado varias horas desde que nos dormimos. Pasamos aproximadamente una hora en esa posición hasta que comenzó a frotarse de nuevo y me susurraba al oído lo mucho que le encantaba esa postura, cómo mis pechos se comprimían y cómo mi trasero se sentía genial de esa manera. No pronuncié palabra alguna y le permití continuar, ya que eso era lo de menos en ese momento. Realmente estaba tan excitada que incluso disfrutaba sentir su miembro frotándose, mis pechos comprimidos y escuchar sus halagos, lo cual solo acrecentaba mi excitación. Permítanme explicarles, durante todo el viaje había sentido su roce y me había humedecido, desde que desperté he estado percibiendo el olor del semen, lo cual estaba afectando mis hormonas. Aun tenía el sabor de su semen en la boca, lo cual lo hacía aún más intenso. Mi cuerpo ardía y no podía controlarme, ya no podía imaginar nada peor que eso, al menos eso creía.
Después de un rato, empecé a notar que su miembro estaba más cálido; él se lo había sacado y lo estaba frotando directamente contra mí. No sabía qué hacer, le pregunté y me dijo que nuevamente no podía contenerse, que estaba igual que la noche anterior, una eyaculación no era suficiente para calmar tantas horas de excitación, y que el hecho de estar en esa posición no ayudaba. Le dije que en ese momento no podía hacer nada, que muchos estaban despiertos y debía aguantar mientras intentaba sofocar los gemidos, ya que se estaba frotando directamente en mi zona íntima. Él pidió disculpas y mencionó que no podía resistir más, y me solicitó ese último favor. Le pregunté qué quería que hiciera y me respondió que me quedara quieta. Estaba confundida, pero poco a poco noté cómo me frotaba cada vez más en la entrada de mi vagina y se acomodaba para una penetración más sencilla. Estaba asustada, no sabía cómo responder. Cuando de repente comencé a sentir que empujaba un poco en la entrada, le dije que no se atreviera a penetrarme. Sin embargo, él continuaba empujando; le insistí en que ya era suficiente, que no le permitiría completar la acción.
Él me confesó que no podía contenerse más y que, después de lo sucedido, no podía resistir las ganas de copular conmigo. Yo seguía negándome, pero él continuó hasta que sentí cómo la punta entraba; le pedí que se detuviera, pero continuó introduciéndola más y solté un gemido, luego rápidamente me tapé la boca con su hombro para sofocarlo y él siguió con la penetración, mientras yo intentaba contener mis expresiones. Su miembro era considerablemente grande, no estaba acostumbrada y él no se contenía, sentía cómo penetraba y salía de mí, llegando más profundo de lo que había experimentado.
No podía hacer nada más que intentar disimular, pero era imposible; los dos chicos que estaban detrás de nosotros podían oír los gemidos incluso si los ahogaba, además mi falda era corta, por lo que si miraran hacia abajo podrían observar claramente la escena. Aun así, él no se detenía; yo ya no podía soportarlo y, de forma inconsciente, también movía las caderas para permitir una penetración más profunda, la sensación de apertura era intensa, llevaba todo el viaje mojada y no podía soportarlo más, mientras él seguía apretando con fuerza mi trasero. Después de un rato, noté que incrementaba la velocidad y me anunció que estaba a punto de eyacular. Intenté decirle, como pude, que no quería que lo hiciera dentro, pero no me hizo caso y sentí cómo su miembro temblaba, hasta que de repente liberó todo su fluido en mi interior, mientras gemía sintiéndome llena.
Experimenté el calor del fluido seminal por primera vez en mi existencia, percibiendo su penetración hasta lo más profundo de mi ser, liberándose copiosamente hasta no poder más.
Mi respiración se tornaba agitada, me sentía aturdida, confundida, sin comprender lo sucedido. Él retiró su pene y pude percibir cómo el semen fluía dentro de mí, evidenciando que los chicos al lado habían sido testigos, pero afortunadamente el resto parecía ajeno, algunos dormían y otros no tenían visión de esa escena.
Tras recobrar fuerzas, aún faltaban 2 horas para llegar a la parada. Anhelaba acudir al baño para asearme y reflexionar sobre qué hacer a continuación. Pensé ingenuamente que todo había concluido, pero me equivoqué, aquel campamento prometía extenderse...
Hola, agradezco tu lectura. Esto me ocurrió hace unos meses y al hallar este espacio, estimé conveniente narrarlo, pues durante mucho tiempo he deseado compartirlo, aunque por razones obvias no me ha sido posible. No es un recuerdo que me agrade recordar, por lo que me resultó complicado redactarlo, pero procuré hacerlo atrayente para ustedes. Si percibo interés por parte de la audiencia, continuaré con la siguiente parte. No obstante, antes de hacerlo, deseo exponer la peor parte, respecto a cómo esos jóvenes que me avistaron en la parte trasera del vehículo me sometieron a ser su objeto durante la totalidad del campamento, y realmente fue lo más lamentable de aquel episodio, al menos para mí. Posteriormente, me vi obligada a realizar acciones que no deseaba y por ello opté por postergarlo.
Por favor, siéntanse libres de dejar cualquier comentario, responderé a todos, resolviendo cualquier interrogante que pudieran tener o lo que deseen expresarme. No me sentiré ofendida por ningún tipo de comentario, ya que comprendo la verdadera finalidad de este sitio y procuraré responder incluso a aquellos que pudieran resultar incómodos de abordar.
Otros relatos que te gustará leer