¿Es más valiosa una imagen que mil palabras?
Su palma blanca se aferra con fuerza al cuello de la botella y bebe. Tras un primer sorbo breve, probablemente para acostumbrar su paladar al sabor, y después del gesto inicial, da un segundo trago más prolongado, sin mostrar ninguna mueca desagradable en su rostro. ¡Por el contrario, lo disfruta!
Sostiene la botella por el cuello entre el pulgar, el Ãndice y el dedo corazón, sin prisa por devolvérmela. Destapo otra cerveza y la vierto en mi vaso sin apresurarme, inclinándolo ligeramente para evitar que se forme mucha espuma. Estoy listo para beberla lentamente mientras me dispongo a escuchar de su boca esta sorprendente historia con tintes de infidelidad.
Con ansiedad, Mariana balancea la botella en el aire, a poca distancia de su muslo derecho, y fija su mirada en el dobles de sus manos girando el envase, para continuar revelándome su maquinada aventura con su amiga. Detrás de mÃ, la fiesta no para, el bullicio se intensifica y se vuelve más efervescente, captando mi atención momentáneamente al ver cómo algunos bailan descalzos en parejas y otros se balancean solos, tanto hombres como mujeres, entre risas y gritos, saltando sobre la arena de esta playa al son de "El Serrucho", un éxito del cantante cartagenero Mr. Black. ¡Seguramente, Mariana también me va a sorprender!
—Como te mencionaba, K-Mena guardó silencio por unos segundos, asimilando cuidadosamente mi respuesta, y sus mejillas, normalmente pálidas, se tornaron instantáneamente en un rosado encendido mientras se acercaba de nuevo a la cama, recostándose de lado con la cabeza en mi regazo, buscando cariño; después de recobrar la calma, el rubor disminuyó y la curiosidad creciente la llevó a sorprenderme con su siguiente pregunta.
—Chikis... ¿Alguna vez has tenido relaciones Ãntimas con alguien además de tu esposo? ¿O tal vez te gustarÃa experimentar con otro hombre, solo por probar?
— ¡Uff! Eso ya pasó hace años. Con mi segundo novio fue mi primera vez, y antes de que preguntes... ¡No! No fue tan satisfactorio como lo que tengo ahora con mi esposo. Aunque siendo sincera, en aquel entonces, al ser inexperta, no podÃa compararlo con nada ni con nadie. Con mi primer novio solo tuve algunos besos y caricias sobre la ropa, completamente ingenuos y juveniles. Cometà el error de no exigir más y asumà que con lo que tenÃa era suficiente. ¡Y no! No deseo tener aventuras fuera del matrimonio ni ser infiel a mi esposo. ¿Por qué la pregunta?
—Oh, nada en particular. Solo curiosidad. —Respondió con firmeza, pero se quedó pensativa por un momento y luego continuó hablando, sin parar de jugar con los mechones oscuros de mi cabello entre sus dedos.
—Chikis, sabes que en la oficina se comentan cosas, no especÃficamente sobre ti, no te preocupes, pero sà sobre las mujeres casadas en general, que llevan años con el mismo hombre. Hablan con naturalidad sobre el sexo con sus parejas, y escucho cómo mencionan que, aunque no sea malo del todo, se vuelve rutinario y casi programado, debido al exceso de trabajo tanto de uno como del otro. Les he oÃdo
También es común que con el paso del tiempo, la relación de pareja tiende a enfriarse, disminuyendo las ganas de tener relaciones sexuales, y los momentos de intimidad se vuelven más escasos y descoordinados. Calló de nuevo y antes de que pudiera hablar, acarició mi mentón con delicadeza y continuó diciendo.
Escuchar conversaciones sobre asuntos de pareja me preocupa al pensar en mi futuro con Sergio, ya que se dice que esto puede llevar a cometer una infidelidad con mayor facilidad, ya sea teniendo relaciones con un amigo cercano, buscando de nuevo a un ex pareja, o incluso involucrándose con un compañero de trabajo. Me preguntaba... ¿Has sentido atracción por alguien más? ¿Alguna vez te ha interesado algún cliente? ¿Hay alguien en la oficina que te llame la atención?
Al escuchar eso, comencé a dudar. Y, ¿sabes qué, amor? Me sentà bastante incómoda, haciendo que me tambaleara al pensar si K-Mena estaba enterada de algo, posiblemente a causa de José Ignacio soltando información, imaginándome a él comentando lo sucedido entre nosotros a otras personas, o si Eduardo, en alguna salida, le habÃa contado a José Ignacio algo sobre lo que pasó con aquel profesor, y él a su vez lo habÃa compartido con Carlos, e incluso con Sergio, y por eso ella estaba al tanto.
Tal vez los nervios me estaban jugando una mala pasada y ella simplemente querÃa saber mi opinión. O como dices, tu amiga podrÃa estar al tanto de todo, si su novio compartió con ella detalles sobre sus conquistas, incluyendo lo que hice a sus espaldas.
Sin despegar los brazos de su pecho y sosteniendo un cigarrillo sin encender entre sus labios, Camilo finalmente intervino.
Puede que tengas razón —le respondÃ. —Pero me quedé con las ganas de explorar ese tema en ese momento, ya que decidà cambiar la dirección de la conversación al expresar algo asÃ...
Flaquis, por ahora estoy muy feliz junto a mi esposo y siento que no hemos alcanzado ese punto donde la monotonÃa pueda debilitar nuestra relación, llevándonos a uno de los dos a buscar consuelo en los brazos de otra persona.
Y para encauzar sus interrogantes, después de ese cuestionamiento, cruzó por mi mente una idea algo descabellada, viendo a mi amiga tan involucrada en la situación. Te propongo algo, si estás de acuerdo, flaquis. ¿Por qué no simulamos una situación, en la que liberemos nuestra creatividad? Tú podrÃas vencer tus inhibiciones y perder el miedo al contacto, mientras que yo intentarÃa enseñarte cómo acariciar a otra persona y usar tus manos, compartiendo cómo me gustarÃa ser abordada por un amante, en un escenario hipotético donde me atreverÃa a tener relaciones con alguien distinto a mi esposo. ¿Qué opinas?
¿Qué locura es esa? Pero sabes, me encanta tu propuesta, chikis —me contestó, con sus ojos brillantes y expresivos.
Tú eliges el nombre, flaquis. ¡Incluso puedes imaginar cómo serÃa mi amante ideal! —le dije, dejándole la elección de con quién emparejarme.
¿En serio? Hummm, déjame pensar... —y llevó su dedo meñique a su boca, mordiéndose ligeramente la uña mientras reflexionaba.
¿Qué te parece Nacho? —finalmente sugirió.
¿Por qué Nacho y no otra persona? SÃ, cielo, por supuesto que hice la misma expresión que estás haciendo ahora, arqueando las cejas y abriendo los ojos. Por eso mismo, luego le propuse otros hombres.
¿Qué te parece Ricardo, el ingeniero de sistemas? PodrÃa ser un buen amante. Es joven, alto, no muy delgado y
igual de musculoso. Y es muy amable además de alegre.
— ¡Vaya, qué mal gusto tienes chikis! Para mÃ, ese ingeniero solo destaca por su atractiva sonrisa y sus hermosas pestañas, pero esos ojos tan oscuros me resultan intimidantes, ya que en más de una ocasión lo sorprendà mirándote fijamente, y para colmo, siempre está sudoroso, como si fuera un fornido caballo de carga. ¡Qué asco! Además debe oler a pescado.
—Bueno. Entonces... ¿Qué opinas del arquitecto del décimo primer piso? Ummm... ¿Camilo GarcÃa, verdad? Ese hombre es realmente atractivo. Es inteligente, sereno, amable y sumamente interesante. ¿No te parece? —La miré fijamente buscando conocer sus preferencias, aunque ya sabÃa de antemano cuál serÃa su respuesta.
—A pesar de la distinción y el atractivo porte del arquitecto, es demasiado serio y analÃtico para mi gusto. Me imagino que debe ser aburrido en la intimidad, y además está comprometido. Tiene esposa e hijos. No chikis, él no es para ti. Creo que deberÃas buscar a otro, con una actitud diferente, más atractivo y... ¡Apasionado! Alguien con quien disfrutar sin remordimientos de una aventura de pasión desenfrenada, y del que, a pesar de la infidelidad, no te arrepientas tanto por engañar a tu esposo. SÃ, definitivamente debe ser una persona con mucha experiencia. ¡Alguien como Nacho!
— ¡Jajaja! ¿En serio no se te ocurre alguien más? —Respondà entre risas, y continué con otra pregunta provocativa.
—Gracias por tu opinión, pero creo que es mejor que me retire y te deje espacio. Él seguramente se verÃa bien a tu lado, siempre que no estés comprometida. ¿Te gustarÃa estar con él y perder tu virginidad sin esperar a hacerlo con tu novio?
—No, chikis. ¡Dios me libre! Creo que serÃa infeliz con él debido a mi inexperiencia. Aunque lo he imaginado en muchas ocasiones. ¿Cómo serÃa estar con un hombre tan experimentado como él? ¿Qué sentirÃa? ¿Me volverÃa adicta al sexo con él? ¿Me convertirÃa en alguien promiscua por él? Pero todo eso queda en mi mente y me arrepiento al instante, pidiendo perdón a Dios y a Sergio por pecar solo con mis pensamientos. —Guardó silencio por un momento, y luego retomó la conversación.
—No pasarÃa nada, Nacho solo me ve como a una hermana pequeña a la que debe proteger, considerando la amistad que tiene con Sergio. Conmigo no tendrÃa una relación seria. Quizás accederÃa a dejarme experimentar por unos minutos con su... juguete. Pero, como mujer, prácticamente soy invisible para él. Nacho solo tiene ojos para mujeres comprometidas, le gusta el riesgo y la emoción, especialmente si parecen inalcanzables. ¡Como tú, por ejemplo! —Respondió con una sonrisa antes de enderezarse y recuperar su postura de niña buena, sentada sin cruzar las piernas y con los brazos apoyados detrás de su cuerpo como soportes.
—Él y yo somos completamente diferentes, flaquis. Incompatibles como dos piezas sueltas de dos rompecabezas con imágenes y tamaños distintos. Como dices, Nacho es voluble y yo estoy bien con mi estabilidad matrimonial. —Respondà poniéndome de pie y dejando mi cartera y la bolsa con los juguetes del sex-shop en una silla, colgando mi chaqueta vaquera grande en el respaldo.
—Mi mamá siempre dice que los opuestos se atraen, ¿quién sabe si entre ustedes dos podrÃa surgir algo.En un futuro ¿seremos capaces de complementarnos? —Me sorprendió al hablarme de repente mientras aún le daba la espalda.
Estudié detenidamente su rostro, desviando la atención de la detallada y explÃcita imagen en la caja de cartón que mostraba el arnés, con instrucciones en la parte posterior sobre su uso, con el fin de intentar descifrar a través de sus gestos si mis sospechas sobre si K-Mena sabÃa algo eran ciertas, o si eran simplemente mis propios miedos los que me hacÃan imaginar terribles escenarios donde en realidad solo habÃa lógica.
—¡Espera un momento, Mariana! Me he perdido. ¿Estabas mirando qué cosa? —Preguntó Camilo.
—Oh, eso es un arnés, —respondà mientras Camilo levantaba ligeramente sus densas cejas negras y movÃa levemente la cabeza hacia atrás— es básicamente un cinturón con correas que se ajusta a la cintura y los muslos. En el centro tiene un anillo para colocar un... Un pene de silicona, para... Bueno, supongo que ya te puedes imaginar para qué se utiliza.
—Ya veo. Pero, Mariana, ¿no estabas preocupada por conservar su virginidad? —Sonrió ante la lógica preocupación de mi esposo.
—¡Jejeje! Asà es, y ciertamente no lo compré con la intención de usarlo para penetrarla. Ya tenÃa en mente, la noche anterior, mientras acariciaba tu espalda con mis uñas para ayudarte a relajarte y dormir, darle otro uso. Sé que estás un poco confundido, pero déjame terminar de recordar lo que hicimos ella y yo, esa tarde. ¿Te parece bien? —Respondà rápidamente, sabiendo que no era común en él carecer de perspicacia.
—Claro, continúa. ¡Adelante! —Camilo hizo un gesto militar al llevar su mano con la palma hacia abajo a la sien derecha.
Observé cómo jugaba con su mano, colocándola frente a su boca y encendiendo su mechero con el pulgar. La llama amarilla cumplió su tarea al encender el cigarrillo, iluminando las leves arrugas en las comisuras de sus labios y los hoyuelos en sus mejillas al inhalar profundamente.
—Y... ¿Cómo lo llevarÃas a cabo? —Me preguntó K-Mena, mostrando curiosidad sin dejarme espacio para responder, y continuó...
—Quiero decir, ¿dónde te sentirÃas más cómoda estando a solas con Nacho, hablando de forma imaginaria, por supuesto? ¿IrÃas a su casa y lo harÃais en su cama? ¿O aceptarÃas ir a una habitación de un motel como este?
—Creo que lo más conveniente serÃa un lugar que nos brinde privacidad. SÃ, vendrÃa con Nacho a un sitio como este. —Respondà de inmediato y ambos guardamos un cómplice silencio, aprovechando para buscar el mejor lugar donde compartir mi imaginario encuentro sexual con nuestro compañero de trabajo.
Las pesadas cortinas de terciopelo rojo permanecÃan cerradas por completo, proporcionando la privacidad necesaria, mientras cerraba los ojos para visualizar mentalmente aquella habitación. A mi derecha, en un rincón de la habitación, estaba un "sillón del amor" junto a un espejo ovalado en la pared y otro espejo circular en el techo. Las curvas sinuosas del sillón estaban tapizadas en negro y rojo, similar al que habÃamos usado juntos tantas veces para explorar nuestros cuerpos, entregarnos por completo y obtener placer en diversas posiciones durante horas. Sin embargo, ese mueble no serÃa adecuado para compartir ese momento con K-Mena, por lo que la mejor opción serÃa utilizar el jacuzzi. Me dirigà hacia el baño para llenarlo.
—Mira
"K-Mena," le dije al regresar a su lado, "tú vas a ser mi amante. Juntas vamos a fingir ese encuentro ficticio. Harás lo que te diga, actuando como si fuera la primera vez que engaño a mi esposo con Nacho. ¿Está bien?
Abrà mis ojos y me encontré con los suyos marrones, clavados en mi rostro, quizás esperando algún gesto que revelara mi interés en llevar a cabo el plan con Nacho.
"Por favor, no me mires asÃ, no fui yo quien sugirió que jugáramos con él. Además, pensé que era una oportunidad para descubrir si mi amiga estaba al tanto de algo o si eran solo paranoia mÃa. ¿Puedo continuar?
"SÃ, imagina que estás en un confesionario, revelando tus secretos para obtener la absolución. ¡Sigue!"
"Bien, como te estaba contando, le dije..."
"Es importante crear el ambiente adecuado. Imagina que estamos cómodas y nos encontramos en esa situación hipotética. Supongamos que, en esa cita, yo llevo puesto lo que tengo ahora, como si acabáramos de salir de la oficina. ¿Qué crees que harÃa ese hombre aventurero estando solos aquÃ?"
"Creo que él... ¿te besarÃa?" respondió después de pensar unos segundos.
"Exacto. Es posible que, al cerrar la puerta, Nacho se acerque, me acorrale contra la pared y me bese. ¿A qué esperas? ¡Ven y hazlo!" ordené, ella se acercó sorprendida e intimidada.
Camilo mostraba interés en mi relato, fumando apresuradamente mientras observaba con atención. Intentaba leer mis emociones, acomodándose en la arena para descansar sus brazos y cambiar la posición de sus piernas. Con algo de vergüenza, continué contando.
"Vi cómo se acercaba tenso, cerraba los ojos y sus labios temblorosos se unÃan lentamente a los mÃos, ejerciendo una suave presión que duró poco, como aquella vez en la piscina del hotel. A pesar de los nervios, continué en mi rol de dominante."
"¡No! Hazlo con determinación, metiéndote en el papel del hombre conquistador que desea a una mujer casada como yo. ¿Nacho no te ha mencionado sus intenciones de seducirme?"
"¡No! Nunca hemos hablado de eso. Escuché a Carlos decir lo mucho que le atraes y su deseo de hacer cochinadas contigo, pero no Nacho. Contestó con una voz temblorosa.
"Ah, disculpa. Pensé que él te habÃa hablado de mÃ. Sigamos. " Le respondà con calma.
"Sin dudarlo, la atraje hacia mà con mi mano izquierda y con la derecha acaricié su mejilla con ternura tratando de calmarla. Incliné mi cabeza y... ¡la besé!"
Sentà la calidez...
de su aliento. Percibir su respiración agitada cuando empujé la abertura de sus labios y rocé su lengua húmeda repetidamente con la mÃa, hasta que finalmente ella se decidió a enroscarla, entregada y más apasionada. ¡Pufff! —Un suspiro escapa de mis labios al evocarlo, sin poder ocultarlo a Camilo.
—El beso se prolongó. Tanto tiempo que ambas exploramos una y otra vez externamente, cada uno de nuestros abultados y carnosos labios, tan suculentos como deseables, lamiéndolos sin cesar. Su labio superior con mi labio inferior, o al contrario, humedeciéndolos con nuestras salivas; apretándolos y estirándolos en una erótica mordida, para continuar la exploración con nuestras bocas bien abiertas, cubriendo completamente nuestros labios, e incluso brindándonos tiernos besos en los párpados, hasta llegar a succionar la punta de nuestras narices.
—Desaparecida ya su tristeza, y con sus jadeos creciendo, decidà no dejar pasar la oportunidad y la abracé con firmeza, descendiendo mis manos hasta alcanzar sus firmes glúteos, presionándolos y acariciándolos, atrayéndola hacia mà hasta juntar nuestros pechos y vientres, frotando mi prominente pubis constantemente contra su pierna, demostrándole asimismo mi creciente excitación.
— ¡Ahora sÃ! ¡Asà es como debe ser! ¡Este es el hombre que va a poseerme y satisfacer las ansias de sexo que me ha provocado con esos besos tan deliciosos e intensos, el que me convertirá en una esposa infiel! —Dije en cuanto nos separamos para tomar aire.
Y precisamente Camilo, aún de costado, toma una bocanada de aire. Su pecho desnudo se expande y el vientre se hunde, pero no retiene mucho tiempo el aire en sus pulmones, dejándolo salir con un sonido que no logro discernir si es de aceptación o indignación. El cigarrillo se le ha consumido entre los dedos sin darse cuenta, más concentrado en mis palabras y gestos. Llevo nuevamente la botella de ron a mis labios resecos, en un nuevo trago para darme valor. Mi esposo, por su parte, alza su vaso de cerveza dorada y bebe, degustándola pausadamente. ¿Disfrutando de mi relato? No lo sé con certeza, pero sea como sea, ¡continuaré!
— ¿Lo hice bien? —Me pregunta K-Mena tÃmidamente.
—Shhhh, sÃ, ¡muy bien! —Respondo de inmediato. —Pero recuerda, flaca, que ahora no estás tú aquà conmigo. Estoy sola con él, y un amante tan experimentado como suponemos que es Nacho, no interrumpirÃa el encanto del momento con una pregunta tan insulsa. Un hombre acostumbrado a satisfacer a tantas mujeres reconocerÃa al instante el nivel de excitación que ha despertado con sus caricias y esos besos. Ese macho engreÃdo y hábil, sin necesidad de palabras ni solicitudes, seguirÃa con el proceso de seducción, dando el siguiente paso. Cierra los ojos y deja volar tu imaginación. ¿Adivinas cuál serÃa?
—Antes de que ella pudiera responder, el tono de mi teléfono móvil sonó, vibrando en mi bolso. No puse buena cara, ¡no voy a mentir! En ese momento preciso, tu llamada resultaba inoportuna, pero finalmente contesté, sorprendida, dirigiéndome hacia la esquina más apartada de la cama y apoyando mi espalda en la empapelada pared para hablar con cierta privacidad frente a ella. Sin embargo, sin dejar de observarla, te saludé con menos efusividad de lo habitual, sin mencionar tu nombre, diciendo... ¡Hola corazón! ¿Cómo te ha ido? Y me sobresalté por ese cambio inesperado en tu itinerario, por tu llamada fuera del horario previsto.
— ¿MedellÃn? ¿Por qué ese cambio? ¿No ibas al Chocó? —Casi te bombardeé con mis preguntas, desvinculándome por un instante de la compañÃa y el lugar donde me encontraba, preocupada por tu bienestar. Sorprendida por la modificación en tu ruta, rápidamente tú respondiste...
...
Escuché en tu voz un tono de angustia, interrumpiendo a Mariana de repente, explicándole la necesidad de tomar el vuelo de allà hasta NuquÃ, ya que desde Bogotá todo estaba lleno por la alta demanda de turistas, tanto colombianos como extranjeros, interesados en disfrutar de la temporada de avistamiento de las ballenas jorobadas. En ese momento, ingenuamente pensé que mi esposa preocupada por mi paradero, pero al escucharte describir tu ubicación y tus planes con tu amiga, me di cuenta de lo estúpido que fui al no darme cuenta de la situación.
No obstante, le pedà a Mariana que continuara hablando, mientras la observaba juguetear nerviosamente con sus cabellos y morderse la uña del pulgar, con un gesto habitual en ella.
Le expresé a Mariana mi deseo de sinceridad, asegurándole que mi intención era ser honesto y transparente en nuestra conversación, para que al final, ella pudiera recibir un veredicto justo de mi parte, tras aclarar cualquier duda sobre su pasado.
Después de esa conversación, Mariana se despidió con un poco de inquietud, prometiéndome hacer una videollamada por la noche. Mientras tanto, K-Mena me observaba con curiosidad desde un costado de la cama, con un semblante serio.
En ese momento recordé que mi esposo estaba de viaje por trabajo, por lo que decidà silenciar los teléfonos para no ser interrumpidas durante nuestra "imaginaria infidelidad". Le propuse a K-Mena apagar sus teléfonos y continuar con nuestros planes, a lo que ella asintió y procedió a silenciar ambos dispositivos.
Me acerqué a K-Mena, tomé su mano y la llevé de regreso a la cama, sentándonos juntas en un rincón. Entre risas, nos dejamos llevar por la tensión del momento, explorando nuestros cuerpos con besos y caricias cada vez más intensas.
En un instante de excitación, K-Mena siguió explorando mi cuerpo con sus manos, provocando una reacción de deseo en mÃ. Nos reÃmos juntas ante la situación y continuamos disfrutando de nuestra falsa cita amorosa, premiando su actuación con palabras cariñosas.
De repente, K-Mena cambió su tono de voz intentando imitar a José Ignacio, y me dijo en tono burlón...
"¡Bizcochote! Esto es solo el principio. No pararé hasta recorrer cada rincón de tu piel. ¡Te voy a saborear entera!" Y ambas estallamos en risas.
las dos, hasta que las lágrimas aparecieron en nuestros ojos y asÃ, después de unos minutos tomándonos de las manos nuestros estómagos, recostadas una al lado de la otra, respiramos profundamente y nos quedamos en silencio.
—La sorprendà mirándome y la observé, pero no nos mirábamos a los ojos, cielo, sino a nuestras bocas. Se enderezó sobre mi rostro y con ansias me besó. Me entregué por completo a la sensación de sentir el grosor de sus labios moviéndose nuevamente, húmedos sobre los mÃos. Abrà la boca y le ofrecà mi lengua. Ya aprendida la lección, con ternura la absorbió al principio, luego con decisión la succionó y con ello provocó que tuviera ganas de tocarla en medio de sus piernas, palpando su entrepierna por encima del pantalón.
— ¡Provocaste conflictos donde anteriormente habÃa tranquilidad, era lógico que enfrentaras problemas! —Le digo a Mariana, obligándola a iluminarme con la mirada azul de sus impresionantes ojos, que hasta hace un momento los habÃa mantenido distantes, –incluso cubiertos por el velo de sus párpados descoloridos– durante algunos instantes recordando esa situación con anhelo, pues noté que mientras lo relataba, dos coquetos paréntesis se le habÃan formado en las comisuras de sus labios, enmarcando una tÃmida sonrisa. ¡Le habÃa gustado besarse con esa mujer!
Sin decir una palabra, debatiendo mi argumento, Mariana toma un cigarrillo de la cajetilla y lo enciende inhalando profundamente. Ahora muy cerca de mi rostro, exhala el humo con su habitual elegancia y extraña calma. Levanta la mano izquierda con la botella todavÃa unida a ella, da medio giro a su muñeca y bebe un corto sorbo de ron. No pasa mucho tiempo antes de fumar nuevamente, y sin mostrar ningún remordimiento, continúa hablándome con desconcertante normalidad.
— ¡Me encantarÃa eso, amor! —Le contesté asà a K-Mena, siguiendo el curso de nuestra actuada cita amorosa. Y sÃ, Camilo, ella comprendiendo la idea continuó en su papel de amante masculino, y se acercó completamente a mÃ. Con una mano apartó mis cabellos extendiéndolos sobre el blanco cobertor, dejando al descubierto mi cuello. Empezó a pasear su boca entreabierta, ascendiendo por él con besos espaciados, desde la clavÃcula hasta detrás de mi oreja izquierda, donde se detuvo y saboreó el lóbulo, chupándolo suavemente, mojándolo con su saliva.
—Sentà muchas cosquillas, –sabes que me pasa porque ya lo has hecho antes– pero luego, su lengua se ensañó humedeciendo con saliva los cartÃlagos y explorando con insistencia la cavidad de mi oreja, y aunque en ese momento cerré los ojos para disfrutar, tu imagen haciéndome lo mismo se cruzó por mi mente, pero aquella evocación no fue suficiente para arrepentirme de lo que me estaba dejando hacer, sintiendo una sensación muy placentera y parecida a lo vivido hasta entonces solo contigo, pero era erótica y diferente, pues a pesar de que en su rostro se mantenÃan sus rasgos inocentes y caracterÃsticos, ya no habÃa en ella aquel aspecto casto, y supongo que K-Mena notarÃa lo mismo en mÃ. ¡Solo pasión y deseo! Solamente ganas de sexo, y por eso tu imagen se desvaneció al abrir los ojos y atreverme a decirle...
—Es momento de que Nacho me desvista y observe completamente lo que tanto anhela. ¡La hermosa desnudez de la mujer prohibida que finalmente se le concede!
—Entendiendo mi orden, con desesperación las manos de K-Mena tensaron la tela de mi blusa por el frente, y sus finos dedos lograron desabotonar los tres botones restantes del lado izquierdo, dejando al descubierto la piel de mi pecho y el sostén blanco, con su coqueto encaje decorando el borde de las copas que cubrÃan mis senos. Mientras tanto, las mÃas con algo de dificultad, –sin apartar la vista del brilloso brillo de luna en sus ojos– lograron desenganchar el broche metálico que aseguraba su pantalón de lino, y bajar la cremallera, esta vez sin problemas.
—RecorrÃ
Mis yemas recorrieron el borde elástico de su braga y pude percibir en su respiración la excitación que eso le causaba. Mi mano se aventuró a descender un poco más, palpando y acariciando suavemente su vulva sobre el calzón. Estaba muy húmeda, al igual que yo. Mientras seguÃa encima de mÃ, dándome besos en el cuello, bajó una mano por debajo de mi falda, entre mis muslos. La otra mano la mantenÃa entrelazada con la mÃa, que estaba caliente y sudorosa. ¿O era yo?
—Lo cierto, amor, es que K-Mena seguÃa acariciando con sus uñas la piel cerca de mis rodillas, en una zona muy sensible para ser el amante apasionado que se suponÃa que era José Ignacio, durante varios minutos sin decidirse a tocar mi vulva. Desesperada, finalmente la giré hacia el otro lado, la recosté y rápidamente tomé la tela de su pantalón, deslizándolo hacia abajo desde la cintura, besando primero un muslo y luego el otro, hasta llegar a los tobillos donde me detuve para quitarle con prisa el calzado, lanzando la prenda sin mirar a cualquier lugar.
—Absorta en esa imagen, me incliné para tomar uno de sus pies, creo que fue el derecho, y lo besé. Empecé desde la planta del pie y luego llegué al empeine, dejando que mi boca explorara cada centÃmetro de su pierna hasta llegar a la ingle, evitando tocar el pubis, y sin quitarle la ropa interior, dejé que mis fosas nasales captaran el intenso aroma de su excitación.
—Es hora de que obtengas tu recompensa y veas lo que tanto has deseado. —Le dije, y con sensualidad me deshice del sostén y la blusa, dándole la espalda. Moviendo mis caderas y cubriendo mis senos con el antebrazo izquierdo, le lancé el sostén a la cara, provocándole una sonrisa.
— ¡Finalmente! Déjame verlos. —Respondió con alegrÃa, pero esta vez no imitó la voz de él, sino que habló con dulzura normal. Asà me di cuenta de que al igual que Nacho, también era un deseo reprimido en ella.
—Retiré lentamente mi brazo con cierta arrogancia, llevé mis manos hacia atrás y abrà la cremallera de la minifalda, dejándola caer a mis pies y quedando ante su mirada ardiente, sin ropa alguna, solo con mi tanga blanca. Era su turno y no fue necesario decirle nada. K-Mena también deseaba que la viera desnuda, asà que con ambas manos levantó su buzo de lana sobre la cabeza, deshaciéndose de él y revelando un sostén de color crema, que sin dudar se quitó, quedando en igualdad de condiciones que yo.
Camilo sigue bebiendo de su vaso, pero ahora se recuesta de espaldas sobre la arena. Ya no me mira. Sus ojos marrones observan el cielo nublado sobre nosotros por un instante, y luego los cierra. Cruza los brazos sobre su pecho, respira profundo y parece calmado.
—Al tenerla frente a mÃ, casi desnuda, no pude resistir la tentación de compararnos. —Sigo contando, humedeciendo mis palabras con un poco más de ron y me estiro rápidamente boca arriba. Cierro los ojos y me dejo llevar por los recuerdos de aquella escena.
—Su cuerpo es… ¿Cómo decirlo? ¡Quizás menos provocativo y exuberante que el mÃo! Me encantó su delgadez juvenil e inocente. El mÃo, creo, más curvilÃneo y naturalmente más sensual. Un cuerpo de mujer hecho y derecho, tal vez más usado o acariciado si se quiere ver asÃ. Un hermoso cuerpo de mujer, aunque un tanto juvenil. Con una complexión fibrosa y atlética, su torso estrecho mostraba los músculos marcados de los costados y del abdomen; su ombligo atractivo y protuberante, muy diferente al mÃo más reservado. Y unas caderas estrechas apenas esbozando una.
Suave inclinación, tal vez por eso, la redondez firme de sus glúteos bajo la tela de la ropa, no los hacÃa tan perceptibles para los observadores ansiosos de vislumbrarlos desnudos.
—No asà sus pechos de impresionante lozanÃa y firme suavidad, sin ser exagerados. ¡Realmente hermosos! Con una bonita perfección, formando un semicÃrculo que erguido, desciende su volumen por encima y oscurece ligeramente las costillas. Los pezones más notorios que los mÃos, un poco descentrados pero de un rosado tentador como el color de sus redondas aureolas.
—Nuestros pubis permanecÃan ocultos, clandestinos bajo la tela de su braga de abuela y del triangulito de mi tanga. Deseaba verla completamente desnuda, pero contuve las ansias y no intenté exponer esa parte de su anatomÃa. Eso lo dejé para más adelante, ya que lo fundamental era que K-Mena disfrutara de la mÃa, enfocada en su papel de Nacho, y mientras recorrÃa con sus ojos grises la blancura de mi piel de arriba abajo, ella aprendiera viéndome cómo… ¡practicar sexo oral!
Camilo se sorprende por mi lenguaje grosero, pero no dice nada y, tan sonrojada como apurada, aprovecho su silencio para continuar.
—Falta un pequeño detalle, flaquis, para que esta lección sea completa. —Le dije sorprendiéndola.
—Me dirigà hacia el sofá y saqué de la caja el arnés junto con ese falo de silicona realista, girándome de inmediato para mostrárselo. K-Mena quedó asombrada al verlo, y aún más al entregárselo en sus temblorosas manos, mientras yo me apresuraba a ajustar con las cintas negras su cintura, al igual que arrodillada, hice lo propio con las otras correas alrededor de sus muslos. Semi-vestida, le pedà que me pasara el consolador para asegurarlo en el anillo delantero y al hacerlo, K-Mena preguntó curiosa…
— ¿Los penes son tan grandes? Creo que no me va a caber, chikis.
—No todos, flaquis. Hay penes pequeños, medianos, grandes como este, y extra grandes como los de algunos actores porno. Y sÃ, créeme que lo podrás disfrutar por completo.
— ¿Y él lo tiene as�
— ¿Quién? ¿Nacho? ¡Jajaja! No tengo idea, flaquis.
— ¡Pero tú se lo viste! ¿O fue mentira lo que nos contó aquella tarde, y esa broma pesada nunca ocurrió?
— ¡Vaya!… Lo tenÃa delgado y circuncidado, muy blanco y con el glande rosado. SÃ, me lo mostró tal como lo describió, pero estaba flácido. Supongamos que puede llegar a tenerlo tan largo, grueso y firme, pero será mejor seguir con lo nuestro. ¿Dónde nos quedamos? —Pregunté para mantener la excitación.
— ¡Tienes unos senos preciosos, mi amor! —Me dijo con esa voz grave fingida, retomando su papel de José Ignacio. Esa vez no reÃ, y menos ella, que aprovechando mi cercanÃa, tomó por segunda vez en mi vida y en la suya, la tibieza de mi pecho izquierdo con su mano derecha.
—Con sus labios y lengua mojando la mitad de mi pecho, palpité de emoción sexual y, por supuesto, mis dos senos hinchados despertaron pasiones irresistibles en K-Mena, quien succionó con ansias mis areolas, y mordió la dureza de mis pezones, mientras mis dedos se entrelazaban en sus cabellos, agradeciendo sus atenciones.
—Chikis, eh… ¡Tengo ganas de besarte abajo! ¿Puedo hacerlo? —Inocentemente preguntó K-Mena, después de tomar un respiro.
—A ver, Nacho, ¡nunca preguntes! ¿No lo entendiste? Solo llévame a la cama y haz conmigo lo que deseemos, eres el macho, domina a tu hembra. —La reprendà por su despiste y simulé que, extendiendo uno de sus brazos, la empujaba dejándola caer boca arriba y con las piernas abiertas en la cama. Se sentó encima de mÃ, para besarme una y otra vez. Y entre beso y beso, me pedÃa perdón por sus torpezas. La perdoné mentalmente, más.
Sin embargo, fÃsicamente, tenÃa el deseo de castigarla, pero me sorprendió ver en su rostro sonrosado, la determinación de hacerme "la miné", asà que la dejé acercarse a mÃ.
—Tomó mis piernas con ambas manos y apartó la tela blanca de mi tanga hacia un lado, deslizando con cuidado sus dedos sobre mi entrepierna, acercando luego su boca y pasando la punta de su lengua por los bordes de mis labios mayores, para luego introducirla con delicadeza, recorriendo desde mi clÃtoris hasta la entrada de mi vagina. Tomé su cabello y empujé su cabeza hacia mi zona Ãntima para que continuara lamiéndome. Al principio lo hizo con timidez, pero luego con más soltura y rapidez, succionó toda mi parte Ãntima.
—Recuerdo perfectamente cómo me hacÃa sentir, gimiendo y gritando su nombre, el nombre del hombre que tanto detestas, sin miedo a ser escuchados, ya fueran camareros o amantes pasajeros en el pasillo, detrás de la puerta de esa habitación, cuando logró hacerme llegar al primer orgasmo.
—SÃ, lo mencioné, cariño. –Le respondo al notar una expresión de disgusto en su rostro. – Pero no fue porque lo deseara como probablemente estás pensando, sino para que K-Mena se entusiasmara y se metiera aún más en el papel. Recuerda que era un juego que propuse y ella escogió representar ese papel especÃfico. ¡Otra de mis estúpidas ocurrencias!
Y veo cómo Camilo levanta la cabeza; pienso que va a contradecir mis palabras con un gesto negativo, pero sorprendentemente, solo lo hace para terminar su cerveza de un trago y tomar otro cigarrillo de su cajetilla. Lo enciende y vuelve a su posición anterior, aunque esta vez apoya un brazo detrás de su nuca, y con el otro se acomoda… ¿un bulto en sus bermudas?
No queda mucho ron, es mejor reservar un poco para mi esposo por si quiere probar otro sabor. Destapo una cerveza y bebo directamente de la botella, ansiosa por tener algo entre mis dedos que me ayude a calmar mis nervios. También saco un cigarrillo de mi paquete, pero no lo enciendo. Lo usaré como un juguete antiestrés ante lo que aún me falta por revelarle.
—Recuerdo cómo aparté sus labios de mi entrepierna, pero ella insistió en seguir jugando con su boca alrededor de los pliegues de mi vulva, hasta que, después de unos segundos, se levantó victoriosa, con la boca manchada de mis fluidos, y se abalanzó sobre mÃ. Necesitaba el sabor de su saliva mezclada con la mÃa, asà que la besé de nuevo.
—Ven, Flaca, te mostraré algo. Un hombre, ya sea mi esposo o Nacho, en estos momentos estarÃa desesperado por penetrarme; sin embargo, en esta situación actual, quiero que cojas con una mano y lleves su pene hasta mi vagina. Haz que la hinchada cabeza roce mis labios. Abre con los dedos de tu otra mano y desliza el glande por la abertura de mi intimidad, de arriba a abajo, ejerciendo presión sobre mi clÃtoris. ¡Repite esto varias veces hasta verme suspirar!
—Asà lo hizo, quitando con ambas manos mi tanga. La guio hasta el punto en que ya no podÃa resistir más, y en serio le pido que me penetre, agarrando su miembro con firmeza y empujándolo dentro de mÃ. Tras algunos intentos dubitativos por penetrarme, comienza a mover su cadera con determinación y finalmente puedo sentir cómo me invade poco a poco ese falo artificial, imaginando que es uno real. Ya sea el tuyo, tan conocido y deseado, o el de Nacho, tan imaginado por ambas.
—Sigo el lento movimiento de su cadera con el mÃo, levantando mi trasero y llevando la pelvis hacia él, sintiendo cada embestida de ese pene de plástico en las paredes de mi vagina, penetrándome por completo. Bajo las caderas hasta que siento la colcha bajo mis glúteos, percibiendo la longitud de ese pene artificial, retirándose solo unos pocos.
centÃmetros para volver con mayor fuerza, llenando con su grosor todos los rincones de mi ser. Hasta que el sudor en nuestros rostros y por todos los poros de nuestro cuerpo, mojando los mechones de sus cabellos, y el chapoteo causado por el contacto de su vientre contra el mÃo, hizo que mi cuerpo recordara a través de leves espasmos en mi vientre y electrizantes oleadas de placer en mis muslos, que un nuevo orgasmo se acercaba para mÃ.
—Un escalofrÃo recorrió mi cuerpo de pies a cabeza, y prácticamente me derretà frente a sus ojos, entre jadeos y gemidos. No pude contenerme por mucho tiempo, a pesar de mis intentos por retrasar el clÃmax, y un grito que amenazaba con escapar de mi garganta finalmente salió cuando abrà la boca para respirar, llenando la habitación de sonidos apasionados y animándola a seguir penetrándome con ese miembro de silicona, mientras con mis manos agarraba sus nalgas para que se moviera más rápido.
—Abrà los ojos para observar la escena, tratando de grabar en mi mente lo que estaba sucediendo entre mis piernas, y vi su cabeza inclinada y los cabellos rubios ondeados, ocultándole el rostro mientras estaba absorta viendo cómo el glande de aquel juguete de silicona, brillante por mis fluidos, se abrÃa paso y salÃa rápidamente desde mi intimidad rosada y húmeda, provocando un intenso placer en mÃ.
—Cuando K-Mena aumentó la intensidad de sus movimientos, noté que tanto el tamaño como la firmeza de sus pezones habÃan aumentado considerablemente, haciéndolos más visibles, tanto para mis ojos como para la sensibilidad de los suyos, que en ocasiones chocaban entre sà al balancearse sus senos de un lado a otro, al compás de sus caderas sobre mi entrepierna, ya hinchada y abierta. Esto hizo que mi excitación creciera aún más, por lo que le susurré al oÃdo, aunque en realidad fue casi un grito...
—¡Me estás llevando al éxtasis, cariño! ¡Más rápido y con más intensidad, por favor! SÃ, asÃ, sigue asÃ. ¡Penétrame con fuerza, que estoy a punto de llegar al clÃmax! Y K-Mena se esforzó, moviendo sus caderas más rápido hasta que alcancé un largo orgasmo y después de decirle al oÃdo un... ¡Ufff, qué placer tan delicioso me has dado!, caà exhausta bajo su cuerpo, con nuestros pechos juntos, los brazos extendidos sobre mi cabeza, y nuestras manos entrelazadas y sudorosas.
—Pasaste un buen rato esa tarde, mientras yo luchaba con el intenso calor, la humedad del Chocó y algunos molestos mosquitos que se burlaban esquivando mi mano, esperando en el muelle turÃstico de Nuquà a que una vieja lancha recogiera a nuestro grupo, para finalmente llegar a la playa del corregimiento, después de un agitado viaje en barco, y caminar con nuestras pertenencias hasta el hotel. —Sin siquiera mirarme o mover la cabeza hacia mÃ, Camilo murmura, sacando a relucir el tema.
—Realmente lamento que te hayas enterado de lo que sucedió con K-Mena, pero creo que es mejor abordarlo de forma honesta y directa. —Le contesto y doy otro sorbo a mi cerveza. Inhalo profundamente de mi cigarrillo y aprovecho para ajustar mi falda que el viento ha levantado, y reflexiono sobre sus palabras.
Otra vez, la culpa me embarga, al igual que lo hace esta brisa frÃa, pero asà fueron las cosas, o al menos la mayor parte, en las dos primeras ocasiones en que le fui infiel, y aunque la idea es no mentirle más, al menos debo suavizar un poco.
aligerando un poco la verdad, suavizándola con ligeras pinceladas de pasión y un toque de erotismo, –aunque en mi mente lo imagine de manera más Ãntima, en el fondo– para que no le duela tanto mi infidelidad. Asà que, sin pensarlo dos veces, me dispongo a contarle el desenlace.
—Creo que nos quedamos dormidas por unos breves instantes, yo exhausta tras aquellos momentos de éxtasis y ella tras habérmelos brindado. Me incorporé de repente. No querÃa que la tarde se volviese monótona y tediosa, ni que la desilusión nos invadiese rápidamente, asà que decidà llevarla conmigo al baño, –tomándola de una mano y del falso miembro– y sumergirnos en la reconfortante calidez del jacuzzi, liberándola de cualquier inquietud que pudiera tener. En un silencio total, el cual se veÃa interrumpido solo por el vapor caliente que se desprendÃa sobre la bañera semicircular formando una suave neblina, rompà esa tranquilidad al decirle…
— ¡Es momento de que aprendas cómo se hace! —Ella, sin comprender del todo mi intención, intentó apartar el consolador de la correa, pero no era eso lo que yo buscaba. Con delicadeza aparté su mano y llevé ambas manos a su cintura para acoplar mi abdomen de manera longitudinal sobre ese simulacro de miembro, comenzando a acariciarlo de cerca, imaginando que era… ¡el suyo!
—Entonces, le pedà que me pasara una toalla y se quedara de pie, para enseñarle cómo realizar sexo oral a un hombre con el fin de excitarlo. Coloqué la toalla sobre el suelo ajedrezado como testigo de mi determinación, y me arrodillé sobre esta para comenzar la lección.
— ¡Mira detenidamente, cariño! Porque asà tendrás que hacerlo después.
—Empecé dulcemente besando la hinchada punta del falso glande, sin dejar de mirar sus ojos grises almendrados, introduciéndolo poco a poco en mi boca hasta donde pude debido a su tamaño. Recorrà el tronco desde la base hasta el orificio de la uretra con la lengua, simulando acariciar y recoger hacia atrás la suave piel que lo deberÃa envolver, mientras con la otra mano acariciaba su pubis por encima de la braga, imaginando acariciar los inexistentes testÃculos y le expliqué…
—Debes seguir este procedimiento, recorriéndolo centÃmetro a centÃmetro con tus labios y tus manos. Importante que sepas que, en tu posición, cualquier hombre, como mi marido o Nacho, moverÃa las caderas tratando de profundizar cuando tenga este órgano dentro de su boca. ¡Vamos, cariño, muévete con gracia!
—La guié, concluyendo la explicación, manteniéndome como tutora y amante infiel, mostrándole cómo mis labios rodeaban el grosor del miembro, sintiendo el falso glande tocar mi garganta. Con las manos en sus nalgas, la incité a moverse adelante y atrás, siguiendo un ritmo y cobrando confianza, penetrando en mi boca, aunque sinceramente, sin demostrar un excesivo entusiasmo en la felación.
—Me imaginé que a Nacho le encantarÃa volver a tener relaciones contigo en el jacuzzi, por lo que serÃa más conveniente que ambas entremos. ¿Te parece bien? —Sin esperar mi respuesta, ella misma se quitó apresuradamente la braga provocativa, dejando a la vista su pubis, y con precaución de no resbalarse, se adhirió apoyándose en mi antebrazo hasta quedar semiflotando, respaldada contra la pared opuesta a la escalera.
—Su par de senos, suaves y firmes, ya no tenÃan reparos en exhibirse frente a mÃ, con las areolas hinchadas, los pezones erguidos y desafiantes, la piel húmeda resplandeciendo más hermosa que nunca ante mis ojos. No pude resistirme a tocarlos, percibiendo con mis dedos su firmeza esponjosa y la dureza de sus pezones. ¡QuerÃa acariciarlos más! Finalmente cedà al deseo y, acercando mi boca, los chupé, deleitándome con su sabor salado.
con mis labios, y cuidadosamente mi lengua recorrió toda esa piel.
—Exhalaba con sus ojitos cerrados, hasta que sorprendida por el contacto de mis dos dedos, como proyectiles lanzados por un escondido submarino navegando bajo las aguas efervescentes del jacuzzi, impactaron con precisión en el centro de su hendidura, encontrando rápidamente el estimulante clÃtoris. Con movimientos circulares alrededor de su botón, y separando sus prominentes labios Ãntimos, con dedicación la estimulé manualmente hasta que sus suaves gemidos se convirtieron en un agradable murmullo, y sus ojos se cerraron, demostrando la tensión que se reflejaba en sus dedos aferrados a mis hombros, y de su boca salieron varias expresiones que me causaron alegrÃa pero también cierto temor.
— ¡Fantástico! ¡Dios mÃo, qué placer! Ummm… Cuánto habÃa anhelado esto. Te aprecio mucho, cariño. ¡Muchoo... Ahhh!
—Mientras K-Mena recuperaba el aliento, cambié de posición dentro del jacuzzi arrodillándome frente a ella, y acerqué mi boca a la suya con precaución, para besarla suavemente durante unos momentos, y al separarnos le pedà que se estirara y pusiera sus largas piernas a los lados de mis caderas, elevando sus caderas para poner sobre la superficie y a mi alcance, aquel juguete de silicona con el propósito de realizar una fantasÃa personal, que no habÃa podido realizar contigo.
Camilo abre repentinamente los ojos, me mira sorprendido inclinando la cabeza hacia atrás y se levanta rápidamente, derramando su vaso de cerveza y alejándose un poco de mÃ. Me da la sensación de que su rostro palidece, y en sus ojos noto las pupilas dilatadas, al mismo tiempo que un leve temblor sacude sus mandÃbulas.
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