Hacía tiempo que no escribía, pero aquí estoy de nuevo, con nuevas experiencias para compartir con todos ustedes. Para empezar, contaré por qué volví a usar el transporte público.
Recientemente comencé una relación con una mujer mucho más joven que yo, pero con ideas bastante conservadoras en cuanto al sexo. Al principio todo era dulce y tierno, pero a medida que nuestras relaciones se volvían más intensas, ella revelaba su deseo sexual y su curiosidad por experimentar. En su trabajo, varios hombres la pretenden y, aunque ella me asegura que nunca sería infiel, me cuenta con confianza cómo la cortejan. Cada vez que hacemos el amor y ella está encima de mí, me gusta sujetarla de la cadera o de sus senos con una mano, mientras con la otra acaricio su garganta, lo cual a ella le encanta. Luego, tapo su boca con mi mano para que pueda gemir libremente, sintiendo cómo su lengua lame mi palma.
Continuando con este juego, aumento la intensidad y profundidad de la penetración, mientras introduzco uno de mis dedos en su boca, acariciando sus labios como si fuera un juego previo, hasta que ella, incapaz de contenerse, abre la boca y comienza a darle placer a mi dedo como si fuera otro miembro viril. Les aseguro que en ese momento ella está fantaseando con otro hombre y disfruta de tener dos "miembros" solo para ella. Por respeto hacia ella, no he sugerido nada al respecto, sabiendo que se sentiría ofendida. Quizás en el futuro surja el tema y pueda cumplir sus fantasías más oscuras, aún no reveladas. Pero, ¿por qué este relato introductorio? A raíz de esa fantasía que percibo en los ojos de mi pareja, no puedo evitar desear vivir experiencias cargadas de adrenalina, por eso he vuelto al transporte público y siempre sucede algo...
El tren ligero es el escenario perfecto para intentar acercamientos de este tipo, ya que no hay zonas exclusivas para mujeres, por lo que la situación se presta para ello. El secreto está en identificar con quién se puede intentar. A veces, las mujeres van vestidas de forma provocativa o con jeans, pero el truco está en ubicarse cerca de la puerta, donde hay más hombres, y aprovechar el momento en que se juntan con la multitud al llegar el tren. Sin embargo, es importante saber cómo acercarse, ya que algunos pasajeros quieren sobrepasarse y tocarlas de manera inapropiada, lo cual puede resultar muy molesto para ellas y arruinar todo. Otro factor importante es la apariencia. Si uno está limpio, bien vestido y no parece lascivo, tiene más posibilidades de éxito. Lo que suelo hacer es llevar mi mochila y, discretamente, engancharla a un dispositivo en mi cinturón, aparentando sujetarla con las manos, pero dejando en realidad una mano libre en todo momento.
Hoy fue un día increíble, pues logré conectar con dos mujeres en diferentes momentos. La primera era bajita, pero me llamó la atención por su falda negra ajustada, medias y escote pronunciado. Desde que la vi, traté de acercarme a su lado, fingiendo mirar el final de la vía para ver si se acercaba el tren. Intercambiamos miradas y una leve sonrisa, nada más. Había mucha gente, así que cuando anunciaron la llegada del tren, todos nos apretujamos hacia la puerta. Ella se colocó justo frente a mí (cabe mencionar que bajé mi bóxer y mi miembro solo estaba cubierto por los pantalones, ya semierecto solo de imaginar lo que estaba por ocurrir. A veces hago eso para aumentar las posibilidades).
Las puertas se abrieron y entramos de inmediato entre empujones. Traté de mantenerme cerca de ella y, después de varios golpes y codazos de los demás pasajeros, logré mi objetivo. Dejé mi mochila y, aprovechando los movimientos de la multitud, permití que mi mano reposara discretamente.
Sobre el borde superior de una de sus nalgas, comencé a acariciar con disimulo para verificar si ella permitiría que la tocara. Resultó acertado; no hubo ninguna reacción. Al sentir la suave tela de su falda y la firmeza de su trasero, mi miembro empezó a endurecerse y a ser más evidente. Al estar ella pegada a mí, claramente percibió cómo el bulto crecía. Mi sorpresa fue mayor cuando, al frenar el tren, ella se acomodó y mi miembro quedó completamente apoyado en su pierna, dejando sus nalgas a mi disposición.
Ella se frotaba con su pierna en cada movimiento, y fue en ese momento cuando coloqué mi mano abiertamente sobre ambas nalgas y empecé a acariciarlas lentamente, con suavidad. En ocasiones, mi mano quedaba justo entre las dos nalgas, permitiendo que mi dedo medio las acariciara en el borde, casi rozando su parte trasera. Pude sentir el encaje de su tanga y de sus medias, mientras ella continuaba frotándose con su pierna. En una parada, se bajó algo de gente, pero ella se mantuvo en su lugar. Al entrar más personas, inevitablemente nos empujaron, y ella se reacomodó, quedando mi miembro justo entre sus nalgas, sin dejar de frotarse y empujarse hacia atrás.
Un par de estaciones más adelante, decidí arriesgarme un poco más. Bajé mi mano y subí un poco su falda, solo para tocar esa deliciosa parte trasera. Logré mi cometido. Cuando ella sintió mi dedo entre sus nalgas, las separó un poco y me regaló la mejor sorpresa: sentí su humedad, lo mojada que estaba. Mi dedo quedó impregnado de ese néctar tan exquisito. En la siguiente parada, me bajé del tren y no pude resistir la tentación de oler y probar esa delicia. La cuestión es que quedé aún más excitado.
Regresé a la estación donde había conocido a esa chica, con la esperanza de conseguir algo más. Aún era hora pico, así que la oportunidad seguía ahí.
Al llegar a la estación, me moví de adelante hacia atrás para buscar alguna oportunidad, pero nada llamó mi atención, así que me quedé cerca de la puerta, esperando tener suerte de nuevo. Una chica con pantalones ajustados de mezclilla, blusa ligera, piel blanca y unas prominentes y deliciosas nalgas se acercaba al andén. Para mi sorpresa, se ubicó justo a mi lado. Mantuvimos contacto visual, intercambiamos una leve sonrisa y traté de actuar con naturalidad. Cuando llegó el tren, entre empujones, logramos entrar aunque casi nos separan, pero me mantuve firme y quedé justo detrás de ella.
Inmediatamente acerqué mi mano y apliqué la misma técnica que antes. De igual manera, no percibí ninguna reacción, así que decidí ir un paso más allá. Mi excitación ya era tanta que no podía esperar. Al estar espalda con espalda, resultó sencillo colocar mi mano justo en el centro de sus nalgas, y no me equivoqué, eran deliciosas. Grandes, firmes y redondas. Ella permitió que continuara. Comencé a tocarla de manera un poco más descarada, y creo que ese fue mi error, pues mi mente ya estaba nublada. Deslizaba mi mano de una nalga a la otra, de arriba abajo, posándola justo a la altura de su trasero, deseando tocar su zona íntima por detrás, pero sentí que ya me estaba excediendo. Aunque no dijo nada, se bajó en la siguiente estación.
Durante esta travesía, no dejaba de pensar en mi pareja montándose en otro y satisfaciéndolo, lo cual me excitaba tanto que ansiaba la tarde para regresar al metro y buscar a otra chica dispuesta a dejarse acariciar.
Pueden compartirme sus experiencias o intercambiar consejos por correo electrónico a [email protected]
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