Tras vivir la experiencia de ser un cornudo, conversamos sobre la posibilidad de volver a disfrutar de una sesión de sexo tan intensa. Sin embargo, pasaron 3 meses sin que la oportunidad se presentara, lo que comenzó a desanimarnos un poco y dejamos de buscar activamente. Así, todo siguió su curso de manera normal durante un tiempo.
En la narración anterior, no describí a mi esposa. Jesica es una mujer de 24 años, con una estatura de 1.60 m, unos senos grandes y jugosos, un trasero delicioso y apretado que atrae las miradas lujuriosas de las personas al caminar. Sus piernas tonificadas realzan aún más sus encantos, su cabello le llega a los hombros, perfecto para tirar de él mientras está en cuatro patas. Llevamos 4 años juntos y espero que la relación perdure, pues lo que estoy a punto de relatar marcó un cambio positivo en nuestra relación.
Todo dio inicio cuando se mudó a la casa contigua un joven de 22 años, al que llamaremos Oscar. Con una estatura cercana a 1.70 m y un ligero sobrepeso, no lucía mal. Era alegre y extremadamente amable, tanto que nos invitó a compartir unas cervezas en su casa para conocernos mejor, ya que ahora éramos vecinos. Accedimos y preparamos una parrillada en su patio trasero. Éramos solo nosotros tres, pues nos comentó que había invitado a los otros dos vecinos de al lado y al frente, pero ninguno confirmó su presencia.
La velada transcurría en armonía. Oscar era muy conversador y divertido, mi esposa comenzó a sonreír más y a prestarle mayor atención, y yo intuía que estaba coqueteando con él. Su rostro se iluminaba cada vez que discreta le veía el escote a mi esposa. Aunque yo aparentaba no percatarme de la situación, ya intuía cómo terminaría todo y comencé a emocionarme. En cierto momento, Jesi posó su mano en la pierna de Oscar; algo nervioso, él se apartó y anunció que iría por más cervezas a la cocina. Rápidamente, mi esposa se levantó y le pidió permiso para usar su baño. Ambos ingresaron a la casa y, tras un tiempo, regresaron juntos. Sabía que ella le había insinuado reavivar nuestra fantasía, pero me sorprendió que no surgiera el tema ni nada por el estilo. Solo noté que, durante la noche, mi esposa jugueteaba con sus dedos en la pierna de Oscar, y él, a diferencia de la primera ocasión, lo permitía sin inmutarse.
Al concluir la reunión y regresar a casa algo mareados, apenas cerré la puerta principal, Jesi me besó apasionadamente y comenzó a acariciarme, lo que pronto me excitó. Le comenté:
-Me excitó mucho ver cómo coqueteabas con el vecino.
-No me quedé solo en el coqueteo. Cuando fui al baño, me quité las bragas para dárselas a él. Mira, revísame.
Le bajé rápidamente el short que llevaba puesto y, efectivamente, no tenía las bragas negras que se había puesto esa mañana. Me excitó saber que pronto cumpliríamos nuevamente nuestra fantasía, y ella, con voz excitada, me dijo:
-¿Puedo hacerte cornudo con Oscar?
-Sí, amor, que te conviertas en su amante.
-Hoy seré tu amante, papi, fóllame en el patio trasero para que él escuche.
Así pues, nos dirigimos al patio trasero de nuestra casa y comenzamos a hacer el amor; ella gemía fuerte para que Oscar nos escuchara. Vale la pena mencionar que nuestros patios estaban separados únicamente por una pared de 2 m de altura, y las casas estaban construidas de tal manera que, asomándote por la ventana trasera del segundo piso, podías ver nuestro patio y viceversa. Esa era la intención de mi esposa, exhibirse como una puta ante Oscar, ya que la casa del otro lado estaba deshabitada y solo él podía vernos y escucharnos.
A la mañana siguiente, invitamos a desayunar a Oscar a nuestra casa, bajo el pretexto de superar la resaca de las cervezas de la noche anterior. Recibí a Oscar con una cerveza y un plato de chilaquiles preparado por Jessi, mientras comenzábamos a comer, ya que mi esposa se estaba bañando. Le avisé que todo estaba listo.había arribado y ella salió a propósito, solo envuelta en una toalla, lo saludó con beso y abrazo, Óscar, quien es un poco güero, se ruborizó. En tono jocoso, le comenté:
-Deberías verla sin toalla, estás tan colorado que terminarás desmayándote.
Todos nos reímos y Jesi se retiró a vestirse. Estuvimos platicando los tres un rato más sobre diversos temas, hasta que él nos informó que debía ausentarse para ver a unos amigos. Antes de marcharse, le propuse repetir la cita el próximo sábado pero en nuestra casa, a lo que él accedió de inmediato, y Jesi solicitó su número de teléfono alegando que quería enviarle unas fotos que él había tomado en su celular.
Durante la semana, Jesi me confesó que le envió una foto de más a Óscar, la cual mostraba a ella desnuda y en cuatro patas. Me dijo que empezaron a coquetear a través de mensajes de voz, y que ella le propuso tener un encuentro a tres la próxima vez que saliéramos. Él aceptó, y le pidió que no le mencionara nada a mí para que fuera una sorpresa caliente.
El sábado llegó y la noche transcurrió normalmente: comimos, bebimos y bailamos. Ya un poco ebrios, salí con la excusa de comprar cigarrillos. Óscar quiso acompañarme, pero lo rechacé, sugiriéndole que se quedara con Jesi para cuidarla, ya que ella estaba un poco mareada. Mi esposa solo me guiñó un ojo, indicando que iniciara el esperado juego que los tres deseábamos. Tardé unos 20 minutos en volver, al entrar a casa ya no estaban en la sala, se escuchaban gemidos en la habitación. Me acerqué sigilosamente y abrí la puerta, Óscar me vio y se detuvo de inmediato, visiblemente nervioso y sin decir nada. Yo simplemente le indiqué que continuara disfrutando de mi esposa, a la que llamé zorrita, indicándole que esta noche ella estaba al mando. Jesi dijo:
-Ya tienes tu asiento reservado, cornudo, en primera fila para que veas a tu mujer con otro hombre.
Señaló una silla frente a la cama y tomé asiento, asumiendo mi papel de cornudo obediente que debía ser en ese momento. Ella prosiguió practicándole sexo oral a Óscar, recorriendo desde los testículos hasta la punta con su lengua, cubriendo todo su miembro de saliva. Aunque su pene era de tamaño promedio, su aspecto abultado lo hacía parecer más grande. Jesi lo frotaba entre sus senos, en una paja española, y Óscar de vez en cuando le propinaba una nalgada antes de introducirlo hasta lo más profundo de su boca, ahogándola, mientras ella exclamaba:
- ¡Sí papi, fóllame la boca, hoy soy tu puta.
Comencé a acariciarme y le dije a Óscar:
-Ahora complácela o no te la presto más.
Ella replicó con determinación:
-Tú ya no puedes prestármela, porque ahora soy de Óscar.
Esta afirmación lo excitó aún más y la penetró de una sola embestida, provocando que ella soltara un grito:
- ¡Qué grande, creo que no me cabrá!!
Él le apretaba los senos y le decía:
-Tranquila, sé cómo dilatar a las putas apretadas como tú.
Y comenzó un vaivén lento pero firme desde la punta de su vigoroso miembro hasta lo más profundo, golpeando sus testículos contra las nalgas de mi esposa, quien lo rodeaba con sus piernas mientras pedía a gritos más acción.
Cambiaron de posición algunas veces, hasta que Jesi me solicitó que me desnudara y me acostara en la cama. Cumplí, ella me acomodó de manera que mi cabeza quedara al borde de la cama, en 69. Le pidió a Óscar que la penetrara mientras sus testículos rozaban mi rostro. Jesi le indicó a su macho que permitiera que su cornudo le practicara sexo oral, ya que le irritaba cuando la penetraba y su grueso miembro necesitaba la saliva de una puta para entrar correctamente. Obedecí y le practiqué sexo oral, pasando mi lengua por toda su glande y permitiendo que penetrara mi garganta. Luego continuó penetrando vigorosamente a mi esposa, alternando entre su vagina y mi boca a su antojo.
Óscar
entre suspiros, mencionó que ya presentía su clímax, Jessi se tumbó de costado y expresó su deseo de que la llenara el recto con su semen, deseaba percibir cómo la colmaba internamente con su cálido esperma. Comencé a estimular su ano para asegurarme de que estuviera bien lubricado, una vez logré introducir tres dedos, Oscar insertó de inmediato su pene grueso mientras yo separaba las nalgas de mi esposa para facilitar la tarea. Ella empezó a mover las caderas de forma sensual y provocativa, estimulando y llevando el ritmo de la penetración, deseaba llevar a Oscar al clímax a su manera, y lo logró, Oscar la penetró con fuerza liberando su semen en un contundente empujón, dejando a mi esposa extasiada por el placer y la lujuria que le provocaba esta situación, culminando con un apasionado beso con Oscar, yo observaba desde atrás cómo se entregaban a los besos, mientras la leche de su macho se deslizaba de su trasero.
Se levantó y se acercó a mí, que estaba sentado al borde de la cama, se sentó en mis piernas y me propinó una bofetada, introdujo su mano en su trasero aún rebosante de semen y me untó la cara, diciéndome:
-Este sí es un verdadero hombre, no como tú, que con tu pene no me satisfaces. Por eso, Oscar será mi macho a partir de ahora y podrá poseerme cuando lo desee.
Asentí con la cabeza y eyaculé sobre sus piernas. Me resultaba tan excitante que me tratara de esa manera que no me opuse cuando me ordenó ir por una cerveza para su macho. Al regresar con lo solicitado, la encontré acostada junto a Oscar, apoyada en su pecho, acariciando suavemente el pene ya flácido de su hombre. Oscar, con timidez en su voz, me dijo:
-Cornudo, hoy te tocará dormir en el sofá. Mi putita quiere que duerma con ella.
Aún excitado, le respondí obediente: -Sí, señor.
Cerré la puerta y me instalé en el sofá, en el silencio de la madrugada percibí un breve segundo acto íntimo. Me dediqué a masturbarme imaginando lo que hacían. Esa noche dormí como nunca, hasta que Oscar me despertó a la mañana siguiente:
-Compañero, debo marchar, tengo un compromiso. Jessi quiere que vayas con ella, parece que te espera un despertar activo. ¡Afortunado! Tienes una mujer magnífica como esposa.
Al llegar aún somnoliento a nuestra habitación, el aroma a sexo y cigarro persistía, me recosté junto a Jessi, quedamos frente a frente y pude observar la alegría y placer en sus ojos. Me acarició la mejilla y con voz dulce y amorosa me pidió:
-Hagamos el amor.
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