Una experiencia con la vecina


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Mi nombre es Fabiola, tengo alrededor de veinticinco años y me considero una atractiva morena con un cuerpo bien proporcionado. Desde hace dos años comparto un apartamento con mi actual pareja, llamado Santiago, de veintiocho años. Él tiene una figura que parece esculpida, fruto de su arduo trabajo en el gimnasio.

Nuestra vida sexual es realmente satisfactoria y placentera. Sin embargo, decidimos, en ciertos momentos de diversión y bajo los efectos del alcohol, explorar otras posibilidades en nuestra relación, especialmente con la llegada de una nueva vecina. Se trata de una hermosa rubia con atributos destacados, al igual que yo. En algunas ocasiones nos hemos cruzado en el ascensor y he notado cómo mira mis escotes o, en otras ocasiones, la entrepierna de mi novio cuando viste esos pantalones de deporte ajustados.

Fui yo quien inició el primer acercamiento cuando coincidimos en el cuarto de lavandería del edificio. Descubrí que se llamaba Caroline y, desde hace unos meses, volvió a vivir con su madre, quien es enfermera, aprovechando que la universidad se encuentra cerca de nuestro hogar. Anteriormente, había estado en una residencia universitaria femenina, pero parece que no se llevaba bien con su compañera de cuarto. Poco a poco fui ganando su confianza y, gracias a la intimidad de mi hogar y una botella de vino, comenzó a contarme más detalles sobre su vida.

Una noche lluviosa, estábamos Santi y yo compartiendo momentos cariñosos cuando sonó el timbre. Bajo los efectos del alcohol, mi novio soltó una palabrota que logré callar rápidamente. Al abrir la puerta, nos encontramos con Caroline, empapada de pies a cabeza.

—¿Qué te ha pasado? —inquirí preocupada.

—Olvidé mis llaves y mi madre no regresará hasta mañana temprano —confesó avergonzada—. No quisiera abusar de tu confianza, pero ¿podría pasar la noche aquí?

Permanecí en silencio, mirando a mi pareja.

—Por supuesto —respondió Santi con una sonrisa amable.

La dejamos entrar y la llevamos directamente a la sala. Actuando como buena anfitriona, busqué una toalla y ropa seca para ella.

—Aquí tienes. Puedes ducharte y luego únete a nosotros en la sala —le dije, ofreciéndole lo necesario.

—Gracias.

Mientras Caroline se dirigía al único baño del departamento, mi novio me lanzó una mirada traviesa.

—Es una oportunidad perfecta —comentó, mientras preparaba una bebida para Caroline.

Desde el fondo se escuchaba el sonido de la ducha. Él parecía estar planeando algunos juegos. Pacientemente, esperamos a que saliera. Caroline no parecía ser tímida. Cuando finalmente salió, estaba vestida con un camisón y una bata de seda perlada. Se sentó junto a mí en el sofá de tres plazas, mientras mi novio se acomodaba en su sillón favorito, el que usa para ver sus partidos de fútbol.

Incrementamos la temperatura de la sala y pusimos en nuestra pantalla plana un video de una hoguera con sonidos relajantes. La atmósfera del lugar se volvía cada vez más acogedora.

—Gracias por permitirme interrumpir su velada —dijo Caroline con disculpa.

—No te preocupes en absoluto —respondió Santi con tranquilidad, brindando con su copa al unísono. Caroline tomó un sorbo a su bebida.

Comenzamos a conversar sobre la universidad; por casualidad, descubrimos que Caroline estudia en la misma institución en la que nosotros nos graduamos. Además, está cursando la misma carrera que mi pareja estudió. Lo único en común que teníamos, era la conexión con algunos de los profesores de los cursos básicos.

—¿Qué opinas sobre ese profesor que sigue dando clases? —preguntó divertida—. He escuchado rumores de que aprueba a las alumnas más "despistadas" a cambio de favores.

—Sí, es verdad. Él parece tener preferencia por las alumnas con buenos atributos físicos —añadió Santi riendo.

—También he oído esos rumores —confesó Caroline entre risas—. No me parece justo.

—No te preocupes, en futuros ciclos te toparás con profesoras más justas —la animó Santi.

—¿Cómo sabes que son justas? —pregunté curiosa al notar que Santi había revelado esa información sin intención.

—No puedo revelar secretos de fraternidades —respondió Santi brevemente.

Ambas asentimos. De

Aquí cambiamos de tema a hablar sobre las hermandades y continuamos disfrutando de dos botellas de vino. En ese momento, Caroline, con las mejillas sonrosadas, comenzó a adoptar una postura distinta, mientras que Santi no perdía la oportunidad de observarla.

Casi era la una de la madrugada, así que decidimos retirarnos a descansar. Caroline optó por pasar la noche en el sofá.

Durante la noche, Santi se mostró cariñoso y no dudó en acariciar delicadamente mi intimidad, brindándome placer. Contuve los gemidos tapando mi boca hasta que ya no pude más y acabé completamente excitada. Con el cuerpo ardiente, me desvestí para deleite de mi pareja y, al bajarle los pantalones, me encontré con su miembro casi erecto.

Me humedecí los labios y empecé a practicarle sexo oral. Nos besamos rápidamente antes de darme cuenta de que la puerta no estaba completamente cerrada. Deducí que mi pareja había salido momentáneamente al baño antes de tocarme.

Me excitó la idea de que Caroline pudiera escucharnos.

Primero acaricié el glande de su miembro con los labios y luego procedí a introducirlo cuidadosamente en mi boca, mientras que con mi otra mano acariciaba sus testículos. Santi acariciaba mi cabeza en silencio, indicándome que le complacía el ritmo. Continué estimulándolo y masajeándolo hasta que eyaculó en mi boca. Asegurándome de tragarme todo su semen. En el silencio de la oscuridad, escuché un gemido singular.

Eso provocó que esbozara una sonrisa de satisfacción. Salí cuidadosamente de la cama y, abriendo la puerta con cautela, me encontré con la dulce Caroline, quien se ruborizó de vergüenza. Nos había estado espiando.

—Fab, lo siento...

—Oh, no te preocupes —le respondí tomándole la mano—. ¿Te gustaría unirte? También nos pareces atractiva.

Caroline, enrojecida, no retrocedió y se dejó conducir al interior de nuestra habitación. Santi le dedicó una sonrisa divertida al verla entrar. Le pedimos que se sentara al borde de la cama, con Santi a un lado y yo al otro, dejándola en medio de los dos.

—¿Será tu primera experiencia de trío? —le preguntó Santi mientras intercambiaba miradas conmigo.

—Sí.

Apenas se escuchó su afirmación. Santi comenzó besándola a ella primero y luego a mí. Después fui yo quien los besó a ambos, notando que Caroline se sentía más cómoda conmigo. Esto me hizo esbozar una sonrisa traviesa y guié la mano de mi novio hacia la entrepierna de Caroline.

Continué besándola y profundizando el beso. La dejé sin aliento y, frente a sus ojos, me quité la camisola para que admirara mis senos. La vi morderse los labios. Antes de recostarla en la cama, le ajusté la camisola mientras Santi le bajaba las bragas, abriéndole las piernas para comenzar a estimular su intimidad ya húmeda.

Caroline disfrutaba de los placeres que le brindaba mi novio, mientras yo me dedicaba a acariciar y chupar sus pechos. Eran grandes y los pezones tenían un color rosado cereza. Nos centramos en darle placer hasta llevarla al clímax. Con la respiración agitada, besé a Santi para probar sus fluidos.

—¿Seguimos con otra ronda? —preguntó mi pareja con una sonrisa picarona.

Caroline asintió. Nos acomodamos en la cama, acostándonos juntos los tres, tocándonos y besándonos por un momento. Luego de darle nuevamente sexo oral a Santi, ahora por ambas partes, al principio ella estaba tímida hasta que tomó confianza y lo dejamos completamente excitado. Le pedí que se colocara boca arriba y, cuando estuvo lista, situé mi intimidad sobre su rostro, mientras Santi se encargaba de acariciar su cuerpo antes de poseerla por primera vez.

—¡Ahhh!

Escuchar su gemido nos satisfizo a ambos. Mientras Santi la penetraba en posición de misionero, yo deslizaba mis manos por su cuerpo. Su lengua era traviesa, provocándome gemidos intensos, hasta que coloqué mis dedos sobre su clítoris y lo masajeé con un poco de mi saliva.

Los tres disfrutábamos del momento hasta que Caroline alcanzó el orgasmo. Cambiamos de posiciones, y cuando Santi me penetraba por detrás, yo me dedicaba a besar a Caroline. Más suelta, ella acariciaba mis pechos y comenzaba a chuparlos de forma excitante.

Cerré los ojos al llegar al clímax, y mi novio eyaculó en mi interior. Los tres caímos exhaustos sobre la cama, con la respiración agitada y cubiertos de sudor. Miré a Caroline con una sonrisa divertida.

—¿Qué te ha parecido tu primera vez?

—Excelente.

¿Fin?

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