Este acontecimiento tuvo lugar durante la pandemia en el año 2020, como ya les he contado anteriormente sobre la belleza de mi cuñada y el incidente de su robo que terminó de forma positiva para mí. Después de ese suceso, ella y su esposo resolvieron sus problemas y volvieron a convivir juntos. A pesar de que no tuvimos un encuentro cercano de inmediato, decidimos organizar una actividad familiar en nuestras viviendas.
Para situarlos, en aquel entonces en nuestro país, debido a la pandemia, existía un horario restringido de circulación de 8 a 16 horas. Por lo tanto, planificamos una reunión familiar para romper con la rutina, y lo logramos. Mi esposa y yo fuimos a su casa, ya que al reconciliarse con su esposo, se habían mudado a una acogedora y elegante casita. Al entrar, no pude evitar que los recuerdos de aquella noche con mi cuñada asaltaran mi mente, ya que noté que su cuerpo había mejorado considerablemente. Sus glúteos eran más prominentes y sus pechos se veían extraordinariamente firmes. Al principio, pensé que llevaba un sostén, pero al abrazarme al saludarme, noté que estaban libres.
Una vez dentro de su casa, su esposo nos recibió con un cálido abrazo, ya que nunca habíamos tenido problemas ni personales ni familiares. De hecho, es una persona muy respetuosa y agradable. Tras acomodarnos, mi cuñada se acercó a mi oído y me susurró "le conté todo y le gustó". Por un instante, mi voz tembló y no supe cómo reaccionar. En ese momento, mi esposa inició una charla general sobre la familia, los hijos, etc. Mi cuñado respondió a sus preguntas y así pasaron las horas hasta la hora de la comida, momento en que nos dirigimos al comedor. Al sentarnos, Juan, el esposo de mi cuñada, hizo un comentario incómodo: "Ven, hermano, siéntate y disfruta, que ya me contaron que te gusta la carne". Esto me puso nervioso, ya que mi esposa no sabía nada de aquella noche. Riendo, respondí: "¡Claro, soy un apasionado de la carne asada!".
Con el pasar de las horas, llegó el momento límite impuesto por las restricciones, estábamos listos para retirarnos. En ese momento, mi cuñada sugirió que nos quedáramos, incluso acondicionaron una habitación para nosotros, ya que nuestros hijos estaban en casa de su abuela. Sin dudarlo, anunciamos a mi suegra que nos quedaríamos allí y al día siguiente iríamos por los niños.
De inmediato, mi cuñada sacó una botella de whisky, una de singani, una de vino y varias de cerveza.
"Ahora sí, hay opciones para todos los gustos, y si falta, podemos ir a la tienda", mencionó ella.
"No te preocupes, cuñadita, sabes que no bebemos mucho, así que con esto será suficiente", respondí.
Comenzamos a jugar a las cartas con penitencias de bebidas y, tras varias botellas, noté a mi esposa un tanto mareada, por lo que me acerqué a ella y le pregunté si quería descansar. Ella respondió que no, que estaba bien y que no quería quedar mal con su familia al no participar mucho.
En ese momento, mi cuñada intervino: "Tranquilo, cuñado, aquí la cuidaremos los tres, no le va a pasar nada malo, además, ¿qué podría pasarle?".
Así continuamos jugando, hasta que mi cuñada propuso que, tras las cartas, comenzaran los juegos de adultos para entrar en calor. Iniciamos con juegos básicos de verdad o reto, y en un momento, le tocó a mi cuñada retar a mi esposa.
– Hermana, te reto a besar a mi esposo –dijo mi cuñada.
– Está bien, si vamos a subir el nivel de los retos, a partir de ahora queda prohibido negarse a nada –respondió mi esposa.
Me quedé sorprendido, pero a la vez excitado, pensando en las posibilidades que se abrían ante nosotros.
Todos aceptaron las reglas del juego y continuamos con retos y confesiones un tanto más atrevidas, incluso mi cuñada confesó que ya no era virgen por atrás, lo cual sorprendió a todos, excepto a mí, que simplemente solté una pequeña risa. Mi esposa, por su parte, volteó repentinamente, como si sospechara algo, pero no dijo nada.
Nada. De esta manera continuamos hasta el punto de terminar la bebida que teníamos disponible, momento en el que empezamos a jugar al clásico juego de "Yo nunca". En ese momento, mi cuñada dijo: "Voy a buscar más bebida porque aquí me voy a quedar corta". Todos nos reímos, sabiendo que mi cuñada y yo siempre terminábamos ebrios en ese juego, ya que habíamos realizado muchas acciones juntas, no necesariamente de manera recíproca.
Llegó entonces el momento en el que en el juego dijeron: "Yo nunca he tenido una orgía". Nadie tomó de su vaso, pero mi cuñada exclamó: "¡Pero deseo tener una!". Juan y yo nos quedamos sorprendidos, pero mi esposa respondió: "No sé qué es eso, pero también quiero". La tensión se disipó con una risa y le respondí:
-Ten cuidado con lo que deseas, amor.
Mi esposa: ¿Crees que no sé lo que es una orgía?
Mi cuñada: Debe saberlo, ya que mi hermana solía ver varias escenas y películas de ese tipo.
Juan: ¿En serio, cuñada? ¿Por qué te haces la santa con nosotros?
Yo: Entonces, si todos estamos de acuerdo, ¿por qué no intentarlo o tienen miedo? Los desafío a intercambiar parejas.
Un silencio absoluto se apoderó del momento. Mi mente me decía que me había equivocado con esa propuesta, pero mi deseo señalaba que quien no arriesga, no gana. Fue así como logramos ganar aquel día.
Mi cuñada se levantó y dijo: "Vamos a jugar a las cartas, al juego de Mayor Menor. El perdedor irá quitándose prendas, y la primera persona en quedar desnuda decidirá". Así que comenzamos a jugar, y bastaron alrededor de 7 rondas para dejar a mi cuñada totalmente desnuda, ya que solo llevaba puesta una camiseta, un short muy sexy y ajustado, y su ropa interior.
Yo: Jaja, cuñada, ahora te toca decidir qué quieres hacer.
A pesar de sus dudas, mi cuñada comenzó a besar a su marido, le susurró algo al oído y se levantó, preguntando: "¿Qué es un intercambio de parejas?". Luego me besó en el cuello y dijo: "¿Significa que hago el amor contigo y mi esposo con tu hermana?".
Mi esposa, al presenciar esta escena, reflejó un poco de molestia, pero noté que también se excitó y se fue con Juan, respondiendo: "Así es, y yo haré el amor con tu esposo".
De esta manera comenzó un juego de besos y caricias, siendo increíble la forma en que mi cuñada me besaba estando completamente desnuda. Pude acariciar sus grandes y firmes pechos y, en un momento dado, incluso llegué a introducir mis dedos en su húmeda y asombrosa vagina. Por un instante, me perdí en esa experiencia, hasta que mi esposa se acercó a mí y dijo: "Eres tú el único que tiene el derecho de desnudarme".
Rápidamente la desvestí, preguntándole si estaba segura de ello. Asintió con la cabeza, dando su aprobación, y regresó con Juan, quien la besó apasionadamente y comenzó a desvestirla, acariciando su miembro sobre la ropa hasta que este quedó casi expuesto por completo. Mi esposa le comentó: "No es gran cosa", pero continuaron besándose, momento en el que mi cuñada rompió el hielo y desafió a mi esposa a hacer un trío, cada una con el hombre que estaba disponible.
De esa forma, nos dirigimos a la cama y volví a recibir sexo oral de parte de mi cuñada, reviviendo recuerdos de ella que había guardado por meses. Sentir nuevamente sus labios en mi pene fue una experiencia increíble. Mientras tanto, mi esposa hacía lo mismo con Juan, y me excitaba verla, ya que recientemente había comenzado a practicar sexo oral, pero no le llamaba la atención tanto. Aun así, debía admitir que lo hacía bien, aunque no alcanzaba el nivel de su hermana.
Continuamos por un momento hasta que mi cuñada dijo: "Ahora es hora de que demuestren para qué sirven esas lenguas". Se tumbó boca abajo, empujándome hacia su vagina, que estaba muy húmeda y emanaba placer. En un espejo, mi esposa hacía lo mismo con Juan. Comencé a realizarle sexo oral a mi cuñada y disfruté del sabor de su excitación. Mientras tanto, mi esposa también disfrutaba con Juan, pero no apartaba la vista de mí. Sentí a mi cuñada tener un orgasmo, ya que me arañó el cuello y parte de la nuca al presionarme hacia ella. Después de ese increíble momento, se dio la vuelta rápidamente y me pidió que la penetrara por su ano, ya que
La última vez me fascinó.
Observé rápidamente a mi esposa y me expresó que no quería ser penetrada solo por la vagina. Juan conquistó a mi esposa por la vagina, pero a un ritmo mucho más apreciable, tanto que mi esposa quedó prácticamente inconsciente entre las sábanas y la excitación ya no podía más. Se recompuso y dijo que había sido placentero, pero que necesitaba descansar. La llevamos a la habitación contigua y pensé que la diversión terminaría. Cuando mi cuñada y yo regresamos a la "habitación de la intensidad", vimos a Juan masturbándose y exclamó.
Juan: ¿Cariño, crees que puedes con los dos???
Mi cuñada: Nunca lo he hecho, pero lo intentaremos.
Se arrodilló y reavivó mi erección con una serie de felaciones no solo al pene, sino también a mis testículos, era sumamente placentero. Noté que Juan se sentía excluido, así que le hice señas para que se uniera y así acomodamos a mi cuñada en posición de cuatro mientras ella me proporcionaba sexo oral y Juan la penetraba por la vagina. En un instante, mi cuñada pidió cambiar de posición. De esta manera, la teníamos a nuestra disposición intercambiando de pareja un par de veces, turnándonos para montarla o tenerla en posición misionero.
Mi cuñada ya no podía contener más el placer, estaba plenamente satisfecha y yo también, tanto que sentí que estaba a punto de llegar al clímax. Paré para preguntarle si deseaba eyacular y ella retiró el pene de Juan de su boca y dijo.
Mi cuñada: ¿Ahora? Juan ya eyaculó en mi boca, dame tu semen en mi rostro, quiero que caiga todo sobre mi cara.
Juan: No mereces semen, mereces más castigo. ¿Aún aguantas? Me consultó.
Yo: Sin ningún problema, ¿qué tienes planeado?
Juan: Yo no, ella desea una doble penetración. ¿Verdad, mi golfa???
Mi cuñada: Si, dame más, quiero que me penetren anal y vaginalmente al mismo tiempo.
Dejamos que mi cuñada se acomodara, me invitó a tumbarme primero y sin demora se sentó en mi pene, que ya estaba a punto de explotar. Juan se situó detrás y comenzó a rozar su pene con el trasero de mi cuñada, diciéndole que era su turno. Mi cuñada le suplicó que la penetrara completamente. Y de un solo movimiento, Juan introdujo toda su erección en mi cuñada, imaginé que ella gritaría, pero al contrario, emitió gemidos de placer que me motivaron a llegar al clímax, pero no quería que quedara así, entonces me puse de pie mientras ella permanecía montada y con la ayuda de Juan, la penetramos de pie, él por detrás y yo por delante. Ella gritaba de placer y se movía arriba y abajo, pero no lograba controlarse, así que Juan me miró y dijo: "Es todo tuyo, amigo". Nos dirigimos a la cama para que continuara la penetración en posición misionero. Mi cuñada gemía en mi oído pidiendo más y más, así que terminé dentro de ella y nuevamente experimentamos un orgasmo conjunto, abrazándonos de placer, clavó sus uñas en mi espalda.
Mi cuñada: Realmente sabes cómo satisfacer, tu pene lastimó mi trasero, el suyo no lo siento.
Me reí, pero inmediatamente vino Juan.
Juan: No mentías cuando dijiste que lo disfrutarías, parece que te encanta el sexo, putita, ahora te toca recibir mi semen en tu trasero. La volteó y la penetró por detrás hasta que finalizó. Mi cuñada nos invitó a ir a la ducha para limpiarnos y descansar. En la ducha nos brindó sexo oral a ambos y luego nos fuimos a dormir.
Al día siguiente, mi esposa estaba resacosa, quiso disculparse por lo ocurrido, pero la tranquilicé y le dije que eran nuestros deseos y mientras ambos estuviéramos de acuerdo, no habría problema, seguimos amándonos mutuamente. Mi cuñada no pudo levantarse y, mientras desayunábamos, le contó a mi esposa lo sucedido esa noche. Ella se sorprendió, pero al mismo tiempo, se notaba que la excitaba, aunque no quería admitirlo. Para finalizar, nos despedimos y ella susurró en mi oído.
-Recuerda, mientras ambos estemos de acuerdo. Así que me debes un trío.
Pero eso está en proceso, así que espero contarles pronto, porque ya han pasado 3 años y aún no se anima.
Otros relatos que te gustará leer