Buenos días, vengo a compartir mi tercer relato. Para aquellos que no han leído los dos anteriores, les haré un breve resumen. Mi hermana mayor, Melisa, en pareja con Gustavo, me propusieron hacer un trío. Como era inexperta en el tema, acordé tener una experiencia a solas con Gustavo para aprender de él. Así fue como él me enseñó todo lo que sé hasta el momento.
Describiendo un poco, soy una mujer morocha de contextura pequeña, con una cintura marcada y una buena cola. Gustavo, por su parte, es un hombre alto y fornido, con un miembro bien dotado. Meli, mi hermana, tiene un cuerpo más corpulento, con buen busto, cintura definida y una cola generosa.
Ese día, asistimos al casamiento de un familiar cercano que se celebraba por la noche. Opté por usar un vestido plateado ajustado, corto y con brillos. El atuendo destacaba mis atributos, especialmente mi cola, que era lo que quería resaltar. Al llegar a la fiesta, vi a mi cuñado y a mi hermana. Ella lucía elegante con un vestido azul más largo y escotado que resaltaba sus curvas. Gustavo llevaba un traje clásico negro, camisa blanca y una corbata plateada que le quedaba muy bien. Después de la cena, mientras ellos bailaban, Meli decidió descansar y me encomendó que siguiera bailando con Gustavo, quien demostró ser incansable debido a su rutina de ejercicios y trabajo, muy diferente a nosotras.
Bailamos variedad de estilos y en los bailes más sensuales, Gustavo aprovechó para acercarse más a mí. Correspondí discretamente, disfrutando de la velada. Cuando la fiesta llegaba a su fin y me disponía a tomar un taxi, mi hermana y Gustavo se ofrecieron a llevarme a casa. Acepté la propuesta y durante el trayecto, conversamos animadamente sobre la fiesta y otros detalles. Al llegar a su casa, continuamos la noche con tragos y música sensual, entablando conversaciones más subidas de tono. Progresivamente, la calentura fue en aumento y la situación se tornó más íntima, hasta que ellos empezaron a besarse apasionadamente.
Luego, Gustavo me atrajo hacia él con firmeza. Sus besos apasionados me provocaron desde el primer momento, humedeciéndome instantáneamente. Sus manos recorrían mi cintura descendiendo hacia mi cola, generando sensaciones intensas. Mientras tanto, mi entrepierna rozaba su muslo, aumentando mi excitación al punto de llevarme al clímax. En un gesto de deseo, una de mis manos buscó su entrepierna, pero al encontrarme con la de Meli, retiré la mía avergonzada y sintiendo un ligero pudor.
Mi hermana tomó mi mano y la guió hacia el miembro de Gustavo, instándome a disfrutar sin miedos ni vergüenzas. Esta indicación me permitió liberarme un poco y, mientras nos besábamos apasionadamente, comenzamos a desnudarnos. Gustavo lucía un boxer azul semi transparente muy sensual, Meli llevaba una tanguita negra de encaje que realzaba sus curvas, y yo tenía un corpiño rojo que realzaba mis pechos, combinado con una tanga diminuta. En cuanto a la depilación, todos estábamos perfectamente aseados.
Una vez desnudos, nos arrodillamos. Meli comenzó a estimular los testículos de Gustavo, quien asintió para que yo le siguiera. Noté lo mucho que estaba disfrutando por su expresión. Meli me sujetaba la nuca mientras realizaba sexo oral, intentando profundizar la experiencia, aunque no logré hacer una garganta profunda. Entre risas, repliqué que no podía hacerlo, momento en el que Meli demostró su destreza y logró colocar más de la mitad en su boca. Aprovechando la situación, intenté imitarla y, empujando un poco más allá de mis límites, provocando un atoramiento momentáneo que arrancó risas a Meli, quien entre burlas comentó que no podía hacerlo, ya que el tamaño le impedía seguir sin lastimarse.
En conjunto, continuamos complaciendo a Gustavo con nuestra habilidad y destreza en el sexo oral, disfrutando cada instante juntos.
una oportunidad, en un principio me causó cierta incomodidad, era besar a otra mujer, especialmente a mi hermana, sin embargo luego dejó de importarme.
Ella colocó su pene entre sus senos, lo estimulaba manualmente, lo que sobresalía lo succionaba, en ese momento me dio un poco de envidia sus pechos.
Nos recostamos al borde de la cama con las piernas abiertas, con Meli entrelazamos nuestras manos, Gustavo se arrodilló y comenzó a realizar sexo oral en ella, mientras exploraba con una mano mi zona íntima, fue alternando, luego continuó estimulando mi zona íntima, su lengua experta recorría cada parte de mi húmeda vagina, con la otra mano jugaba introduciendo dos dedos en mi zona íntima y uno al principio y luego dos en mi trasero, de forma similar jugaba con Meli, así nos hizo llegar al clímax.
Luego se levantó y empezó a tener relaciones con Meli, al principio suavemente, pero aumentando la intensidad, continuó conmigo de la misma manera, comenzó de forma delicada y fue intensificando, cada embestida me hacía sentir como si tocara el cielo, con Meli entrelazamos nuestras manos y nos aferramos en cada embestida, mis gemidos eran intensos, pero los de Meli no se quedaban atrás, pensé que podrían oírnos, pero a ellos no les molestaba, así que pude liberarme por completo.
Gustavo se tumbó en la cama boca arriba, fui sobre su rostro y posicioné mi zona íntima sobre su boca, él me brindaba un sexo oral delicioso, no podía controlar mis caderas que se movían sobre su cara, Meli comenzó a cabalgarlo, se deslizaba sobre su pene, gemíamos al unísono, alcanzando juntas un orgasmo, ambas entrelazamos nuestras manos cruzando los dedos, me excitaba ver cómo entraba y salía su pene, además de que ella observaba con deseo al ver cómo su pareja me proporcionaba sexo oral, ella se separó de él, yo fui a montarlo pero de manera invertida, él procedió a darle sexo oral a Meli, yo empecé a moverme para ofrecer un buen espectáculo a mi hermana, me dio un ligero azote en las nalgas, me dijo algo travieso, lo cual me excitó aún más, sentí esa sensación de calor recorriendo mi cuerpo una y otra vez.
Nos trasladamos al borde, yo me tumbé abajo, boca arriba, Meli se colocó encima mío a cuatro patas, sosteniendo mis piernas con las suyas.
Quedando completamente abierta, él por detrás comenzó a penetrarnos con intensidad, de forma profunda, alternaba la penetración entre nuestras zonas íntimas, yo tenía los senos de Meli frente a mi rostro, no pude resistir y tuve que acariciarlos, a ella no le molestaba en absoluto, parecía disfrutarlo, nunca hubiera imaginado tener un momento lésbico, pero no lo percibí de esa manera, simplemente tuve ganas de acariciar esos voluminosos senos. Gustavo pasó de mi zona íntima a realizarle sexo anal a Meli. Sus expresiones eran diferentes.
Pude observar cómo le practicaba sexo anal, ella gemía intensamente, él era enérgico y profundo, su cuerpo retumbaba al penetrarla vigorosamente, yo ansiaba sentirlo, luego de hacerlo con ella pasó a penetrar mi trasero, su pene erecto, venoso, se abría paso en mi estrecho trasero, él sabía que lo sentía bastante, fue cuidadoso, comenzó suave, pero no se detuvo allí, continuó, llegando al punto de hacerlo con intensidad. Sentí cómo me desgarraba mi trasero.
Meli me interrogó, te gusta que te haga sexo anal, entre gemidos respondí afirmativamente, me encanta. También eres su amante me dijo yo apenas pude asentir con la cabeza para confirmar. Meli se situó al borde con las piernas en el suelo, yo me puse a cuatro patas sobre ella, era muy sensual sentir su suave piel, la piel de Gustavo era más áspera, al igual que sus manos, que eran firmes y grandes, denotaban mucho trabajo duro.
Nos siguió penetrando, alternando entre la vagina y el ano, entre mi cuerpo y el de Meli, ambas estábamos exhaustas, no podíamos evitar llegar al clímax. Él nos indicó que nos arrodilláramos, una al lado de la otra, entre las dos lo estimulamos manualmente, juntamos nuestros rostros, y él nos llenó los rostros de semen, fue abundante, ambas lo recibimos, lamiendo su pene para dejarlo limpio. Meli fue la primera en dirigirse a ducharse, tras salir se acostó y se sumió en un profundo sueño.
Me costó
Mientras tomaba una ducha, llamaron a la puerta Gustavo, quien necesitaba usar el baño con urgencia. Le indiqué que pasara, al entrar mencionó que lo había pasado muy bien, aunque admitió que era complicado satisfacer a dos personas al mismo tiempo, sugiriendo que quizás sería más fácil de otra manera.
Respondí diciendo que nos dejó exhaustas, disfruté mucho de la experiencia del trío y comprendí que ahora que habíamos cumplido su fantasía, nuestras aventuras podrían llegar a su fin. Gustavo respondió sugiriendo que si estaba de acuerdo, podríamos continuar, ya que Meli solía terminar rápido y él se quedaba con ganas. Ella se sintió cómoda y segura de que prefería descargarse conmigo, lo cual sinceramente me sorprendió. Así que, si estábamos dispuestas, podríamos seguir con nuestras aventuras, ya fuera a solas o con Meli.
Me agradó la nueva propuesta y le dije: "Bueno, ¿por qué no continuamos?". Abrí la ducha y lo invité a entrar. Él se aproximó, me pegó contra la pared, me besó apasionadamente, acarició mis pechos hasta enloquecerme, descendió hasta mi entrepierna, levantó una de mis piernas para poder complacerme, me hizo llegar al clímax nuevamente. Yo gemía aferrándolo del cabello, él se enderezó, yo me arrodillé, y ante su miembro firme y rígido, lo acaricié con ambas manos, lo besé con deseo, buscando su aprobación. Él me observaba ávidamente, comentando lo bien que lo hacía, sonreí con su miembro todavía en mi boca. Me incorporé y él me levantó, sosteniéndome en sus brazos, nos abrazamos bajo el agua, acompañándonos mutuamente en un baile sensual. Sentía cómo su pene entraba en mí con determinación, volviéndome loca.
Nos sentamos en el suelo, yo arrodillada frente a él, comencé a cabalgar, sintiendo sus manos en mis glúteos, guiándome y acercándome más a su cuerpo para una penetración más profunda. Luego, de espaldas, le ofrecí mi retaguardia, llevando su miembro a mi parte trasera y comenzando un vaivén vigoroso. Mis gemidos se ahogaban, él introdujo sus dedos en mi boca para que los chupara y después los deslizó a mi entrepierna, sintiendo mi estrechez interior.
Aunque mis piernas temblaban, deseaba continuar. Nos pusimos de pie, apoyé mis manos en la pared, elevé mi cadera para adaptarme a la diferencia de alturas, y él comenzó el vaivén.
Alternando entre mi entrepierna y mi retaguardia, me embestía con tanta fuerza que parecía levantarme del suelo, dejándome completamente inflamada.
Adopté la posición de perrito, él a mis espaldas, no arrodillado sino de pie con las piernas abiertas, penetrándome de forma salvaje, mis gritos resonaban en la habitación, sintiendo cómo me desarmaba con cada embestida. Tuve un orgasmo que casi me hacía perder el conocimiento, mis ojos en blanco. Mientras me jalaba del cabello, él aumentaba su intensidad, y cuando sentí su semen bombeando dentro de mí con cada embestida, quedándome exhausta. Después de recuperarme, se retiró de mí, completamente agotada, caminé desnuda hacia la cama y, al caer sobre ella, me quedé dormida.
Así finalizó nuestra aventura, ese fue el inicio de todo. Gracias por su atención y espero que hayan disfrutado del relato.
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