Te entregaste, disfrutaste y continuaste. Así resultó todo


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Tras la cena, Leonor y yo estábamos viendo un programa de entretenimiento cuando me reveló la noticia sorpresa del día.

- “Joaquín olvidé mencionarte que Olga y Dardo se separan”.

- “Es ciertamente inesperado y debe tener como razón algo grave que impida la reconciliación”.

- “Grave y definitivo, ella descubrió que desde hace tiempo le estaba siendo infiel”.

- “Qué tristeza, ahora son dos los afectados y enojados; claramente él no supo, no pudo o no quiso tomar una decisión en el momento oportuno”.

- “Me parece justo que lo haya expulsado”.

- “Estoy de acuerdo, puede surgir una atracción instantánea, puede aparecer un impulso incontrolable, puede desvanecerse el amor, pero en esos casos lo correcto es detenerse y confesar”.

- “¿Te parece sencillo?”

- “Seguramente no lo sea, pero resulta ser el mal menor, hay tristeza pero sin heridas, dolor pero sin traición, pesar pero sin agresión”.

- “Lo veo complicado”.

- “Es un desafío, y para que funcione uno debe estar dispuesto a confesar y el otro a aceptar lo que le digan, de lo contrario el conflicto está garantizado”.

En el octavo aniversario de nuestra boda nos encontramos afianzados en una unión en la que pocos confiaban, dado que ella, única hija de un matrimonio con un alto estatus económico y social, contrastaba notablemente con el mío que se encontraba en una clase socioeconómica media-media.

Y la diferencia se hacía más evidente al comparar nuestra forma de vestir; ella lucía prendas de alta calidad y modernas, mientras que yo prefería algo clásico, resistente al desgaste y ajeno a las tendencias de la moda. Y esta disparidad se repetía en casi todos los aspectos de la vida

A pesar de que al principio de la relación la oposición de los padres fue firme, poco a poco fue disminuyendo al darse cuenta de que el amor era mutuo; aunque creo que lo decisivo llegó por dos motivos. Uno de ellos fue cuando amablemente decliné la oportunidad de trabajar en la empresa familiar con un salario considerablemente mayor al de mi trabajo actual. Y el otro punto fue que al proponerle matrimonio, sugerí incluir la cláusula de separación de bienes.

Cuatro años después de la boda fallecieron mis suegros y Leonor heredó esa empresa que funcionaba de manera impecable por sí sola.

Dos cosas fueron fundamentales para la armoniosa convivencia, el amor mutuo y la comprensión de que las diferencias no significaban incompatibilidad. Mientras mis ingresos provenían de mi empleo en el sector financiero de una empresa, mi esposa no necesitaba trabajar, ya que mensualmente se le depositaba en una cuenta de ahorros la cantidad acordada por su padre, equivalente a cuatro veces mi sueldo. Por supuesto, optamos por vivir en la espaciosa y confortable casa que le habían regalado sus padres, en la cual cabrían tres departamentos como el mío.

De todas maneras, en cuanto a la convivencia, resultó crucial la lección de mi madre. Ella tenía un carácter más fuerte que mi padre y era quien llevaba la voz cantante en casa. Consciente de su peculiar forma de ser, nos advirtió para que nuestras esposas no actuasen de la misma manera que ella con mi padre.

La relación entre ambos, claramente amorosa, tenía expresiones a la vez serias y divertidas; ella solía decir “Te tengo arrastrando porque te quiero” y se sentaba en sus piernas para besarlo apasionadamente; y él, después de saborear sus labios, respondía “Ahora descubro que estoy aturdido pero no por amor, a tu vida le quedan cinco minutos, que es el tiempo estimado hasta que el corazón se detiene cuando la persona deja de respirar”.

La enseñanza era, “El matrimonio es un largo viaje, en el que hay que ajustar periódicamente las cargas, porque si un lado se vuelve pesado
abrumador debido a la vulnerabilidad del otro, el camino se convierte intransitable. Naturalmente, cada pareja tiene sus propios tiempos, pero lo que no se corrige en el momento oportuno se vuelve imposible de corregir”.

Así se produjo el primer ajuste. Cuando organizamos los espacios en el armario del dormitorio, le dije que un tercio del espacio me bastaba y así permanecimos un tiempo. Mientras mi vestuario permanecía sin cambios, el de ella comenzó a crecer y expandirse a expensas de los míos, hasta que viendo el avance incontenible, me pareció conveniente redistribuir las cargas; tomé toda su ropa ubicada en mi zona, la llevé al patio y, después de rociarla con queroseno, le prendí fuego. Como era previsible, el escándalo fue enorme.

- “¡Qué hiciste, insensato!”

- “Rechacé una invasión”.

- “Me lo podrías haber comunicado”.

- “Es verdad, y tú también, si me hubieras pedido ese espacio te lo habría cedido con un beso de más”.

- “Eso no lo aceptaré en mi casa”.

- “Estás completamente en lo correcto”.

Mientras ella se dirigía al baño, yo fui a la habitación donde guardábamos objetos de poco uso, tomé las dos maletas en las que cabía todo mi vestuario y las llené. Cuando salió después de un buen rato, probablemente chateando, me encontró listo para irme.

- “¿Qué estás haciendo?”

- “Me marcho, intentando remediar mi error. Pensé que este era nuestro hogar cuando en realidad es tu casa, coordinaré otro día para sacar los libros”.

- “Ten cuidado, al regresar podrías encontrar el lugar ocupado”.

- “El lugar es tuyo y puedes cedérselo a quien desees”.

Acostumbrada a imponer su voluntad, probablemente creyó que lo mío fue simplemente un arrebato machista, hasta que tres días después la llamó mi hermano para acordar el momento de retirar el resto de mis pertenencias. Entonces me llamó.

- “Hola”.

- “Hola Joaquín, por favor vuelve a nuestro hogar, te amo”.

- “Encantado, porque seguro que a tu casa no iré”.

- “Por supuesto que no”.

- “Bien, en doce días, si nadie ocupó mi lugar, estoy allí, porque también te amo”.

El día indicado, al finalizar la jornada laboral llegué con mis maletas. Apenas crucé la puerta, la abracé, besé, bajé para darle sexo oral y, cuando su fluido fluía hacia mi boca, la puse en posición de cuatro, con el vestido en la espalda, la ropa interior bajada y la penetré de una vez hasta el fondo; cinco o seis movimientos fueron suficientes para el orgasmo común y explosivo.

- “¿Qué fue eso?”

- “Dejé salir mi lado más salvaje”.

- “Realmente me siento plena cuando el amor envuelve como una capa todas nuestras acciones físicas, pero de vez en cuando, déjalo salir”.

A partir de ese momento, con un balanceo suave de las cargas, seguimos una convivencia hermosa y apasionada.

Juan llegó como mi superior directo unos seis meses atrás, hombre de estatura media, atractivo, soltero y extrovertido, un poco más joven que yo que, a mis casi cuarenta, era el más joven de la oficina. Él tuvo la sana iniciativa de reunirnos con nuestras esposas, novias o parejas al menos una vez al mes, para fortalecer las relaciones laborales y fomentar el espíritu de equipo en el grupo.

Los lugares para los encuentros eran elegidos según las preferencias, ya sea en casas particulares, restaurantes, discotecas y algún otro lugar. En una ocasión fue una cena en casa, seis parejas y el jefe soltero; mi esposa les mostró las áreas de nuestra casa y, cuando estábamos en el dormitorio, parecí ver que Juan, señalando la cama, pasó sus manos por las nalgas de Leonor. La alarma sonó fuerte en mi mente pero no hice nada, ya que una visión fugaz que no se repitió no era motivo suficiente para redistribuir las cargas. De todos modos, cuando se fueron los invitados, hablé con ella.

- “Te he visto muy cercana a mi jefe, te sugiero tener cuidado, porque en asuntos amorosos, él es un experto”.conquistador, y es muy probable que intente seducirte, pero no es lo único, ha demostrado ser un malparido”.

- “¿Estás exagerando algún rumor?”

- “Lamentablemente es cierto; él y la señora de Oscar son amantes, y la relación es conocida por todos en la oficina ya que Juan se ha encargado de difundir el asunto como si fuera un logro excepcional para agregar a su historial. No le importa ninguno de los miembros del matrimonio, dando la impresión de que lo único valioso a sus ojos es su propio placer y una cierta satisfacción en el ego al rebajar al subordinado”.

- “¿Y el engañado qué hace?”

- “Sufre en silencio. Paga dos penas siendo inocente; no tiene la culpa de tener una esposa algo ligera que no supo rechazar los avances del galán; tampoco es responsable de que su sueldo sea el único ingreso de la familia que cuenta con dos adolescentes iniciando la secundaria”.

- “Juan no parece ser así”.

- “Sin duda, sabe mostrarse bien, pero alguien que disfruta provocando dolor en alguien inocente no puede ser buena persona. Es como si odiara a quien es amable, solo por ser amable”.

Claramente mi advertencia no fue tomada en cuenta; en las siguientes reuniones la cercanía aumentó y, cuando me di cuenta, ya era demasiado tarde para encontrar una solución que pudiera mitigar las heridas tan profundas que tardan mucho en sanar, tiempo que rara vez alguien puede soportar.

Ahora eran a mí a quienes murmuraban, y era yo quien viajaba con frecuencia; evidentemente no había posibilidad de retroceder, así que solo restaba idear cómo terminar con la situación y esperar el momento indicado, aunque significara un gran esfuerzo de paciencia para soportar la humillación y las burlas disimuladas. Lo positivo de todo esto era que ese dolor me fortalecía en la determinación de hacerles pagar caro su mezquindad insolente.

No sentía muchas ganas de asistir a la reunión que Juan propuso realizar en su amplia y cómoda quinta el domingo desde la mañana hasta el atardecer. Era una ocasión perfecta para presenciar el coqueteo de mi esposa con el dueño de casa y las burlas disimuladas de dos colegas que celebraban todo con él. Acepté pensando que tal vez se presentaba la oportunidad que estaba esperando, y esa posibilidad me proporcionó la paciencia suficiente.

Hacia la tarde, vi a mi jefe retirarse con el teléfono en la mano para volver casi de inmediato.

- “Necesitaría que mañana revises las ventas de la sucursal Filadelfia, ¿tendrás tiempo?”

- “Dame un momento para organizarme, acordar con mi hermano algunas tareas pendientes y te informo”.

Después de reflexionar sobre varias conveniencias, acepté la tarea que me ocuparía todo el día y regresaría al siguiente, lo que dio pie a una sugerencia del dueño de casa.

- “Quizás sería conveniente que salgas al anochecer para que puedas empezar temprano y regresar a media tarde al día siguiente, claro si te parece bien”.

- “Sí, me parece una buena idea; querida, sería mejor que nos vayamos antes”.

- “Qué lástima, lo estábamos pasando tan bien”.

La intervención de Juan resolvió el inconveniente.

- “Si no te parece mal, tú podrías adelantarte para preparar tus cosas y yo luego la acerco a Leonor”.

- “Perfecto, le pediré a mi hermano que vaya adelantando algo. ¿Me permites usar tu teléfono ya que se me está quedando sin batería?”.

- “Por supuesto, úsalo todo lo que necesites”.

Mientras me dirigía a la mesa donde estaban las bebidas, noté la sonrisa socarrona de dos compañeros mientras susurraban entre ellos. Decidido a saciar mi curiosidad sobre ese secreto, tomé el celular y me senté cerca simulando escribir mientras mi atención estaba en sus palabras.

- “Pobre, le devolverán mañana con tanto sufrimiento que si llega a llorar, en lugar de lágrimas, derramará dolor”.

A lo que el otro añadió

- “Aquí hay dos opciones, o es tan ingenuoque no percibe o le agrada; en ambas situaciones tiene plenamente merecidos los elogios en la frente”.

Una vez satisfecha mi curiosidad, me dispuse a conversar con mi hermano.

- “Es necesario que sigas estas instrucciones al detalle, 1) Llegas en taxi hasta una cuadra antes de la casa de Juan y te quedas esperando en la esquina; 2) Traes un bolso con mis dos chaquetas, la negra y la verde clara, el pasamontañas, y la cajita de poxipol; 3) Debes dejar tu teléfono celular en casa; 4) Más adelante te informaré la hora aproximada de encuentro, yo iré en el automóvil”.

Después de enviar el mensaje, continué entretenido con el teléfono móvil debido a la falta de una mejor distracción, cuando escuché la voz de mi esposa.

- “Es curioso encontrarte solo”.

- “Me resulta confuso lo que estás expresando”.

- “Es sencillo, es extraño que Raquel, esa mujer con cara inocente, no esté cerca de ti”.

- “Gracias por hacerme caer en cuenta, quizás tenga suerte y pueda tener intimidad con ella”.

- “Seguramente ya estarás teniendo una relación con ella, ya que hace más de un mes que no me tocas a mí”.

- “Recientemente siento repulsión por ti”.

- “Nunca imaginé escuchar esas palabras de tu parte”.

- “Así es, pero a veces la vida nos sorprende, como con esos dedos marcados en tu glúteo”.

Mientras se cubría rápidamente con el pareo, respondió.

- “De seguro estás imaginando cosas”.

- “Probablemente me equivoqué, querida”

Mi respuesta fue seguida por dos risas estridentes de aquellos que antes murmuraban. No iba a hacer caso omiso del ridículo, así que me dirigí hacia ellos.

- “Así es amigos, a veces cometemos errores”.

Acto seguido, me dirigí hacia donde se encontraba Raquel.

- “Amiga, sin compromiso de respuesta, me gustaría preguntarte algo que Leonor acaba de reclamarme. Afirma que debo estar teniendo intimidad contigo, ¿qué opinas, sería capaz de tener relaciones íntimas o de amar?”

- “Prefiero no responder”.

Entonces, tomé su mano derecha para besarla en el dorso, y respondí.

- “Eres una dama hermosa y deseable”.

- “Y tú un caballero educado y atractivo”

Después de eso, le pedí a mi jefe que me prestara la llave de la puerta lateral, junto a la entrada de vehículos, ya que necesitaba salir a comprar cigarrillos y prefería no molestar al regresar. Al salir, compré los cigarrillos y al regresar, aseguré el cerrojo de la cerradura de manera que desde afuera se pudiese abrir empujando.

El conteo de tiempo comenzó cuando la última pareja anunció que se retiraba en media hora. Le indiqué a mi hermano la hora de encuentro y quince minutos más tarde salí para reunirme con él. Cuando subió al auto con lo solicitado, me puse la chaqueta negra y el pasamontañas a modo de gorro; dejé mi celular junto a un papel con las instrucciones y, tomando el bolso donde guardaba la pistola de la guantera, bajé.

Dirigiéndome hacia la casa que acababa de dejar, vi pasar el auto de los últimos en irse. Al llegar, ingresé empujando la puerta y, ajustando el pasamontañas para cubrir todo excepto los ojos, me desplacé rápidamente hacia el edificio. Silenciosamente, localicé a los amantes todavía cerca de la piscina, ambos desnudos en una reposera y completamente concentrados en un acto íntimo, pero no tenía tiempo que perder.

La casa me resultaba familiar debido a la vanidad del dueño que disfrutaba presumir de sus posesiones y comodidades, mostrando orgulloso cada nueva adquisición o remodelación. Así que me dirigí directamente al escritorio, saqué el disco con las grabaciones de las cámaras y luego me dirigí al tendedero donde corté un trozo de cuerda de aproximadamente tres metros, antes de regresar donde la pareja que disfrutaba de su pasión.

Cuando ambosalcanzaron sus deseos, expresados con exclamaciones y gemidos, hicieron una pausa natural para descansar y conversar sobre temas que para mí resultaban novedosos.

- “Me parece que tu esposo es más tonto de lo que pensaba, o quizás te ame tanto que esté dispuesto a soportar cualquier cosa con tal de no perderte”.

- “No lo sé, a veces veo tristeza en su mirada y me da lástima, pero cuando estoy contigo me olvido de todo menos de disfrutar del buen sexo”.

- “Así me gusta, porque tú eres mi amante, y solo mía; no siento la más mínima compasión por ese idiota, que se va sabiendo que en cuanto cruce la puerta tú vendrás suplicando por sexo; y no es exagerado, apenas arrancó el auto te quitaste el bikini, viniste hacia mí para bajarme los pantalones cortos y, agarrando el miembro lo introdujiste para tragártelo todo de una sola vez”.

- “Eres tú quien mantiene mi excitación constante”

- “Puede ser, pero la amante que actúa de esa manera en presencia de otra pareja, con la que no tenemos tanta confianza, eres tú; no te importó dejar al que se iba como un cornudo, un engañado, un tonto, pero eso importa poco, vamos allá que necesito liberar todas mis ansias acumuladas”.

Rápidamente me escondí, observando cómo subían las escaleras llevando solo sus respectivos teléfonos móviles como vestimenta. Sus voces me guiaron hasta la habitación donde se encontraban, ella en posición de cuatro patas con las nalgas en alto y él vertiendo un líquido viscoso en su parte trasera, escena que observaba desde la puerta.

- “Pon una buena cantidad, la última vez…”

La frase quedó a medias al voltearse y encontrarse con un encapuchado que les apuntaba con una pistola, lo que hizo que dijera algo distinto.

- “Madre mía”.

El dedicado lubricante estaba tan concentrado en su labor que solo reaccionó cuando mi mujer, sin dejar de mirarme, se apartó tapándose la boca; era el momento de aprovechar la sorpresa.

- “Si alguien se mueve o habla, recibirá su castigo; tú, trasero lubricado, únelo con esta cuerda en los tobillos y muñecas del caballero. Seguramente los inmovilizaré, ustedes eligen, disparos o cuerda”.

Pálida y temblorosa siguió las instrucciones y luego ató sus propios tobillos; una vez unidas las muñecas femeninas, me senté, pues era hora de hablar.

- “Bueno, creo que ahora podré aclarar algunas dudas”.

- “Tú debes ser el esposo engañado de esta mujer, y creo que lo más conveniente para ti es desatarnos, disculparte y salir con la cabeza gacha, ya que debo satisfacer a tu mujer antes de que lleguen dos amigos, quienes también la desean”.

- “Así que eres un tipo generoso”.

- “En absoluto, les cuesta una caja de buen whisky, y quiero disfrutar antes, pues no deseo tener fluidos de otros en mi boca. Si te pones rebelde, cuando te desate, contrataré a cuatro sicarios que te buscarán y, luego de torturarte durante una semana, acabarán con tu miserable vida”.

Obviamente mis palabras no serían bien recibidas, por lo que en silencio tomé la cuerda y organicé el nudo como si fuera para ahorcar; al finalizar y acercarme, el galante reaccionó.

- “¿Qué crees que estás haciendo, bastardo?”.

Sin decir nada, le coloqué la soga al cuello y comencé a apretar hasta que la palidez en su rostro indicó que había alcanzado el límite, aflojé un poco.

- “¿Ahora tienes ganas de hablar?”

Después de tomar varias bocanadas de aire, asintió con la cabeza.

- “¿Cuántos engañados hay en la empresa?”

- “En total, cuatro”.

- “¿Y cuántos aceptan resignados su situación?”

- “Ninguno, pero cuidan su trabajo o no se atreven a hacer algo al respecto”.

- “¿Crees que si confrontaran o presionaran a sus parejas la situación cambiaría?”

- “No, pero estarían demostrando su descontento y su hombría”.

- “¿Entonces te gustaría verlos quejarse o...?

enojarse mostrando su incapacidad para cambiar la situación”.

- “Sí, tal vez sea esa la causa”.

- “Para finalizar, ¿cuánto tiempo llevan juntos?”

- “Unos dos meses aproximadamente”.

Le indiqué que se acostara, mientras ella se sentaba sobre él, y me situaba detrás de ella con una cuerda en una mano y agarrando su cabello en la nuca con la otra. Llegó el momento de resolver definitivamente la cuestión.

- “Es lamentable tu amenaza anterior, ya que, al creerte capaz de llevarla a cabo, me veo sin alternativas. Entre tu vida y la mía, sin duda prefiero la mía”.

- “Te aseguro que todo era falso”.

- “Ojalá pudiera verificarlo, pero hay mucho en juego. Una vez más se cumple el dicho "El hombre es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras”.

- “¡Por favor, quítame esto del cuello, haré lo que sea!”.

Me levanté en la cama a su lado y coloqué mi pie en su cuello, apretando el lazo.

- “Observa cómo empieza a palidecer, pronto se pondrá azul indicando la falta de oxígeno en la sangre, y cuando las pupilas se dilaten y no reaccionen a la luz, significará que no podrá hacer más daño”.

- “No quiero ver eso”.

- “En algún momento tendrás que mirar. Ya que tu placer era estar cerca de él, colaboraré para que continúe”

La hice acostarse sobre el cadáver y uní ambos cuerpos con cinta en el torso, muslos y tobillos. En ese momento, desde el dispositivo de mi esposa, realicé una llamada perdida a mi teléfono, señal para que mi hermano enviara un mensaje diciendo “Querida, ya tengo el pasaje, te avisaré cuando llegue a mi destino”. Luego salí de la habitación escuchando los gritos de la infiel, cerré la puerta y me dirigí hacia la salida. Dejé entreabierto el portón de entrada para facilitar el acceso a los invitados que disfrutarían del cadáver de mi esposa. Unas cuadras más adelante, sin cámaras que me vigilaran, cambié de chaqueta y tomé un taxi hacia las cercanías de mi casa, donde recogí lo necesario y partí hacia la terminal para cumplir con el encargo del difunto.

Parece que los dos visitantes previstos encontraron el espeluznante espectáculo al no obtener respuesta al timbre ni a las llamadas, decidieron entrar y posteriormente alertar a la policía.

Como esposo despechado, fui el principal sospechoso y, después de veinte días detenido, finalmente me soltaron por falta de pruebas.

Ayer fue mi primer día en libertad tras veinte días de prisión por un asesinato del cual fui sospechoso. La infidelidad de mi esposa, antes conocida solo en mi entorno laboral, se había hecho pública a través de los medios de comunicación.

La reunión con mi nuevo jefe transcurrió sin sobresaltos. Reconocí que mi detención fue comprensible, ya que yo era directamente afectado por la conducta de mi esposa y el único beneficiario en caso de su fallecimiento, algo a tener en cuenta pues su patrimonio era considerablemente mayor que el mío. Le informé que Leonor se encontraba ingresada en una clínica psiquiátrica y que, dependiendo de su evolución, tomaría decisiones sobre nuestro futuro juntos.

La recepción por parte de mis colegas fue mixta, pero en general se pensaba que yo había sido el ejecutor del castigo a los amantes. Los amigos de Juan me saludaron fríamente desde lejos, mientras que otros oscilaban entre estrecharme la mano con una sonrisa o mantenerse distantes. Hubo uno en particular que, habiendo compartido mi situación de engaño, mientras me abrazaba, susurró “Gracias, hermano. Tengo unas fotos que me envió un amigo policía, creo que te serán útiles, te las mandaré”.

En cuanto sonó el aviso de...Dentro, abrí la entrada. Allí pude ver tres fotografías del difunto y su compañera; en la primera imagen, la cabeza de mi esposa con el cabello desordenado impedía ver claramente los rostros; la segunda imagen mostraba las facciones del difunto de manera prominente, apenas se distinguían las de mi esposa, pero se apreciaba claramente la parte posterior de su cuerpo; finalmente, la tercera imagen revelaba las facciones contraídas y los ojos cerrados de la mujer junto al rostro pálido de su amante. Al observar detenidamente la fotografía donde se mostraba el cuerpo completo de la mujer, noté dos manchas oscuras que llamaron mi atención. Al ampliar la imagen, guardé la cámara en el bolsillo y me dirigí al escritorio de uno de los responsables de la recepción fría y la risa en la casa de Juan, donde me disculpé con Leonor por el malentendido.

- "Hola Horacio, ¿puedo hablar contigo por un momento? Me gustaría mostrarles algo a Julio y a ti que me ha llegado. ¿Sería posible?"

- "Claro, no hay problema. Julio, ven aquí un momento, por favor."

- "¿Recuerdan el incidente en casa de Juan cuando se rieron de mi error tonto, y el jefe sugirió que quizás me había golpeado con algún mueble?"

- "Por supuesto, fue bastante cómico."

- "Quiero mostrarles que no me equivoqué."

Y así, mostré en mi celular la ampliación de las marcas en las nalgas de mi esposa, resultado de una presión fuerte y prolongada, con restos de materia fecal enmarcando la escena de forma repugnante. Mientras ascendía la mirada hacia el rostro del difunto luchando por respirar y las manos intentando desatar el lazo.

- "Es una lástima que Juan no esté aquí para corregir su error."

En ese momento, Julio se volteó rápidamente y se encaminó hacia los baños, pero no logró llegar, vomitó en el pasillo. Mientras su compañero lo asistía, regresé a mi puesto de trabajo para continuar con mis labores.

El jueves, al encontrarme ocupado con una tarea, pedí a un compañero que informara a los seleccionados de la lista que los esperaba en casa para cenar el viernes por la noche. Una vez transmitido el mensaje, me informó que Raúl y Julio habían preguntado si también estaban invitados, a lo que respondí.

- "No, en casa suelo reunir a amigos, ellos son simplemente compañeros de trabajo."

La velada resultó ser agradable en comparación con las anteriores, donde Juan, aprovechando su posición en la empresa, había tenido comportamientos inapropiados con las mujeres. Disfruté de la compañía de Mario y Raquel, aunque estuve atento para garantizar que a los demás invitados no les faltara nada. En una de mis idas a reponer las bebidas, un allegado me acompañó, no para ayudar, sino por mera curiosidad.

- "¿Estás saliendo con Raquel?"

- "Es una pregunta complicada. Si digo que sí, estaría mintiendo, y si digo que no, tú, que esperas que diga que sí, pensarás que miento. Por tanto, lo mejor es no responder y dejar que cada uno forme su propia opinión, así todos estarán contentos y felices."

Poco antes de despedirse, la esposa de Mario me invitó a cenar en su casa al siguiente sábado, a lo que acepté gustosamente.

Una deliciosa comida en buena compañía es garantía de una reunión exitosa. Tras el postre, percibí ciertas miradas entre los esposos que llevaron a Raquel a tomar la palabra.

- "¿Recuerdas la situación incómoda entre tu esposa y yo en la última reunión en casa de Juan?"

- "Por supuesto, fue cuando no quisiste responder a mi pregunta."

- "Después de eso, Mario y yo hablamos y decidimos contarte una dificultad que enfrentamos, y los eventos posteriores."

- “Hasta el momento no lo habían llevado a demorar”.

- “Una introducción de este tipo anticipa algo relevante, tengo toda la disposición para escucharlo”.

- “Desde hace un largo tiempo, tu amigo ha experimentado una dificultad funcional que ha impedido que nuestra intimidad sea plena. En nuestra ignorancia y en un intento por hallar una solución, hemos consultado a diferentes especialistas, como psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas, con renombre y enfoques variados. A pesar de que todos coincidieron en no brindar resultados satisfactorios, sí cobraron honorarios elevados”.

- “Es algo esperado en ese ámbito, aunque existen profesionales competentes, encontrarlos resulta similar a ganar en la lotería”.

- “Frente a esta situación, Mario, al notar en algunas ocasiones mi inquietud extrema, me sugirió buscar asistencia que pudiera satisfacer mis necesidades emocionales, con la condición de que él diera su aprobación previa a la elección, ya que deseaba preservar al máximo nuestra unión. Por ello, Juan nunca fue considerado como candidato, a diferencia tuya, especialmente cuando descubrimos que Leonor te estaba siendo infiel”.

- “Es un gran honor”.

- “Hay una petición de mi esposo que no es obligatoria, sino más bien un deseo que, incluso si no aceptaras, no alteraría la situación. Consiste en prescindir del uso de la boca, ya que considera que esta acción implica sentimientos que sería preferible mantener al margen”.

- “Estoy dispuesta a adaptarme a esta nueva modalidad, que por supuesto acepto, aunque representa algo novedoso. De todas formas, la afinidad mutua puede servir como una compensación satisfactoria”.

- “Mario, ¿te importaría hacer la prueba ahora?”

- “Estoy encantado de hacerlo, pero me retiro, creo que no estoy preparado para presenciarlo de esa manera y de esa forma ustedes estarán más tranquilos”.

- “Considero que en esta situación inusual la imaginación puede ser de ayuda. Imaginemos que mi lengua, deslizándose entre mis labios, te acaricia delicadamente, recorriendo tu lóbulo de la oreja, cuello, hombro, llegando a tus senos y acariciando tus pezones”.

- “¿Por qué no lo haces? Con solo describirlo, me estoy excitando”.

- “Porque eso desequilibraría la situación a tu favor y en mi contra. Mario y tú establecieron esa restricción que, aunque no estuviera completamente convencido, acepté, pero involucrando a los tres para que el efecto incómodo se distribuyera equitativamente”.

- “Ya me arrepiento”.

- “De todas formas, mientras no lleguen a un acuerdo para realizar el cambio, tendremos que continuar de esta manera”.

Continuamos con las caricias por un tiempo más, hasta que percibí la falta de incremento en nuestra excitación mutua. Desafortunadamente, si la fase de meseta en la que nos encontrábamos no ascendía, era seguro que disminuiría. Mi último intento fue penetrarla antes de que desapareciera la lubricación natural.

Mi orgasmo fue poco satisfactorio y, probablemente, el suyo aún menos; mi sensación de alivio fue breve, como si no hubiera tensión que liberar, y ella rompió el silencio que nos abrumaba.

- “¿Disfrutaste?”

- “Sí, pero fue simplemente una respuesta fisiológica”.

- “Lo sospeché, lamento no haber sido capaz de proporcionarte placer”.

- “Seguramente no tienes ninguna responsabilidad en esto, simplemente no hemos logrado adaptarnos a reglas de juego diferentes a las habituales. De otra manera, no se explicaría la satisfacción que experimento al tenerte abrazada y con nuestras mejillas unidas”.

- “Qué situación tan lamentable. Dame algo de tiempo, esto cambiará”.

Nunca visité la clínica donde estaba internada Leonor. Una persona contratada por la empresa, que había trabajado para su padre y ahora formaba parte de sus propiedades, se encargaba de sus necesidades.

Cerca de diez días habían transcurrido desde el inicio de esta etapa, marcada por el placer con ciertas limitaciones, cuando un lunes me pidió reunirnos en su casa al salir de mi trabajo, ya que esa tarde Mario planeaba llevar a alguien y no quería incomodarlo estando presente. La reunión fue agradable, con una charla amena, seguida de la preparación de la cena; luego la acompañé hasta que consideró que su esposo había concluido su encuentro.

Al día siguiente, poco antes de finalizar mi jornada laboral, recibí una llamada.

- “¿A qué se debe tanta alegría?".

- ¿Qué te parece de esta conversación?

- "Requiero un favor tuyo".

- "Lo considero hecho".

- "¿Podrías venir a mi hogar con mi esposo?".

- "Por supuesto, con gusto".

A su llegada, me saludó con su acostumbrado entusiasmo, pero ignoró a su esposo.

- "Tenía intención de hablar contigo en presencia de Mario, pero primero quiero acomodarme".

- "Claro, lo que desees".

Me indicó que me sentara en una silla y me desnudó de cintura para abajo. Luego procedió a estimular mi miembro con sus manos y su boca, para luego levantarse la falda, quitarse la ropa interior y sentarse sobre mí, penetrándose profundamente.

- "Ahora puedo hablar. Ayer, al irte, apenas crucé el umbral de la puerta me quité los zapatos por el dolor en los pies, y mientras me dirigía al baño, escuché quejidos en la sala. Al acercarme, me llevé la sorpresa de ver a este individuo con un joven a cuatro patas, ambos desnudos, mientras tu amigo lo embestía como si quisiera atravesarlo y el chico lloraba y quejaba por los empujes".

- "Pero, cariño..."

- "No he terminado. De repente, este hombre empezó a gemir y acabó tirado boca arriba sobre el chico. Cuando se voltearon, pude ver que el joven, de haber tenido pechos y borrado su voz grave, se habría confundido con una mujer. También contradecía su feminidad un pene erecto del tamaño de tu dedo meñique. Fue en ese momento en que escuché al muchacho decir 'Yo también quiero acabar'. Por supuesto, mi esposo acudió en su ayuda".

- "Te ayudo, pequeño".

- "Entonces, este hombre, que antes lo penetraba, agarró el miembro con dos dedos y lo masturbó algunas veces hasta que salió un modesto chorro. Pero lo más impactante fue que mientras lo masturbaba, ambas bocas se unieron en un apasionado beso. De modo que, quien pidió preservar esa parte de su cuerpo, fue el primero en cederla. Silenciosamente, tal como había llegado, me retiré nuevamente, di una vuelta a la manzana, abrí la puerta haciendo ruido y fui directamente a la cama. Cuando el transgresor intentó acercarse, lo aparté de mala manera".

La expresión del rostro de mi compañero evidenciaba claramente lo incómodo que se sentía, mientras ella continuaba hablándome.

- "Ahora, cariño, por favor, dame tu lengua".

- "Querida, lo haría con gusto, pero me he mantenido al margen de esta disputa entre ustedes. Ambos me solicitaron respetar esa limitación y así lo he hecho. Tú has hecho lo que te correspondía, ahora le corresponde a él".

- "Entendido, escúchame bien, desgraciado hijo de p... ¡Haz que Joaquín me entregue su boca, o una de estas noches te despertarás sintiendo cómo te clavo un clavo en la sien a martillazos!".

- "Por favor, hermano, cede a sus deseos o esta mujer loca me matará, es capaz de hacerlo".

- "No hay problema, lo haré, pero seguramente te costará algo".

- "Lo que sea, pero quítamela de encima".

- "¿Dónde está?"

- "Seguramente en el dormitorio".

Me dirigí allí y al entrar, su voz me recibió.

- "Lárgate, no quiero verte".

A pesar de acercarme a la cama, donde se encontraba en posición fetal de espaldas a la puerta, respondí.

- "Pensé que no estabas enojada conmigo".

Su respuesta llegó cuando ya estaba arrodillado al lado de la cama.

- "Perdón, creí que eras el maldito de Mario, seguro que te envió para calmarme".

- "Por favor, no te muevas, ¿crees que obedecería las órdenes de él para tranquilizarte?".

- "No, es solo que estoy muy enojada".

- "Te pido que, con la misma calma con la que cumplí lo que me pediste hace un rato, te dejes llevar ahora".

- "Está bien".

Al subir la falda hasta la cintura, dejando al descubierto sus nalgas desnudas, ya que la ropa interior se había quedado en la sala, comencé a usar mi boca en ellas, recorriendo cada glúteo y adentrándome en el canal.dividir, me interrumpieron.

- "Qué estás realizando?"

- "Dándole algunos besos a ese ojo, intentando persuadirlo para que, en poco tiempo y muy relajado, me dé la bienvenida".

- "Ni lo pienses, una vez lo probé y me dolió".

- "Permite que él decida, no hay motivo para apresurarse o presionarlo, cada uno tiene su tiempo".

- "No intentes convencerme".

- "No es mi intención, déjame mimarlo y luego veremos".

Continué el recorrido con la lengua hasta llegar a la entrada vaginal; probablemente la rápida producción de flujo, mojando toda la zona, fue más resultado del deseo contenido que de la sensación táctil. Luego, de manera lenta y pausada, esparcí el líquido espeso alrededor del anillo estriado, lo cual la sorprendió, haciendo que frunciera el orificio.

- "Quizás sería conveniente que hagas de intermediaria entre ese ojo precioso y yo, ¿te animas?"

- "Ya me estás enredando de nuevo, pero acepto".

- "¿Le gustan mis caricias o prefiere algo más intenso?"

- "Dice que así está bien, pero que no vayas a forzar la entrada".

- "¿Puedo besarte la boca y acariciar tus pechos?"

- "Sí, amor mío, es lo que deseo con locura".

Y así, se dio vuelta, besándome y permitiéndome disfrutar de sus pechos como un bebé, mientras mis dedos seguían explorando ambos orificios de su entrepierna, esparciendo el lubricante natural entre ellos. Claramente, la intervención de la mente marcaba una gran diferencia en comparación con los encuentros anteriores. Con su vagina emanando flujo como un manantial, los músculos de su cuerpo tensos y los arcos de sus pies formando semicírculos, decidí ponerla a cuatro patas y penetrarla hasta el fondo. Su prolongado gemido fue el preludio de un orgasmo convulso que experimentó mientras yo, por detrás, le retorcía los pechos.

Es natural que la excitación sea contagiosa y me invadió llevándome al borde del clímax, algo que quería prolongar ya que mi intención era disfrutar de ese tierno ojito negro que palpitaba frente a mis ojos. Entonces, mi lado malvado intervino: "Piensa en tu ex y perderás hasta las ganas de comer". Al ver que tenía razón, le hice caso y recordé la última conversación que tuve con ella: "Por favor, no me dejes ligada a un muerto", "No te dejo, simplemente respeto tu decisión de priorizar su compañía sobre la mía, que ahora esté muerto es algo secundario".

Según los estudiosos, el ser humano es el único animal que sufre, es decir, anticipa problemas y males con la imaginación, sintiéndolos como si ya hubieran ocurrido. En este caso, aproveché esa lección para aumentar su angustia. "Ruega porque te encuentren pronto, porque ese cuerpo que solía llevarte al cielo del placer se volverá rígido y frío, sensaciones realmente desagradables", "Por favor, sácame de aquí", "Es imposible, ya que lo que más deseo es que desaparezcas de la faz de la tierra; además, prepárate para oler la descomposición, ya que el olor persiste después de que se hayan llevado el cuerpo, dado que la mucosa nasal retiene las partículas estimulantes. Buena suerte, mi preciosa".

Este recuerdo tuvo un efecto tal que casi pierdo la erección. Cuando ella terminó y se acostó boca arriba, la seguí, besando su cuello y hombros brevemente, haciéndola sentir mi satisfacción. Después de un breve descanso, apenas inclinando la cabeza, me dijo

- "Tengo un mensaje para ti".

- "Si es de quien imagino, házmelo saber lo antes posible".

- "Es de él, dice que está relajado y que le gustaría que lo recibieras con cuidado".

- "Dile que se mantenga tranquilo y confiado, pondré todo mi empeño para que esta labor meticulosa sea un éxito. ¿Tienes alguna crema neutra o vaselina?"

- "En el botiquín del baño".

Después de encontrar un frasco con vaselina líquida, recordé la imagen de mi mujer siendo preparada para ser penetrada profundamente e hice lo mismo con Raquel, pero sin

Expresar de forma oral el recuerdo. Levantaba su grupa, con la cabeza y los hombros apoyados en la cama, y suavemente abría un poco el ojete dejando caer líquido que rápidamente se deslizaba hacia adentro por la fuerza de la gravedad, para luego permitir que se contrajera y moverlo en pequeños círculos para favorecer una mejor dispersión.

Fue en ese momento cuando observé que naturalmente se abría y se cerraba, como si me estuviera invitando a ingresar, y así lo hice. Una presión suave y constante me llevó hacia el interior hasta que mi pelvis y las nalgas femeninas quedaron unidas.

- "Eres un depravado, pero lo has hecho bien, solo percibí una sensación poco común en mi culito. ¡Dame con fuerza, cariño mío!".

Fue la eyaculación más abundante que recuerdo. Después de recuperarnos, tras satisfacer deseos largamente reprimidos, ella retomó la conversación.

- "Quiero que Mario pague por lo que me hizo".

- "¿Lo deseas?"

- "Por supuesto que sí".

- "Entonces debemos hacer que pague sin resultar herido".

- "¿Y cómo logro eso?"

- "Imponiéndole 'Una semana sin mujer'".

- "No entiendo".

- "Déjame explicarte, durante toda una semana vivirá sin tu ayuda. Todo lo que solías hacer por él, ya no lo harás, ni siquiera un simple vaso de agua. Durante ese tiempo no nos veremos, seguirás siendo la única mujer para él, pues es el esposo que amas, pero recibirá su castigo sin sentirse ofendido, degradado o postergado. Si por costumbre te llama 'cariño...', tú le responderás de inmediato '¿En qué quedamos?'. Estoy seguro de que al no haber resentimientos, la reconciliación será relativamente sencilla".

Después de eso, retomamos nuestra amistad más estrecha de lo habitual, sin dobleces ni secretos ocultos.

Si algo me faltaba para no recordar en absoluto a Leonor, era la acción en la cama, algo que ahora poseo. Se me presentan varias posibilidades por delante; la mínima sería que ella se recupere, nos divorciemos y yo regrese a mi modesto apartamento para seguir con la vida austera que nunca abandoné; luego hay otras opciones que culminarían en la máxima, que el destino decida reunir a los amantes y que yo vuelva a mi apacible vida, pero esta vez con una gran fortuna.

Don Destino, acepto de buena gana tus designios, adelante con los cañones.

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