Jessi me había descubierto de alguna manera, al despertar la hallé furiosa en el comedor al encontrar la prenda íntima de otra mujer en mi auto. Reconocí la prenda de inmediato, pero fingí no darme cuenta de ello. Se tomó esto muy personal y comenzamos a discutir. A pesar de que era una persona muy complaciente sexualmente y de mente abierta, le molestó que no le hubiese confiado mi interés en tener relaciones sexuales con otra mujer. Le incomodó más la falta de confianza que el hecho en sí. Le dije que ella comprendería, tal como yo entendía sus fantasías. Al principio, nerviosamente negué haber tenido relación con alguien más, pero luego confesé, asegurando que no había sido planeado, sino que había sucedido de forma inesperada. A pesar de mis explicaciones, ella seguía muy enojada, tanto que decidió irse de la casa por unos días.
Una semana pasó y aún no habíamos resuelto nuestras diferencias. Consulté a Oscar si mi pareja había hablado con él, pero él indicó que no había respondido a sus mensajes ni llamadas. Fui a verla a casa de sus padres en un intento de reconciliación. Tras varios días de intentos, finalmente aceptó regresar a casa, aunque bajo ciertas condiciones. Primero, debía ser completamente honesto con ella en todo momento. Si deseaba tener relaciones con otras mujeres, debía comunicárselo, sin necesidad de que ella participara si la otra persona no se sentía cómoda. Ella, por su parte, seguiría manteniendo relaciones con otros hombres, al igual que habíamos estado haciendo con Oscar. Hasta este punto, todo parecía razonable. Sin embargo, planteó otras condiciones, como no cocinar durante tres meses ni ocuparse de las tareas del hogar. Me pidió que compensara el daño realizando labores domésticas y también sugirió unas vacaciones románticas para reconectar como pareja. Aunque todas estas condiciones me parecían justas y las acepté, la última solicitud me sorprendió: quería conocer a Sara. Al principio dudé de si era una buena idea, pero finalmente accedí.
Después de una semana, las cosas en casa mejoraron una vez que Jessi y yo pudimos resolver nuestros problemas. Cumplía con todas sus peticiones. Incluso llegamos a tener un encuentro apasionado con Oscar, como a ambos nos gustaba. Vi a Sara unas veces fuera del trabajo, donde solo hubo algunos besos y roces en los baños de la oficina. Un viernes, propuse a Sara salir a tomar algo después del trabajo y que invitara a su novio y nosotros fuéramos con Jessi. Sin embargo, ella mencionó que ya no tenía novio desde nuestro primer encuentro, sin dar muchas explicaciones. Luego de insistirle, accedió a salir los tres. Nos encontramos en la oficina antes de ir a un bar tranquilo para platicar y para que Jessi conociera a Sara. Sara desconocía que mi pareja estaba al tanto de nuestra relación y la aceptaba. Después de una charla inicial cordial para conocernos, Jessi soltó de manera inesperada: "¿Qué tal mi esposo en la intimidad contigo, Sara?"
Sara se puso pálida y no supo cómo reaccionar. Jessi continuó: "No te preocupes, no me molesta, de hecho me excita saber cómo mi marido está con otra persona. Lo que me molesta es no haber sido invitada". Sara solamente rió nerviosa, demostrando no sorprenderse tanto al saber que yo permitía a Jessi tener relaciones con otros hombres.
Finalmente, Sara logró articular palabras para disculparse y explicar que cedió a sus deseos, dejándose llevar por la situación del momento. Jessi le propuso continuar la fiesta en otro lugar más animado.
Nos dirigimos a otro bar con más ambiente y música para bailar. La fiesta continuó y terminamos bastante ebrios. Ya eran las 3 de la madrugada y decidimos buscar una taquería para continuar con la noche.
Después de la cena, llevamos a Sara a su hogar. Al llegar, ella nos invitó a pasar y tomar una copa más. Jessi declinó la oferta, ya que tenía ganas de regresar a casa para disfrutar conmigo. Sara propuso entonces que las tres disfrutaran juntas en su casa. Jessi, sorprendida, salió del automóvil y le preguntó directamente: ¿Estás segura? Sara tomó el rostro de Jessi entre sus manos y le dio un beso. Jessi respondió colocando su mano en el trasero de Sara. Al finalizar el beso, Sara se disculpó por aquella ocasión en la que dejó sus bragas en el auto de Daniel, solo quería ser atrevida y ponerlo nervioso. Sinceramente, no pensé que nos descubrirías tan pronto.
Los tres entramos a su casa y nos besamos los tres en la sala, luego nos dirigimos a la habitación donde empezamos a practicar sexo oral. Yo estimulaba la vagina de Sara, mientras Jessi me practicaba sexo oral a mí. Decidí tomar el control en esta ocasión y ser dominante. Así que tomé a Jessi del cabello, la aparté de mi miembro, la acerqué hacia mí y le dije que esa noche ella sería nuestra sumisa. Acto seguido, la besé apasionadamente y con tono de autoridad le ordené que le chupara los pechos a mi chica. Jessi procedió a meterse los pechos de Sara en la boca y a succionar sus pezones hasta dejarles chupetones. Mientras tanto, yo continuaba con la estimulación oral y Sara alcanzó su primer orgasmo, provocando que me llenara la boca con sus fluidos.
Estaba a punto de ponerme un preservativo para penetrarla, pero Sara me detuvo. La puse en posición de cuatro y comencé a penetrar su vagina, mientras Jessi nos observaba y se masturbaba. Le pedí que estimulara el ano de Sara, ya que a mi chica le gustaba por ahí.
Jessi dejaba caer saliva en el ano de Sara mientras yo la penetraba. Pronto, introdujo un dedo, seguido de otros, hasta tener cuatro dedos en el interior, sintiendo cómo rozaban mi miembro por dentro. Sara tuvo otro orgasmo y quedé listo para penetrar su ano.
Coloqué a Sara boca arriba y levanté sus piernas para comenzar a penetrar su delicioso trasero. A pesar de no ser la posición más cómoda para el sexo anal, quería disfrutar de la visión mientras Jessi estimulaba la vagina de Sara. Inicié la penetración lentamente y, al notar que estaba menos tensa que la primera vez, me adentré por completo de una vez. Comprendí aquello como una señal para ser más enérgico y comencé a penetrarla con fuerza. Jessi estimulaba su clítoris y penetraba la vagina de mi amante con sus dedos, logrando introducir los cuatro dedos.
Continué con la penetración intensa, intercalando para que Jessi me practicara sexo oral y luego volviera a introducir mi miembro en el ano de Sara.
Cambiamos nuevamente de posición y Sara se colocó encima de mí, volviendo a introducir mi miembro en su ano. Me dio fuertes y rápidos movimientos mientras Jessi colocaba su vagina en mi rostro. El placer que experimenté me llevó a eyacular en su trasero. Luego pedí a Jessi que limpiara con su boca el semen de Sara, quien se colocó en posición de cuatro para dejarse lamer. Entre gemidos, le solicitó que introdujera sus dedos en su vagina, hasta colocarle la mano entera. Observé excitado cómo Jessi introducía toda su mano hasta la muñeca en la vagina de Sara, generándome nuevamente excitación. Coloqué mi miembro en la boca de Sara, quien comenzó a practicar sexo oral hasta la garganta. Ambas gemían de placer, mientras Sara tenía la vagina lo suficientemente dilatada como para que la mano de Jessi entrara con facilidad. Al llegar al clímax simultáneamente, eyaculé en la boca de Sara, quien, a su vez, le brindó a Jessi una eyaculación a chorro en su rostro. Finalmente, exhaustos, nos acostamos desnudos los tres, con Sara en medio que me dio un tierno beso, mientras mi esposa la abrazaba y jugaba con sus pezones.
Al día siguiente, los tres nos duchamos, desayunamos y Jessi y yo regresamos a casa. En el trabajo, Sara y yo nos mirábamos de manera distinta, me buscaba a solas y acariciaba mi miembro sobre los pantalones, pidiéndome repetir la experiencia.
Durante más de un año, Jessi y yo alternamos semanas para tener tríos con Sara u Oscar, o yo me citaba a solas con Sara mientras mi esposa estaba con Oscar. Intentamos organizar una orgía, pero Sara se negó, argumentando que estar con tres personas era demasiado intimidante para ella. Para ella, la singular relación entre mi esposa y yo ya superaba muchas barreras, por lo que por el momento era suficiente.
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