Les contaré la historia de cómo una compañera de trabajo finalizó realizándome sexo oral en el entorno laboral. Yo contaba con 33 años, mientras que ella tenía 22. Todo se originó durante la celebración de fin de año de la empresa, la cual corresponde a una agencia de publicidad.
A pesar de no ser muy fanático de las fiestas, aquella ocasión estaba resultando sumamente agradable. Bailaba en grupo, disfrutaba de algunas bebidas y me divertía. En determinado momento de la noche, una colega con la que apenas había interactuado se aproximó para bailar conmigo de manera sugestiva, rozando sus caderas contra mi entrepierna y anhelando que nos besáramos cuando quedábamos frente a frente.
Antes de la fiesta, esta chica me había agregado a su lista de contactos en Instagram, despertando en mí cierto deseo. En esta red social, solía compartir fotografías luciendo bikini. Poseía un rostro encantador, ojos claros y una apariencia similar a la de una estudiante, con su largo cabello castaño y unos pechos de tamaño mediano que sabía realzar para que parecieran un tanto más grandes.
En dicho evento, opté por no actuar, ya que no deseaba convertirme en el cotilleo de la oficina. Además, tenía pareja y prefería mantenerlo en secreto. No obstante, comencé a coquetear con ella en las redes sociales, reaccionando a sus historias de Instagram y enviando mensajes como "luces preciosa" o "te ves estupenda". Correspondiendo a este juego, ella empezó a hacer lo mismo, aunque en la oficina tratábamos de disimularlo.
De vez en cuando salíamos a almorzar juntos o a hacer compras, aprovechando que nuestra oficina se encontraba en un séptimo piso y siempre usábamos el ascensor. En una de estas salidas, propuse descender por las escaleras con el pretexto de hacer ejercicio. A pesar de que casi nadie las utilizaba, accedió. En un punto en el que nos sentíamos solos, la tomé del brazo y la besé. Aunque se sorprendió, no se resistió al beso.
A partir de ese momento, nuestras conversaciones adquirieron un tono más sugerente. La elogiaba cuando vestía prendas provocativas, como faldas o blusas escotadas. Hasta que un día, surgió el tema de los lugares donde habíamos mantenido relaciones sexuales, lo cual me llevó a sugerirle la idea de intimar en los baños de la oficina. A pesar de tener novio y dudar al principio, logré persuadirla tras insistir un poco. Acordamos llegar temprano a la oficina, en un horario en el que el edificio se encontraba prácticamente desierto.
Al llegar primero, le pedí que entrara al primer baño de hombres, donde la esperaría. Tras unos minutos, escuché cómo alguien ingresaba. Retiré el pestillo y abrí la puerta: ella estaba de pie, frente a la puerta del cubículo, un tanto nerviosa. Me saludó como si nada ocurriera y la conduje hacia el interior, cerrando con el pestillo. Comencé a besarla y ella se dejaba llevar, rodeándome la cintura. Vestía una blusa roja que se ataba al frente con un nudo, dejando entrever un sostén negro bajo la luz del baño, además de un jean casi blanco y zapatillas.
Desaté el nudo de su blusa y contemplé sus senos a través del sostén, realmente hermosos. Intenté desnudarla, pero se resistió, mostrando cierto temor.
"No, me preocupa que nos descubran", expresó con frustración, pues estaba muy excitado.
"Tranquila, a esta hora nadie entra", le respondí para calmarla, aunque su miedo persistía.
Bajé ligeramente su sostén para dejar al descubierto sus pechos. Eran realmente hermosos, sostenidos por la prenda en un tono café, acorde a su tez blanca. Me incliné para besarlos, mientras ella posaba sus manos en mi cabeza con cierta presión. La situación estaba alcanzando un nivel de excitación inevitable.
Se movió un poco hacia su cuerpo. En ese instante escuchamos la entrada de alguien al baño, lo que la dejó helada y nos mantuvo inmóviles. Esa persona se situó frente a la puerta de nuestro cubículo, se lavó las manos rápidamente y se retiró.
- En serio, no puedo, me da mucho miedo - Susurró con temor.
- Nadie nos descubrirá, confía en mí, te deseo mucho, mírame - Indiqué señalando mi entrepierna donde se notaba mi erección.
- Tengo una idea - Respondió ella con tranquilidad, como si estuviéramos resolviendo un problema laboral. - Te haré sexo oral, pero no consumaremos aquí, me pone muy nerviosa - A mí me encanta el sexo oral, así que acepté el trato sin dudarlo.
La tapa del retrete estaba cerrada, ella se sentó y comenzó a desabrochar mi pantalón con rapidez, bajó un poco la prenda interior liberando mi pene frente a su rostro. Lo agarró con su mano derecha y lo acarició de adelante hacia atrás, como una preparación antes de introducirlo en su boca.
Me miró mientras lo estimulaba, se mordió el labio pero guardó silencio, recorrió con su lengua el tronco de mi pene antes de succionarlo, ayudándose con sus manos para masajearlo mientras lo chupaba con cuidado y sin hacer ruido, podía sentir su lengua húmeda rozándolo.
Mientras lo hacía, permanecía atenta a lo que ocurría a nuestro alrededor, notaba su temor a ser descubiertos. Coloqué mis manos sobre su cabeza, acariciándola suavemente, me gusta sentir su cabello mientras me lo chupa, en ocasiones lo sacaba para masturbarme con mayor intensidad y luego volvía a introducirlo en su boca para sumar la humedad de sus labios al suave masaje. La excitación era evidente, ver su rostro angelical succionando mi miembro me resultaba increíble, me esforcé por no hacer ruido.
Luego de varios minutos, incrementó el ritmo y entendí que buscaba mi orgasmo, así que me enfoqué en llegar al clímax.
- ¿Puedo eyacular en tu boca? - Consulté para no incomodarla.
- Sí, adelante - Respondió con sus manos en mi pene para posteriormente seguir su labor de estimulación.
Apoyado en la división metálica del baño, estaba a punto de liberar mi semen, ella continuaba con la succión. Comencé a sentir las pulsaciones de mi pene vaciándose en su boca, ella detuvo la acción, pero no retiró su boca hasta asegurarse de haber recibido toda mi excitación. Cuando mi erección comenzó a desvanecerse, retiró su boca y nos dimos un beso, ella no había ingerido el semen aún, sus labios brillaban con la mezcla de su saliva y mi esperma. Levantó la tapa del inodoro y escupió el contenido (hubiese preferido que se lo tragara). Acomodó su sostén y blusa, mientras yo limpiaba mi miembro con papel. Guardé mi pene y me acomodé.
Salí primero para asegurarme de que no había nadie cerca, le escribí por WhatsApp para que saliera con tranquilidad, ese día se convirtió en uno de los más gratificantes en la oficina.
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