Soy conocida como Estefany, y pronto voy a enfrentar mi prueba final. Los nervios están muy presentes. A pesar de todo el tiempo que invertí en estudiar, seguía sintiendo un gran miedo al fracaso. Al comentarlo con mis compañeros, noté que ellos también estaban igual de nerviosos o incluso más. Días antes del examen, organizamos un grupo de estudio con algunos compañeros con los que nos ayudamos mutuamente, repasando juntos los temas, apoyándonos en los momentos de tensión y distrayéndonos a veces con charlas que nos alejaban de la presión del estudio.
En una de esas charlas sobre temas triviales, un amigo mencionó un rumor acerca de una chica del año anterior, que a pesar de ser considerada una mala estudiante, logró aprobar con una excelente nota. Se decía que el profesor que tomaba el examen le había filtrado las preguntas el día anterior a cambio de dinero o favores sexuales. Entre risas y comentarios, un amigo me hizo un comentario.
Deberías hablar con el profesor y convencerlo de alguna manera -dijo bromeando.
Cabe destacar que tengo un físico delgado, sin grandes atributos físicos, pero con unas nalgas tonificadas gracias al gimnasio. Mi cabello es oscuro y mi piel de tono intermedio. Entre el grupo, era considerada la más amigable y, según algunos, la más "liberal". Por lo tanto, era natural que la broma cayera sobre mí.
Esa noche, con solo cinco días para el examen, me costaba conciliar el sueño. La ansiedad de no saber si aprobaría o no era abrumadora. Finalmente logré dormir unas pocas horas antes de despertar de repente debido a un sueño. En él, me veía bailando de manera sensual en lencería negra, acercándome a alguien cuya cara no podía distinguir, hasta que me di cuenta de que era mi profesor, ante quien tendría que rendir mi examen. Al despertar, reflexioné sobre el sueño y su relación con el comentario anterior, llegando a la desconcertante conclusión de que me había afectado más de lo esperado. Al acostarme nuevamente, noté que estaba muy excitada, al punto de haber tenido un pequeño orgasmo durante el sueño. Resultaba peculiar que un sueño con mi profesor, sin sentir atracción por él en la vida real, me generara tal reacción.
Al día siguiente, no podía sacarme de la cabeza ni el sueño ni la excitación del mismo. Incluso me descubrí distraída en momentos, incapaz de concentrarme. ¿Cómo era posible que mi mente me llevara a esos pensamientos, más aún con un hombre de entre 50 y 60 años, canoso y con barriga? Siempre me habían atraído personas de mi edad o un poco mayores, atléticas y con cabello claro, por lo que me inquietaba fantasear con alguien tan distinto a mis gustos habituales. La situación me resultaba incómoda y me resistía a aceptar que pensar en ese hombre me provocara excitación.
A un día del examen, apenas pude estudiar durante el día. La combinación del sueño erótico y el estrés acumulado impedía que me concentrara. Al intentar dormir, mi mente volvía una y otra vez al profesor.
¿Qué tamaño tendrá su miembro?
¿Será grueso, será
Podrá resultar extensa, o quizás breve.
¿Estará podado el jardín?
Dado que me planteaba esos cuestionamientos tontos, no es como si tuviera intenciones de intentar algo con él, ¿cierto? y sería bastante perjudicial si lograra aprobar mediante otros métodos. No me refiero a cambiar mi nota por acostarme con él, sino tal vez persuadirlo para que me facilite las preguntas del examen. Al fin y al cabo, no sería hacer trampa, solo estaría buscando otro espacio para estudiar.
******************
Buen día, Profesor - Dije al ingresar al aula donde solía estar durante los momentos libres.
¿Cómo estás, Estefanía? - Me respondió mientras golpeaba dos veces el asiento que estaba a su lado, indicándome que tomara asiento allí.
Tomé lugar a su lado y empezamos una conversación banal por unos minutos, finalizando con él preguntándome sobre cómo iba mi preparación para su examen. Le expliqué las dificultades que tenía, obviamente omitiendo las distracciones más allá del sueño erótico.
No sé si sería posible que me indiques alguna pregunta que pueda estar en el examen - Dije en un tono humilde y tímido.
Puedes estudiar, todas las respuestas están en tus manos - Respondió con tono burlón.
Comenzamos un debate constante entre los dos, intentando persuadirnos en vano. Así estábamos cuando él se levantó del asiento y señaló que era hora de retirarse. Nuevamente, mientras iba hacia su vehículo, le suplicaba. Cuando llegamos a su automóvil, le dije:
Profe, juro que no me bajaré de su auto hasta convencerlo - Dije medio en serio, medio en tono de broma.
A ver, Estefanía, ¿por qué tanta insistencia? Entiendo que estés nerviosa y que sea complicado, pero no puedo acceder a tu petición - Respondió con seriedad.
En mi mente surgió la idea de qué pasaría si intentaba seducirlo. Entre nervios y emociones, me lancé a la acción. Hice un gesto de niña regañada y, mientras bajaba un poco el cuello de mi camiseta mostrando claramente el tirante de mi sostén, le dije:
De verdad no hay manera de que me ayude, haga algo por favor y yo puedo hacer otro por usted.
En ese momento, vi cómo se abrieron sus ojos y, entre nerviosismo por la situación, ya sea por escapar de ella o por ver una oportunidad, tartamudeó.
Bueno, ven a visitarme a mi casa esta tarde después de las 5:30, y allí discutimos.
Anoté en un papel su dirección como pude y se lo entregué con su mano notablemente sudada.
***************
Pasan las horas y es momento de visitarlo. Me puse unos pantalones blancos ajustados y un top negro. Quería lucir audaz, pero sin parecer vulgar. Mi intención no era tener un encuentro físico, sino seducirlo hasta que aceptara darme las respuestas. Llegué a su casa y me invitó a entrar, ofreciéndome un café, el cual acepté con una cálida sonrisa. Después de un rato de charla casual y vacía, finalmente abordamos el tema que realmente nos interesaba.
Sabes que para mí es imposible proporcionarte las respuestas del examen, sería injusto para tus compañeros y para ti, que tienes la obligación de aprender - Intentaba explicarme de la manera más afectuosa y calmada posible.
De verdad, ¿no hay forma de que pueda cambiarte de opinión? - Dije mientras recostaba mi cuerpo en la mesa, mostrándole una vista completa de mis pechos presionados por el top.
Su mirada se fijó completamente en mi pecho, y era evidente su morbo e interés. Toda esta situación que me presentaba como una provocadora lanzada me excitó y definitivamente encendió mi entrepierna. No pude resistir más, la tentación y la situación pesaron más, ya no me importaba cómo me vería después, y me lancé hacia él dándole un apasionado beso e invadiendo totalmente su boca con mi lengua, mientras mi mano se aventuraba a acariciar su entrepierna por encima del pantalón.
Nos pusimos de pie manteniendo el beso, y me empujó suavemente contra la pared más cercana, mientras mi mano seguía presionando, cada vez con más fuerza, su entrepierna, y él comenzó a apoyar sus manos en mi trasero.
En un principio solamente roza y palpa, sin embargo, a medida que transcurren los segundos, la presión se intensifica y comienza a apretar e incluso a empujar mi cuerpo contra el suyo, provocando pequeños choques entre nuestras caderas.
No sabría precisar si fue cuestión de unos segundos o varios minutos, simplemente diré que después de un buen rato así, toma mi mano y me lleva a su sillón. Se sienta y yo me ubico sobre sus piernas mirándolo. Continuamos un tiempo más entre besos, sus manos presionando y jugueteando con mis glúteos, mientras me muevo sobre él.
Entonces, ¿obtuve las respuestas del examen? -pregunté con un hilillo de saliva aún uniendo su boca y la mía.
Podrías ganártelas si haces algo ahí abajo -me dijo entre jadeos producto del momento.
Como pude, mientras aún estaba encima suyo, desabroché su pantalón, y al complicarse la maniobra, me agaché y me situé de rodillas. De un tirón bajó tanto el pantalón como la ropa interior, su miembro salió disparado acompañado de un líquido viscoso revelando su excitación, además de algunos vellos púbicos canosos. Normalmente suelo ver penes depilados, aunque comprendo que tal vez no sea una práctica común en personas mayores. Sin perder mucho tiempo, comencé a masturbarlo. Moviendo arriba y abajo su miembro no circuncidado, cada vez más rápido, mientras observaba su rostro, el cual luchaba por mantener la compostura y no sucumbir a sus emociones. Después de unos pocos minutos con mis manos en ese ritmo agresivo, me detuvo, una mano apoyada en mi frente y la otra frenando mi mano, considerando que para ese punto mi acción ya era intensa, dejando su glande y parte de su tronco expuestos.
Tranquila amor, si continúas así no podré disfrutar lo que realmente deseo -dijo excitado.
¿Y qué es lo que deseas disfrutar? -pregunté mirándolo a los ojos.
Tu boca -respondió.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro, y sin decir más, introduje casi de una vez y sin vacilar su miembro completo en mi boca. No siendo una experta en ese campo, era un miembro un poco más corto que la media pero definitivamente más grueso. Pronto agarró mi nuca, dirigiendo el ritmo de mis movimientos al sacarlo y volver a introducirlo en su miembro. Lo disfrutaba, en ocasiones dejaba salir todo su tronco, dejando solamente su cabeza en mi boca, para luego introducirlo completo de nuevo. Al sentir que estaba cerca de eyacular y liberar su líquido, lo retiré por completo, guardando unos breves instantes de pausa. Escuchando su respiración agitada, me di cuenta de que había descansado lo suficiente.
Nuevamente introduje su miembro entre mis labios, pero esta vez solo manteniendo la cabeza dentro. Intentó sujetar mi nuca para volver a controlar el ritmo, pero aparté su mano, siendo yo quien tomaba las riendas en esta situación. Coloqué su cabeza en mi mejilla y comencé a mover mi cabeza de forma lateral, empujando su miembro contra mi cara. Estaba segura de que la imagen que tenía ante sus ojos sería parecida al gesto infantil de simular tener algo en la boca mientras empujan con la lengua la mejilla, haciendo referencia a una felación. Esa era precisamente la imagen que quería transmitir. Pronto escuchaba el sonido húmedo de su miembro rodeado de saliva. Con el tiempo, mi cuello comenzó a cansarse por la posición en diagonal que debía mantener para realizar esa acción, así que me retiré momentáneamente.
Al volver a dirigir mi mirada a su rostro, me encontré con una expresión fatigada, un tono rojizo en su piel y claramente empapado en sudor como si hubiera estado haciendo ejercicio. Me sentí satisfecha, no tanto por estar practicando sexo oral con mi profesor (lo cual en parte me generaba cierto grado de satisfacción) sino porque aquel hombre de apariencia formal y seria, estaba completamente desarmado y vencido.
Por mi parte, llegó el momento de poner fin, dar el golpe final.
Tiré de la piel que cubría su pene no circuncidado hacia atrás, exponiendo completamente la punta. Escuchaba un gemido que no sabía si era una expresión de dolor o placer. Sus ojos estaban fuertemente cerrados y sus labios apretados, como si intentaran contener un grito. Comencé a masajear sus testículos con una mano, y con la otra empecé a masturbarlo con más intensidad. Luego introduje por completo la cabeza descubierta en mi boca y con la lengua toqué delicadamente la punta. Intentaba sofocar sus gemidos con sonidos guturales, pero a este punto ya había fallado, casi gritaba frases como:
¡Oh, Dios!
¡Maldición!
Finalmente, me empujó poniendo su mano en mi frente y dijo:
Estefany, me estoy corriendo.
Me retiré con una sonrisa en mi rostro y de repente, su líquido blanco y espeso salpicó mi cara, cayendo en mi mejilla, nariz, boca y un poco en la tela de mi crop top. Después de un largo suspiro por su parte, volvimos a cruzar miradas. Con una sonrisa coqueta, limpié algunas gotas cerca de mi boca con mi dedo limpio. Luego, dirigí ese dedo untado a mi boca y comencé a chuparlo sin apartar la mirada.
*****************
Es hora del tan esperado examen, me siento segura. Repasé una y otra vez las respuestas que el profesor me proporcionó, las memoricé según cada pregunta que supuestamente vendría. Puede que sea egoísta, pero no compartí estas respuestas con nadie. Sabía que si mostraba las respuestas a un amigo, surgirían preguntas sobre cómo las obtuve. No puedo arriesgarme a que alguien siquiera sospeche lo que hice. Prefiero guardar silencio en lugar de inventar excusas creíbles.
Recibo el examen, escribo mi nombre y al comenzar a responder las preguntas, casi me quedo pálida.
¿Está todo bien, señorita? -dice el profesor con una sonrisa cómplice en su rostro.
Sí, solo son nervios -respondo, apenas ocultando mi enojo.
El desgraciado puso un examen diferente al que me dio. Es imposible reclamar. ¿A quién puedo quejarme? Si abro la boca, seré la despreciada del salón.
Otros relatos que te gustará leer