Saludos a todos los lectores, hoy relataré por primera vez mis vivencias como amante de una persona comprometida, ya que en anteriores escritos he compartido fragmentos de mi vida privada que difieren bastante de esta experiencia. Nos centraremos en el tema del cornudo, el cual también ha sido parte de mi trayectoria.
Hace unos años, antes de contraer matrimonio, me desenvolvía en mis aventuras clandestinas (que pueden revisar en mis relatos anteriores), y por casualidad descubrí una plataforma de intercambio de parejas a la que me uní, compartí algunas fotos y creé un perfil en busca de parejas. Para mi sorpresa, en poco tiempo fui contactado por una pareja de la ciudad de Valencia en Venezuela, interesada en mí. Sin dudarlo, acepté su propuesta y viajé desde Caracas para conocerlos.
En aquel entonces rondaba los 23 años, al llegar al lugar donde cenaríamos, me encontré con una pareja considerablemente mayor que yo: ella rondaba los 45 años y él unos 50. La mujer era hermosa, con cabello casi rubio y mechas, piel bronceada, grandes senos, piernas esbeltas y un gran trasero. Lucía sumamente elegante y su fragancia era exquisita, en cambio, el caballero, aunque también elegante, estaba un poco pasado de peso, pero no se comparaba con ella en absoluto.
Mientras cenábamos y tomábamos vino, conversamos sobre sus deseos. Fueron muy abiertos, especialmente el hombre, que era el más conversador. Por su parte, ella era un tanto más reservada, limitándose a gestos y risas, sin expresarse mucho verbalmente. En resumen, la conversación giró en torno a que él había tenido problemas de impotencia, y aunque ella lo comprendía y no le recriminaba nada, habían discutido la posibilidad de que ella estuviera con otros hombres para que pudiera seguir disfrutando de su sexualidad, con la condición de que él estuviera presente y todo fuera con su consentimiento. Hasta ese momento, no habían llevado a cabo esa fantasía y estaban en busca de un compañero para dar el primer paso.
Entre otras cosas, mencionaron que ella no estaba completamente segura de llevarlo a cabo, pues era su esposo y el padre de sus hijos, y temía que su matrimonio se viera afectado por dichos encuentros. Sin embargo, dependiendo de la situación, estaría dispuesta a intentarlo, aunque le resultaba doloroso, ya que llevaban más de 25 años de casados y nunca había estado con otro hombre. Fue una conversación sumamente franca y profunda, dado que depositaron su confianza en mí, y yo me sentía fascinado de ser el elegido potencial.
Hasta ese momento todo marchaba bien, pero ocurrió algo que cambió mi percepción de la situación. El esposo fue al baño, y su esposa se acercó a mí diciendo: "Mi esposo es inútil, nunca ha servido para nada. Si vas a hacer el amor conmigo, hazlo bien, porque lo necesito y seré tuya cada vez que lo desees". Tras estas palabras, regresó el esposo y era hora de partir.
El hombre agradeció mi presencia y mencionó que me contactarían para coordinar el encuentro. Expresé que venía de otra ciudad y necesitaba hospedarme en un hotel, pensando erróneamente que me quedaría con ellos. El caballero consideró que era muy pronto, pues apenas nos conocíamos, mientras que la mujer propuso: "Acompañémoslo al hotel". Se miraron y nos dirigimos al alojamiento.
Al llegar al hotel, el hombre se desnudó por completo, se sentó frente al televisor en una silla, dándonos la espalda a la cama como si no quisiera observar nada, y expresó: "Hagan lo que tengan que hacer, pero nada de prácticas anales".
Comenzamos a besarnos y desvestirnos, mientras disfrutábamos mutuamente. Tras acariciar sus senos, bajé para estimular su zona íntima, provocando gemidos y movimientos frenéticos en ella. Posteriormente, nos entregamos al placer en una posición 69, donde percibíamos sus arcadas y los gemidos de ambos, ya que nos entregamos a la pasión de darnos placer mutuo.
y lamiéndonos el trasero mutuamente, realmente el hombre no miraba hacia ningún lado, su actitud era impresionante mientras la mujer se desataba conmigo en un encuentro sensual.
Ella se recostó y, abriendo las piernas, le dijo a su esposo "mira cómo otro hombre me posee", él no se volteó y simplemente dijo "nada de anal".
Pareció como si el diablo hubiera entrado en mi mente y, en lugar de dirigir mi pene hacia su vagina, lo apoyé en su orificio trasero. Ella me miró y negó con la cabeza, así que procedí a introducirlo en su vagina. Tuvimos un momento agradable en esa posición, acompañado de besos y mucho sudor, mientras el esposo quería que ella le narrara todo lo que sucedía, pero sin ver nada. Por ejemplo, ella le decía "me está penetrando con las piernas abiertas", "ahora me voy a sentar encima", "lo voy a lamer". Parecía que él quería saberlo todo, pero no se atrevía a mirarla.
Al ponerla en posición de cuatro, ella me susurró al oído "si quieres, puedes quitarte el preservativo y eyacular dentro de mí, pero es un secreto". Eso me excitó mucho, pero lo primero que pensé fue que ella quería quedar embarazada. Entonces, sin preservativo, en lugar de apuntar a su vagina, volví a colocarlo en su trasero. Ella giró un poco la cabeza y cerró suavemente los ojos, mientras yo empujaba con fuerza y se lo introducía por completo, provocando que ella lanzara un grito desgarrador. En ese momento, el hombre regordete se levantó molesto diciendo "nada por detrás", mientras yo seguía penetrándola en esa posición. Ellos comenzaron a conversar y me di cuenta de que el hombre tenía un pene realmente pequeño y no estaba erecto.
Él: ¿Por qué le permites el trasero, perra?
Ella: No se lo permití, papito, él lo tomó (mientras continuaba con las embestidas fuertes)
Él: Pero yo nunca te he penetrado
Ella: Tranquilo, amor, mi trasero es tuyo
Yo soy tuyo
Mi trasero es tuyo
Yo soy tuyo
Mi trasero es tuyo
Yo soy tuyo
Expresaba cada vez más fuerte mientras miraba fijamente al esposo aguantando el dolor de la penetración que le estaba dando. Fue muy excitante hasta que eyaculé, dejando su trasero lleno de mi semen ante los ojos de su esposo, quien jamás la había penetrado de esa manera.
Después de terminar, los tres conversamos y el hombre confesó que siempre había tenido una erección muy débil y que, aunque lo habían intentado en ocasiones, nunca pudieron tener sexo anal. Sinceramente, para él era algo humillante, pero en la conversación que tuvimos se abrió mucho y comprendió que su mujer lo necesitaba. Ella confesó que nunca lo había hecho por detrás, pero que le había encantado esa primera vez, aunque le dolía. "Obviamente era más atrevida de lo que su esposo imaginaba y estoy seguro de que no era la primera vez", pensé... Después de un rato, le pidió a su esposo poder hacerlo de nuevo por detrás antes de que me fuera, y que él intentara por delante, proponiendo una doble penetración.
Entonces, se sentó sobre mí dándome la espalda y clavando mi pene en su trasero, mientras el hombre lograba levantar un poco su miembro y lo introducía en su vagina. Así estuvimos por un largo rato hasta que él eyaculó y la llenó de semen. Posteriormente, la puse boca abajo y continué con fuerza para dejar una vez más ese maravilloso trasero ajeno lleno de mi semen que nunca olvidaría.
Después de ese encuentro, mantuvimos contacto telefónico y por correo electrónico durante un tiempo, pero no volví a verlos.
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