La vivencia


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No me imaginaba suplicándole que me penetrara con tanta urgencia, pero ya no podía resistir más, sus dedos delicados y su hábil lengua hicieron que mi placer no conociera límites.

Soy una mujer con la piel de tono claro, cabello rubio y grandes ojos marrones. Joven de 19 años, confiada en mi belleza y estilo único, disfruto caminar en tacones altos y faldas por encima de las rodillas. Me gusta coquetear y en pocos días comenzará la verdadera aventura de mi vida.

He sido aceptada en la mejor Universidad de Madrid para realizar un posgrado con una beca completa, ¡me mudaré pronto! Una de mis amigas organizará una fiesta de despedida en mi honor en la casa de sus padres, un lugar ideal para la celebración. Todo parecía estar perfectamente planeado.

Llegó el día tan esperado, elegí el vestido más llamativo que pude encontrar, los tacones más altos, arreglé mi cabello, me pinté los labios con el rojo más intenso que tenía. ¿Para qué necesito ropa interior si soy pura feminidad?, pensé, ¡sólo quiero divertirme! Llegué a casa de mi amiga bajo una lluvia torrencial, ¡qué desafío!

Estacionar el auto tan lejos de su casa resultó una decisión acertada, no quería arruinar mi peinado ni mi vestido al bajar del coche o correr con esos enormes tacones, así que solo me quedaba esperar.

Después de 30 minutos de espera, me impacienté y decidí bajarme del auto para refugiarme bajo la marquesina de la entrada de la casa contigua, y en ese preciso momento, él salió por la puerta principal. Su aroma... ¿quién piensa en eso al ver a un hombre de la edad de mi padre?

Mi corazón latía con fuerza y me quedé atrapada en su mirada, unos ojos color miel que parecían hipnotizarme. "-¿A dónde vas con esos labios tan pintados y ese vestido, niña? ¿Quieres pasar?" Decidí en mi mente que NO.

"-¿SÍ?" Respondí, ¿no le importará? - "Qué tontería, pasa, pasa, niña." - "Niña... no soy una niña", pensé. "No soy tan joven". Mis pensamientos eran un torbellino de confusión. Nada tenía sentido en ese momento.

Su risa resonó y sus ojos me miraron con ternura mientras me ofrecía una toalla para secarme, sin cruzar miradas, sus movimientos eran suaves y diligentes, trayendo primero una jarra con té y una taza, luego una manta. "Tranquila, aquí puedes quedarte hasta que pase la lluvia, chamaca".

En mi mente reinó el silencio durante unas horas y decidí quedarme donde estaba; después de todo, seguía lloviendo intensamente y él me había ofrecido su hospitalidad.

"Parece que las horas vuelan", mencionó cuando desperté en el sofá, sin recordar haberme cubierto con la manta. "¿Qué hora es?", pregunté...

"Tranquila, son las 10 de la noche, es temprano y la lluvia sigue, ¿dónde planeas ir?"

"¿Ir con mis vecinos? Es mi fiesta de despedida, pero ya no sé si quiero ir. Me siento cómoda aquí".

"Está bien. Toma la sombrilla y ve, es solo lluvia, niña."

Cansada de que me llamara niña, no pude soportarlo una vez más y le aclaré: "¡No soy una niña!"

Finalmente me miró, me observó detenidamente de arriba abajo en cuestión de segundos, con curiosidad absoluta. Le pedí disculpas, me sentí alterada.

"Tranquila, para mis ojos eres joven, pero no era mi intención ofenderte. Ve y diviértete, te ves especialmente hermosa". Interrumpí: "¿Te gusto?" No respondió, tomó la sombrilla y me la entregó, entonces experimenté por primera vez el calor de sus manos.

Unas manos suaves, firmes y varoniles a la vez, tibias, propias de un hombre completo.

Su aliento, su esencia... me sentía como una hembra frente a su macho, la sangre me hervía, no entendía lo que me estaba sucediendo. Su mirada hacia mí era tierna y...

Me negaba a ser observada de esa forma, mi interior se desafiaba.

Sin dudarlo, desvié la mirada y busqué colocar mi mano sobre su miembro, allí, encima de su pantalón. Él suavemente la situó en el lugar correcto, ¡qué brusco!

- ¿Qué sucede, mi niña? ¿Acaso el lugar donde buscas lo que deseas no es aquí? Tócame, ven - colocando mi mano en su miembro, pude sentir claramente cómo crecía. Se ponía firme cada vez más. Temblando, intenté besar desesperadamente su boca. Torpe, brusca mi boca, me sentía abrumada y completamente excitada.

Tomó mi rostro con ambas manos, me miró a los ojos, me acercó a su boca y susurró: - Shhh, tranquila, así es - y por primera vez abrió mis labios con los suyos, calmado, suave, y lentamente introdujo su lengua en mi boca, explorando cada rincón. Escuchaba cómo escapaban mis gemidos, comencé a sentir algo muy cálido en mi entrepierna; recordé que no llevaba puestas las bragas.

Instintivamente me aparté de él, - ¿Estás bien? -me preguntó- ¿Quieres que me detenga?

Llevé mi mano a mi entrepierna y le dije: - Estoy mojada, pues no llevo bragas. Ya no sé qué hacer.

Tranquila, me dijo. Vete, antes de que pase algo más. Supongo que te sentirás más tranquila.

¿Tú, tú quieres que me marche?

Tomó mis manos, besó mi frente, me cargó y nos sentó en el sofá, -Sabes, eres muy hermosa, todo a tu alrededor es muy bello, eres perfecta. Podría hacer contigo lo que quisiera si tú lo permitieras. Pero no soy un hombre cruel y no mereces que un anciano como yo te haga perder tu virginidad de esta manera.

Me tomó de la cara y besándome sin descanso replicó - Aunque ese vestido azul te delata y no puedes ocultar lo excitada que estás, vamos a lavarlo.

Automáticamente levanté los brazos siguiendo su petición, él los bajó con ternura; deslizó lentamente la cremallera del vestido revelando mis hombros y mi pecho, sentí cómo su miembro se endurecía al descubrir mis pezones, su mirada cambió. Comenzó a mirarme como yo quería, como a una mujer.

Me atrapó por la cintura mientras su lengua recorría las curvas que dejaba al descubierto, mis pechos lo enloquecieron y comenzó a mordisquearlos, sentí cómo su calor subía, lo supe por el calor de su boca. De repente me besó apasionadamente y solo sentí su miembro dentro de mí. Ese beso profundo me desconcertó tanto que solo pude reaccionar cuando sentí algo en mi interior. Grité tan fuerte, tan fuerte que perdí el control de mí misma, solo sentía sus manos aferrándome la cintura con la fuerza y el ritmo precisos mientras me poseía.

Entraba y salía de mi, yo saltaba en su vientre y clavé mi mirada en la suya, mientras le reclamaba: - ¿Te duele, te gusta, cariño?

-Sí, sí me gusta- no dejaba de observarme tiernamente mientras embestía mi vagina salvajemente, me atrapó la lengua y me embestía cada vez más rápido con su miembro, solo sentía sus testículos chocando contra mi sexo, era increíblemente intenso.

Cuando empecé a sofocarme se detuvo bruscamente penetrándome profundamente -Ven, mi niña, quiero saborearte - me tumbó en segundos, empezó a estimular mi clítoris de arriba abajo. Experimenté por primera vez un orgasmo, estallé en su rostro y él seguía estimulándome mientras murmuraba -Así, mi amor, déjate ir, moja, deséame como una mujer.

¿Quieres probar? No me dio oportunidad de responder, tomó mis fluidos con su mano grande y los esparció en su miembro, luego gentilmente me lo colocó en la boca. -Chúpalo, mi niña, ábrete - por fin, por fin sentí su dulce y grueso miembro en mi boca, solo pude chupar la punta y la mitad del tronco, era la primera vez que tenía un pene en mi boca.

Torpe pero suavemente pasé la lengua y lo bajé con pasión, hasta que tomé ritmo y empecé a estimularlo intensamente, me detuvo. -Tranquila- besó mis labios - tranquila, así- y tomó mi cabello guiándome mientras continuaba.

Realicé y me asistió para finalmente poder retenerla en mi boca.

Me acercó a sus labios y me introdujo de nuevo, se encontraba encima de mí, mis piernas apenas llegaban a sus hombros. Empezó a embestirme sin parar mientras seguía besándome, no pude contenerme y empecé a tener un orgasmo, temblando incontrolablemente -¡¡detente, por favor detente!!- me alejé con vergüenza.

No soportaba sus risas, no entendía por qué se mofaba de mí, me sentí tan avergonzada que tomé la toalla, sequé mi rostro y comencé a llorar.

¿Lo ves? Te lo dije, ¿quieres irte? ¿O prefieres dormir?

¿Qué hice?

Lo que suelen hacer las mujeres, tener un orgasmo, tonta.

Ya no deseo continuar, parece que te estoy forzando, me haces sentir que te estoy maltratando.

Retírate cuando te sientas confortable. Límpiate y simplemente asegúrate de cerrar el pasillo.

Llevó su ropa y se encerró. Cerró la puerta con fuerza. Me asusté, no sabía qué hacer, así que le supliqué desde la puerta.

Ábreme, no es lo que imaginas, me asusté, es mi primera vez. Por favor, sigue. Estoy bien. ¿Me das una oportunidad, sí?

Continuará.

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