Me levanté temprano preocupada y apesadumbrada, esta noche o mañana Julia debería regresar a su hogar con sus padres. La idea de estar separadas me sumía en una profunda tristeza. Sin embargo, no quedaba más remedio que seguir disfrutando, aunque fuera en una despedida.
Se me ocurrió, para anticiparnos al futuro, llamar a algunos de los chicos de la clase para preparar un asado. Tenía en mente adelantar las condiciones del futuro entre ellos y nosotras. Por supuesto, debía informarle a Julia al respecto. Preparé un delicioso desayuno y me dirigí al dormitorio para despertarla. La encontré sentada llorando. No hacía falta preguntar por qué. Nos abrazamos y lloramos juntas.
Le di unos besos y limpié sus lágrimas con cariño; poco a poco se fue animando y tomamos el desayuno. Le conté mi plan y le pareció bien. Creo que ella compartía mi idea de crear un nuevo espacio para convivir. Rápidamente nos duchamos juntas y nos vestimos para comprar los ingredientes del asado, además de contactar a los chicos.
Salimos al mercado de la esquina caminando y llevábamos puestos shorts ajustados y remeras sin sujetador. Compramos carne, chorizos y queso para la parrilla; lechuga, tomate, cebolla y pepinos para la ensalada.
De regreso, pasamos por una obra en construcción desde donde unos jóvenes albañiles nos gritaron cosas subidas de tono. Nos detuvimos en la entrada de la obra para reír y disfrutar de los piropos. Eran tan atrevidos y entretenidos que no podíamos parar de reír, al punto que nos orinamos y los albañiles lo notaron. Salieron y nos invitaron a entrar para ocultar el percance. Por supuesto que aceptamos.
Nos rodearon y trataron de secarnos con trapos. Despedían un olor a sudor embriagador, con manos fuertes y cuerpos musculosos. Nos toqueteaban las nalgas y frotaban la entrepierna, pero pronto quisieron secarnos los pechos casi expuestos por las remeras. Nosotras les respondimos frotando sus entrepiernas. Calientes como estaban, liberaron sus penes que nosotras chupamos con placer… y ese aroma a transpiración que los hacía deliciosos. Mientras estábamos inclinadas chupando, uno dijo -¡Miren! ¡Compraron pepinos! Nos miramos con Julia, anticipando y consintiendo lo que iba a suceder. Al mismo tiempo nos bajamos los shorts y las tangas. Nos manosearon a placer y nos introdujeron los dedos.
Nos inclinaron sobre unas barandas, con nuestros pechos y nalgas al descubierto. Nos manosearon, a Julia por la vagina y a mí por el trasero, diciendo -Qué olor a orina que despiden… chupen estos dedos impregnados de su meada. Notaron que disfrutábamos. Uno dijo -Abran la boca, putitas- y empezaron a orinar sobre nosotras, pronto otro se les unió. Los otros dos nos orinaron en el trasero.
Así empapadas, nos introdujeron los pepinos en el trasero como si nos estuvieran poseyendo. –Qué golfillas, cómo disfrutan con los pepinos. Lo estábamos gozando al máximo, pero queríamos más. -¡Queremos penes! -grité. Se quedaron inmóviles sin saber cómo reaccionar. Nos giramos y, arrodilladas, les chupamos los penes orinados. Cuando estuvieron erectos, los tomamos de a dos. Julia por delante y detrás, y yo con ambos por detrás, lo que los dejó asombrados y terminaron enseguida.
Nos prestaron unas camisas grandes para poder regresar a casa y nos despidieron con la esperanza de repetir. Ya no habría pepinos para la ensalada.
Todo listo. Los chicos llegaron alrededor de las 12 para preparar el asado. Eran seis: Bernardo, Sebastián, Marcos, Juan, Danilo y Manuel. Para recibirlos, nos pusimos esos bikinis que se atan y apenas cubren los pechos. Entre risas, nos tocaron al saludarnos. Ellos se pusieron sus shorts de baño para estar más cómodos, y todos tenían marcados bultos.
Cenamos alrededor de las 14, todo estaba delicioso. Bernardo me acercó un chorizo entero y me dijo –A ver cómo los disfrutas, mami-. Así lo hice, como si
Si me convirtiera en un pene, mientras Bernardo me obligaba a tragar más. Babee sobre mis pechos mientras me quitaban el chorizo de la boca; Marcos los lamió para secarlos.
-También quiero hacerlo -Dijo Julia, y Sebastián le acercó el embutido a su boca. Julia lo humedeció un poco y, tomando la mano de Sebas, hizo que se lo introdujera en la vagina. Gemía de placer mientras todos se acariciaban. Después de un rato, lo sacó, cortó un trozo y me lo ofreció con el sabor de su intimidad. Todos quisieron probarlo, pero Julia no permitió que nadie lo hiciera.
Ya estábamos todos muy excitados, pero continuamos con la cena, aunque el vino fluía rápidamente. Servimos el postre: merengues de crema y dulce de leche. Estábamos un poco ebrios y divertidos.
Los chicos colocaron sus miembros en la crema y el dulce de los merengues para que nosotras los comiéramos. Esas deliciosas penes endulzadas estaban deliciosas y cada vez más rígidas. Bernardo comenzó a penetrar mi boca, mientras Danilo y Marcos hacían que Julia se tragara sus penes juntos. Los otros tres llenaron nuestros traseros de crema y dulce y empezaron a lamerlos, a estimularnos y estimularse mutuamente.
Estábamos tan lubricadas y con crema que a Sebastián se le ocurrió organizar una competencia entre nosotras para ver quién podía soportar mejor una botella en mi trasero o en la vagina de Julia. Comenzaron con botellas de vino que encajaron perfectamente más allá del cuello; luego continuaron con botellas de champagne con igual resultado. Nosotras disfrutábamos como locas y nos agarrábamos a sus miembros mientras nos penetraban con las botellas, ellos estaban fascinados.
Ampliadas como estábamos, nos tomaron con dos penes juntos en nuestros agujeros; Julia fue más afortunada al recibir un tercero en el trasero, pero yo recibí uno en la boca. Nos llenaron de semen delicioso y viscoso que bebimos y esparcimos por nuestros pechos.
Después de todo, nos tumbamos en el césped para dormitar.
Desperté junto a Sebastián, muy cerca de su pene. Aunque dormido, era grande y me tentó. Estaba sucio y sus testículos sudorosos, el olor y el sabor me excitaban aún más. Los lamí y chupé con su pene en mi cara, al que pronto empecé a succionar. Sebas comenzó a moverse en mi boca -¡Así puta, trágatela toda! -Comenzó a girarse y me puso boca arriba con él penetrándome con fuerza en la boca. Juan se acercó y empezó a lamerme el ano mientras me tocaba. Me introdujo cuatro dedos que me excitaban y luego metió su pene en mi trasero, mientras Sebastián terminaba en mi boca con un fuerte temblor. Ahora Danilo se sentó en mi cara y me obligó a lamerle el ano y a meterle mi lengua, mientras lo masturbaba. Pronto lo hice acabar en mis pechos y él reaccionó orinándome en el torso y luego en la cara y la boca; cuando terminó, le chupé con pasión su pene orinado. Juan seguía masturbándome, excitado por lo que veía, me puso a cuatro patas y se le ocurrió meterme dos dedos junto con su pene en mi trasero, la dilatación me enloqueció.
Julia se acomodó a cuatro patas frente a mí, ofreciéndome chuparle la vagina y el trasero, lo cual me encantó. Mientras ella chupaba los penes de Marcos y Manuel, lentamente Bernardo se acomodó entre nosotras y comenzó a penetrar el trasero de Julia, mientras guiaba mi cabeza para que le chupara el suyo.
Con el rabillo del ojo vi que Danilo y Sebastián estaban masturbándose entre ellos, un juego interesante que todos observamos. Pusimos fin a nuestros juegos y nos acercamos a ellos. Sin detenerse, Danilo comenzó a chuparme el pene y, para sorpresa mía, Sebastián le practicaba sexo oral a Bernardo. Marcos, Manuel y Juan iniciaron el mismo juego de masturbación, combinándolo con la estimulación de Julia en la vagina y el trasero. Todos disfrutábamos intensamente. Nos organizamos y establecimos un círculo continuo donde cada uno chupaba al de adelante y era chupado por el de atrás. Los chicos estaban muy excitados y nosotras sorprendidas. Todo evolucionó hacia una sesión grupal donde fuimos complacidas con penes y semen.
Como muestra de gratitud, los chicos limpiaron los utensilios y ordenaron todo mientras nosotras descansábamos. El precio por el favor fue mantener en secreto las prácticas entre los chicos.
Al anochecer se marcharon y nosotras nos quedamos solas...
Al día siguiente nos separaríamos y eso nos entristeció profundamente. Lloramos juntas toda la noche.
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