Tres trans traviesas (parte cuatro)


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Confío en que esta narración sea del gusto de quienes visitan este tipo de páginas en busca de este tipo de historias y disfruto recibir comentarios y, sobre todo, fantasías. Esta constituye la cuarta entrega de una historia de fantasía en la que me encuentro con otras dos trans durante un fin de semana.

Las tres disfrutamos nuestro primer día llevando a cabo una fantasía de cada una y para el segundo día, esperábamos la visita de un amigo de nuestra acaudalada anfitriona. Este relato comienza conmigo en la ducha, desnuda y enjabonada. Permanecí un buen rato dejando que el agua recorriera mi piel suave por las cremas, enjuagué apropiadamente mi trasero y mi miembro y, al concluir la ducha y secarme, tomé la ropa que Claudia me había dejado. Me sorprendió la calidad de las prendas: había braguitas, sujetadores y un traje deportivo rosa que resultaba delicioso.

Me puse mis pechos postizos, mi ropa interior, y al ponerme el traje, me impresionó su comodidad y cómo se ajustaba perfectamente a mi cuerpo. Sali así en chanclas de baño, ubicando fácilmente la sala donde aún se hallaba mi maleta. Me calcé un par de zapatillas adecuadas para el traje, unas deportivas femeninas que eran mis favoritas. Cómoda de esta manera, empecé a recoger la ropa sucia que habíamos dejado tirada y la fui separando.

Claudia apareció con un atuendo de tenista, una falda corta con unas braguitas blancas y una camiseta de tirantes. Me indicó que continuara recogiendo la ropa para organizarlo todo, mientras ella se encargaría de preparar algo de comida. La obedecí y tras terminar en la sala, le pregunté cómo llegar a las habitaciones que habíamos utilizado. Muy amablemente, me dio las indicaciones señalando el baño donde debía lavar los juguetes eróticos que habíamos empleado y el jabón que debía utilizar.

Me dirigí a las habitaciones del apartamento y, tras pasar por la habitación de sumisión y la de fotografía, recogí todo rápidamente y puse todas las cosas para lavar juntas. Luego llevé la ropa sucia a la sala para colocarla junto con el resto y, después de lavar los juguetes, los ubiqué en las dos habitaciones, llevando los míos y los de Ana hasta la sala donde estaban las maletas.

Justo cuando estaba separando la ropa en la sala, Ana llegó en busca nuestra, un tanto somnolienta, y se sentó a tomar una taza de café mientras yo seguía clasificando las braguitas y Claudia comenzaba a servir unos deliciosos huevos con bacon, pan, más café y zumo de naranja.

No habíamos terminado cuando Claudia anunció que todo estaba listo, así que nos sentamos juntas en una mesa a desayunar, aunque ya era casi mediodía. Las tres comimos con apetito, pues teníamos mucha hambre tras el día anterior y, al finalizar, Claudia nos sirvió una segunda taza de café y nos reveló cuál sería el plan del día pactado con Andrés. Si bien acordamos estar las tres sometidas a él, desconocíamos los detalles y las condiciones que cada una debía cumplir.

Claudia comenzó explicándonos que Andrés era uno de sus mejores amigos y le encantaba someterla de vez en cuando, siempre siguiendo sus deseos y gustos. Había establecido condiciones para cada una de nosotras. Para mi sorpresa, en mi caso, iba a ser la criada de la casa en todo momento junto con Ana, mientras que Claudia comenzaría también como criada y luego adoptaría el rol de la señora de la casa. Él nos dominaría, humillaría, castigaría y sometería a cada una, debíamos hacer lo que nos ordenara y estar dispuestas a tener relaciones entre nosotras. Además, nos tomaría fotos. Luego, nos informó que Andrés había adquirido la ropa que cada una debía llevar y, dada la hora, debíamos empezar a cambiarnos para recibirlo.

Mientras seguíamos a Claudia hacia su habitación, ella nos dijoque Andrés había tomado en cuenta nuestras preferencias y que la vestimenta para cada una fue distinta. Cuando llegamos, sacó tres bolsas de tela diferentes con etiquetas y nos entregó las que tenían nuestros nombres. Al sacar la ropa asignada, quedé encantada al ver que me habían dado un vestido de sirvienta de seda rosado, con una falda corta, sostenes y pantimedias rosadas, medias de liguero blancas, zapatos bajos, guantes, diadema y un collar con argolla de cuero también rosado. Observé a Ana y noté que su atuendo era de color negro, mientras que Claudia seleccionaba prendas en tonos rojos y negros.

Las tres empezamos a desvestirnos juntas para colocarnos la ropa nueva. Me deshice fácilmente de mis prendas y procedí a cambiar mis pantimedias y sostenes, seguidos por las medias de liguero, guantes y collar. Me puse con facilidad el vestido, aunque los zapatos me quedaban un poco grandes, lucían estupendos. Cuando me ajusté la diadema, miré a mis amigas. Claudia ya casi estaba lista, mientras que Ana estaba luchando con una faja muy ajustada que venía con su conjunto. Esta faja era de cuerpo completo con un realce en la cola, y cuando logró ponérsela, me pidió ayuda para ajustar su vestido de sirvienta, el cual era extremadamente ceñido y debía atarse en la espalda. Entre las dos logramos que lo vistiera ajustadamente, tal como le gustaba a ella. Por otro lado, Claudia se vistió sin problemas y nos observaba con su vestido de sirvienta rojo de falda amplia hasta las rodillas.

Después de maquillarnos y arreglarnos, me dirigí al baño mientras ellas empezaron a limpiar los platos y lavarlos como verdaderas sirvientas. Al salir, escuché que sonaba el timbre; era Andrés anunciando su llegada. Siguiendo las instrucciones previas de Claudia, corrimos hacia la puerta más cercana y nos colocamos en fila a su lado. Una vez dentro, Andrés colocó su maleta a un lado y cerró la puerta. Tras saludar a Claudia, nos pidió que nos presentara.

Ella empezó presentando a Ana, quien estaba a su lado, describiéndola como una travesti sumisa y muy lasciva, que adoraba sentirse apretada con fajas y actuar como una mujer lasciva. Acto seguido, me presentó a mí, Vicky, explicando que era una sumisa afeminada y coqueta, a la que le encantaba la dominación y la humillación.

Él sonrió y, tras revelar su nombre, nos indicó que debíamos llamarlo Señor o Amo, y que lo primero que haría sería inspeccionar nuestros traseros. Por consiguiente, nos ordenó colocarnos de espaldas y levantar las falditas de nuestros uniformes.

Mientras me giraba, observé cómo sacaba unos guantes de látex y, al escuchar el sonido de su colocación, me volví para presentarle mi trasero, ya que mi falda era la más corta y estaba lista antes que mis amigas. Andrés decidió iniciar conmigo, seguido por las demás, y al situarse detrás de mí, noté el sonido de una tapa.

Posteriormente, sentí cómo bajaba mis pantimedias y colocaba un objeto entre mis nalgas. Sus dedos recorrieron mi piel, acariciando mi trasero, hasta que uno de ellos penetró, haciendo que soltara un gemido. Se rió y, mientras continuaba, añadió otro dedo, comentándome lo cálido que estaba mi trasero, y entregándome una crema lubricante con la instrucción de mantenerlo siempre húmedo. Acto seguido, le llegó el turno a Ana, cuyo placer era notable en sus gemidos, mientras Claudia recibía cumplidos sobre la firmeza y lo delicioso de su trasero.

Tras esta inspección, se nos ordenó dar la vuelta y levantar nuestras faldas, momento en el cual él nos revisaría.

Decidí colocar los pantys de una en una, después agarré la maleta y le pedí a Claudia que nos acompañara a la habitación de BDSM. Ella de inmediato se quitó la falda y empezó a andar, nosotras la seguimos y nuestro Amo se posicionó detrás de nosotras. Mientras avanzábamos, nos confesó que venía muy excitado y con deseos de someternos y castigarnos.

Al llegar, puso su maleta sobre una mesa y le pidió a Claudia que le pasara una cuerda. Luego nos tomó a Ana y a mí y nos condujo hasta un mueble similar a un potro de gimnasia pero con argollas y lugares para arrodillarnos en las puntas, cubierto de cuero rojo y más corto. Una vez que estuvimos atadas, Ana y yo quedamos con nuestras bocas juntas en un apasionado beso, siguiendo las órdenes de nuestro Amo.

Claudia se encargaba de grabar todo. Después de atarnos, nos dejó inmovilizadas, se dirigió a su maleta de la cual extrajo una mordaza doble con una bola roja, la colocó rápidamente en nuestras bocas. Luego, se situó detrás de mí, levantó mi falda, observó mi ropa interior y acarició mi trasero, me dio unos golpecitos y me dejó con la falda subida. Acto seguido, se acercó a Ana y tras realizar el mismo procedimiento, le pidió a Claudia que le entregara una fusta. Había dos sumisas a quienes castigar, así que empezó a azotarnos, dándonos a cada una 30 latigazos con la fusta, mientras nos humillaba llamándonos de todo: putas, sumisas, mariquitas, travestis sucias y calientes.

Cuando estaba por el golpe número 20 en mi trasero, bajó mis pantys, introdujo un plug vibrador en mi derrière y terminó de azotarme con él dentro y sin ropa interior, hizo lo mismo con Ana pero al finalizar, le recolocó los pantys apretando aún más su faja.

Claudia seguía grabando todo hasta que nuestro Amo le ordenó dejar la cámara en un ángulo amplio y tomar un dildo, era la hora de explorar nuestros traseros. Me tocó a mí primero con el Amo, retiró el plug y me introdujo un dildo grande y grueso en mi retaguardia. Sentí dolor y placer al mismo tiempo al percibir cómo entraba esa cosa tan voluminosa en mí, me sentía dilatada y húmeda gracias al lubricante que él aplicaba constantemente. Una vez dentro, comenzó a moverlo suavemente.

Posteriormente, aumentó la velocidad haciéndome gemir, mientras me decía que tenía el trasero de una mujer ardiente, de una perra hambrienta de satisfacción, gemía de placer sintiendo que Ana también lo hacía. Después de un rato, indicó que era momento de cambiar de actividad y le pidió a Claudia los dildos vibradores para cambiar de lugar. Fue Claudia quien comenzó lentamente a introducir el dildo vibrante en mi ano mientras él le mostraba cómo debía moverlo usando el trasero de Ana. Con esta última, se mostró más severo, la azotó con más fuerza y la trató como a una meretriz mientras le insertaba el vibrador hasta lo más profundo, ella se mostraba sumisa y cuando él lo advirtió, la humilló por ser tan lasciva, por ser tan sumisa.

A continuación, nuestro Amo empezó a penetrar a Ana, ella gemía de placer y se movía en sintonía con sus embestidas. Mientras tanto, le indicó a Claudia que retirara el vibrador de mi trasero, deseaba que me pusiera unas medias blancas sin ropa interior, unos tacones altos y que me soltara las piernas para que mi trasero estuviera disponible para él.

Primero, Claudia liberó mi cabeza, luego mis manos y piernas, enseguida me quité las medias y tomando las que Claudia me ofrecía, me las coloqué rápidamente. A continuación, me puse los zapatos mientras observaba cómo nuestro Amo montaba a Ana, excitada por saber que era la siguiente. Una vez lista, Claudia me ató las manos de nuevo, esta vez extendidas sobre el mueble, dejando mis piernas abiertas y atadas. Cuando terminó, indicó a Claudia que me introdujera una cápsula de gel en el trasero, era grande y mientras continuaba con su actuación...

Le señalo a Ana.

Ella me explicó que eran sustancias químicas, agentes lubricantes y otros compuestos que despertarían en mí una sensación altamente femenina. Una vez lista, le indicó a Claudia que subiera mi falda y me propinara 20 azotes adicionales, debía contarlos y agradecer cada uno, en el octavo azote el vibrador anal regresó y al completar los 20, todos los juguetes habían recorrido de nuevo mi trasero en manos expertas de Claudia.

Al finalizar mi conteo, el Maestro me instó a que lo suplicara por su miembro, que le pidiera que introdujera su pene en mi ano. Entonces, con tono lo más femenino posible, comencé a rogarle que me penetrara, que introdujera su falo en mi trasero cálido y húmedo. Le dije que era una mujer de la calle, una esclava de su miembro, una sumisa ardiente ansiosa de sentirlo dentro de mí. Él me respondía con términos humillantes, tratándome como una vulgar ramera, como una perra en celo, como su sumisa esclava.

Así, retiró su miembro de Ana y indicó a Claudia que la soltara. Caminó hacia mí por detrás y, tras bajar mis medias, me penetró de golpe de una sola embestida, haciéndome gemir y doblar mis brazos. Comenzó a embestirme, introduciendo y sacando su pene de mi trasero caliente y húmedo, mientras me llamaba perra. Yo gemía, permitiendo ser penetrada, excitada al máximo; gemía como hembra, rogándole por más, pidiéndole, afirmando que era su compañera, su ramera. Él me embestía con más firmeza, y al liberar Claudia a Ana, le ordenó que me colocara un collar de perra y preparara el plug, pues ya quería llenar mi recto con su semilla.

De esta manera, obedeció y, tras colocarme el collar, entregó la correa al Amo. Él me tiró de ella para que arqueara más mi trasero, finalmente me poseyó hasta que sentí su miembro endurecerse, fluctuar con calor, tornarse grueso y grande. Entonces, eyaculó dentro de mí, dejando su pene lo más adentro posible; sentí mi recto lleno de su esperma, y al concluir, le indicó a Ana que limpiara. Retiró su miembro de mi ano.

Posteriormente, Claudia introdujo un tapón en mi recto para evitar que la leche se escapara, subió mis medias blancas y, tomando otra correa, se la colocó a Ana, quien terminaba de limpiar al Amo. Siguiendo las órdenes del Señor, Claudia se acercó a mí, tomando a Ana de su correa y haciéndola arrodillar con su rostro contra mis nalgas, ajustando su boca a mi trasero, facilitado por los altos tacones que llevaba. Ató su cabeza primero, luego sus manos rodeando mi cintura, y finalmente ató sus rodillas a mis tobillos para mantenernos unidas de esa manera.

Deslizó su mano por mi espalda, bajo las medias hasta mi trasero, retiró el tapón y, mientras le decía a Ana que era una perrita adorable y era momento de tomar su leche, bajó mi falda, provocando a Ana a lamer mis medias, con el semen brotando y ella excitada mientras lamía.

Comenzó a estimular mi trasero con su boca, haciéndome gemir intensamente. Entonces, el Amo me colocó en posición de perrito, provocando que la boca de Ana se deslizara hasta mi miembro, ya duro y ardiente bajo las pantaletas. Ella también adoptó la misma posición, recibiendo la orden de seguir lamiendo, lo que intensificaba mis gemidos mientras ella procedía. La escena era altamente erótica y Claudia aún no participaba.

El Amo le preguntó a Claudia si prefería utilizar su boca o el trasero de Ana, a lo que respondió que optaba por empezar con su trasero. Rápidamente, abrió la faja de Ana, bajó sus pantaletas y la penetró, mientras gemía entre besos y lengüetazos cerca de mi miembro. Sentía como Ana era poseída, como el Amo tomaba fotos y como el semen continuaba manando de mi recto, mojando el rostro de Ana.

Ella se emocionó mucho, comenzó a mojarse en su ropa como una mujer excitada, como una hembra caliente, se empapó apretadamente.

Claudia y el Amo también lo percibieron y, como ella había solicitado jugar con el trasero, él le indicó que me penetrara a mí. Ella rompió ligeramente mis pantimedias y, colocándose sobre Ana, logró introducir su pene en mi trasero y empezó a estimularme. Ya estaba muy excitada y aún sentía la boca de Ana pegada a mi pene, la notaba caliente y húmeda. También percibía el pene de Claudia, grande, duro y caliente dentro de mi trasero. Estaba a punto de llegar al clímax, pero quería aguantar más, prolongar el disfrute. Me sentía observada y fotografiada como una hembra, como una actriz porno que disfruta de su desempeño. En ese momento, el Amo nos indicó que podíamos liberarnos, que nos habíamos ganado el premio. Me dejé llevar y rápidamente sentí cómo me empapaba en las pantimedias.

Sentí cómo Ana volvía a mover su lengua para recoger mi semen, cómo volvía a succionar mientras Claudia seguía penetrándome como una prostituta, continuaba con su pene perforando mi trasero, cada vez más rápido, cada vez más fuerte, hasta que su pene se puso erecto, caliente y más grueso. Entonces, sentí cómo eyaculaba, cómo me llenaba de esperma, cómo sentía su semen ascendiendo en mi interior, me sentía llena. Ella se dejó caer y luego se levantó después de un rato.

Al hacerlo, Él le pidió que fuera por algo de beber, ya que quería seguir observando cómo el semen salía de mi trasero y mojaba la cara de Ana hasta el final.

Cuando Claudia regresó con el vino, el Señor le solicitó la cámara y comenzó a tomarnos fotos en nuestra situación de humillación. Luego instruyó a Claudia que nos soltara lentamente y que posáramos para seguir tomando fotos. Una vez que terminamos de posar, sucias y mojadas, nos ordenó que fuéramos a bañarnos juntas. Indicó que en la maleta había una bolsa con el nombre de cada una que contenía la ropa correspondiente. Claudia fue la primera en tomar su bolsa, después de agradecer al Amo de la manera más coqueta y femenina posible. Luego siguió Ana, que hizo lo mismo. Yo fui la última, después de tomar mi bolsa, le agradecí al Amo inclinando mi cabeza y salí detrás de mis amigas.

Seguimos a Claudia hasta un baño espacioso con una ducha de dos regaderas. Rápida y mutuamente nos desnudamos y entramos a la ducha mientras nos enjabonábamos. En ese momento, el señor entró al baño, abrió la puerta de la ducha y comenzó a tomarnos fotos, dándonos indicaciones sobre cómo posar, tocarnos entre nosotras y comportarnos de forma provocativa y femenina. Una vez que terminó, salimos muy limpias y él se retiró mientras nos vestíamos. Cada una sacó la ropa de su bolsa. En mi caso, eran unas bonitas medias de encaje con sujetadores a juego, además unas rellenos de silicona más grandes, medias de liguero con sus ligas y un vestido rosa de señorita con falda hasta las rodillas y unos tacones rosados.

Por otro lado, Ana recibió un conjunto de látex negro ajustado, con un corsé, tacones negros y una falda corta muy ceñida. Sus sujetadores y medias también eran de látex, y sus senos eran más pequeños que los míos. Claudia, en cambio, recibió un elegante vestido negro con medias, sujetadores y bragas de encaje negros, hermosos tacones negros y senos grandes. Lo que ocurrió a continuación lo contaré en una próxima parte, ya que me he extendido mucho en esta ocasión.

Espero que este relato sea del agrado de quienes visitan esta clase de páginas en busca de este tipo de fantasías. Mi correo es [email protected] y me encanta recibir comentarios y, sobre todo, fantasías. Disfruto escribiendo este tipo de relatos y saber que otras personas los leen, excitándose al fantasear con ser una de nosotras o el hombre que nos domina. Espero que disfruten esta nueva entrega de un relato del cual aún no sé cuántas partes tendrá. Besos.

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