Experiencia inicial con un varón


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Ya era adulto cuando finalmente me animé a tener relaciones sexuales con un hombre. Aunque había deseado hacerlo durante mucho tiempo, no tenía ninguna experiencia previa, excepto aquella vez en el Metro de la Ciudad de México, cuando un hombre me tocó durante un apagón. Mi excitación, mis fantasías instantáneas sobre que me llevaba a un hotel para intimar, evidenciaron que estaba cerca de estar con un hombre. No fue la primera vez que sentí atracción por alguien de mi mismo sexo. Tal vez la primera ocasión fue mientras jugaba fútbol, cuando uno de los chicos de otro equipo que jugaba sin camisa me provocó mariposas en el estómago. Además, había experimentado vestirme de mujer en secreto algunas veces, lo cual comenzó después de afeitarme las piernas en una ocasión.

Un tiempo después de aquella experiencia en el Metro, finalmente llegué al punto en que decidí dar ese paso. Coloqué un anuncio en línea explicando que era inexperto en relaciones homosexuales y concerté una cita con el primero que se ofreciera. Por chat, quedé en encontrarme con un chico esa noche en un lugar público.

Estaba extremadamente nervioso y no sabía bien qué esperar. Cuando llegué, él ya estaba allí y nos reconocimos de inmediato por la vestimenta. Caminamos en silencio hacia su departamento, afortunadamente, la oscuridad de la noche y la escasa gente en la calle impidieron que mi erección pasara desapercibida. Al llegar, él puso música y sirvió vino. Yo estaba demasiado inquieto para entablar una conversación extensa, pero me animé a preguntarle sobre sus experiencias con hombres.

"Sí, no soy un experto, pero he tenido relaciones con hombres anteriormente", respondió.

Poco después pasamos a la acción. Él me entregó un vestido sencillo y barato de los que se venden en puestos callejeros, junto con unos zapatos de mujer de tacón bajo. Me puse los zapatos y el vestido, tomé un plumero que él me pasó y simulé hacer la limpieza. Habíamos acordado que yo asumiría el papel de su criada.

Mientras me agachaba, sentí sus manos empezar a acariciar mi trasero. Me detuve sin decir una palabra, pero él continuó levantando el vestido y acariciando mis piernas.

"Dime, ¿a tu novio le gustan tus piernas peludas de hombre?", preguntó.

"No tengo novio, señor. Soy virgen", respondí.

"Quiero que te las depiles", ordenó.

Asentí y fui al baño, mojé mis piernas en la regadera y me las afeité lo más rápido posible. Al terminar, él me tomó de la mano y me llevó a su cama. Me recosté y él procedió a desvestirse, luego me desnudó a mí. Comenzó a acariciar mi pecho.

"Me encantan tus senos, son tan grandes...", susurró.

Permití sus caricias, estaba muy excitado. Tomó un condón y se lo colocó.

"No quiero riesgos de embarazo", aclaró.

Estaba boca arriba y él tomó mis tobillos, colocándolos sobre sus hombros. Fue un momento indescriptible, una sensación sumamente excitante al comprender que ya no había marcha atrás, que estaba a punto de tener relaciones con un hombre y sentir mis tobillos en sus hombros era como el punto sin retorno. Observé su miembro, grabando en mi mente la primera experiencia de penetración, la cual estaba a punto de desflorar mi ano. Luego incliné la cabeza hacia atrás.

Sentí la presión de su miembro contra mi entrada. Traté de relajar mi esfínter, siguiendo los consejos que leí en internet. Empujé contra él y percibí cómo se abría paso poco a poco, estirando mi ano al entrar. Finalmente, me poseyó por completo y comenzó a moverse rítmicamente, mientras yo intentaba acompañar sus movimientos. Al final, llegó al clímax y se retiró. Nos besamos apasionadamente, siendo la primera vez que besaba a un hombre. Pasamos la noche juntos en su cama, aunque nunca supe su nombre y no volví a verlo; sin embargo, por supuesto, continué encontrándome con hombres.

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