Resaltar que disfruto el acto sexual y siempre trato de hacer todo lo humano posible para lograrlo, a veces recurriendo a maniobras poco éticas para algunos y hasta ilegales para otros. Sin embargo, jamás me verás obligando a alguien de ninguna forma para llevar a una joven a la cama. Ha habido numerosas en mi lecho, tanto así que tengo una colección de prendas íntimas como trofeos. A mis 55 años, pensé que a los 50 todo esto disminuiría, pero me equivoqué... las experiencias se han incrementado. Quizás llegue un momento en que esto cambie, pero mientras sienta ese deseo y una encantadora joven quiera explorar el sexo conmigo, estaré disponible.
Recientemente parece que todo ha cobrado vida, ya que como en todo, hay temporadas más favorables. Al igual que los hombres, las mujeres desean tener relaciones íntimas o hacer el amor, muchas lo buscan con la misma intensidad que yo, algunas solo necesitan un pequeño empujón y ceden, otras tardan más en decidirse, pero todas lo desean. Últimamente me he topado con varias de esas ansiosas y otras que solo precisan un incentivo, y esto es lo que ocurrió con esta joven llamada Loren, a quien casualmente conocí en un pasillo de comida de una tienda departamental. Intentaré resumir, pues estos sucesos no ocurren de la noche a la mañana y para contextualizar, dicho encuentro casual tuvo lugar en diciembre de 2022, y el desenlace de este relato tuvo lugar la noche pasada.
Disfrutaba mi almuerzo en las mesas de este pasillo de comida cuando veo a esta joven con un cuerpo verdaderamente cautivador. Vestía un overol de color turquesa que realzaba su silueta. No pude ver su rostro al principio, ya que solo la veía de espaldas, pero al caminar hacia una mesa frente a mí, pude apreciar la elegancia con la que movía sus caderas. Un cabello oscuro enmarcaba un rostro bonito de tez clara, bien maquillado, con un escote que resaltaba sus llamativos pechos y un sugerente hueco entre sus piernas que atraía mi atención. Era realmente sensual.
De repente, mi apetito se desvaneció para dar paso a otro tipo de deseo. Verla de esa manera provocó en mí una erección, ya que a través de sus ajustados pantalones se marcaba su ropa interior. Traté de comer disimuladamente, pero era imposible mientras todas esas ideas invadían mi mente. Debatiendo internamente si acercarme a ella o simplemente admirar el paisaje que se encontraba a tres metros de mi mesa, supe que probablemente nunca más volvería a verla, y conquistar a una joven que parecía tener menos de 25 años ya no estaba en mis planes. Al ver su forma de vestir, comprendí que le gustaba llamar la atención y que recibir cumplidos y halagos sería algo común para ella. Sin muchas opciones, me decidí por la estrategia más sencilla pero directa. Me levanté, cogí mis cosas y, debatiéndome internamente, me acerqué a su mesa y le dije:
-¡Hola! Soy Tony. Me acerqué solo para decirte que eres una joven muy hermosa. Aquí tienes mi tarjeta... si te apetece, llámame porque me gustaría proponerte algo.
-Gracias -respondió. -¿De qué tipo de propuesta estamos hablando?
-No quiero interrumpir tu almuerzo... cuando tengas tiempo..
Si te apetece, háblame.
Sonreí educadamente y emprendí la ruta hacia mi automóvil. La excitación aún palpitaba en mí y se evidenciaba a través de mi piel. Desconozco si transcurrió el tercer o el cuarto día cuando me topé con un mensaje de texto al que respondí, generando un breve intercambio de palabras:
-Mi nombre es Loren, usted me proporcionó su tarjeta y mencionó una oferta. Responda cuando pueda.
-¡Hola Loren! Soy Tony. Tienes una apariencia encantadora y me gustaría saber si te interesaría posar para una sesión fotográfica. – Fue lo primero que se me vino a la mente.
-¿Sesión fotográfica? ¿Trabaja usted para alguna revista o algo similar?
-Seré sincero contigo… no, no trabajo en eso. Si revisas mi tarjeta, verás que no me dedico a ello, pero como te mencioné… tienes una apariencia encantadora y estoy dispuesto a pagar por unas fotografías.
-¿Qué tipo de fotografías tiene en mente?
-Algo sugerente, algo íntimo. -le comenté.
-No me agrada mucho esta propuesta… nunca he realizado algo así y considero que no soy la persona que usted busca.
La conversación por mensaje se prolongó con algunas preguntas más y llegué incluso a mencionar una cifra en dólares que podría pagarle, pero finalmente rechazó mi propuesta y nos despedimos amigablemente: ¡Adiós y mucha suerte! -Pensé que no volvería a tener noticias suyas y no añadí su nombre a mi lista de contactos. Sin embargo, hace dos semanas, para mi sorpresa, se puso en contacto conmigo de nuevo:
-Sr. Zena, soy Loren. Espero que esté bien. Quería preguntarle si sigue en pie su oferta.
-¡Hola Loren! Me alegra saber de ti. La verdad es que ya lo había olvidado, pero si estás interesada, podríamos hacer algo juntos. -le respondí.
-¿Se limitaría únicamente a fotografías, verdad? ¿O espera algo más de mí?
-Sinceramente, me gustaría ir más allá, pero no quiero que te sientas ofendida. – (me tomé unos minutos para pensar antes de responder).
-Prefiero que sea honesto y que me diga qué busca exactamente… no me gustan las sorpresas.
-Imagino que sabrás lo que un hombre como yo espera, pero tómate tu tiempo para responder si aún no te sientes cómoda.
-¿Cuánto estaría dispuesto a pagar?
-Eso lo decides tú y luego nos ponemos en contacto si es viable.
-De acuerdo… si decido aceptar, se lo haré saber.
Una mañana de sábado recibí un mensaje de Loren ofreciéndome una cifra de mil dólares. Me informó que tenía disponibilidad esa tarde y solicitó que le enviara la mitad del monto acordado a través de alguna de las aplicaciones disponibles actualmente. Le aseguré que no habría problemas, siempre y cuando me enviara una foto de ella completamente desnuda. Tras debatir sobre este tema por varios mensajes, finalmente accedió y me envió no una, sino tres fotografías de ella desnuda. Realicé el pago acordado y acordamos encontrarnos a las dos de la tarde en un motel conveniente para ambos. Observaba esas imágenes y no podía creer que la chica que vi ocho meses atrás me estuviera enviando fotos desnuda y que en breve estaría con ella. Ese día no tenía urgencia de intimidad, ya que la noche anterior había tenido un encuentro íntimo con una conocida, pero esta nueva situación surgió de repente y al solo contemplar las curvas de esa mujer con esa diminuta tanga, mi deseo se despertaba.
Una hora antes del encuentro, me duché y me preparé. Vestí mis pantalones de vestir, una camisa deportiva, aseguré el resto del dinero y algo más antes de dirigirme a la tienda para adquirir un paquete de tres preservativos. El costo del motel corría por mi cuenta, reservé una habitación en un hotel de tres estrellas, subí al segundo piso y esperé el contacto de la encantadora Loren. Cinco minutos antes de las dos, me avisó que estaba en el estacionamiento. Le di el número de la habitación y minutos después escuché unos pasos seguidos de un leve golpe en la puerta. Abrí y ahí estaba Loren, luciendo un ajustado vestido que realzaba sus curvas y que a la vez le permitía.
Pude distinguir esa figura translúcida a través de su vestido y percibí que llevaba una tanga. Lucía algo tímida e insegura, pero se mostró más confiada cuando la tomé de la mano y le di un beso en la mejilla. No deseaba apresurar las cosas, aunque al tener a una mujer tan hermosa como ella uno siente el impulso de acercarse con ansias. Iniciamos una breve conversación:
-Luces realmente hermosa… ¿Cómo te sientes?
-Estoy muy... pero extremadamente nerviosa.
-Relájate y piensa que mañana solo será un recuerdo, esperemos que sea un bonito recuerdo.
-¿Haces esto con frecuencia?
-En realidad, muy raras veces... solo cuando me gusta tanto una chica como a ti.
-¿Estás casado?
-No, soy soltero.
Para calmar sus nervios, continuamos conversando. Descubrí que era recepcionista de un odontólogo, que había terminado con su novio en diciembre y que nunca había hecho algo similar, pero que lo hacía más por necesidad de dinero, curiosidad y morbo. Finalmente, le conté que también me había parecido agradable desde el primer momento que la vi.
Ella estaba sentada al borde de la cama y yo frente a ella en un sofá cerca de la ventana. Contemplaba sus muslos fuertes y bien formados cuando cruzó las piernas para estar más cómoda. Su vestido celeste de tela fina llegaba por encima de las rodillas. El escote no era tan pronunciado como la primera vez, pero estimaba que sus pechos serían de talla doble D. Me comentó que nunca había modelado, que no se sentía cómoda haciéndolo y que esperaba no decepcionarme. Entonces, saqué una cámara semiprofesional y le pedí que posara de forma natural, con una sonrisa. Empecé a tomar algunas fotos desde distintos ángulos. Le pedí que se recostara contra los cojines y levantara una pierna. Lo hizo sin dudarlo y pude ver la tanga celeste que llevaba, así como su piel joven y suave en la entrepierna. Aunque no le pregunté su edad, calculé que Loren tenía entre 20 y 25 años y su frescura y fragancia comenzaron a embriagarme.
Con las fotos, pareció ganar confianza y tomó varias poses. Me gustó especialmente cuando se puso de rodillas sobre la cama, aún vestida, ya que la tanga se transparentaba a través de la fina tela de su vestido, casi parecía estar desnuda. Pareció tensarse un poco cuando le pedí que se desvistiera para tomarle fotos desde diferentes ángulos. Lentamente, se quitó el vestido celeste y quedó solo con su sujetador, la tanga, un collar de oro, unos pendientes y su reloj. Tenía un cuerpo espectacular, aunque se notaba algo de celulitis en cierta parte de sus glúteos. No era muy evidente, pero ¿qué importaba? Nada es perfecto en este mundo. Le indiqué que se recostara de nuevo y abriera las piernas, desplazando la tanga a un lado. Grabé un video de esto, sin que Loren se diera cuenta. Quizás debido al encuentro de la noche anterior, mi miembro no se puso firme. Si ver estas escenas me excitaba, pero no sentía la presión de aquella vez en la que había pasado una semana sin tener sexo.
Creí conveniente llevar la iniciativa, pues noté que Loren seguía nerviosa. Le pedí que se acomodara y se relajara, y que me dijera si algo no le gustaba. Me acerqué a ella en la cama, le quité el sujetador y liberé sus hermosos pechos que eran un placer admirar. Un pezón redondo e hinchado con una areola oscura y rugosa. Los acaricié con cuidado e intenté llevar toda su mama a mi boca. Loren solo colocaba una mano sobre
Mi espalda recibía sus besos en el cuello, mientras ella se mantenía fría y en silencio. Tocaba sus manos, que estaban frías y temblorosas, con las mías. Pensé en proponerle que me invadiera de placer de la siguiente manera:
- ¿Te gustaría hacerme sexo oral?
- Si así lo deseas - respondió.
No discutimos los detalles, como si debíamos usar protección o no, en ese momento no era relevante. Me levanté de la cama, me desvestí y mi miembro ya estaba húmedo. Lo coloqué frente a su rostro y Loren empezó a realizar la felación. Aunque no era perfecta, al menos lo estaba intentando, incluso en un momento llegó a realizar un trabajo completo. Sus reacciones no eran muy claras, no podía saber si lo disfrutaba o si todo era forzado. Por un instante me sentí frustrado y a punto de mandarla a la mierda. Decidí darle otra oportunidad, le pedí que se acostara boca arriba en la cama.
Le solicité que levantara sus caderas para quitarle la tanga celeste y descubrí que estaba mojada. Aquel coño de tamaño medio estaba claramente excitado... y me dispuse a darle placer con mi lengua. A pesar de ello, nunca discutimos qué tipo de actividades sexuales llevaríamos a cabo, simplemente habíamos hablado en términos generales y no mencionamos el uso de condones. Comencé a saborear los jugos de su llamativo y carnoso sexo, recorriendo con mi lengua toda su intimidad sin que ella dijera mucho. En ese momento me di cuenta de que no era muy expresiva, pero mi sexo oral la estaba llevando al límite del placer. Empezó a mover las caderas con un ritmo sensual, sus gemidos surgieron tímidamente. Hice una pausa y le pregunté:
- ¿Te está gustando… quieres que continúe?
- Si así lo prefieres.
- ¿Pero te agrada?
- Sí, me gusta mucho.
- ¿Quieres que siga?
- Por favor - dijo con una voz llena de deseo.
Pude percibir en su voz el placer que estaba experimentando, tanto en su excitación como en los fluidos que emanaban de su sexo. Comencé a estimular su clítoris con mi boca y lengua, mientras Loren gemía de placer y dejaba escapar palabras de gozo. Parecía que empezaba a soltarse, ya que mientras le prodigaba placer, me decía entre gemidos mientras estimulaba su clítoris con mis labios: - Así, así… qué delicia. Y ella movía las caderas buscando el placer que le proporcionaba mi boca. En ese momento, una de mis manos alcanzó sus pezones y los estimulé suavemente, a lo que ella reaccionó diciendo: - ¡Oh, sí, me harás llegar al clímax! Realicé una pausa y le pregunté entre sus piernas:
- ¿Te está gustando? - a lo que ella respondió: - ¡Me encanta... estoy a punto de llegar al orgasmo!
Parecía que Loren finalmente estaba disfrutando del sexo oral, por lo que decidí no interrumpir para colocarme un preservativo y enfriar el momento. No tenía prisa por penetrarla, simplemente quería disfrutar de dar placer a esta joven y hermosa mujer con la que apenas éramos conocidos. Disfrutaba mucho practicando sexo oral, me encantaba la sensación de acariciar la vagina de una mujer tan hermosa. Reduje un poco el ritmo de mi lengua para prolongar el placer de Loren, pero ya estaba al límite y el contacto con sus pezones pareció incrementar su excitación. Entonces, soltó un gemido seguido de un grito de placer que indicaba que había alcanzado el clímax.
Ella de cierta manera se ocultaba. Levantaba su pelvis tanto que sus bellas pompas se separaban de la cama, mientras yo seguía explorando su hendidura con mi lengua, empujando hacia abajo y sintiendo el flujo de sus fluidos vaginales cuando alcanzaba el clímax. Su respiración se volvió agitada y, tras unos segundos o quizás un minuto, se quedó quieta, acariciándome la cabeza con mi lengua aún recorriendo su intimidad lentamente.
Para mí, el simple hecho de presenciar ese primer orgasmo de Loren hacía que valiera la pena lo que había pagado. Para mí, ese es uno de los placeres más exquisitos del sexo: observar y escuchar las reacciones de una mujer al llegar al punto máximo de placer. Para mí, todo lo que vendría a continuación sería ganancia, y esto solo marcaba el inicio de las tres horas y media que pasamos juntos en ese hotel. Loren se dirigió directamente al baño a ducharse a medias, mientras yo me enjuagaba la cara en el lavabo. No intercambiamos palabras en ese momento, y cuando ella salió de la ducha, ya me encontraba sentado en la cama desnudo; ella me preguntó:
-¿Qué te gustaría hacer?
-¿Tienes alguna preferencia en mente?
-Sí... pero al fin y al cabo, la que decide es usted.
-No me hagas creer eso. Te lo sugiero. ¿Cómo te gustaría que te posean?
-La verdad es que me encanta en cuatro... por detrás.
-Loren, eres muy hermosa.
- ¡Gracias! Usted también es muy atractivo... créame que no habría aceptado esto si no me hubiera parecido agradable.
-Entonces déjame complacerte en esa posición y déjame decirte que me entusiasma como a un perro.
-Con ese miembro que tienes, me lo imagino. Adelante, pero primero déjame consentir a tu amigo.
Ella se sentó al borde de la cama y yo me puse de pie para que mi miembro semirrígido fuese acariciado por su boca. Esta vez, la felación fue más fluida y ella mostraba entusiasmo. Me masturbaba, me lanzaba miradas llenas de deseo y volvía a introducírsela todo lo que podía. Estuvimos en eso unos seis minutos, hasta que mi miembro ya estaba plenamente erecto, entonces accedí a su vagina en la posición que tanto anhelaba. Loren se cambió de posición, dejando al descubierto sus generosas pompas y para ver su ano literalmente tenías que separarlas. Busqué la entrada de su vagina y Loren cooperó en el proceso guiando mi miembro y frotándolo por la abertura, sintiendo su calor. Recordé sobre los preservativos y le consulté; ella me dijo: "Es decisión tuya... yo me cuido." No lo dudé, nada se compara con disfrutar de una buena vagina al natural. Coloqué la punta de mi miembro en su entrada y ella misma lo empujó hacia adentro, contrayendo sus dos perfectas nalgas contra mi pelvis. La penetración fue lenta y delicada, y pude sentir cómo sus labios se ajustaban alrededor de mi miembro, mientras las paredes de su vagina se contraían y proporcionaban placer a mi erección. Qué hermosa se veía ese trasero en esa posición, era un espectáculo indescriptible ver el arco de su espalda y sus glúteos a mi disposición. Comencé con el vaivén a una velocidad moderada, permitiendo que la excitación aumentara, lo cual no tardó mucho, ya que su vagina era como un arroyo que constantemente derramaba ese líquido cálido que se podía sentir literalmente. Mi miembro se deslizaba sin problemas, acompañando el crujir de la cama con cada entrada y salida. Tomé sus nalgas y las separé para observar cómo mi miembro se sumergía por completo en ese canal exquisito de esta bella mujer. Le di una palmada que resonó en la habitación y Loren me dijo: "Así, papi... sí, cógeme... me encanta como me posees."
Mis caderas golpeaban contra sus glúteos y sonaba como un aplauso, de vez en cuando la volvía a azotar, a lo que Loren respondía con frases similares: "Sí, papi, dame duro... soy tu nena, papito." Percibí que Loren había pasado de estar tensa a dejarse llevar por la excitación...Ya no parecía esa chica cohibida o tímida. Humedecí mi dedo pulgar derecho y lo introduje en su entrada, acariciando su esfínter que notaba cómo se contraía. Después de unos minutos, escupí en su trasero y comencé a penetrarlo de esa manera. Ella solo susurró: ¡Qué placer, papi... me estás llevando al límite! Sigue así, me estás llevando al clímax. No sabía si se refería a mi miembro o al dedo, pero mi pene se movía dentro y fuera de su vagina a una velocidad constante, mientras mi dedo exploraba su apretado trasero. Durante un momento, saqué por completo mi pene y me incliné para darle una breve lamida a su ano. Loren solo gemía y murmuraba "qué delicia". Luego, retomé la penetración con embestidas firmes y potentes, sintiendo cómo mis testículos golpeaban su clítoris, y ella me dijo: -Sigue así... qué rico. Sigue fuerte, me vas a hacer llegar al clímax. Fue un golpe intenso, con mi pulgar profundamente dentro de su trasero, y de repente sentí la contracción de su vagina y su ano, sus espasmos se hicieron evidentes y me pidió que continuara con fuerza. Gimiendo, retiré mi dedo de su trasero y le daba palmadas en las nalgas mientras mi pene aumentaba la velocidad de penetración. Ella se inclinó hacia adelante y no solté su cintura, sus gemidos y gritos me guiaron hacia el éxtasis. Terminé dentro de su preciosa vagina. Luego nos dirigimos a bañarnos y yo disfrutaba acariciándola con el jabón. Besaba su cuello, sus pechos, y ella me hizo sexo oral mientras nos aseábamos y mantuvimos una breve conversación mientras la acariciaba.
-¿Te arrepientes de haber aceptado esto, de haber venido?
-Por ahora, no puedo arrepentirme... me has hecho pasar un buen rato. Dicen que hombres como tú sí saben cómo hacer el amor y, sobre todo, tratar a una mujer.
-¿Quién te ha dicho eso?
-Nadie en concreto... lo he leído en general. La verdad es que estaba bastante asustada.
-Hay algo que te gustaría hacer, alguna fantasía que te gustaría cumplir?
-Bueno... sí, hay algo que me gustaría probar, pero no suelo ser tan expresiva como tú y me daría vergüenza decirlo.
-No temas. Piensa que tal vez después de esto no nos volvamos a ver y lo que hagamos quedará entre las paredes de esta habitación.
-Eso espero... tienes unas fotos comprometedoras mías.
-No te preocupes por eso... son solo para mí y para recordarte. Recordarme de este momento tan especial. Dime... ¿Qué te gustaría hacer? Con confianza...
-Algo relacionado con lo que me hacías cuando me poseías por detrás.
-¿Quieres probar el sexo anal?
-Lo dices tan fácil... no me siento cómoda hablando así.
-¿Nunca te han elogiado por el rico trasero que tienes?
-Sí... pero me da vergüenza admitirlo.
En ese momento la estaba enjabonando y mi pene flácido se encontraba entre sus nalgas. Por alguna razón, no creía que hubiera experimentado el sexo anal anteriormente y más bien me lo insinuaba de esa forma para ofrecérselo, simplemente le encantaba. Continué con nuestra conversación y luego le dije:
-Loren, dímelo así: -Tony, quiero que me penetres por detrás.
-¡Me pones nerviosa!
-Dílo y te prometo que nadie te satisfará como yo lo haré con tu trasero.
-Otra vez me siento insegura.
-Dilo.
-Tony, quiero que me penetres analmente. (lo expresó de forma abreviada en inglés: Tony, fuck my ass).
Decidimos actuar de inmediato, ya que mi pene había reaccionado excitado a esa charla y estaba erecto y goteando líquidos. Loren volvió a practicarme sexo oral brevemente y se puso a cuatro patas en medio de la cama. Separé sus nalgas y comencé a lamer su ano. Solo escuchaba sus gemidos de deleite y luego, me acomodé para seguir estimulando su trasero con la lengua mientras masajeaba delicadamente su clítoris, y ella exclamó: ¡Dios mío... qué bien lo haces... nunca me lo hubiera imaginado! -Continué lamiendo su ano o intentaba
Explorar con mi lengua ese estrecho orificio mientras mis dedos acariciaban el clítoris. Sus gemidos se intensificaban y expresaba su deleite con palabras. Al percatarme de que estaba cerca de alcanzar el clímax, me enfoqué en proporcionarle placer en su trasero. Lo estimulaba con suavidad, recorriendo cada una de sus imponentes paredes con mi lengua, guiándola hacia el éxtasis hasta que, de repente, explotó: -¡Oh Dios... me estás haciendo llegar por vía anal! – Continué estimulándola hasta que se relajó y quedó satisfecha, disfrutando de escuchar a Loren jadeando por una experiencia que quizás ya había experimentado, pero que simplemente le encantaba recrear para proyectar una imagen de inocencia.
La coloqué en posición de cuatro y dirigí mi pene hacia su trasero. Al principio tuve dificultades para penetrarla, ya que en varios intentos su ano se resistía, pero finalmente logré abrir aquel anillo y comencé a introducirme lentamente hasta sentir mis testículos rozando su entrepierna. -¡Ay! – expresó al ser invadida por completo. Iniciamos un ritmo pausado, pero ver mi miembro entrar y salir de su hermoso trasero me excitó rápidamente, logrando que en tan solo tres minutos llegara al clímax. Derramé mi semen mientras ella apretaba con delicadeza mis testículos, generando en mí una sensación extraña pero placentera. Por primera vez, experimenté una sensación de escalofríos, totalmente diferente a los espasmos típicos del clímax. Una energía intensa recorría mis nalgas y se extendía por mi espalda como un escalofrío potente.
Tras una tercera eyaculación, manteniendo la penetración en su trasero, el paquete de preservativos que compré permaneció intacto. Loren experimentó dos orgasmos más, uno anal y otro vaginal, y esa tarde ambos disfrutamos al máximo, sin lamentar el costo pagado por el placer de gozar de su hermoso trasero. Salimos del hotel alrededor de las cinco y media de la tarde, ambos satisfechos, llevándonos no solo los recuerdos de nuestras experiencias compartidas, sino también el aroma impregnado en su ropa interior. Le pedí quedarme con ella como recuerdo. La vi salir del hotel con un vestido ajustado de color celeste, pero esta vez sin ropa interior, llevándose consigo el recuerdo de nuestro encuentro tan intenso.
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