La travesía sensual de mi terapeuta corporal (2)


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Aquí se presenta la continuación de mi relato titulado "La travesía sensual de mi terapeuta corporal". Si no has tenido la oportunidad de leer la primera parte, puedes buscarla en mi perfil y debería estar ubicada justo aquí. Como introducción, seré conciso al hacer un resumen. La primera hora y media con la joven llamada Alisa fue un masaje intenso y sensual, donde ella experimentó un orgasmo muy intenso con gemidos deliciosos que me llevaron a experimentar una eyaculación placentera en ese momento, sin embargo, todo esto sucedió sin llegar a la penetración. Incluso, ella misma mencionó que no habíamos mantenido relaciones sexuales, dado que no la había penetrado, y todo culminó solo con el roce sensual de sus labios vaginales masajeando mis 21 centímetros en una posición donde Alisa estaba arriba de mí.

Después de esa experiencia, nos quedamos juntos en la ducha, conversando y reviviendo lo que habíamos experimentado. La hermosa rubia se enfocó en limpiar meticulosamente los fluidos de nuestros cuerpos, incluyendo sus jugos vaginales y mi líquido preseminal. Acariciaba mi miembro ya flácido, lo enjabonaba y luego lo secaba con cuidado. En ese momento, no sabía si habría más allá o si ella deseaba ser penetrada, o si lo vivido hasta ese momento era suficiente para ella. A pesar de que mi erección había desaparecido tras la eyaculación, en mi mente ya se dibujaban fantasías de verla disfrutando de placer oral y siendo penetrada en ambos orificios. No sabía cuál era su disposición, pero después de lo que habíamos compartido, me sentía más confiado en explorar nuevas posibilidades.

Me ayudó a secarme y, ahora con más calma y sin la urgencia del deseo, pude detallar un tatuaje de una gatita en su glúteo derecho, así como una pequeña mariposa que disimulaba una cicatriz de una cesárea de la cual me había hablado antes. Aunque no había observado detenidamente su zona íntima, pude notar que sus labios eran prominentes, su clítoris abultado y estaba muy bien depilada, prácticamente sin un solo rastro de vello. Sus nalgas firmes no mostraban estrías ni celulitis, poseía un cuerpo hermoso, con unos pechos perfectos y una cara tan encantadora que incluso su sonrisa resultaba seductora. Alisa era sin duda una tentación, y creo que era consciente de ello. Fue ella quien resumió la conversación:

- ¿Disfrutaste del masaje?

- ¡No, lo disfruté muchísimo! -respondí mientras ella me regalaba una sonrisa.

- Para serte sincera, yo también lo disfruté mucho. -comentó con una sonrisa sugerente.

- Me encantaría agendar otra sesión para otro masaje. -le dije.

- Podemos coordinarlo si así lo deseas.

- ¿Qué tal ahora... tienes tiempo?

- Creo que lo que buscas va más allá de un masaje. ¿Me equivoco?

- No... creo que has interpretado muy bien. Después de la experiencia que compartimos, me gustaría explorar una relación más íntima contigo. -la miré con esa expresión que reflejaba mi deseo.

- Eres un hombre que sinceramente me atrae, pero nunca he cruzado esa línea con un cliente y no quiero que pienses que utilicé el masaje erótico para atraer clientes. Lo hice porque de verdad me agradaste y me inspiraste confianza.

- Entonces...

- Es complicado, la verdad. No sé cómo decirlo y no estoy segura de si debería contártelo.

- ¿Decirme qué?

- Mira, Tony, voy a revelarte algo muy personal que muy pocas personas saben sobre mí y sinceramente, no puedo negarlo, me gustaría explorar una conexión más íntima contigo, pero antes hay algo que debes saber para evitar complicaciones. Te mencioné que estoy casada... ¿recuerdas?

- Sí, recuerdo que me lo mencionaste.

- Bueno... estoy casada, pero no con un hombre, sino con una mujer. Soy bisexual.

- No te preocupes por eso... No tengo intenciones de complicar tu relación de ningún modo. Tu bisexualidad no me incomoda en absoluto.

- En ese caso, déjame llamar a la persona que cuida de mi hija y comunicarle.que llegaré con retraso.

Cuando llamé a Alisa, ella ya se había cambiado a unas bragas similares a las que llevaba al principio, pero sabía que eran diferentes porque las anteriores aún estaban colgadas en el baño. Se veía encantadora solo con esas bragas puestas y estaba impaciente por que terminara la llamada para poder empezar a acariciar su magnífico cuerpo. Me imaginaba empezando por succionar sus pechos y definitivamente deseaba lamer su hermosa entrepierna, mientras ella hablaba. Después de esperar unos cinco minutos, Alisa se acercó a mí, puso su mano izquierda en mi pecho y con la derecha agarró mi miembro, diciendo con voz aguda y erótica: "¡Quiero comérmela!"

Me encontraba cerca de las puertas corredizas, admirando el jardín y una fuente de agua que desembocaba en una piscina, cuando esta hermosa mujer comenzó a realizar una felación tan erótica como profunda. Sus labios envolvieron la punta de mi miembro, que ya estaba empezando a endurecerse tal como había imaginado. Alisa hizo una pausa y me dijo: "Tienes un miembro precioso, dan ganas de chuparlo de verdad", sosteniéndome de las nalgas, me tenía ante ella mientras me practicaba sexo oral de manera erótica, observando el jardín. ¡Dios mío, cómo disfrutaba chupando! Era un acto a veces delicado y a veces salvaje y profundo. Podía notar que esta mujer de unos 32 años tenía experiencia en eso, y en ese momento me preguntaba qué sorpresas me depararía esta mujer tan encantadora con apariencia de veinteañera. Me estuvo practicando sexo oral durante unos siete a diez minutos, alternando entre succionar mis testículos con destreza y acariciar mi miembro con maestría, acercándome cada vez más al climax, por lo que hice una pausa para corresponderle.

Le pedí que se pusiera de pie y le di un beso en sus labios carnosos. Alisa respondió con entusiasmo y así comenzamos a saborearnos mutuamente. Sentí sus hermosos pechos contra mi pecho y supe que eran naturales, aunque parecían sólidos como si fueran de silicona. Eran simplemente perfectos y al tomarlos con mis manos, llevando uno a mi boca para chuparlo, vi cómo se le erizaba la piel, entre gemidos y voz entrecortada me dijo: "¡Qué delicia! ¡Qué rica se siente tu lengua caliente y tus labios halando mis pezones!". Mientras con mis manos acariciaba su trasero y al llegar a su zona íntima, descubrí que las bragas que se había puesto ya estaban empapadas de sus jugos vaginales. Alisa producía una gran cantidad de fluidos vaginales, espesos y transparentes que se estiraban como hilos al tocarlos con los dedos.

Su piel olía a frutas dulces y, paso a paso, sin dejar de lamer sus pezones y hacer pausas para saborearlos, la acerqué a la cama y la tumbé boca arriba para seguir con mis caricias. Descubrí que le encantaba que le besara el cuello mientras con una mano le estimulaba un pezón. Así transcurrieron unos quince minutos, durante los cuales podía escuchar los latidos acelerados de su corazón y sus gemidos de excitación. Alisa me aseguraba que lo estaba disfrutando al máximo, respirando agitadamente y entre gemidos decía: "Me encanta cómo me besas los pechos... tienes una lengua muy juguetona... Oh Dios, qué delicioso... estoy tan mojada y caliente que quiero sentir tu miembro... por favor, Tony, ¡penétrame!" En esta ocasión era yo quien jugaba con sus deseos, susurrándole al oído: "Espera, quiero primero saborear esa deliciosa zona íntima".

Me decía que era un provocador, que la estaba volviendo loca de placer, pero yo seguía.enganchado de sus senos y de vez en cuando deslizaba mis dedos sobre esas bragas empapadas, masajeando su clítoris abultado que en ese momento, hinchado por la excitación, se sentía más prominente. Al parecer, Alisa estaba tan excitada que prácticamente me suplicó lo siguiente: "Estoy a punto de venirme, pero quiero hacerlo sintiendo cómo me penetras... Métela".

Sin quitarle las bragas húmedas, simplemente las aparté a un lado. Observé su vagina goteando jugos vaginales en abundancia, los cuales también habían empapado las sábanas. Dirigí mi glande hacia su entrada vaginal y sentí su calor y humedad presionando contra mí. La introduje lentamente, notando cierta resistencia a pesar de la evidente excitación de esta bella mujer. Escuché sus gemidos de dolor y placer, los cuales se mezclaban armónicamente, mientras me halagaba con su mirada lujuriosa y me instaba con su voz seductora: "¡Qué deliciosa se siente tu pene! Dámelo con todo, estoy a punto de correrme... húndelo hasta el fondo si así lo deseas". Me apoyé en mis brazos para no ejercer todo mi peso sobre ella y poder admirar sus expresiones placenteras mientras incrementaba el ritmo de mis embestidas, pasando de cien a mil revoluciones en cuestión de segundos. La cama crujía al compás de nuestros gemidos, creando una sinfonía de placer con los sonidos de madera resonando en el ambiente, siguiendo el ritmo de los gemidos de Alisa. Llegamos a una simbiosis perfecta en nuestro acto sexual, donde nuestros movimientos estaban sincronizados a la perfección; al hundir mi pene de 21 centímetros por completo en ella, recibía cada embestida con fuerza, sintiendo el golpeteo de mis testículos contra sus nalgas. Alisa, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, solo podía pronunciar: "¡Sí, así, sigue, no pares... me estoy corriendo, me estoy corriendo... sigue así, no pares... oh, oh, oh... me vengo, Tony, me vengo!" Cada embestida final parecía castigar su vagina, penetrándola intensamente durante más de tres minutos, mientras Alisa gemía sin control, arañando mis nalgas y espalda, su vagina contrayéndose en espasmos de placer prolongados que me llevaron también al clímax por segunda vez. Al retirarme de encima de Alisa, pude ver cómo mi semen se derramaba de su cavidad vaginal, dejando una estela de intimidad compartida. Ella me dedicó una sonrisa tímida y, al levantarse, mencionó: "Tienes una resistencia increíble... No recuerdo a nadie que me haya complacido de esa manera, me hiciste venir tres veces".

Esto, obviamente, resultaba halagador para cualquier hombre, así que nos dirigimos nuevamente al baño para limpiarnos, mientras observaba cómo mi semen se deslizaba entre las piernas blancas de aquella mujer. Antes de dejarnos caer bajo el agua, Alisa me proporcionó un breve sexo oral para eliminar los últimos vestigios de nuestros fluidos corporales. Intrigado por su afirmación anterior, decidí preguntarle:

–¿Nunca te habían dado placer de esa manera? ¿A qué te refieres exactamente?

–Me refiero a la intensidad, la constancia y el ritmo que logramos encontrar juntos... me encantó. Nunca antes había experimentado dos orgasmos seguidos, y mucho menos tres. Tienes una resistencia digna de admirar y, aunque sabía que poseías gran experiencia, nunca imaginé que sería tan placentero.

–Alisa, si no te importa, me gustaría hacerte una pregunta... más personal.

–Adelante.

–¿Cuándo fue la última vez que estuviste con un hombre?

–Fue con mi exnovio, hace aproximadamente cuatro años.

–Antes mencionaste que tu pareja actual no te brindaba el mismo placer que tu exnovio. ¿Estás hablando de tu compañera actual?

–Es delicado hablar de esto. No es que ella no me satisfaga... simplemente, extrañaba esta sensación. Sentir un pene real y no un juguete sexual... ¿me entiendes?

Alisa me reveló más detalles acerca de su relación previa con una mujernos duchábamos y ella me sugirió que tenían una relación abierta, a pesar de que creía que su pareja era completamente lesbiana y nunca había estado con un hombre. Durante esa conversación, le confesé que anhelaba darle sexo oral, ya que me atraían sus labios y ya imaginaba saborearlos. No mencioné nada sobre el sexo anal, porque su aspecto delicado y refinado me hacía pensar que no aceptaría que le penetrara su trasero ni que le interesara esa práctica, pero estaba equivocado. Cuando le dije que quería darle sexo oral, ella expresó su interés en experimentar algo conmigo. Le aseguré que estaba dispuesto a todo con ella y Alisa empezó a compartir abiertamente sus deseos más atrevidos y excitantes.

De su bolso sacó lo que parecía ser un tapón anal y me pidió que lo introdujera en su trasero, para luego poder disfrutar de su intimidad. Era de color rosa y parecía estar hecho de plástico, con la punta más ancha que el resto para que su esfínter lo retuviera en su lugar. Aunque no teníamos lubricante, lo untó con el mismo aceite que previamente había usado en mi cuerpo. Se colocó en posición de cuatro patas y justo antes de que se aplicara aceite en su trasero, le sugerí que esperara para lubricarlo yo de otra manera. Arrodillado, contemplé esa vista espectacular: sus labios vaginales eran hermosos y su trasero sin vello y de un tono rosado era tentador. Me acerqué a su trasero y soplé suavemente antes de deslizar mi lengua por sus nalgas. Dándole un beso al tatuaje de su entrepierna, continué deleitándome con su trasero. Ella exclamó: "¡Oh, vaya, sabes exactamente cómo satisfacer a una mujer!". Le pregunté si deseaba que le practicara sexo oral en su trasero y ella respondió: "Después de cómo me trataste los pechos, supe que tenías una lengua traviesa y juguetona". Alisa gemía de placer mientras recorría sus nalgas con mi lengua sin llegar a su vagina, que se veía húmeda.

Como mencioné, el tapón anal de unos ocho o diez centímetros tenía una punta de buen tamaño, similar en grosor a mi miembro viril. Desconocía que también funcionaba como vibrador, pero ella me pidió que no lo activara mientras lo introducíamos en su trasero tras una intensa sesión de sexo oral. Con saliva y aceite, logramos que su esfínter se dilatara lentamente y ella me pidió que lo retirara y volviera a introducirlo con cuidado. Repetimos este proceso unas cinco o siete veces. Observaba su trasero dilatado, mientras mi erección crecía y liberaba líquido preseminal en el suelo de madera. Luego, Alisa se recostó en la cama boca arriba con las piernas dobladas, lista para que las separara. Con el tapón anal rosado en su trasero, me indicó con voz seductora: "Ahora, cómeme la vagina como desees". Separando sus piernas, busqué ansiosamente su entrada, saboreando su sabor dulce. Dediqué tiempo a disfrutar de su intimidad.

La posicioné en el borde de la cama, elevando sus piernas y colocando una almohada para proteger mis rodillas del suelo de madera, mientras estimulaba su clítoris. Al estar excitada, su clítoris lucía espectacularmente cubierto parcialmente por una membrana de sus labios, similar a una mariposa. Exploré cada recoveco con mi lengua, desde el clítoris haciaperineo mientras con mis manos tomé control de sus dos pezones y empecé a tirar de ellos y apretarlos. Sabía que disfrutaba esto, ya que sus gemidos de placer lo dejaban claro. Después de cinco minutos deleitándome con su intimidad, me solicitó que activara el vibrador en la segunda intensidad. Solo tuve que presionar dos veces el otro extremo que salía por su trasero y escuché el zumbido del aparato en su derrière, ya que en la habitación solo se escuchaban los gemidos de Alisa.

Continué con lo mismo, chupando su clítoris y acariciándolo con mis labios, mientras Alisa gemía de placer diciendo: –¡Oh, por Dios… me estás volviendo loca de placer! – Su piel se erizaba y luego le di un lametazo con mi lengua, sintiendo cómo sus fluidos vaginales se derramaban y volvían más salados, como si el dulce se hubiera desvanecido en ese líquido. Alisa respondía a mi movimiento de cabeza entre sus muslos y mi lengua adentrándose lo más que podía en su cavidad, hasta que finalmente sucumbió… Esta vez no dijo mucho y sus espasmos comenzaron, levantando la pelvis en busca del calor y placer de mi lengua, emitiendo un poco chillón: –¡No pensaba correrme… pero tu lengua es muy traviesa! – La lami hasta que sus suspiros se volvieron más suaves y silenciosos. Tenía mi rostro bañado en los fluidos de Alisa y ella se incorporó, me besó los labios y los chupó de manera erótica, como si estuviera succionando mi miembro.

Me dijo que esperaba alcanzar el orgasmo con mi miembro en su intimidad, con las piernas elevadas sobre mi pecho, ya que esta posición le proporcionaba los mejores clímax según me había contado. Le dije que podíamos probar y que sería más conveniente hacerlo en la cama de masajes, por su altura que me resultaba más accesible. Sin perder tiempo, se acomodó en esa posición en la cama y era la altura perfecta para observar cómo mi miembro se introducía en su interior, donde podía sentir la vibración de su tapón anal en su trasero. Con las piernas en alto y cerradas contra mi pecho, empecé a moverme con embestidas más rápidas e intermitentes. Alisa se aferraba a sus pechos, cerraba los ojos y luego se apretaba los pezones y hacía gestos eróticos con su rostro. Sentí el calor de su vientre, el cual me transmitía sensaciones más intensas, indicándome que estaba al borde de otro orgasmo. A mi edad y después de dos eyaculaciones previas, me resultaba difícil llegar a una tercera. Di una sacudida a su intimidad, la cama crujió y prácticamente la empujaba hasta que chocó con la pared, momento en el que intensifiqué mis movimientos, disfrutando de la belleza de esa mujer. Ella soltó un grito: ¡Dios mío… me corro! Sigue, no pares que me vengo. Continué hasta que ella misma me pidió que lo hiciera. Fue entonces cuando le pedí su retaguardia. Con una expresión de resignación y notando el cansancio en su rostro, le retiré el tapón anal en esa posición y observé su trasero abierto antes de empezar a penetrarla con mis 21 centímetros. Me advirtió: -Ve con cuidado, tu miembro se siente como si fuera a romper a alguien. – Le di paso y minutos después la embestía a placer, siempre con las piernas en alto, mientras Alisa se masturbaba el clítoris. Después de varios embates a distintas velocidades, anunció: -Tony, me vengo, por favor, me estoy corriendo de nuevo. – Incrementé el ritmo y esta vez los espasmos fueron tan intensos o ella estaba tan débil que sus ojos se desenfocaron y sus muslos temblaban. Continué con mis embestidas, quería alcanzar la cúspide y con mi espalda sudada y gotas de sudor cayendo sobre mi torso, vacié mi tercera eyaculación en su derriere. Ambos jadeábamos y cuando ella recuperó el aliento me dijo: ¡Increíble… eres un as en la cama! Nunca imaginé un encuentro tan apasionado.

Ha pasado tiempo desde esa primera vez, sin embargo, hace unos días recibí el correo electrónico número cien solicitando más detalles tras mi primer relato con Alisa. A esa persona le enviaré una fotografía de Alisa, sin mostrar su rostro ya que es confidencial, pero permitiéndole apreciar su belleza. Desde aquel primer encuentro, hemos compartido una segunda vez en la cual le tomé varias fotos, esto ocurrió hace tres semanas. Alisa es una diosa en el arte del placer y fue un verdadero deleite llevarla a la cama. Si este relato te ha gustado, escríbeme y haz todas las preguntas que desees.

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