En primer lugar, agradezco el tiempo que dedican a leer esta, mi segunda historia después de un año en el que había dejado de publicar varias que aún tengo pendientes, debido a asuntos laborales no las había compartido, espero que las disfruten tanto o más que las anteriores que ya he publicado.
Siguiendo con la historia de Yesi, la hermosa chica que conocí durante una entrevista de trabajo, algunas semanas después de aquel encuentro con Alberto, seguimos en contacto y un día me pidió un favor: llevarla a inspeccionar una casa que su hermano tenía en alquiler en la segunda ciudad más grande del estado. Los inquilinos anteriores la habían desocupado. Por un momento, pensé que esta sería mi oportunidad para algo más íntimo con ella; mi mente voló al imaginar que iríamos a una casa vacía, lejos de nuestra ciudad. Sin embargo, también recordé la experiencia de Alberto con ella, y lo último que quería era meterme en problemas tóxicos por el calor del momento. A pesar de todo, decidí darle el beneficio de la duda ante su extraño comportamiento, pensando que tal vez necesitaba dinero y que con Alberto no había logrado obtenerlo, aparte de problemas.
Con el objetivo de ayudarla y disfrutar de la compañía de tan encantadora joven, acepté llevarla (como ya mencioné en la historia previa, ese es mi punto débil, no puedo negarme ante una dama). Aunque no entendía por qué me pedía ayuda, ya que ella podía ir sola o quizás con algún otro "amigo", consideré que sería una buena oportunidad para disfrutar de su grata compañía en una ciudad distante. Quedamos en que pasaría por ella al día siguiente en su casa.
No podrían creer lo impactante que era el atuendo que llevaba puesto para la ocasión. A pesar de su edad, cualquier prenda juvenil le quedaba perfecta, considerando que donde vivo, casi siempre hace calor, especialmente en primavera y verano, lo que hace que el clima sea agradable para salir de la ciudad. Cuando la vi acercarse, no podía creer lo hermosa que lucía. Vestía una minifalda negra de tela ligera con estampados florales, sandalias que dejaban ver sus pies cuidados con uñas limpias y un barniz que hacía juego con su vestimenta. Su blusa, muy ligera, era de una tela transparente y con los hombros al descubierto. Sí, esa blusa permitía apreciar gran parte de sus generosos atributos; llevaba un sostén de media copa que en algún momento temí que sus traviesos pechos fueran a escapar, retenidos por aquella prenda de encaje blanco que dejaba poco a la imaginación.
Ella sabía cómo resaltar sus encantos, y desde ese momento deseé más que nunca poder hacer el amor con esa hermosa y joven mujer. Mis ganas estaban a flor de piel, mi excitación era evidente, incluso mi miembro ya estaba más que húmedo al segregar líquido preseminal al instante de verla con ese atuendo. Al sentarse a mi lado y saludarnos con un beso en la mejilla al llegar, sentí una atracción absoluta. En ese mismo instante, deseé besarla y poseerla al sentir el roce de nuestros rostros en ese saludo cotidiano de beso en las mejillas. Experimenté una intensa excitación y nerviosismo; a pesar de ser mayor que ella, aquella hermosa chica de 23 años logró ponerme nervioso, recordándome mis años de universidad cuando las compañeras me ponían más tembloroso que una gelatina.
Tomamos la carretera, recorriendo una autopista durante aproximadamente 30 minutos. Cuando faltaban pocos kilómetros para llegar a la ciudad, ella me indicó una salida que nos llevó por una carretera con paisajes rurales de cultivos y granjas, menos transitada y con vistas campestres e idílicas, perfectas para. . .
Disfrutar de alguno de esos espacios al aire libre rodeados de la naturaleza sería ideal. Ella decidió poner música a todo volumen de una canción que le apasionaba, cantaba a todo pulmón moviéndose al ritmo de la melodía mientras abría la ventana y asomaba la cabeza para sentir cómo el viento la refrescaba en ese día tan caluroso. Cuando se asomaba, podía admirar sus piernas al estirar su cuerpo, la visión que ofrecía era realmente sensual, pero procuré ser discreto y no cometer los mismos errores que mi amigo. Me preocupaba que su reacción fuera negativa, temía que la atmósfera se tornara pesada. En aquel momento, pensé que durante ese viaje ella sacaría a relucir el tema de Alberto, sin embargo, guardó silencio al respecto y yo hice lo mismo.
Decidimos mantener una velocidad moderada para seguir disfrutando del hermoso paisaje de campos verdes con árboles a ambos lados de la carretera, creando una sombra fresca que invitaba a detenerse, desnudar a mi joven acompañante y recorrer con besos todo su cuerpo bajo los rayos del sol. No sentía prisa por llegar a ningún lugar, quería seguir contemplando el cuerpo de esa joven que me provocaba sentimientos intensos. Al acercarnos a la zona urbanizada, divisé algunos moteles de mala calidad que probablemente utilizaban los trabajadores y campesinos locales. Por un instante, consideré la posibilidad de entrar a alguno de esos lugares con ella, pero prefería una opción más refinada. Observé si alguno de los moteles podría ser de utilidad en caso de surgir la oportunidad.
Durante nuestra conversación, mientras cantaba y compartía detalles de su vida, no sé si buscaba alejarse del tema relacionado con Alberto, pero confesó acerca de sus relaciones anteriores. Hasta ese momento, desconocía cuál era su objetivo al revelar esos detalles, aunque me mencionó que la mayoría de sus exnovios eran casi como modelos, con coches deportivos y otros lujos que, desde mi perspectiva, me generaban cierta cautela.
Siguiendo sus indicaciones con cierta incertidumbre, llegamos a la casa que íbamos a visitar. Al entrar en la vivienda deshabitada, sentí el impulso de lanzarla al suelo, quitarle la ropa interior y entregarnos a la pasión de manera salvaje. Pensaba en descubrir sus senos y acariciarlos con intensidad hasta enrojecerlos, imaginándome su intimidad húmeda. Quería escucharla gemir de placer hasta saciar nuestras ansias. Sin embargo, la prudencia me detuvo al notar la ausencia de mobiliario y el polvo acumulado por la falta de ocupación. Inspeccionamos la propiedad, luchando contra mis instintos más salvajes de abalanzarme sobre ella por detrás y presionar mi erección contra sus nalgas para que sintiera el deseo que ardía en mí. Una vez concluida la inspección, nos retiramos del lugar. Internamente, me reprochaba por no haber pasado a la acción ni durante el viaje ni en la casa, pese a haberme imaginado durante todo ese tiempo cómo sería. Desde que la vi llegar con esa vestimenta, desbordaba deseo y excitación; resulta familiar para mí, como cuando te propones tener relaciones con alguien y lo logras. Ese había sido mi plan desde que se acordó el viaje. Me sentí algo frustrado al regresar a la realidad con las manos vacías, pues no avancé en insinuaciones o gestos que pudieran incomodarla. Mientras recorríamos algunas calles de la ciudad, ella sugirió que era demasiado temprano para volver, me propuso ir por unas cervezas y acepté, a pesar de no conocer ningún lugar en esa ciudad. Busqué a lo largo de una avenida concurrida algún establecimiento que pareciera un bar o algo similar y, de repente, divisé lo que parecía un bar o cantina en una pequeña plaza. El lugar resultó agradable, con un ambiente jovial y personas de todas las edades. Me sentí halagado al notar que varios presentes volteaban a vernos al llegar, una joven mujer acompañada por un hombre maduro. Pedimos unas micheladas y...
Se ofrecieron algunos aperitivos, continuaba charlando sobre sus jóvenes novios que eran casi como modelos adinerados, etc., desde mi punto de vista lo percibía como una actitud presumida de su parte y pensaba que era como un muro que ella ponía para evitar que yo le insinuara algo, como se dice coloquialmente.
Durante su conversación, en las pantallas se proyectaban partidos de fútbol (jugaba la selección nacional), tomamos las cervezas que refrescaban en ese día tan caluroso, alzábamos nuestros vasos para brindar y decir "salud" por sus parejas, por nuestra amistad y por lo que fuera que imagináramos en ese momento entre risas de mi alegre y atractiva invitada. Cuando ella se levantó para ir al baño, pude admirar nuevamente su hermosa figura que también llamó la atención de varios de los presentes que la observaron detenidamente, yo me sentía halagado de que ella me acompañara pero al mismo tiempo nervioso porque a medida que pasaba el tiempo, mis deseos de intimidad con ella crecían, y por lo que percibía, para ella yo solo era un "amigo" entre tantos que podía tener, tal y como mencionaba.
Terminó el fútbol al igual que nuestras cervezas, así que decidimos regresar ya refrescados, subimos a mi coche y nos dirigimos hacia la salida de la ciudad para volver a nuestro hogar. Justo cuando estábamos a punto de ingresar a la autopista que nos llevaría de regreso a nuestra localidad, ella interrumpió bruscamente la conversación, se volteó hacia mí con una voz firme y segura de lo que quería decir, soltando lo siguiente, lo cual me sorprendió enormemente:
Yesi: ¡Seguramente tú jamás le has sido infiel a tu esposa! ¿Verdad?
Esas palabras me afectaron profundamente, como si me hubieran arrojado un cubo de agua fría, creo que mi rostro pasó del blanco al amarillo y luego al rojo, evidentemente entendí a qué se refería, eran las palabras que estaba esperando desde que se subió al auto. De inmediato interpreté aquello como un desafío o una invitación para dar el siguiente paso, como si me estuviera diciendo "¿no te atreves?" por mi falta de iniciativa. En cuestión de segundos, mi respuesta se volvió más directa sin necesidad de palabras, era evidente lo que debía hacer.
En un instante, cambié la posición de mi mano, que estaba en la palanca de cambios, y la deslicé hacia su pierna, recorriéndola desde la rodilla hacia arriba, sintiendo la suave piel de ella, y ella no se molestó en apartarla, así que la guié hacia el interior de sus muslos hasta llegar a su entrepierna, mientras conducía el auto, mi mano llegó a su destino y percibí la textura de su ropa interior, notando el calor que emanaba de ella. Froté suavemente la tela de su tanga blanca transparente con la palma de mi mano, y poco a poco sentí su humedad a medida que acariciaba su pubis con una mano y continuaba conduciendo con la otra. Sin ningún reparo, ella misma subió la tela de su minifalda, dejando al descubierto sus hermosas piernas. Apenas un minuto después de su pregunta y de que mi mano pasara a la acción, dándole rienda suelta a la lujuria acumulada durante mucho tiempo.
Yo: ¿Por qué lo mencionas? No sabes de lo que soy capaz... (mientras acariciaba su entrepierna y la miraba fijamente).
Yesi: Por un momento pensé que no te atreverías (con una mirada lujuriosa y los labios entreabiertos, casi gimiendo al recibir mis caricias). Finalmente te decidiste... parece que las cervezas te han dado valor...
La muy astuta sabía que me tenía en sus manos, parte de esa falta de inhibiciones podía atribuirse a las cervezas, pero un 95% se debía a esas palabras cargadas de deseo que ella me dirigió, capaces de tentar incluso al más sensato.
Yo: La verdad es que me atraes.
A pesar de que me gustan mucho las chicas y las deseo (lo cual es cierto), no me agrada ensuciarme con ellas, pero finalmente no pude contener más mis deseos.
Ansiaba con intensidad a esa mujer y además de sentir mi excitación y deseo, percibí que emanaba toda clase de lujuria de mi ser (casi igual a lo que experimento en este momento al rememorar esta historia). Solo me retenían la conciencia, el respeto y la consideración hacia ella, ya que no soy partidario de acosar o abusar, especialmente si no es de mutuo acuerdo. Además, al ser una mujer de carácter fuerte, temía que pudiera armar un escándalo como lo hizo con Alberto. La verdad es que su frase fue como una autorización para dar el siguiente paso con ella, y no desperdicié la oportunidad.
Yesi: Veo que captaste muy bien lo que te dije, pero te lo di precisamente por tu amabilidad y disposición para ayudarme. En este viaje quería estar a solas contigo, pero noté que te estabas distanciando, pensé que no te interesaba.
Mientras seguía conduciendo, acariciaba su vulva y clítoris, que lucía deliciosa, casi completamente depilada con un pequeño corte sobre su botón del placer. Por unos instantes, logré introducir uno o dos dedos en su vagina, con su colaboración al levantar un poco la pelvis para facilitar el acceso. Era gratificante jugar con sus fluidos en mis dedos, escuchando el sonido que producía el movimiento de mis dedos en su húmeda intimidad.
Yo: Gracias, Yes... Realmente es un placer conocer a una mujer como tú, tan apasionada.
Yesi: Mmm... qué delicioso... aahhh (abrió completamente las piernas con la tanga a un lado, eliminando barreras para mis caricias).
Aprovechando la humedad de su vagina, llevé los dedos a mi nariz para percibir su embriagador aroma femenino. Instintivamente los llevé a mi lengua para disfrutar el sabor de esa mujer fogosa. Saboreé aquel gusto en mis papilas gustativas.
A pesar de estar en una autopista muy transitada, reduje la velocidad para tener una mano en el volante y otra acariciando su entrepierna. A partir de ese momento, la naturaleza de nuestra charla cambió, rompiendo la barrera entre la amistad y la lujuria, mientras conversábamos sobre aspectos más íntimos.
En esa conversación sin tapujos, con la confianza que ella me brindaba, le confesé que desde el primer momento en que la vi en la sala de recepción me atrajo y fantaseé con ella, especialmente aquel día en que la vi llegar con ese atuendo que destacaba sus hermosos y suculentos senos, que me llamaron la atención desde el primer momento por su exquisita apariencia y lo besables que parecían. Su respuesta fue breve.
Yesi: ¿En serio? Son completamente naturales, no te quedes con las ganas de acariciarlos, mi amor...
No pasaron muchos segundos desde esa frase hasta que deslicé mi mano por el escote de su blusa, cubriendo la mayor parte de su pecho grande y suave. Experimenté un éxtasis al tocar sus ya erectos pezones con mis dedos, lo que me hizo salivar al saborearlos y sacarlos de su escote mientras seguíamos en la carretera, con sus senos al aire. Eran tal como los había imaginado, grandes y naturales, con un pezón café, erguido hacia la carretera y solo cubiertos un poco cuando algún vehículo nos adelantaba. Algunos conductores, en especial los de camiones altos, podían vislumbrar la escena dentro del auto y tocaban la bocina, mientras mi "bocina" (pene) segregaba líquido, pareciendo que mi fantasía de ese día se hacía realidad.
Ya compartimos nuestras anécdotas y vivencias,
que antes no me atrevía ni siquiera a tocarla y lo formal y serio que había sido con ella desde el principio, y ahora cómo le acariciaba sus zonas íntimas y ella extendió su mano para acariciar mi miembro sobre mi pantalón, deslizando sus delicados dedos por el contorno de mi pene aprisionado bajo la tela, soltando un comentario.
Yesi: Hmmm, se siente tan rico y caliente, ya quiero tenerlo dentro de mí, amor. (Mientras se volteaba y me miraba de manera provocativa)
Yo: Eso es lo que he deseado desde hace tiempo, Yesi, quiero hacerte el amor.
Al decirle esto, ella se acercó a mí mientras conduciendo me dio varios besos en el cuello y mejilla que me erizaron la piel, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo y reduje aún más la velocidad para poder girar y fundirnos en un breve pero apasionado beso de lengua. Ella recostó su cabeza en mi hombro, casi en mi pecho, mientras movía mi brazo hacia atrás de ella para seguir acariciando ahora sus nalgas desnudas, separadas solo por una fina tela de su tanga que, debido a mi posición, no podía ver pero sí sentir con mis dedos, intentando introducir un dedo por detrás hacia su vagina como si la estuviera penetrando.
Por su parte, ella logró abrir mi cremallera y manejar mi ropa interior para liberar a mi miembro, que ya estaba bastante húmedo por la excitación de tantas horas junto a esa joven mujer, que al sacarlo solo dijo:
Yesi: Wow, tu pene se ve delicioso, mi amor, está ardiente, muy rojo y húmedo... mmm y sin vello, eres un provocador. (mientras abría su boca y acariciaba el glande de mi pene con la lengua)
Yo: Es tu culpa, Yesi, así me tienes desde hace días y especialmente hoy.
Reduje la velocidad para que ella pudiera atender a mi miembro y no tuviéramos algún accidente. Fue un poco complicado conducir y liberar al "ogro llorón" de su prisión, pero una vez afuera, ella se encargó de mimarlo, lo envolvía con su mano mientras con su pulgar jugaba con la cabeza, untando mi líquido preseminal por la punta de mi erecto y rojo miembro, con las venas palpitando por las caricias de esa bella chica; cuando la carretera estaba un poco despejada, ella se agachaba para engullir mi pene, su lengua recorría el tronco y jugaba con el glande, yo no podía verla por estar pendiente de la carretera, la sensación era muy placentera cuando su lengua jugaba con toda la punta, la posición era complicada, pero mientras ella se agachaba a hacer su labor, yo extendía mi mano hacia su baja espalda por dentro de sus pantalones, la excitación de saber que Yesi llevaba esa tarde una prenda muy sensual, llevaba una tanga de hilo que se metía en sus nalgas, mis dedos acariciaban un poco de su piel suave y firme, ambos ardíamos de deseo.
Antes de llegar a nuestra ciudad, y muy cerca del parque industrial donde nos encontramos, hay un desvío hacia un pueblo encantado, que es un camino más tranquilo y que podría servirme para ganar más tiempo y explorar más con ella, así que dirigí el auto hacia esa carretera, haciendo una parada en el arcén, quería probar esos senos que mi boca deseaba tanto y saborear la punta de sus pezones; sabía que en el momento en que mi boca tocara ese pezón y jugara con ese pecho, ella tiraría cualquier resistencia que pudiera tener.
Ella se sorprendió al levantar la cabeza porque no se había dado cuenta de que me había desviado mientras hacía su trabajo en mi miembro. Me acerqué a su rostro al levantarlo y nos envolvimos en un apasionado beso, nos devoramos y solo se escuchaban nuestros sonidos de pasión contenida por tanto tiempo.
Con mis manos libres, ahora tenía a mi alcance sus dos grandes pechos, pellizcando sus pezones, le besé el cuello y bajé hasta su escote, donde succioné uno y otro pezón, parecía un bebé lactante mientras ella solo gemía y se movía sobre el asiento.
Sintiendo mi lengua sobre sus pechos y sus manos acariciando mi cabeza para acercarme más a ellos, mi lengua parecía una serpiente que entraba y salía de mi boca, haciéndola gemir y humedecerse en su tanga. En un momento le expresé mi deseo de sentir su intimidad, ella simplemente sonrió, consciente de haberme llevado a la infidelidad. Con gestos expresivos y llenos de lujuria, aceptó indicando con su mirada de “aprobación”. Introduje mi mano derecha entre los pliegues de su pantalón, pasando por la fina tela de su tanga, la cual ya había sentido los hilos que se clavaban entre sus nalgas. Esta vez, al percibir la humedad de su vagina, la besé mientras la estimulaba manualmente y ella, al sentir los movimientos de mi dedo índice sobre su clítoris y la penetración de mi dedo en su vagina empapada, me mordió muy sensualmente el labio inferior, gimiendo al compás de mis caricias. Al retirar mi mano, la llevé a mi boca y chupé mis dedos para disfrutar aquellos líquidos de mi joven amiga, un sabor único, inigualable, simplemente el sabor de ella, de mi amiga especial. Más tarde, volví a introducir mi mano para saborear juntos los jugos que emanaban de su intimidad, fue delicioso besarnos y degustar su elixir sexual en conjunto.
En ese instante, poco me importaba la situación tóxica que había tenido con mi amigo, ya que ante mí tenía a esa chica que había conocido hace aproximadamente 15 días en una sala de espera para una entrevista.
En aquellos momentos llenos de pasión y notando mi interés, ella me pidió ayuda con algunos gastos, algo que ya esperaba que sucediera, le habría dado lo que necesitaba sin pedírmelo a cambio de un favor sexual. Planificamos algunas cosas a futuro, como compras de ropa, donde ella me reveló su parte más lasciva. Decidí arrancar el auto y nos dirigimos por la carretera hacia el pueblo mágico en busca de un lugar íntimo para saciar nuestra sed de pasión. Mientras conducía, ella acariciaba mi miembro como al principio y, en ocasiones, detenía la acción para solicitarme alguna compra que había visto en una tienda, ante esta tortura le menciono un “Swordfish-azo”, haciendo referencia a una película donde presionan a un hacker con un acto sexual oral por parte de una hermosa actriz.
La carretera estaba tranquila al ser un día de la semana, así que prácticamente ella ya estaba desnuda mamando mi miembro, llegamos al primer motel cercano a la zona de los aeropuertos, seguí las indicaciones y cerré la cortina del garaje asignado. Mientras apagaba el auto, ella aprovechó para jugar rápidamente con mi pene en su boca y lengua, la sensación de esa felación intensa casi me hizo desfallecer. Una vez más cómodo, salí a pagar el servicio, pidiendo un par de bebidas para la ocasión. Los condones ya estaban preparados previamente, pues en mi mente ya había imaginado este encuentro mucho antes de recogerla, ese era mi gran deseo hecho realidad.
Le abrí la puerta a mi amiga, ella ya se había acomodado de nuevo la ropa, la rodeé con mis brazos por la cintura atrayéndola hacia mí para sentir su hermoso cuerpo junto al mío, con mi miembro erecto presionando su pubis, nos besamos apasionadamente mientras nos abrazábamos, compartiendo caricias con nuestras lenguas entrelazadas, nuestra respiración agitada y compartida. Estaba deseoso de desnudarla, así que subimos a la habitación, dejando que ella subiera por las escaleras mientras la observaba, pudiendo admirar sus tentadoras nalgas sin pena de taparse, siguiéndola como un animal ansioso. El aroma de su intimidad llegaba a mi nariz mientras la detuve en el último escalón, pudiendo meter mi rostro bajo la tela de su falda y sentir sus nalgas en mi cara, fue una sensación fabulosa que la hizo sobresaltarse, exclamando frases como "¡Wow, me asustaste!" "Realmente...”
¿Qué deseas, mi amor? Me enciendes de sobremanera - Estaba ardiendo al percibir ese aroma tan sensual y al imaginar el momento en que disfrutaría del cuerpo que ya se había entregado a Alberto días atrás.
Tras deleitarme con su aroma a través de la ropa, nos dirigimos hacia la habitación. Pegué mi miembro contra sus glúteos mientras abría la puerta, rodeando su torso con una mano para acariciar uno de sus hermosos pechos. Con mi miembro en sus nalgas, le susurraba al oído lo bella y provocativa que era, preguntándole si ya había confirmado que podía ser infiel. Ella solo soltó una risita maliciosa y confirmó: "Ya veo que sí, Lalo. Por un momento dudé de ti".
Abrazados, entramos en la habitación, yo siguiéndola de cerca y acariciando su firme y suave vientre. Observé detenidamente nuestra habitación asignada: la cama perfectamente tendida, una pequeña sala cerca de la entrada, un sillon tantrico al lado de la cama y un baño con paredes de vidrio que permitían ver claramente a quien se duchara. La vista de ese escenario con la joven excitante me hacía arder de deseo.
Parados ante la cama, nos abrazamos como amantes de larga data; nos besamos y acariciamos mutuamente, mientras ella parecía danzar sensualmente en mis brazos. Nos miramos a los ojos en un juego sensual de caricias y besos.
Mientras ella tomaba el control del televisor y buscaba entre los canales, dejando una película erótica típica de esos lugares, yo estaba completamente absorto en su cuerpo, sin prestar atención a la película. Mis manos se deslizaban por donde sus prendas lo permitían, desabrochando cada botón de su ropa mientras besaba y mordía suavemente su hombro, cuello y nuca, al compás de sus jadeos en mi oído.
En pleno juego de seducción, fuimos interrumpidos por la encargada del lugar, quien nos avisó la entrega de las bebidas solicitadas. Una vez que regresé junto a ella, continuamos desvistiendo uno al otro con sensualidad y sin apuro, entre besos y caricias. Le quité las ligeras prendas que llevaba, pero dejé intacta su ropa interior. Disfruté la vista de ella con esas prendas, contemplando su hermoso cuerpo de 22 años con unas formas extraordinarias: su tanga blanca y sujetador a juego, de una tela casi transparente que mostraba su feminidad de forma sugerente. Era un espectáculo que hubiera deseado inmortalizar en una revista (o en mi colección personal), pero no quería interrumpir el momento, como sucedió con Alberto.
Una vez que estuvo así, ella comenzó a bailar sensualmente como si fuera una bailarina de club nocturno (quizás había sido una de sus facetas), acercándose a mí y quitándome la camiseta de manera provocativa, besando mi cuello, pecho y pezones. Me hizo levantarme de la cama, donde estaba sentado admirándola, y procedió a despojarme de los pantalones, besando mi vientre y jugueteando con mi miembro ya erecto, mordiendo suavemente la tela con sus dientes. Después, bajó esa última prenda mientras mi miembro quedaba a su altura, y sin dudarlo, se lo introdujo en la boca para darme una deliciosa felación. Mientras sujetaba su cabeza y marcaba el ritmo de su juego oral, disfrutaba de cada movimiento de su lengua y de sus labios.
para alzarlo y que mis testículos colgaban frente a ella, para deslizar su lengua sobre ellos como si fueran una fruta prohibida, introduciendo uno y otro en su boca y moviendo su lengua generando múltiples sensaciones con esa boca tan juguetona.
Finalizamos ese juego de placer hacia mí, pero yo ansiaba disfrutar de aquel hermoso cuerpo así que le indiqué que se subiera a la cama y se pusiera en cuatro, ella pensó que la tomaría de esa manera, pero no. Mi intención era deleitarme ahora con ella así, admirar lo hermosa que lucía en esa tanga blanca que se perdía entre sus dos tersas y hermosas nalgas, apenas cubriendo ligeramente su orificio trasero.
No dudé en sumergirme nuevamente entre ellas y besar cada rincón de tan bellas nalgas, recorrer la piel de sus caderas, sus nalgas, introducir mi rostro nuevamente entre esas nalgas apartando el pequeño trozo de tela blanca de la tanga, mi lengua recorrió cada pliegue desde su ano hasta su vulva, lo hacía lentamente como si saboreara un delicioso helado, sin apuros, solo observando cómo su anito se tensaba ante mi caricia lingual y sus gemidos aparecían inmediatamente, me transformé en una bestia sexual, cuando después de esa lentitud recorrí sus labios vaginales que ya emanaban sus fluidos femeninos, e introduje mi lengua en esa cavidad, el extremo de mi boca se abrió paso entre sus labios, sintiendo lo cálida que ella se encontraba, estaba absorto saboreando tan exquisito manjar mientras ella simplemente abría sus nalgas para que mi lengua pudiera adentrarse lo más profundo posible, mi nariz podía percibir aquellos deliciosos aromas mientras sus gemidos se mezclaban con los de la película, ella solo gemía y suplicaba que continuara de esa forma, que se sentía muy bien, que yo era su papá, que prosiguiera así, que la llevaría al clímax, eso me impulsó aún más, por lo que anhelaba que esa fuera una de sus llegadas, percibí su humedad impregnar mi boca, ella gimoteaba al liberar ese chorrito de su esencia amorosa.
Ella temblaba mientras se recuperaba de tan sublime orgasmo, yo seguía disfrutando de su esencia, era evidente que ella estaba lista para recibir las embestidas de mi miembro viril.
La dejé extasiada con su pecho sobre la cama, con las piernas elevadas y sus caderas hacia arriba, observaba su vagina palpitar y completamente húmeda, me acerqué a mi pantalón y saqué de mi bolsillo un paquete de preservativos que llevaba "Por si acaso", me coloqué uno rápidamente desechando el envoltorio sobre la mesita de la sala, me dirigí hacia mi dama quien aún estaba en posición para recibir mi pene ardiente y erecto, acaricié un poco mi miembro entre sus labios vaginales, qué delicia se sentía deslizar mi falo entre sus pliegues, solo introduje la punta y ella movía sus caderas de adelante hacia atrás, como si quisiera que mi pene penetrara completamente en su interior, así estuve jugando con ella unos instantes, agarrándola de la cadera, observando el arco que formaba su espalda baja pareciendo una gata en celo, ella giraba para mirarme con una mirada lujuriosa y sonrisa victoriosa, me había llevado al pecado, algo que también deseaba desde que la conocí.
Me llené de esa imagen de sus senos tan grandes y hermosos que había anhelado desde el primer momento que la vi, le hice saber lo mucho que disfrutaba de ese par de melones, me aproximaba para acariciar uno u otro de sus pechos, para introducirlos en mi boca, me saturé de tanto saborear esos senos tan deliciosos, metiendo su pezón oscuro y erecto en mi boca y suavemente succionándolo como si fuera un bebé lactante, esa es una gran obsesión mía, por lo que siempre que podía le acariciaba con entusiasmo esos hermosos pechos mientras mi miembro perforaba su igualmente bella y joven vagina empapada de sus fluidos y los míos.
Mi amigo no se equivocaba al decirme que Yesi poseía un cuerpo que incitaba a la perdición, su piel suave y firme, su juventud y su gran ímpetu al momento de hacer el amor la convertían en una amante perfecta. Hicimos el amor de forma exquisita, recorrimos la habitación entregándonos en el sillón Kama Sutra.
Al recuperarnos un poco, ella se dirigió hacia la ducha, que estaba cubierta únicamente por un cristal cilíndrico, y pude contemplar cómo el agua de la regadera resbalaba sobre su bien formado cuerpo, no dudé en unirme a ella y acompañarla. Mi amigo ya estaba preparado para otro encuentro, caminé hacia ella y encontré un espacio para abrazarla y recibir juntos el agua mientras besaba su piel, recorriendo cada rincón de su cuerpo desde los pies hasta la cabeza, subiendo acariciando y besando cada extremidad y centrándome en sus zonas erógenas, descubriendo que también era sensible a mis besos sobre sus caderas, haciendo que se estremeciera. Ella correspondió a mis besos y tomó la iniciativa de hacer lo mismo con mi miembro, acercándose y tomando mi pene entre sus labios. Besó el glande y lo introdujo lentamente en su boca, jugando con él durante unos minutos para satisfacer mi deseo y mantenerlo en completa erección. Le pedí que se detuviera antes de que llegara al clímax con su boca, la detuve y la giré apoyándola contra el cristal de la ducha, me coloqué detrás de ella para disfrutar de nuestros sexos húmedos por el agua de la regadera, penetrándola por detrás entre sus nalgas, frotando mi miembro entre sus glúteos y deslizando el glande por sus labios vaginales, disfrutando de este juego sin llegar a penetrarla, simplemente jugando con la cavidad formada entre sus nalgas y su vagina cuidadosamente depilada. Cuando ella intentó guiar mi miembro hacia su vagina con sus manos, el roce de la punta de mi pene con su entrada vaginal, la excitación del momento y varios roces hicieron que, con la punta de mi pene dentro de su vagina, experimentara una intensa eyaculación, liberando mi semen entre sus piernas sin llegar a penetrarla por completo.
Permanecimos inmóviles mientras me encontraba en ese estado de éxtasis, abrazados bajo el chorro de la regadera hasta que la calma regresó. Ella se inclinó para limpiar los restos de semen de mi pene con su lengua y boca, experimentando una sensación gloriosa al introducirlo en su cálida boca y succionarlo, consumiendo los últimos vestigios de semen. Nos besamos y completamos el enjuague.
Esa tarde resultó ser excepcional, al menos para mí, ya que había hecho realidad esa fantasía que había tenido desde que la conocí.
Ese fue el primero de muchos encuentros que tuvimos a partir de esa reveladora pregunta... ¡Seguramente tú no le has sido infiel a tu esposa nunca!
Espero que hayas disfrutado de este relato, y en este nuevo año que comienza, espero poder publicar más historias que tengo guardadas. Estaré atento a tus comentarios y calificaciones.
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