Nos íbamos a reunir un grupo de amigos cercanos. Todos en la franja de los treinta años. En total, seríamos 4 parejas además de mi amigo que estaba de visita. Era una velada para rememorar antiguas historias y buenos momentos.
Comenzamos temprano y la noche estuvo muy animada. Entre risas y evocaciones, las horas pasaban rápidamente. Se hacía tarde y un compañero, Antonio, propuso jugar verdad o reto si a nadie le parecía mal. No describiré a las demás mujeres del grupo, ya que no es relevante para la narración, pero como mencioné antes, Carla, de 30 años, posee una hermosa figura, mide 1.60, tiene una conversación encantadora, un trasero imponente, senos firmes y erguidos, esbelta, con unas piernas bien formadas y caderas anchas que complementan a la perfección su exuberante trasero. Dado que éramos amigos de muchos años, todos aceptamos, aunque con cierta reserva.
Los juegos se mantuvieron sutiles, con bromas entre nosotros los hombres, anécdotas picantes entre las mujeres, lo que llevó a que confesáramos uno que otro recuerdo de aquella época. Es en este punto donde se tornó la situación más atrevida.
En un desafío a Fernando, le preguntaron si había alguna persona del colegio que le atrajera mucho y de lo cual no nos hubiéramos percatado. Con las copas de más, Fernando confesó sin titubear que en el pasado le interesaba Carla, aunque fue algo breve y, más que todo, después de unos años de haber salido del colegio, cuando Carla y yo iniciamos nuestra relación, ese interés se convirtió en una anécdota porque entendía que nunca se concretaría, ya que ella y yo nos convertimos en pareja.
El comentario fue recibido con humor por todos y seguimos con el juego. A raíz de esto, mi mente divagó y recordé que en una ocasión, hace muchos años, Carla me mencionó que de mis amigos, el único que le parecía atractivo era Fernando. Mis instintos de cornudo se encendieron y empecé a imaginar a Fernando en una situación íntima con Carla.
Fernando es un poco más alto que yo, con 33 años y una estatura de aproximadamente 1.75, de complexión robusta debido a sus visitas habituales al gimnasio, y aunque no es musculoso, se mantiene en forma. Como hombre, debo admitir que tiene su atractivo, de hecho, en la época del colegio era considerado uno de los chicos más guapos de la clase.
Mi mente y mi corazón empezaron a acelerarse, mientras que mi deseo se avivaba al imaginar a Carla teniendo encuentros apasionados con Fernando, mientras me brindaban un espectáculo en primer plano. Necesitaba averiguar si esto era factible.
Observé que Carla respondía con simpatía a los comentarios de Fernando, lo cual era una señal positiva de que le agradaba. En un momento dado, no pude contener más mis deseos y le pedí a Carla hablar en privado. Mi mensaje fue breve pero directo: quería saber si estaría dispuesta a tener relaciones íntimas con Fernando y conmigo. Inicialmente, Carla reconoció que mi amigo le parecía atractivo, pero que era solo eso, un amigo, y que le preocupaba no saber manejar la situación. Le propuse intentarlo, y si Fernando respondía de manera positiva, seguiríamos adelante. Le confesé que anhelaba verla en la intimidad con mi amigo y que en ese momento ya me sentía excitado solo de pensarlo. Carla tomó mi entrepierna sobre el pantalón y se percató de que todo lo que le decía era sincero.
Las horas pasaron y quedamos solo 2 parejas y Fernando. Él había llegado en su coche, y después de que mi último amigo se marchara con su esposa, Fernando se disponía a partir. Fue entonces cuando lo llamé aparte y le dije que sabía que no podía irse aun siendo su cumpleaños y menos después de tantos años sin vernos. Le sugerí que se quedara un poco más y recordáramos aquellos tiempos. Además, le indiqué que si se sentía demasiado mareado más tarde, podía quedarse a dormir en el sofá y marcharse a la mañana siguiente cuando decidiera.
se sintiera mejor. Pues en realidad Fernando no tenía más opciones que ir a dormir a la casa de sus padres, por lo tanto, la idea le resultó conveniente. Además, se notaba que quería continuar bebiendo, por lo que no fue complicado persuadirlo.
Una vez a solas los tres, le pedí a mi esposa que se retirara al dormitorio para que se preparara para lo que habíamos planeado, ya que iba a poner en práctica mi estrategia para ver qué ocurría. Carla se despidió momentáneamente de Fernando, expresando que nos dejaba solos y que más tarde regresaría para unirse a nosotros. Mientras tanto, pasamos alrededor de unos 15 minutos tomando a solas mientras daba tiempo a Carla para alistarse.
Sabía que Fernando no tomaría la iniciativa, principalmente porque no parecía sospechar nada. Aparte de su comentario, no había insinuado más nada que pudiera dar alguna pista, por lo que todo dependía de la típica excusa de mostrarle una foto de mi pareja tal como vino al mundo.
Nos sentamos a conversar y llevé el tema hacia lo sensual, mencionando que entre Carla y yo habíamos explorado ciertas fantasías, como un trío con una amiga del pasado. Inmediatamente surgió la pregunta de si habíamos tenido un trío con otro hombre, a lo que respondí que nunca se había dado esa situación. Esa pregunta me dio la impresión de que el plan que tenía en mente podría funcionar.
Fernando se mostraba incrédulo al escuchar que Carla había aceptado tener un trío con otra mujer, y me pedía detalles al respecto. Abordaba el tema con cierta ligereza en los detalles, ya que la intención era excitarlo.
Le comenté que tenía unas fotos muy provocativas de la otra mujer y le pregunté si le gustaría verlas. Fernando no dudó ni un instante. Era un conjunto completo para excitar a cualquiera: fotos de sus pechos, su trasero, su deliciosa intimidad, y un par de imágenes en las que me veía penetrándola. Todo un festín para despertar el apetito. El detalle secreto era que en la última foto se revelaba su rostro, y esa mujer era mi esposa.
Fernando estaba fascinado, lo confirmé al notar de reojo que su pantalón mostraba un abultamiento, evidenciando su excitación.
Continué mostrándole las fotos y fue entonces cuando Fernando experimentó la sorpresa. Se revelaba el rostro de tan apetecible manjar y para su verdadero asombro, la veía en la foto a Carla con una expresión muy sensual, con los ojos cerrados mientras era penetrada.
Fernando quedó estupefacto. Me dijo:
¿Qué demonios acabo de presenciar?
Le respondí:
Dime francamente, ¿qué opinas de mi esposa? ¿Aún te resulta atractiva? ¿Te provoca deseo?
Fernando me dijo:
Después de lo que he visto, es difícil no sentirlo.
A lo que repliqué:
Bueno amigo, hoy es tu día de suerte y además tu cumpleaños. Hay una fantasía que Carla quería cumplir, y es el mismo trío del que te había hablado, pero esta vez siendo ella quien se entregue con dos hombres.
Él lo mencionó solo una vez:
¿Estás seguro de que no te arrepentirás en medio de todo?
Yo le respondí:
Amigo, confía en mí (para inspirar confianza), y si vamos a hacer esto, es mejor que sea con alguien de mi confianza, ya que es algo que debe mantenerse en secreto.
Fernando me aseguró que no habría problema con eso, e inmediatamente preguntó: ¿y cómo empezamos?
Le indiqué que Carla nos estaba esperando en la habitación y que era mejor no hacerla esperar más con sus ansias.
Sin más preámbulos, subimos a la habitación y abrimos la puerta suavemente. Nos recibía una luz tenue y cálida, con Carla acostada boca abajo en la cama, luciendo un sensual mono de malla transparente negra. A penas nos volteó a mirar y se recostó nuevamente. Estoy seguro de que en ese instante Fernando comprendió completamente que esto era en serio.
Le pedí que por favor no la hiciera esperar más y que comenzáramos a brindarle atención a mi esposa. Carla simplemente levantó su mano y nos hizo un gesto llamándonos con un dedo.
Fernando se aproximó sin dudar y empezó a besar las nalgas de Carla, quien poco a poco seEstremecía con los besos y las caricias de sus manos, deslizándose arriba y abajo por el contorno de sus piernas. Yo observaba desde lejos mientras me acomodaba para disfrutar del espectáculo.
Fernando notó mi falta de participación, pero pareció no importarle. Continuó besando el trasero de Carla, apartó su bikini hacia un lado, y separó sus nalgas para lamer directamente su delicioso ano. Carla se contorsionaba de placer y levantaba la pelvis instintivamente, lo que permitió a Fernando introducir lentamente sus dedos en la vagina de Carlita, retirándolos con malicia para chuparlos y saborear los jugos de mi esposa.
Mientras me despojaba de pantalones y camisa, Fernando hacía lo mismo gradualmente. Se despojó de los pantalones sin dejar de besar y apretar firmemente el trasero de mi esposa. Finalmente, no pude resistir unirme a la fiesta y, casi sin pensarlo, ya me encontraba en la cama frente a mi esposa, con mi miembro listo para ser acariciado por su boca, mientras Carla no esperaba para demostrarme sus habilidades lingüísticas y sensuales en mi miembro.
Hasta ese momento, Fernando apenas se había bajado los pantalones, pero en ese instante se quitó la ropa interior, dejando al descubierto su prominente miembro, una verga gruesa de unos 17 centímetros o más (según Fernando, eran 18), mayormente ancha que larga, pero realmente imponente en su grosor, con venas destacadas que desde mi posición podía apreciar claramente. Sin duda, aquel era el miembro más grueso que mi esposa había enfrentado en mi presencia. Le advertí a mi esposa sobre el desafío que le esperaba.
Enfrentado a Carla, no podía divisar lo que ocurría en su retaguardia, pero Fernando comenzó a rozar su miembro contra los labios vaginales de Carla. Esta se estremecía, expectante por mi comentario previo. Fernando jugaba con movimientos de vaivén, humedeciendo y penetrando cada vez más la vagina de Carla, quien empezó a gemir suavemente pero de manera prolongada, sintiendo cada embestida de Fernando.
Ah ahhhh!
Gemía Carla, interrumpiendo la felación que me ofrecía con los ojos cerrados y la boca entreabierta, mostrando una expresión de excitación inigualable. Sus ojos se desorbitaban con cada movimiento de Fernando, mientras yo apenas rozaba mi miembro en los labios de mi esposa.
Fernando aún no se decidía a penetrar completamente, se entretenía entrando y saliendo de Carla.
De repente, después de unos minutos de coqueteo, finalmente Fernando tomó firme a Carla de las caderas y la penetró por completo, provocando un extenso gemido de Carla en ese momento:
“ahhh… aaaay!”
Su miembro entró sin resistencia. Creo que Carla había olvidado mi presencia, pues abrió los ojos y me miró directamente, sonriendo suavemente mientras se mordía los labios, para luego retomar el sexo oral. Permanecimos así los tres por un buen rato, al menos unos 15 minutos, intercambiando breves comentarios, como Fernando elogiando a mi esposa:
Qué delicioso trasero tienes, Carlita. ¿Me lo prestas un momento?
Carla solo sonreía y me miraba, de forma coqueta, sugiriendo con la mirada:
Esa verga es demasiado grande para mi trasero.
Y ciertamente lo era, nunca antes habíamos experimentado con un acompañante tan bien dotado, capaz de estrechar tanto la vagina de mi mujer.
Carla en...
En un momento de desesperación por la cantidad de comentarios negativos que recibía, se tumbó por completo en la cama, levantando su parte trasera mientras se apoyaba en sus brazos. Mientras, yo acariciaba su atractivo rostro y golpeaba sus mejillas con mi miembro, destacando ante Fernando la persona con la que se estaba relacionando. Por otro lado, Fernando exploraba su parte trasera con más intensidad, retirando su miembro de su vagina para humedecer su ano con sus fluidos, facilitando así la penetración gradual en su parte trasera.
Mi esposa no solía permitir la actividad anal fácilmente, de hecho, rara vez lo había hecho conmigo y mucho menos con terceras personas. Sin embargo, en esta ocasión parecía estar interesada en probar la intimidad con mi amigo, ya que no se resistía mientras Fernando presionaba con su miembro en esa zona.
Vamos a cambiar de postura. Carla se recostó extasiada, su zona íntima totalmente empapada, goteando de sus fluidos, indicándome que era mi turno. Me acosté a su lado para abrazarla por detrás, ella mirándome de frente y de espaldas a Fernando, quien no dejaba de acariciar sus glúteos y frotar su miembro entre ellos. En ciertos momentos, sentía cómo mi miembro chocaba con el suyo mientras me movía dentro y fuera de mi esposa. Los tres besábamos a Carla y debo admitir que fue muy placentero, ya que anteriormente los besos con terceros eran limitados, pero en esta ocasión, nos comportábamos como si fuéramos todos parte de una relación. Carla se besaba conmigo, gemía, aumentaba la profundidad de la penetración, y de vez en cuando giraba la cabeza lo suficiente para besar a Fernando. El intercambio de saliva entre los tres ocurría sin incomodidad alguna.
Carla experimentó un orgasmo intenso, su zona íntima expulsó líquido y palpitó, empapando mi miembro. Sin embargo, no le di tregua y seguí penetrándola mientras Fernando apretaba firmemente sus pechos frente a mí. Continué hasta que finalmente llegué al clímax dentro de mi esposa, dejando mi semen en su interior. Posteriormente, la besé largamente después de que compartió un beso con Fernando, quien no perdió tiempo y la penetró nuevamente con su miembro lubricado por mi eyaculación.
De repente, Carla se detuvo.
Nos dijo: - Necesito un momento, chicos. Por favor, tengan paciencia.
Mientras esperábamos en la habitación, Fernando me elogió, diciendo lo atractiva que era mi esposa y felicitándome por tener a una mujer tan ardiente. Luego me pidió permiso para tener intimidad con ella, ya que había notado que no era algo común en ella y se preguntaba si era por mi decisión. Me reí y le dije que ella era libre de decidir por sí misma, y que dependería de él conquistarla en ese aspecto. En ese instante, me había quedado flácido debido a la reciente acción y mi deseo sexual había disminuido.
Él respondió: Ya está bien, hermano. Haré mi mejor esfuerzo para conquistarla, y justo en ese momento, Carla regresaba de la cocina.
Llegó con determinación, expresando sus deseos:
Bien, chicos, esto aún no ha terminado. Quiero seguir disfrutando de sus miembros. Dicho esto, nos miraba intensamente mientras saboreaba sus labios.
Le indicó a Fernando que era su turno y que aprovechara la oportunidad mientras yo me recuperaba, lo que despertó ciertos celos en mí. Antes de que pudieran siquiera acomodarse, atraje a Carla hacia la cama y la posicioné sobre mí, con su zona íntima sobre mi rostro, y sus piernas colgando fuera de la cama. Ella estaba literalmente montada sobre mi rostro en una posición de cabalgata. Disfruté de sus fluidos mezclados, algo que había deseado hacer desde hacía tiempo, y me sumergí en ello por un buen rato, al punto de perder la noción del tiempo. Carla gemía y se estremecía, hasta que repentinamente vi a Fernando ubicándose detrás de ella, buscando el mejor ángulo sobre mi abdomen, teniendo yo el rostro de Carla sobre mi cara.
Él halló la manera de situarse y encajar.
Impulsó a Carla hacia adelante, por lo que ahora no solo tenía frente a mí la vagina de mi esposa, sino la verga de Fernando también muy cerca.
No me molesté ante la situación, pero tampoco di indicio alguno a Fernando de que probaría su miembro. Seguí succionando los fluidos de mi mujer, los cuales ahora eran más abundantes con la presencia de Fernando detrás de ella, rozando su trasero con su verga y en algunos momentos acercando su miembro a mi boca, aunque únicamente acariciando el área entre los labios vaginales y el ano de Carla, que cada vez estaba más lubricado por una especie de fuente inagotable de sus jugos, los cuales a su vez eran limpiados por mi lengua.
Me encontraba encantado con tan exquisito manjar cuando de repente Fernando empujó por completo a mi mujer hacia adelante, al punto de desequilibrar a mi amada, quien tuvo que apoyarse con las manos en la cama para no caer por completo, y acto seguido comenzó a introducir ese enorme tronco completamente erecto directamente frente a mis ojos. A corta distancia, la verga de Fernando lucía descomunal por su grosor, ocupando y ensanchando cada milímetro de la delicada vagina de la dueña de casa. Mi miembro empezaba a reaccionar nuevamente.
Disfruta del espectáculo que deseabas, estás en la posición ideal para observar cómo me acoplo a la esposa de tu mamacita, exclamó Fernando.
Carla no pronunció palabra, solamente gemía. En lugar de molestarme, esto me excitó por completo, y observaba cómo en cada penetración, la vagina de mi esposa palpitar, y mi miembro estaba a punto de derramarse de nuevo, aunque sin hacer nada, cuando de repente sentí unas manos rudas acariciando con suavidad mis testículos. Fernando tomó un poco de saliva de su boca en su mano y empezó a masturbarme, mientras acariciaba gentilmente mis partes íntimas. Estaba totalmente erecto y me sentía algo confundido al reaccionar de esa manera a las caricias de un hombre.
Estaba a punto de llegar al clímax, pero de alguna manera me contuve, no quería desperdiciar mi excitación con un simple orgasmo provocado por una masturbación. Estaba a punto de explotar de placer al ver y sentir todo al mismo tiempo.
La osadía de Fernando al masturbarme me hizo perder el control y empecé a lamer el miembro de Fernando mientras entraba y salía de la vagina de mi querida esposa. Me enfoqué en el punto de contacto entre su miembro y la vagina de mi mujer, pero en ocasiones no pude resistir y le di una buena lamida a todo el recorrido desde la base de sus testículos que se balanceaban, hasta el clítoris de mi mujer, y de regreso por el tronco de su verga.
No tuve la intención de moverme de ahí, y los tres permanecimos en la misma posición hasta que Carla anunció otro orgasmo, su vagina se empapó, y casi al mismo tiempo, unos segundos después, Fernando lanzó un fuerte gemido y en ese momento pude ver y saborear cómo un buen chorro de una sustancia espesa y blanquecina empezaba a salir de la vagina de mi esposa cada vez que Fernando se introducía y retiraba de ella, a escasos centímetros de mí. Había eyaculado. Terminó de retirar su miembro por completo y acto seguido cae un buen chorro de semen de la vagina de mi hermosa esposa directamente sobre mi rostro, sin perder tiempo en limpiarme y llevarlo a mi boca, lo hice sin pensarlo, simplemente actué por reflejo.
Como un perro sediento comencé a lamer la vagina de mi esposa, llena de leche de mi amigo, y a Fernando, aún con su miembro goteando un poco de líquido, lo agarré con una mano para llevarlo a mi boca y darle una sola succión para dejarlo limpio también, procurando que mi esposa no se diera cuenta, y de inmediato continué con la lamida de ese manjar.
Fernando se abrió un poco para darle varios besos a Carla en la espalda, bajando hasta darle besos en sus nalgas, mientras yo seguía limpiando la vagina de mi esposa, quien continuaba estremeciéndose con mi lengua, hasta que se levantó, retrocedió al borde de la cama y me dio un largo y apasionado beso, lleno de sus fluidos, mi semen y el semen de Fernando.
Luego besó también a Fernando, conversamos un poco sobre lo sucedido y lo que había sido, y acordamos descansar ya que era tarde.
Al amanecer volvimos a tener un trío aún más placentero, pero eso lo dejaré para una segunda parte de este recuerdo.
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