Continué teniendo relaciones con varios hombres por compensación monetaria, hasta que un día una mujer me contactó para proponerme participar en una actividad a tres con otro hombre, ella y yo, ofreciéndome una buena remuneración. Tenía una preferencia por los pies femeninos y deseaba cumplir su fantasía con los míos, por lo que acepté. Quedamos en encontrarnos en un hotel cercano a mi residencia, la esperé en la habitación y enseguida llamaron a la puerta. Cuando abrí, solo estaba ella y me informó que el otro hombre llegaría más tarde.
Mientras aguardábamos, me detalló sus deseos y sugerímos que fuéramos nosotras las que iniciáramos para generar un ambiente íntimo. Me pidió adoptar una postura a cuatro patas en el suelo, indicándome que actuara como su mascota. En ese momento llevaba puesto un diminuto short de tela vaquera ajustado, una blusa traslúcida que dejaba entrever mis senos y mis pezones, y unas sandalias marrones con correas que rodeaban mis pantorrillas.
La mujer me despojó de la blusa y el short, expresándome: "las mascotas no llevan ropa", dejándome únicamente las sandalias puestas. Adopté la posición requerida, ella se inclinó y comenzó a estimular mi parte íntima con la boca. Recorría su lengua alrededor de mi zona genital y luego penetraba mi vagina con ella. Mientras realizaba sexo oral, presionaba mis glúteos y piernas con sus manos y me propinaba golpes en la zona posterior. Posteriormente, me indicó recostarme boca arriba con las manos y las piernas elevadas, simulando la posición de los perros cuando se acuestan boca arriba.
Adopté la postura requerida y la mujer continuó estimulando mi zona íntima en dicha posición, solicitándome que apretara su cuello con mis piernas. Entonces rodeé su cuello con mis piernas y lo presioné hacia mi zona genital. Su lengua recorría mis labios y de repente empezó a ejercer una leve presión sobre mi clítoris. Comencé a jadear, pero la mujer me abofeteó y exclamó: "las mascotas no gimen, las mascotas jadean y ladran". Así que me obligó a ladrar y jadear como una perra, y si emitía un gemido, recibía una nueva bofetada. Extrañamente, aquello me complacía y excitaba aún más, hasta que finalmente llegué al clímax sobre su rostro. Esta quedó completamente mojado y cubierto de mis fluidos, y entonces empezamos a besarnos. El sabor de mis fluidos era una amalgama entre salado y neutro al mismo tiempo.
De repente, tocaban a la puerta y supimos que era el otro hombre, aunque la mujer me había comunicado que él prefería que me vendara los ojos durante nuestra interacción a tres. Por consiguiente, ella me vendó los ojos y abrió la puerta. El hombre no emitía palabra alguna, lo cual me pareció extraño, y la mujer me iba indicando lo que debía hacer.
Me recosté en la cama, me quitó las sandalias y me solicitó que estimulara al hombre con mis pies. Así que extendí mis piernas y comencé a acariciar su cuerpo con mis pies hasta toparme con su miembro erecto. Lo masturbé con mis dedos de los pies y la mujer se aproximaba para escupir en mis pies y lubricarlos. Después, la mujer se aproximó a mí, empezó a estimular mi zona íntima con las manos y a introducir sus dedos. Acto seguido, me besó y escupió en mi boca. Posteriormente, comenzó a practicarle sexo oral al hombre mientras yo proseguía con la estimulación mediante mis pies.
Tras un rato, la mujer informó que el hombre deseaba tener relaciones conmigo. Entonces, abrí mis piernas y le expresé: "Ven, cariño, hazme tuya, introdúceme todo tu miembro". El hombre se aproximó, me agarró firmemente de las muñecas y comenzó la penetración. Mientras me penetraba, la mujer le escupía en el miembro para lubricarlo y también empezó a chupar mis dedos de los pies. Para mí fue una experiencia increíble, jamás había experimentado tanta excitación y pasión. Luego, el hombre me volteó boca abajo, separó mis glúteos con sus manos y prosiguió con la penetración. En dicha postura, podía sentir con detalle su miembro entrando y saliendo de mi interior.
La mujer se posicionó frente a mi rostro y enunció: "Ahora, léame la zona íntima, maldita perra". Colocó su zona genital en mi boca y empecé a practicarle sexo oral. Seguía sin visión debido a la venda. En un instante, percibí que el hombre eyaculaba en mi interior. Sentí su cálida y densa eyaculación llenando mi zona íntima. Posteriormente, se retiró, se puso de pie y la mujer se apresuró a lamer el semen que escurrió de mi zona íntima.
Entonces, ocurrió algo inesperado. Me volteé y estaba a punto de retirarme la venda de los ojos pensando que la experiencia había terminado. Sin embargo, ambos me advirtieron con temor: "¡No, no te la quites, espera!". Reconocí de inmediato la voz del hombre y una sensación de vacío invadió mi estómago. Pronuncié: "¿Sergio?" El hombre inició con temor: "No, no, no puede ser, ya lo sabe, ya lo sabe". Le escuché de nuevo y mis dudas se esclarecieron. Me quité la venda y confirmé lo impensado. ¡Era mi hermano Sergio de 18 años!
Otros relatos que te gustará leer