Soy Frank, tengo cuarenta y tres años y llevo varios años residiendo en Chile, aunque soy de nacionalidad colombiana, además de estar separado y ser padre de un niño. Les compartiré una experiencia que viví recientemente entre el sueño y la vigilia, aún no logro distinguir si fue un sueño o una invención de mi mente.
Casi al final de octubre se cumplirán dos años desde que conocí a Martina. Debido a mi trabajo, fui enviado a cubrir una sucursal distinta a la mía, donde ella se encargaba de gestionar los pedidos. En ese momento, yo era su superior, pero en otra ocasión les relataré cómo iniciamos nuestra relación.
Recientemente, Martina tuvo que quedarse hasta tarde en el trabajo por un inventario, por lo que estuve pendiente de que me avisara al llegar a casa para asegurarme de que había llegado bien.
Desperté a las cinco de la mañana, vi su mensaje en el teléfono indicando que se quedaría en casa de su mamá en lugar de donde inicialmente pensaba quedarse. Al leer el mensaje medio adormilado, me tranquilizó saber que estaba bien y traté de volver a conciliar el sueño.
Esa madrugada, recordé un lugar en la montaña cerca de la ciudad al que solía ir para desconectar del estrés citadino y que había dejado de visitar desde hacía mucho tiempo. De repente, mi mente comenzó a divagar imaginando estar en ese lugar con Martina en una tarde primaveral.
Nos encontrábamos a orillas de un río, al que se llegaba descendiendo por una empinada carretera que casi parecía un barranco, con varios senderos. Yo sujetaba la mano de Martina para evitar que resbalara. Martina lucía un vestido de flores hasta la rodilla, tal como le había sugerido, ya anticipando nuestras íntimas intenciones.
Al llegar a la orilla del río, donde había grandes rocas y una pequeña explanada, extendimos una manta y nos recostamos en el suelo para escuchar el murmullo del agua entre las rocas.
Algunos otros visitantes también disfrutaban de la tarde primaveral, cada uno en su propio espacio. Después de algunas cervezas, la naturaleza hizo efecto y Martina me pidió que encontrara un lugar donde pudiera orinar.
Dado que no había servicios sanitarios en los alrededores, debíamos buscar un lugar entre los arbustos, lejos de las miradas curiosas de los demás presentes en el lugar.
Nos alejamos un poco por el sendero por el que habíamos llegado y nos apartamos del camino hasta llegar a una enorme roca rodeada de arbustos y árboles grandes. Nos escondimos detrás de ella mientras Martina se aliviaba, y yo hacía guardia por si alguien se aproximaba, aunque pronto me di cuenta de que estábamos bastante apartados y era poco probable que alguien se acercara.
Ví a Martina subir su ropa interior y recostarse sobre la roca sin intenciones de irse aún; sabía lo que eso implicaba. Me acerqué, la rodeé con mis brazos y sellé nuestros labios en un beso apasionado, nuestras lenguas entrelazándose mientras mis manos se colaban bajo su vestido, aferrando sus nalgas con firmeza.
Sentir su piel bajo mis manos me excitaba en gran medida en ese momento; Martina poseía unas curvas generosas, tal como a mí me gustan. Solo verla en su trabajo con pantalones ajustados, observar cómo resaltaba su trasero me ponía al rojo vivo.
Besaba su cuello, mordisqueaba su oreja, aspiraba su aroma, su sudor. Martina deslizaba su mano sobre mi pantalón y podía sentir lo duro que me había puesto en ese instante.
Tras unos minutos así, le susurré al oído:
-Quiero explorar tu intimidad, dese... quiero hacerlo.
-mmm suena bien, hazlo... adéntrate bien...
Bajé hasta quedar a su nivel y deslicé la pantaleta por sus muslos, llevándomela a la nariz y inhalando profundamente para retener en mi memoria el aroma de su sexo...
Su fragancia era tan exquisita, me excitaba cada vez más. Subí su pierna sobre mi hombro y quedé frente a su íntimidad, sus labios estaban húmedos con sus fluidos, se veían carnosos, tentadoramente deliciosos... introduje primero mi nariz entre sus pliegues para volver a disfrutar de su perfume y luego abrí mi boca para envolver toda su cavidad con mis labios, como si quisiera saborear completamente su sexo de una sola vez.
Al morderla, sentí cómo se estremecía de placer, tomó mi cabeza con sus manos y presionó mi rostro contra su entrepierna, empapándome completamente con su néctar, mientras mi lengua acariciaba su clítoris, su sexo, para luego adentrarme con mi lengua en su vagina y lamer cada recoveco de su feminidad.
- ¡Qué delicia, amor... cómetela toda así... no pares que me estoy corriendo -susurraba Martina, deleitándose con el manjar que reposaba entre sus piernas.
Sin darle tregua, la giré para quedar frente a su exuberante y exquisito trasero...comencé a lamer sus nalgas, -el roce de mi lengua en su piel suave era tan placentero-, las mordisqueaba mientras mis dedos acariciaban su sexo y se adentraban suavemente en su intimidad para estimularla.
Sentía cómo en mi mano fluía a borbotones el néctar emanado de su sexo mojado, mientras Martina movía sus caderas al compás de mis dedos en su vagina.
En ese instante, escuchamos el quiebre de una rama, indicando la presencia de alguien...
Nos quedamos inmóviles, me erguí y, abrazados, nos adherimos a la roca. - Nuestras miradas se encontraban y nos sonreíamos en silencio por la excitante travesura en la que estábamos inmersos - al percatarnos de que ya no había nadie cerca y con la adrenalina fluyendo en nuestro torrente sanguíneo ante la posibilidad de ser descubiertos, la excitación creció aún más.
Retomamos nuestro juego, me incliné rápidamente, apartándola ligeramente de la roca, Martina se inclinó hacia adelante -conociendo mi próximo objetivo perfectamente- ella misma separó sus nalgas con sus manos, dejando al descubierto ese apetitoso trasero que tanto ansiaba saborear, ese diminuto orificio de placer de Martina...
Lo humedecí profusamente con saliva y pasé mi lengua alrededor de su esfínter, notando cómo se contraía y dilataba al ser rozado por mi lengua, recorrí cada recoveco entre sus glúteos de abajo hacia arriba, una y otra vez, mientras Martina movía sus caderas arriba y abajo para sincronizarse con el vaivén de mi lengua, en una danza erótica entre su trasero y mi boca.
Martina asía con firmeza mi cabeza con sus manos y presionaba mi rostro contra su trasero, sentir el sabor de su sexo y su trasero rozando mi cara era sumamente excitante, en ese momento mi pantalón estaba a punto de estallar, mi pene exigía liberarse de su encierro dada la excitación que Martina me provocaba. Percibir el sabor y aroma de su trasero me encendía cada vez más... hasta que oí a Martina decirme:
- Ven. Ahora me toca a mí. Sácatela que te la voy a chupar. A lo que respondí emocionado:
- ¡Qué placer! Quiero que me la chupes hasta los testículos, trágatelos.
Entonces fue mi turno de recostarme en la piedra, Martina desabrochó mi cinturón, bajó mi pantalón y acariciaba mi pene sobre el bóxer, dándole mordiscos suaves, hasta que de un tirón me bajó el bóxer hasta las rodillas, dejando mi miembro duro al descubierto.
Comenzó succionando mis testículos, introduciéndolos en su boca y chupándolos de manera deliciosa... observaba cómo desaparecían entre sus labios, cómo su mirada cómplice se encontraba con la mía, mientras sacaba mis testículos de su boca y poco a poco engullía mi pene, sintiendo cómo su lengua acariciaba el glande de mi pene para después introducirlo por completo en su boca.
Veía en su rostro de placer que disfrutaba tanto como yo,
Entonces, tomé su melena y repetidamente introducía mi pene en su boca, observar cómo quedaba humedecida con su saliva era sumamente excitante, tanto así que agarré su cabeza con ambas manos y la penetré por la boca hasta el fondo, provocando que se ahogara.
Pasaba su lengua por mis testículos de nuevo hasta llegar a mi entrepierna, donde sus labios y lengua me hicieron ver estrellas con sus caricias.
Mi miembro humedecido por su saliva rozaba sus mejillas cuando introducía mis testículos en su boca, en ese instante sentía que estaba a punto de eyacular y que mi semen se derramaría en su rostro.
La detuve y la coloqué de rodillas en el suelo, "¿Qué planeas hacerme?", susurró.
"Quiero verte en posición de cuatro", respondí. Incliné su espalda hacia adelante, apoyándose en sus antebrazos, lo cual elevaba y dejaba su trasero a mi entera disposición.
No pude resistir darle un par de palmadas en las nalgas, escupí un poco en mi mano, la cual deslicé por toda su vagina, que era muy amplia y eso me encantaba. Agarré mi pene, lo froté entre sus labios y de un empujón lo introduje por completo en su interior.
En cada embestida sentía cómo su vagina apretaba mi miembro, con mis manos separaba sus glúteos para observar cómo mi pene se sumergía en ella una y otra vez, hasta que la oí gemir de placer al alcanzar el orgasmo.
Con cada penetración, mi abdomen golpeaba su trasero, contemplar ese culo desde mi perspectiva era un deleite, así estuvimos durante unos minutos hasta sentir que estaba a punto de llegar al clímax.
"Quiero eyacular en tu rostro", le dije.
"Hazlo", respondió sin dudarlo.
Con un movimiento rápido, me levanté, se arrodilló frente a mí, y con unas cuantas caricias a mi pene con sus manos, mi semen brotó esparciéndose por sus mejillas, deslizándose por sus labios, mientras mi cuerpo experimentaba el más placentero clímax.
Verla sumisa a mis pies, con su cara cubierta de semen, me excitaba bastante... al cesar los espasmos en mi cuerpo, la tomé del mentón, me acerqué y le di un beso en los labios bañados de esperma.
Nos besamos largamente, degustando el sabor de mi semen en sus labios, ambos disfrutando al intercambiar nuestras lenguas saboreando el néctar de nuestra travesía.
Permanecimos unos minutos tumbados en la hierba, riendo de forma cómplice por lo acontecido...
De repente, suena el despertador, volví a la realidad, me di cuenta de que era un sueño o fantasía de mi mente. Con algo de pereza, sé que debo ir a trabajar.
A lo largo del día, le compartí a Martina sobre el sueño que había tenido, "lo haremos realidad", me respondió ella.
Espero que pronto sea así, queridos lectores, serán los primeros en enterarse. Espero que les haya gustado mi primer relato y aún tengo más historias con mi apreciada Martina que les compartiré más adelante.
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