Un anhelo escondido: La noche de infidelidad


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Después de aquella última travesura, opté por llevar una existencia tranquila, intentando apartar los momentos de felicidad y deleite vividos en aquella ocasión. Me sumergí en una nueva etapa, donde encontré una novia encantadora a quien amaba con intensidad.

A pesar de la conexión con mi nueva pareja, experimentaba una calma incompleta. Los recuerdos de ese anhelo escondido comenzaron a resurgir sutilmente. Fragmentos de aquellas experiencias emergían, evocando emociones enterradas y sensaciones que luchaba por comprender.

En una noche, mientras hacía el amor con mi novia antes de salir por cuestiones laborales, ella acarició mis glúteos brevemente mientras sus uñas recorrían mi espalda. Esa sensación desencadenó en mí un cosquilleo que despertó mi excitación, y comencé a corresponder a ese estímulo. Mi novia se mostraba encantada y satisfecha sin percibir qué había desencadenado mi reacción. Aun después de haber culminado, con ella reposando en mi pecho, seguía experimentando ese cosquilleo. Mi novia había avivado esos deseos que intentaba dejar atrás, reapareciendo con una intensidad abrumadora. Consideré la opción de confesarle todo, de compartir esa inquietud con ella, pero opté por callar, intentando reprimir ese deseo que me consumía internamente. Aunque ella me preguntó en qué pensaba, solo pude responder que eran asuntos relacionados con el trabajo.

Al día siguiente, viajé con un colega asignado para darme apoyo. Durante el trayecto, descubrí que él era homosexual y lo expresaba sin tapujos. Mantuvimos una charla sobre el tema mientras me contaba su proceso de autodescubrimiento y lucha. La llegada a nuestro destino resultó agotadora, con la dificultad de encontrar hospedaje que nos llevó a compartir la única habitación disponible.

Una vez acostados, comenzamos a dialogar más profundamente y, tomando valor, abordé el tema de aquellas prácticas que consideraba moralmente cuestionables. Para mi sorpresa, mi compañero abordaba el tema con naturalidad, lo que generó una química inesperada entre nosotros. Me sentí seguro al compartir mis pensamientos con él, y el momento se volvió cada vez más íntimo. Antes de que las cosas pudieran avanzar, me di la vuelta diciéndole buenas noches para poder descansar, cayendo en un profundo sueño casi de inmediato. Mi compañero, tras haber compartido sus experiencias conmigo, se sintió excitado, con una erección que lo llevaba a desear más. Fue entonces cuando desperté y percibí un roce en mis glúteos, atreviéndose a frotarse con ellos, y procuré no interrumpirlo ya que comenzaba a disfrutar de sus acciones.

Correspondí a sus movimientos, tratando de seguir su ritmo; él se percató de que estaba despierto y, tras un momento, me preguntó si deseaba que continuara. Sin expresar palabra, sin estar completamente seguro de lo que ocurría, unos instantes después cerré los ojos y, como dando un salto al vacío, bajé mi pijama junto con la ropa interior dejando al descubierto mi zona íntima, nervioso pero excitado, sintiendo los latidos de mi corazón acelerados, al mismo tiempo que mi miembro se endurecía y palpitaba. Mi compañero me sujetó por la cintura, preparándose para la siguiente fase, solicitándome que me relajara. Comenzó a lubricar gentilmente mi zona trasera con su pene, mientras sentía el calor y el tamaño de su miembro, delgado pero firme.

Cada vez más ansioso, las pulsaciones de su miembro entre mis glúteos acrecentaban mi excitación, ansiando que finalmente ocurriera, aunque sin atreverme a expresarlo por temor a la vergüenza. Después de preparar mi zona íntima con su miembro, introdujo un dedo en mi interior provocándome un placer intenso, lo que me llevó a estirarme acercando mis rodillas al abdomen.

Para que la entrada fuera más sencilla, disfrutaba mientras él experimentaba con mi ano intentando ensancharlo. Enseguida, tomó su miembro y comenzó a frotarlo en mi surco en busca de la entrada a mi cavidad.

Llegó el momento, estaba ansioso, su miembro gradualmente se abría paso dentro de mí causándome dolor y placer, una sensación extraña pero exquisita. Con su habilidad experta, su mano acariciaba mi muslo mientras me penetraba con suavidad, deleitándome con esa exquisitez en mi cuerpo. Dudaba entre permitirle penetrarme por completo de una vez o detenerlo, a ratos el dolor era intenso pero lo resistía, la lujuria del momento solo me hacía concentrarme en lo placentero de la experiencia. Casi como adivinando mis pensamientos, él se detuvo un instante y preguntó si podía introducírmela por completo.

No respondí, simplemente comencé a mover mi cadera como señal; él entendió el mensaje y me penetró por completo. Sentí todo su miembro adentro, pulsante y caliente, experimentando tanto dolor como placer. Lo mantuvo ahí por un momento mientras me susurraba al oído. Después de un instante, el dolor se desvaneció y solo percibía el placer de estar plenamente lleno, moví mi cadera para controlar el vaivén, él ya no se contuvo, me agarró firmemente por la cintura y empezó a embestirme, llegué al límite y comencé a gemir de puro gozo.

A medida que incrementaba la velocidad, mi placer se intensificaba y mis gemidos se volvían más profundos, esforzándome por contenerlos para no llamar la atención; me costaba asimilar lo que estábamos haciendo y me fascinaba. El hecho de ser penetrado por otra persona nunca lo había contemplado hasta ese momento. Cada embestida la disfruté al máximo, tanto que perdí la noción del tiempo sin recordar cuánto duró, hasta que se detuvo, entonces sentí su cálido líquido dentro de mí; yo aún no había llegado al clímax, seguía con el miembro erecto como un sable. Al cabo de unos segundos, mi compañero se retiró y se volteó insinuando que ahora era mi turno; no obstante, como despertando de un sueño, cobré conciencia de la realidad, le estaba siendo infiel a mi pareja, a mis principios y valores. Me levanté de la cama pidiéndole disculpas y me dirigí a la ducha donde finalmente llegué al orgasmo.

Al retomar nuestras actividades, el viaje de vuelta transcurrió en silencio, sumado a eso, sentía picazón, dolor y malestar en la zona anal. La confusión me abrumaba. Descubrir que había facetas desconocidas de mí mismo me aterraba, especialmente porque amaba sinceramente a mi novia y no quería herirla.

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