Otra vez aquà continuando con lo sucedido con mis vecinos, la verdad es que la semana de descanso de Tomás fue reveladora en todos los sentidos para sus padres y para mÃ. Volvieron a practicar trÃos, algo que aparentemente les apasiona a ambos, y para mÃ, no solo por ser la tercera persona elegida con la que se sienten a gusto y confiados, sino también porque sabÃa que la relación con Tomás requerirÃa de nuevas consideraciones.
Pensé que todo serÃa menos complicado, pero habÃa aspectos imprevistos como que el padre, al tener más confianza, me llamara por cualquier motivo e insinuaciones por parte de la madre. Además, Tomás se daba cuenta de situaciones incómodas, como cuando estaba con su padre en la cama, entre otras cosas. Nuestra relación con Tomás era más fácil de disimular, ya que frente a sus padres ninguno de los dos insinuaba nada. Sin embargo, uno de los momentos más complicados fue cuando Tomás descubrió mi vÃnculo con sus padres.
En una ocasión en la que pudimos reunirnos con sus padres, ya que solo lo hacÃamos cuando Tomás salÃa con sus amigos y no querÃamos tener actividades en la casa, la noche resultó sumamente intensa. El padre de Tomás habÃa tomado Viagra o algo similar, ya que no dejó de tener relaciones con su esposa durante toda la noche. Fue una experiencia intensa y satisfactoria de principio a fin. Al regresar a casa, me quedé dormido hasta mediodÃa, almorcé y volvà a acostarme debido a lo agitada que habÃa sido la noche. En ese momento, alguien golpeó la puerta. Era Tomás. Al abrirle, en vez de saludarme, me empujó y me insultó, acusándome de cosas que no entendÃa. Traté de calmarlo y finalmente logré sentarlo y preguntarle qué sucedÃa.
Tomás: Eres una persona despreciable, te aprovechaste de mà y de mi familia. Nunca te lo perdonaré.
Yo: Espera, tranquilÃzate. No sé de qué estás hablando.
Tomás: ¡Despiadado! Anoche regresé temprano a casa y vi todo. Eres igual que mi tÃo, pero peor.
Yo: Detente, no te pongas asÃ. Puedo explicarte todo (me sentÃa terrible, no solo porque Tomás ya conocÃa todo, sino porque ya no podrÃa visitar su casa, ya que su hijo se habÃa enojado al descubrir que tenÃa relaciones con él y su madre).
Tomás: No necesito explicaciones. Te aprovechaste de todo lo que compartimos, me traicionaste. Te di todo, incluso mi confianza, y tú lo despreciaste. Me usaste a mà y a mi madre todo este tiempo, como meros objetos de tu placer.
Yo: No es asÃ, me importas mucho y lo ocurrido con tus padres fue algo que surgió sin intención. Como te mencioné, los trÃos son una práctica que ellos utilizan para fortalecer su relación, y no veo nada malo en ello. Las cosas se dieron de forma natural y no deberÃas sentirte molesto. Eres una buena persona y aún estás explorando tu vida, está bien que asà sea.
Tomás: Mira, no quiero seguir hablando contigo. No te acerques a mà ni a mi familia, o si lo haces, mis padres sabrán todo sobre nosotros. No me llames más, todo ha terminado aquÃ.
Tomás salió de casa de un portazo y yo me sentÃa destrozado. Me arrepentÃa profundamente de lo que Tomás estaba experimentando. Con el paso de los dÃas, traté de calmarme y cuando el padre de Tomás me llamaba, buscaba excusas para no visitar su casa.
Asà transcurrieron casi 20 dÃas, hasta que recibà un mensaje de Tomás que decÃa "Hola". Dudé en responder, temiendo una reacción similar a la anterior. Después de unas horas, decidà contestarle también con un "Hola", sin saber qué depararÃa la conversación, pero esperando que fuera algo diferente a lo anterior.
Con una serie de reclamos justificados, pero en lugar de eso, me contesta "Podemos entablar una conversación". Ya tenÃa todo complicado, y le respondo "Claro, cuando quieras ven y conversamos". No sabÃa qué iba a suceder, pero una hora después escucho golpes en la puerta y sé que es él. Abro la puerta, lo hago pasar y le indico que tome asiento. Me mira y me dice:
Tomás: Nunca consideraste hablar conmigo y disculparte por lo que hiciste.
Yo: Realmente no querÃa incomodarte. Te marchaste muy enojado y pensé que era mejor darte tu espacio y que se te pasara la furia.
Tomás: SÃ, en eso estabas en lo cierto. Estaba muy molesto. Nunca pude comprender por qué hiciste algo que te dije que me afectaba tanto. Todos los dÃas lo pienso y no logro entender por qué me lastimaste de esa manera.
Yo: No fue mi intención lastimarte. Las cosas sucedieron y no pude detenerlas, pero en ningún momento quise hacerte daño. Sabes lo importante que eres para mÃ.
Tomás: Bueno, si soy tan importante, no me lastimes. Sé que las cosas serán complicadas de ahora en adelante, pero ya no puedo confiar en ti.
Yo: No te preocupes, te entiendo. Cualquier decisión que tomes estará bien. No voy a forzar nada, y si prefieres no volver a hablar conmigo, lo comprenderé. Si necesitas algo, sabes que estoy aquà para ti, y siempre serás bienvenido en mi casa.
Se levanta, se dirige hacia la puerta. Se la abro y cuando estoy a punto de despedirlo, me da un beso en los labios. Sorprendido, le correspondo, y empezamos a besarnos apasionadamente durante unos minutos. Luego me toma de la mano y me lleva a la cama que conoce tan bien. Me vuelve a besar y a desvestir, y al bajar mi bóxer, mi pene salta como un resorte. Lo toma y comienza a besarlo, lamerlo y chuparlo con pasión, llevándome a la gloria. Recorre con su lengua de un extremo a otro y lo engulle de una vez haciendo una garganta profunda, sabiendo exactamente cómo hacerme disfrutar y haciéndolo a la perfección.
Después de un rato de placer, se sube sobre mà para cabalgarme, coloca mi pene en la entrada de su ano y lo hace entrar lentamente, cada centÃmetro siendo un deleite para mÃ. Una vez que está todo dentro, comienza a moverse con intensidad, haciéndome llegar a un increÃble clÃmax. A pesar de eso, continúa sus movimientos hasta que siente que mi pene se va relajando poco a poco. Al sacarlo, veo cómo mi semen cae por sus piernas. Se acuesta a mi lado y me dice:
Tomás: No quiero que dejes de hacer el amor conmigo.
Yo: Me dijiste que no querÃas volver a verme, y no querÃa incomodarte. ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
Tomás: No lo sé, tengo muchas cosas en la cabeza. Hay algo que no entiendo y me genera sentimientos contradictorios.
Yo: ¿Qué es? ¿Cómo puedo ayudarte a sentirte mejor? ¿Qué te provoca esos sentimientos?
Tomás: No quiero que pienses mal de mÃ, pero cuando te vi teniendo relaciones con mi madre, me enojé mucho. No quise armar un escándalo en ese momento, pero al dÃa siguiente estaba peor. No querÃa ni verte, pero con el paso de los dÃas te extrañaba. Sin embargo, al recordarte, esa imagen me generaba una extraña sensación placentera. Recordar cómo tenÃas relaciones con mi madre me excitaba, deseaba que me poseyeras de la misma forma. Me gustó cómo lo hiciste y recordarlo me estimulaba.
Yo: ¿Entonces te gusta que esté con tu madre?
Tomás: No lo he dicho, pero ahora siento que no me molesta. Ahora percibo a mi madre como una mujer a la que hacen muy feliz teniendo relaciones con ella y con mi padre, y siento que también quiero experimentar eso.
Yo: ¿Quieres tener dos penes para ti?
Tomás: SÃ, y quiero saber cómo disfruta mi madre, qué le gusta en la cama, si es mejor que yo en eso y demás.
Yo: Bueno, si quieres podemos realizar algo juntos y ver cómo nos relacionamos con tu madre sin que se dé cuenta. Y cuando estés listo, buscaremos otro compañero más. ¿Te gustarÃa?
Tomás: Me encantarÃa.
Asà quedamos y tras un rato, se aseó, se vistió y se marchó a su casa, con la promesa de poder presenciar cómo tenemos relaciones con su madre y de encontrar un tercer participante para que se sienta completamente satisfecho.
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