Hacía mucho tiempo que me encontraba con este hombre. Ambos estábamos casados y nos conocimos en un chat de la localidad, él mencionó que tenía un lugar disponible y me citó para el siguiente día en la mañana, él se escapaba por un momento del trabajo y yo hacía lo mismo.
Me dirigí a la esquina indicada y tras esperar casi diez minutos, vi a un caballero vestido con traje y corbata, entonces supuse que era él. Efectivamente lo era.
Nos dirigimos a la casa que le prestaban, la cual no estaba habitada pero mantenía los muebles, y él tenía la llave.
Así comenzamos. Nuestros encuentros eran breves y un poco apresurados, pero muy placenteros. Cada quince o veinte días lográbamos coordinar nuestros horarios y nos encontrábamos cerca de la casita, para luego ir juntos hasta la puerta.
Tenía mucha confianza en él, ya que era un individuo muy formal y cuidadoso, por lo que en nuestra tercera o cuarta cita me mencionó que ese día no tenía preservativos y me propuso tener relaciones sin protección, propuesta a la que accedí.
La dinámica de nuestros encuentros solía iniciar con besos en la boca (momento en el que aprovechaba para tocarme las nalgas mientras nos besábamos) y, antes de hacer el amor de pie sobre una mesa, siempre me pedía que le realizara sexo oral.
Me excitaba cuando me pedía eso, afirmaba que lo hacía de manera espléndida y mientras lo llevaba a cabo, él me decía "qué malvada eres, me vuelves loco".
Cuando conversábamos por chat haciendo planes para futuros encuentros, me preguntaba si le practicaría sexo oral al día siguiente, a lo que respondía afirmativamente, ¿mucho? me cuestionaba, sí, mucho mucho.
Comenzó a sugerir si me animaba a ingerir su semen. Esto me generaba mucha excitación, aunque también sentía mucha vergüenza y nunca lo había hecho.
Continuará.
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