Me llamo Tomás y resido en un municipio cercano a Medellín llamado Sabaneta. En la actualidad tengo 25 años y mi madre 45, pero lo que voy a relatar ocurrió cuando contaba con 19 años.
Cuando cumplí 18 años mis padres se separaron debido a que mi padre dejó a mamá por marcharse con otra persona, lo cual afectó mucho a mamá, sumiéndola en llanto y en el alcohol. Sentía una profunda tristeza al verla así y no sabía cómo ayudarla, intentaba pasar mucho tiempo a su lado y mostrarle atención. En una noche en la que llegó algo ebria y apenas podía sostenerse en pie, la ayudé a llegar a su habitación y me pidió que la ayudara a ponerse el pijama. Mientras buscaba el pijama en el armario, ella se despojó de la ropa quedando solo con una diminuta tanga. Me sentí nervioso al contemplar su hermoso busto, y al colocarle el pantalón pude percibir que a través de los bordes de la tanguita asomaban algunos vellos.
Comencé a experimentar una erección, luego arropé a mamá, me retiré a mi cuarto y allí no podía dejar de pensar en lo que había presenciado, así que decidí autocomplacerme pensando en ella. Más tarde, fui al baño y al pasar frente a la habitación de mamá, escuché algunos gemidos. Me asomé con cautela y la vi masturbándose. Continué al baño y al regresar, la encontré sentada en la cama entre sollozos.
Entré en la habitación, me senté a su lado, se cubrió con la sábana, la abracé y le aseguré que todo estaría bien. Me preguntó si había escuchado lo que estaba haciendo, a lo que respondí afirmativamente, añadiendo que no había nada malo en ello, que era algo normal, que también ella sentía deseos y necesitaba liberar esas tensiones. En ese momento, ella comentó lo difícil que le resultaba que alguien se interesara en ella debido a su edad, a lo que le contesté: "Mamá, eres una mujer muy atractiva, posees un cuerpo hermoso y cualquier hombre desearía estar contigo".
Entonces, se levantó, se quitó la sábana quedando completamente desnuda frente a mí, me preguntó mi opinión y le respondí que era una mujer espectacular. Acto seguido, me cuestionó: "Si no fueras mi hijo, ¿qué me harías?". Sin titubear, le confesé que si no fuera su hijo, le haría el amor todos los días y admití que me había masturbado pensando en ella.
En ese momento, ocurrió algo inesperado; se acercó a mí y me dijo: "¿Por qué te masturbas si puedes satisfacer tus deseos conmigo?". Entonces, le repliqué: "Tú también puedes satisfacer tus deseos conmigo". Me puse de pie, la abracé y luego nos besamos con pasión.
"Te deseo tanto, mami", expresé.
Y ella respondió: "Y yo a ti, hijo. Siempre te he deseado".
Se agachó, me bajó el pantalón del pijama y el bóxer, dejando al descubierto mi miembro ya erecto. Comenzó a practicar sexo oral de una forma excepcional, lubricando y llevándola hasta el fondo de su garganta, mientras yo me quitaba la camisa y acariciaba su cabello. Después de un rato, le indiqué que iba a eyacular, y ella introdujo todo mi miembro en su boca para recibir mi semen.
Luego, me puse boca arriba, ella se colocó sobre mí y poco a poco fue introduciendo mi miembro en su trasero, mencionando que era virgen en esa área y que era completamente mío. De repente, todo mi miembro estaba dentro de su apretado ano. Comenzó a moverse lentamente, aumentando el ritmo gradualmente, sus gemidos eran impresionantes, mientras con mis dedos estimulaba su clítoris. Estábamos.al límite de la cordura. Le comuniqué que me estaba corriendo y rápidamente se arrodilló para volver a recibir mi líquido en su boca. Después se colocó a mi lado y me besó, aún con semen en su boca, lo cual no me importó, ya que era la primera vez que probaba mi propia eyaculación.
Permanecimos un instante allí hasta que ella empezó a besarme de nuevo y fue descendiendo por mi pecho. Me miró y me preguntó: "¿Te dejas llevar hasta donde sea?" Por supuesto mami, lo que desees. Así que comenzó a estimular mi pene, mis testículos y mi trasero, introduciendo uno de sus dedos en mi ano hasta tenerlo completamente adentro. Experimenté algo de dolor, pero también placer. Luego se levantó y extrajo un consolador de un cajón, introduciéndolo en mi recto y manteniéndolo allí por un buen rato. Posteriormente, se tendió boca abajo y la penetré vaginalmente mientras el consolador seguía en su ano. Ella gemía de placer. La di la vuelta y me coloqué entre sus piernas, y un nuevo chorro de flujo salió de ella. Me puse de pie, moviendo mi pene y liberé mi semen en sus senos.
Tomamos una ducha juntos y esa noche compartimos la cama. A partir de ese momento, repetíamos nuestros encuentros siempre que era posible. A pesar de estar casado, mi madre seguía siendo mi amante, conviviendo en nuestra casa junto a mi esposa y a mí. En cierta ocasión, mi esposa nos sorprendió teniendo relaciones sexuales, pero en lugar de reaccionar de forma negativa, lo comprendió. En una próxima narración, les contaré cómo llevamos a cabo nuestro primer trío.
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