El sábado recibí una llamada de mi hermana pidiéndome que la acompañara el domingo por la mañana, ya que su esposo y su hijo irían al estadio a ver un partido de fútbol.
A pesar de haber solicitado la compañía de mi esposa para ese día, ella ya tenía otro compromiso familiar, por lo que me dirigí solo a casa de mi hermana.
Llegué justo cuando mi cuñado y su hijo se disponían a salir hacia el estadio, les deseé un buen viaje y les aseguré que cuidaría de mi hermana durante su ausencia.
Al quedarnos solos, mi hermana me propuso desayunar juntos, a lo que accedí gustoso, sabiendo que era una excelente cocinera. Mientras compartíamos el desayuno, conversamos sobre diversos temas cotidianos.
Cada vez que se levantaba para traer algo más, no podía evitar admirar su figura, la cual se mostraba espléndida en el vestido ceñido que llevaba. Recordé cómo había cambiado desde que éramos jóvenes, destacando ahora por sus curvas bien definidas y su escote sugestivo.
De forma casi involuntaria, mis ojos se posaban en su escote cada vez que se inclinaba para servir la comida o la bebida, sin poder evitar apreciar su belleza y sensualidad. Aunque intentaba no demostrarlo demasiado, ella debió percatarse, pues continuó presentándose ante mí de manera provocativa.
Inmerso en mis recuerdos, recordé un encuentro íntimo que habíamos tenido en nuestra juventud, algo que guardaba en secreto desde entonces.
Al notar mi distracción, mi hermana me preguntó si todo estaba bien, a lo que respondí evasivamente, mencionando que simplemente recordaba lo diferente que lucía ahora en comparación con el pasado.
Intrigada, me cuestionó sobre las diferencias que notaba. Con una sonrisa, elogié su figura actual, lo cual generó una nueva pregunta por parte de ella.
Tras un breve titubeo, le confesé que aquel recuerdo estaba vinculado a un momento íntimo que habíamos compartido en el pasado. Aunque nunca habíamos hablado al respecto, consideré que era el momento de revelarlo.
Ante su reacción inesperada, continué mi relato, señalando que en ese entonces ella tenía 18 años y yo 19, y que aquel encuentro había sido una experiencia desconocida para ambos.
La sorpresa invadió su rostro al comprender a qué me refería, confirmando que, efectivamente, aquella experiencia había quedado sin comentar entre nosotros.
Momentos después, mi hermana reveló que también había sentido curiosidad por experimentar algo así en aquella época, recordando con emoción cómo había esperado que yo diera el primer paso.
Recordó con detalle cómo me había observado a través de la ventana de mi habitación, notando mis gestos mientras hojeaba una revista para adultos. Su relato me reveló detalles que desconocía, generando en mí una mezcla de asombro y deseo.
Las emociones afloraron al recordar aquella situación, dando inicio a una conversación íntima y reveladora entre hermanos, donde cada uno compartió sus sensaciones y pensamientos nunca antes expresados.
De haber conocido tu necesidad, la habríamos conversado abiertamente desde un principio. Aunque sí rememoro que en ese momento, al entrar a la habitación, sentía un fuerte deseo de tener intimidad y al verte observándome, me estimulé el miembro y... el resto es historia.
Tampoco lo olvido, me comentó mi hermana, cuando te tocaste, yo acaricié mi trasero y lo mostré para expresar silenciosamente "deseo sentirte dentro de mí".
Sí, me animé y acaricié tus glúteos, en realidad estaba desconcertado, solo quería introducir mi miembro en ti. No hubo besos ni caricias, solo acto sexual.
Así es, recuerdo que no sabías cómo actuar, por eso tomé la iniciativa y levanté mi falda, que previamente había quitado antes de entrar a tu habitación.
Ahora comprendo por qué no llevabas nada puesto, pero en fin, facilitó el acto, ya que al arrodillarte en el borde del sofá y al alzar tu falda, vi tu atractivo trasero y me llamó la atención lo rosado de tu entrada anal.
¿Fue por eso que optaste por esa vía? Me "interrogó" mi hermana.
Efectivamente, ver tu entrada ligeramente abierta fue muy sugerente, aunque noté que estabas completamente lubricada en la vagina, así que utilicé esa humedad para lubricar mi miembro y penetrarte por ahí. Así fue nuestro encuentro. Concluí dentro de ti y al retirar mi pene, saliste corriendo. Después, no supe más.
Al salir de allí, corrí al baño, me contó mi hermana, ¿adivina qué hice?
No, jamás lo habría imaginado, creí que habías salido corriendo asustada.
No, no fue así, tal como mencionas, de haber sabido cómo hacer el amor, seguramente habríamos compartido la intimidad de manera distinta, todo sucedió tan rápido.
Pero cuéntame, la interrumpí, ¿qué sucedió en el baño?
Bueno, como te decía, algunas amigas hablaban de eso y de otras asuntos, como por ejemplo conocer cómo era el semen masculino y si ya lo habían probado. Después de que eyacularas dentro de mi ano, fui al baño, recuperé algo del semen que permanecía en mí y lo ingerí.
¿Y...?
No me agradó mucho, pero tras darme cuenta de que era el resultado de una placentera relación, hubiera preferido recibirlo directamente en mi boca.
En ese momento suspiré, después de tanto temor sobre qué habría sucedido si nuestros padres nos hubieran descubierto, pero al escuchar las memorias de mi hermana, suspiré aliviado.
De haber sabido que lo tomaste de buena manera, habría deseado seguir explorando contigo varios aspectos en aquel entonces.
Ciertamente, pero la vida nos llevó por senderos distintos, no recuerdo haber tenido otra oportunidad similar. Concluyó mi hermana.
Así es, ahora como adultos, las cosas serían diferentes. Podemos hablar sin tapujos sobre nuestras necesidades y fantasías. Le expresé con mayor confianza.
¿Tienes alguna necesidad o fantasía en este momento? Me insinuó mi hermana.
Respondí de inmediato: "deseo estar íntimamente contigo como la primera vez".
Sí, yo también anhelo lo mismo, dijo suspirando al mismo tiempo.
Pero, dado que será como la inicial, dame un momento.
Se incorporó y se dirigió a su habitación, pero retornó prontamente.
Acércate, vamos a la sala, tomándome de la mano.
Al llegar allí, se acomodó de igual forma, aunque ahora sus glúteos eran más redondos y espectaculares, los acaricié y separé ligeramente exhibiendo la entrada de su ano, también noté que no llevaba tanga ni calzón.
¿Sabes? Le dije de forma provocativa.
Te poseeré como entonces, y luego exploraremos todo aquello que no experimentamos.
¿Qué te parece?
Sí, estoy de acuerdo.
Introduje un poco mi miembro sobre su vagina, humedecida por completo, lo lubricé y lo dirigí hacia su entrada anal, empujé suavemente hasta lo más profundo y permanecí allí un buen rato, luego comencé a penetrarla, moviendo mi pene en un ritmo armonioso mientras ella se agitaba intensamente. Parecía como si lleváramos mucho tiempo practicando relaciones íntimas, ya que encajamos a la perfección.
Pero justo antes de eyacular en su interior, me rogó que en esta ocasión terminara en su boca, pues esa idea la excitaba mucho. Así lo hice, eyaculé en su boca y lo demás lo relataré en la siguiente entrega...
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