Estábamos en el automóvil, recién la había recogido en el aeropuerto y tenía que llevarla a casa, que queda a unos treinta minutos de distancia. Conversábamos de forma distendida sobre el clima y otros temas livianos, en un instante tuve que retroceder y al cambiar la marcha rocé accidentalmente su pierna izquierda. Le pedí disculpas de inmediato, pero ella me respondió con tranquilidad: "No te preocupes, puedes dejarla ahí o subirla un poco...".
Este incidente me desconcertó, ya que nuestra relación era siempre formal y distante. Sin embargo, retiré lentamente mi mano al ver su reacción. Ella sonrió al percatarse de mi rubor y de mi notable excitación, entonces colocó su mano sobre mi entrepierna y murmuró: "Tranquilo, tenemos tiempo para explorar cómo nos va. Se siente tan bien tu miembro erecto". Fue en ese momento que me desinhibí y repliqué:
-Cualquier pene se pondría duro con esta situación.
- Entonces, ¿qué sucedería si le doy un beso?- preguntó ella.
Esto me provocó una excitación inimaginable. Jamás habría pensado que tendría un encuentro tan íntimo con mi cuñada, mucho menos que fuera ella quien tomara la iniciativa. A pesar de sus cincuenta años, aún conservaba la belleza de su juventud. Vestía unos pantalones cortos y una blusa blanca con un sostén ligeramente transparente que dejaba entrever sus pezones erguidos. Por mi parte, llevaba pantalones cortos debido al intenso calor del verano.
Me solicitó estacionar el vehículo en la entrada a un camino poco transitado que llevaba a la finca. Mis vidrios polarizados impedían que se viera hacia el interior del automóvil. Sacó su teléfono y llamó a su esposo, inventando excusas sobre la demora en llegar al aeropuerto para recoger su equipaje. Simulamos que nos tomaría al menos una hora más en llegar a casa.
Me miró con picardía, aumentando mi excitación. Con suavidad, desabrochó mi pantalón y tomó mi miembro en sus manos, murmurando apenas un "qué delicia" antes de comenzar a satisfacerme con una increíble felación. La forma en la que introducía todo mi miembro en su boca, lamiendo y succionando, era espectacular. Mientras tanto, yo exploraba su húmeda entrepierna con mis dedos, que encontraron fácilmente su camino gracias a su pantalón holgado. Deseaba saborearla, por lo que recline la silla para quedar casi acostados, con su coño a centímetros de mi boca.
Ella continuaba estimulando mi miembro con su boca, mientras yo me entregaba a la calidez y humedad de su sexo. Sus fluidos tenían un sabor exquisito. Introduje un dedo en su apretado ano, lo cual la hizo gemir de placer. Aceleró el ritmo, humedeciéndose cada vez más, hasta que finalmente anunció su orgasmo. En ese instante, supe que yo también me encontraba en el límite del placer. Ella me rogó que le diera mi semen en la boca, lo cual cumplí con fervor.
Una mezcla de mis fluidos con los suyos brotaba de nuestras bocas al besarnos, creando una sensación indescriptible. Retiré mi dedo de su ano, y ella murmuró:
-La próxima vez quiero tu miembro ahí...
Riendo, nos limpiamos con pañitos húmedos que llevaba en el auto y continuamos el trayecto a casa como si nada hubiera ocurrido. Al llegar, su esposo me agradeció por haberla llevado, lo mismo hizo mi esposa en nombre de su hermano. Yo respondí sereno:
-Estoy siempre disponible cuando me necesiten, ha sido un gusto acompañarlos.
Antes de despedirnos, mi cuñada susurró:
-Creo que te necesitaré mucho en los próximos días...
Con esas palabras me alejé...
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