En esta ocasión les contaré acerca de aquel sorprendente encuentro que tuvimos.
Mi compañero Hugo y yo habíamos estado practicando una representación teatral cargada de pasión y erotismo para mostrarle a Jorge. Habíamos disfrutado juntos y había degustado el néctar de Hugo.
El resto del día transcurrió sin insinuaciones de carácter sexual por parte de Hugo o de mí. Habíamos decidido reservar nuestras energías para cuando Jorge llegara. Pedimos una pizza, vimos películas, etc.
Eran cerca de las 3 de la tarde y aún faltaba tiempo para la llegada de Jorge, a nuestra "función teatral". De repente, el teléfono de Hugo recibió un mensaje del chat familiar donde su madre les informaba que el primo Leonardo estaba en camino a la casa para saludarlos. Obviamente, esto cambiaría los planes, no podríamos llevar a cabo la obra ni continuar con nuestro maratón de pasión.
Hugo se dirigió a su habitación diciéndome antes de salir "regreso enseguida". Volvió minutos después y me comunicó "no te preocupes, ya he hablado con nuestro espectador para notificarle que la función se pospone. Jorge mencionó que su primo vendría a verlo al trabajo, ojalá Leonardo no se quede mucho tiempo".
Para cuando Jorge y Leonardo llegaron eran las 5 de la tarde. Hugo y yo nos habíamos duchado, lamentablemente de forma individual y convencional. Siguiendo la indicación de Hugo, tratábamos de ocultar cualquier rastro de nuestra intimidad, incluyendo olores y cualquier insinuación sexual, a las que los tres estábamos acostumbrados.
Después de las presentaciones formales entre Leonardo (Leo) y yo, decidimos jugar una partida de Uno, entre risas, un poco de alcohol que Leo trajo consigo y algunas botanas.
Eran las 6:00 de la tarde cuando casi habíamos terminado el juego. Durante la charla, Leo tomaba la palabra y nos contaba sobre sus problemas con su novia, quien le había pedido espacio hace una semana después de varias discusiones. Jorge le dijo "primo, hoy estás aquí con nosotros, relájate y disfruta de una noche tranquila". En ese momento, supe que Leonardo se quedaría la noche entera y cualquier posibilidad de intimidad con los hermanos esa noche parecía desvanecerse.
Pusimos una película y nos sentamos en el sofá frente al televisor, estábamos Jorge, Leo, yo y Hugo. A pesar de que el sofá era amplio, estábamos un poco apretados, cada uno con una cerveza en la mano. Hacía calor y, de pronto, Leo se quitó la camiseta quedando solo con pantalones cortos, al igual que los hermanos al inicio de esta serie de relatos. Al ver su torso levemente marcado y la línea de vello que desaparecía dentro de sus pantalones cortos (un detalle que siempre me ha resultado atractivo en los hombres), traté de disimular mi mirada y me enfoqué en la película. Jorge y, luego, Hugo imitaron la acción, lo cual me hizo sentir un poco incómodo al ser el único que aún llevaba puesta la camiseta. Leo, que estaba a mi lado, me dijo con confianza "si quieres, puedes quitártela, no tengo problema", así que me la quité y seguimos viendo la película.
La película aún no llegaba a la mitad cuando la conversación giró hacia lo sexual, momento en el cual Leo mencionó que llevaba un mes sin intimar con su pareja. Jorge comentó "qué mala suerte, necesitas tener un amigo y un hermano con quien disfrutar todo el fin de semana". La declaración de Jorge nos dejó a Hugo y a mí impactados. Al ver nuestras reacciones, Leo soltó una carcajada y dijo "no se pongan...'
Esa expresión, Jorge ya me contó lo ardientes que son y lo que han hecho este fin de semana-. Después de mencionar eso, le dio un beso a Jorge mientras éste lo abrazaba por la espalda, tras separarse del beso añadió- Por eso decidí venir, para liberar tensiones- y volvió a besar a Jorge.
Hugo y yo imitamos su conducta y empezamos a besarnos, ninguno de los besos de esa habitación era cariñoso, más bien estaban cargados de deseo y de una pasión contundente, de repente siento una mano en mi espalda, era Leo, quien había dejado de besarse con Jorge y me atrajo para besarme, comencé a besarlo mientras mi mano exploraba ese abdomen musculoso, sus manos se adentraban por mi pantalón para agarrar mis glúteos, mientras tanto, Jorge se había levantado y se había dirigido a sentarse sobre el regazo de su hermano con las piernas abiertas, ambos se entregaban a un beso apasionado, sus manos tenían su propio juego recorriendo el cuerpo del otro.
Hugo apartándose de los labios de su hermano dijo- vayamos a mi habitación-. Hasta entonces, habíamos tenido relaciones y dormido en la habitación de Jorge, al llegar a su recámara, Jorge y yo nos acostamos en la cama, Jorge montó a su hermano mientras Leo me montaba a mí, podía sentir mi miembro rozando su trasero, Leo se acercó a mis labios y mis manos acariciaban su espalda, podía escuchar que Jorge y Hugo también se estaban besando apasionadamente.
Leo aprovechó su fuerza para voltearme, quedando él debajo y yo arriba, y me dijo –Mi primo dice que eres muy hábil con la boca, quiero comprobarlo-. Eso me excitó mucho y viendo a Jorge le expresó –Tú también debes complacer a tu hermano, así ambos amigos hacen lo mismo-. No hizo falta más para que yo le quitara los shorts a Leo y descubriera que no llevaba ropa interior, encontrarme con ese pene semirrecto, claro y circuncidado de 18 cm con el vello recortado a diferencia de los testículos que tenían bastante vello y eran grandes, hizo que se me hiciera agua la boca y que empezara a salivar por el deseo de llevar esa delicia a mi boca, Jorge también había bajado la ropa de su hermano y ya estaba ocupándose de su pene con pequeños besos y chupadas en la cabeza.
Empecé a ocuparme del pene de Leo, dándole pequeños besos en el glande, mientras con una mano jugaba con los testículos, poco a poco fui introduciendo ese delicioso instrumento en mi boca, el olor a sudor y a una posible eyaculación matutina invadieron mi nariz (si han seguido mis relatos, saben lo mucho que me excitan los olores corporales, así que podrán imaginarse mi excitación al percibir ese aroma) a pesar de mis intentos por llegar al fondo de ese pene, fue imposible debido a su tamaño.
Esa felación iba acompañada por el sonido de besos llenos de saliva, apartando un poco esa exquisita delicia de mi boca, levanté la vista y mientras chupaba en círculos la cabeza del pene de Leo pude ver cómo él y Hugo estaban envueltos en un beso apasionado, volví mi mirada a mi compañero de mamada y vi que Jorge también había sacado el pene de su hermano de la boca y se ocupaba de la cabeza mientras observaba aquel beso, con la mano libre Jorge atrajo mi cuello y nos entregamos a un apasionado beso en el que predominaba el sabor de los fluidos preseminal de los penes que cada uno estaba satisfaciendo con la boca.
Cada uno de nosotros regresó a la actividad que estaba realizando, enfocándome en darle placer al pene de Leo que ya estaba totalmente erecto, grueso, lleno de venas, con una cabeza brillante por mi saliva y el fluido preseminal que expulsaba, volví a introducirlo en mi boca e inicié un lento vaivén mientras Leo dirigía suavemente la acción con su mano, saqué esa delicia de mi boca, con la intención de acercarme a esos testículos que me habían cautivado desde que los vi, lo primero que hice fue sumergir mi nariz entre ambos testículos, que habían capturado el olor a masculinidad, sudor, semen, orina y al estar tan cubiertos de vellos el aroma estaba aún más concentrado,
revolqué mi nariz en su entrepierna, aspiré su aroma más profundo.
Tomando primero uno de sus genitales en mi boca y insertándolo suavemente, percibí un escalofrío en Leo, indicándome que iba por buen camino. Comencé a moverlo con mi lengua dentro de mi boca, completamente intrigado por el sabor que se asemejaba al aroma que había captado instantes antes con mi nariz. Lo retiré, pasé mi lengua entre los testículos, continué ascendiendo por todo el pene hasta llegar al glande, el cual volví a chupar y a acariciar con mi lengua en la abertura. Descendiendo nuevamente por el mismo recorrido de aquel falo, llegué a la división de los testículos e introduje el otro en mi boca... La habitación se llenó de gemidos provenientes tanto de Leo como de Hugo.
Fue Hugo quien, con la respiración entrecortada, expresó: "¿No crees, primo, que es hora de penetrarlas, ya están lubricadas lo suficiente?". Tras estas palabras, Jorge y yo retiramos nuestros miembros de sus bocas para colocarnos a cuatro patas al borde de la cama, mientras Leo y Hugo se situaron frente a nuestros traseros y, casi al unísono, iniciaron un placentero juego anal con sus lenguas.
Sentía la lengua de Leo explorando la entrada de mi ano, una sensación húmeda que buscaba abrirse paso, realizando movimientos circulares, ascendiendo y descendiendo, no solo ocupándose de mi ano, sino ascendiendo por mi zona lumbar hasta la base de mis testículos, para luego regresar a mi apertura mientras con sus manos apretaba mis glúteos. En esa posición, tenía a Jorge a mi altura, por lo que nos besamos de nuevo permitiendo que nuestras lenguas emulasen el movimiento que Hugo y Leo realizaban en nuestros traseros.
Tras aquel entusiasta juego anal, Leo comenzó a estimular mi cola introduciendo un par de dedos, dedos que previamente había chupado cuando se recostó sobre mí, sintiendo cómo su miembro rozaba entre mis nalgas sin penetrar, pero deslizándose arriba y abajo por esa línea que instantes antes disfrutaba con su lengua y su cálido aliento.
Cuando Leo consideró que mi esfínter estaba lo bastante dilatado para recibir su miembro, se apartó brevemente de la cama, al igual que Hugo, para colocarse mutuamente un preservativo, deleitándose en un beso apasionado, al cual Jorge y yo respondimos acostados en la cama con una almohada debajo de nuestras caderas para favorecer la postura.
Sentí cómo Leo se situaba detrás de mí, empujando su miembro que se abría paso lentamente en mis entrañas, inicialmente acompañado de un dolor y ardor producido por su robusto falo de 18 centímetros, erecto y venoso debido a la excitación.
Aquella cópula resultaba abrumadora en ese instante, sin embargo, a medida que su miembro se adentraba en mí, el dolor se transformaba en intensas oleadas de placer. Con cada embestida en la que sus testículos chocaban contra mis nalgas, Leo ejercía toda su fuerza sobre mi espalda, dominándome por completo y dejando mi trasero a merced de su miembro, sujetándome del cuello y girando ligeramente mi cabeza para besarme con intensidad, sincronizando sus embestidas anales con el ritmo de su penetración bucal. Me sentía plenamente excitado, ardiente y con una erección firme por el control que Leo ejercía sobre mí.
En un momento de aquella penetración que Leo me brindaba, sin retirar su miembro de lo más profundo de mí, me indicó que me pusiera a cuatro patas; Hugo repitió la orden con su hermano, y con ambos en esa postura, sincronizaron sus embestidas agarrando nuestras caderas para aumentar la intensidad. Comenzaron a besarse al compás de sus penetraciones, rompiendo nuestros traseros, mientras Jorge y yo tejíamos un juego de lenguas particular; cuando no nos besábamos, la habitación se llenaba de gemidos y bufidos sin disimulo.
Después de aproximadamente 10 minutos en esa posición,
Me turnaba entre besarme con Jorge y con Leo, este último me indicó –Voltea boca arriba-, me acercó al borde de la cama, colocando mis pies a la altura de su cuello, continuó con ese movimiento intenso que me estaba dando, yo estaba recostado en la cama, Jorge posicionó su miembro a la altura de mi boca también en posición de 4 y mientras Hugo se lo penetraba, comencé a estimular ese miembro que debido a la excitación estaba rebosante de líquido preseminal, con un aroma a sexo y sudor que me volvía loco.
La tarea no fue sencilla entre las embestidas de Leo en mi trasero y los movimientos que Jorge experimentaba en su trasero por la herramienta de Hugo, la coordinación fue complicada pero una vez lograda, me encontraba en el éxtasis total de la lujuria con un gran miembro en mi interior y un delicioso miembro en mi boca, lleno de todos los olores y sabores característicos del placer y la excitación.
Jorge retiró su miembro de mi boca, me dio un beso y fue a sentarse entre las piernas de su hermano que estaba al otro lado de la cama para ser penetrado con la misma intensidad por la misma herramienta a la que su cuerpo ya estaba acostumbrado.
Leo me dijo –Estoy por acabar, ¿dónde prefieres que termine? -en mi boca- respondí, entre gemidos por las embestidas que aún recibía con su miembro, se retiró de mí y sentí un vacío, se quitó el preservativo y tirando de mí para levantarme de la cama me empujó hacia el suelo, allí comenzó a golpearme con su miembro en los labios, hasta introducirlo en mi boca, aquel olor y sabor a sudor y líquido preseminal fueron suficientes para que me apresurara a saborear ese manjar. Dentro de mi boca, sentía cómo su miembro latía, Leo lo empujó casi hasta el fondo, experimenté una arcada seguida de tres disparos de semen abundante directo en mi garganta y otros dos que llenaban mi boca, definitivamente había pasado mucho tiempo desde su última eyaculación, retiró su miembro de mi boca y me aseguré de dejarlo limpio con mi lengua.
En ese momento Hugo, que había tumbado a su hermano en la cama, se había situado sobre sus caderas de tal manera que su semen, que empezaba a brotar de su miembro sin preservativo, caía en el pecho de su hermano. Leo se unió a nosotros en la cama y me invitó a hacer lo mismo, nos arrodillamos a los lados de Jorge y nos dedicamos a limpiar con nuestras lenguas su pecho cubierto de semen de Hugo.
Después de limpiarnos bien, nos dirigimos así: Desnudos, sudorosos y con el aroma de nuestros fluidos corporales a la sala, donde nos tumbamos exhaustos y extasiados en el sofá.
Hasta aquí llega esta narración, de aquel intenso fin de semana, en la próxima entrega compartiré otra experiencia donde Leo también participa en una fiesta de pasión en la que por primera vez experimentaría otro miembro penetrando el mismo trasero que el mío.
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