Crónicas de un esposo cornudo (III)


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Tras lo sucedido la noche anterior con mis primeros cuernos, me encontraba en un estado de ensueño. Hace un año, jamás habría imaginado que mi primera vivencia como cornudo sería de esta forma. Aunque no presencié a mi esposa siendo tomada por Eder, todo lo que me narró, lo poco que pude observar y lo que experimenté fue simplemente asombroso e increíble. Sin embargo, había inquietudes rondando mi mente. La afirmación de que aquella noche fue la mejor que mi esposa había tenido en su vida me satisfacía (después de todo, es lo que todo cornudo aspira), pero al mismo tiempo me inquietaba. Como era mi primera experiencia, me sentía inseguro y celoso. No sabía qué pensar, si este hecho pondría en riesgo mi matrimonio. Definitivamente, no era algo con lo que me sintiera cómodo. Recuerdo muy bien ese día, era sábado (el primer día de vacaciones de mi esposa). Al amanecer, deseaba intimar con ella, seguía muy excitado por lo acontecido durante la madrugada. Sin embargo, mi esposa, entre risas, me comentó que seguía adolorida por la intensa actividad que había tenido con Eder, y nuestros hijos no nos dieron tregua para seguir divirtiéndonos.

A mediodía, fuimos a almorzar con mis suegros, debo ser sincero, me agradaba mucho ir, llevaba una buena relación con todos y la casa era muy acogedora. Se perfilaba un día fantástico tras mi primera experiencia como cornudo, aunque seguía muy excitado por todo lo sucedido. Pero empezaron a ocurrir cosas que no me agradaron en absoluto. Mi esposa comenzó a intercambiar mensajes con alguien durante toda la estancia en casa de mis suegros. Sentía que mi sangre hervía, no solo por los celos, sino también por el malestar, sobre todo porque nunca la había visto prestar tanta atención al teléfono y sonreír tanto con lo que leía. Era evidente que hablaba con su nuevo amigo, ya que jamás se había comportado de forma tan descuidada. Tenía la impresión de que todos notaban esa nueva actitud de mi esposa, lo cual me resultaba intolerable. Creía que era evidente para todos que mi esposa me estaba engañando con alguien más y que ya tenía un amante.

De regreso a nuestro hogar, ya por la tarde, me encontraba sumamente enojado, por lo que estaba completamente serio. Mi esposa, obviamente, se dio cuenta, pero prefirió no armar un escándalo con los niños en el coche. Así que tuvimos que esperar no solo a llegar a casa, sino a que los niños se durmieran para poder hablar. Le reproché su obviedad y por hacerme sentir como un engañado al que su esposa claramente le estaba siendo infiel. Ella mantuvo la compostura en todo momento. En primer lugar, me preguntó si me había gustado lo sucedido el día anterior, a lo que respondí que sí, que me gustó mucho, pero que eso no justificaba su comportamiento y mucho menos hacerlo delante de su familia.

Con tranquilidad, me cuestionó si deseaba repetir la experiencia. En ese momento, dudé, pues me sentía muy mal y herido, aunque recordaba los increíbles momentos que viví mientras asistía a mi esposa tras la noche con su amante, lo cual me excitaba. Finalmente, la calentura ganó y le dije que sí. Con absoluta naturalidad, me comentó que debía comprender que las personas no son objetos sexuales, que no era justo usarlas solo para el placer, que si comenzábamos a comportarnos así, ellos se darían cuenta y solo serían encuentros aislados que no se repetirían, además de que tenían sentimientos. Sus argumentos me resultaron muy interesantes y apropiados, lo que me tranquilizó en gran medida. No obstante, le expresé que no me agradaba que estuviera enviando mensajes durante la reunión familiar, lo cual consideraba demasiado evidente.

Me comentó que

Así lo interpreté porque yo comprendía perfectamente la situación, mientras que los demás no, probablemente a los otros no les importaba en absoluto; luego ella me expresó: “¿quieres que Eder me mande un mensaje y no le responda nada, creíste que después de estar con él no me buscaría?, ¿qué prefieres que haga, ignorarlo y cuando nos provoque decirte que te engañé de nuevo como si nada, hey, vámonos a divertir, ¿crees que las cosas funcionan así?”, en ese instante caí en cuenta de las consecuencias de ser engañado y también logré comprender a mi esposa, fue la primera vez que dudé realmente de todo esto; sin embargo, lo que me motivó a seguir fue que mi esposa, al verme tan perturbado, me interrogó amable y comprensivamente si deseaba saber sobre su conversación con Eder, la cual fue bastante picante, y me lo comunicó con una sonrisa cómplice, lo cual me otorgó mucha confianza.

En retrospectiva, el diálogo con su amigo no era nada del otro mundo, expresiones sobre si le gustó, si querría repetir, su ubicación actual, qué estaba haciendo; mi esposa respondió de forma amable y divertida, aunque le confesó que la experiencia le había encantado, que por supuesto deseaba repetir, que se encontraba en casa de sus padres y que estaba cenando, lo más intrigante surgió cuando le cuestionó acerca de su esposo, si había tenido inconvenientes, ella replicó que no, en absoluto, a lo que él le dijo: “pero llegaste muy desarreglada y desaliñada, jejeje”.

De un modo críptico, ella afirmó que sí, que yo la había visto y le había entusiasmado, él no lo podía creer, quería saber más, mi esposa simplemente mencionó que podrían abordar ese tema la próxima vez que se vieran, obviamente él indagó cuándo podría ser, y ella con total seguridad y naturalidad afirmó que tendría que coordinarlo conmigo, pero que era muy probable que pudieran encontrarse el lunes; yo supuse que él continuaría interrogando sobre mí, sin embargo, para mi sorpresa le preguntó si tendría oportunidad de experimentarlo por detrás y ella entre carcajadas le aseguró que sí, y que ansiaba el lunes con fervor; increíblemente, en lugar de disgustarme, leer ese intercambio me excitó en gran medida, sobre todo porque mi esposa acariciaba mi pene durante todo el tiempo que estuve leyendo su conversación.

Al terminar, ella expresó: “veo que disfrutaste mucho la conversación” y cuando me desvestí para finalmente penetrarla, ella inquirió, ¿qué haces? le respondí que por fin quería hacer el amor con mi esposa; ella comenzó a reír y me dijo: “¿No leíste la conversación? El lunes te permitiré una vez más ser engañado, así que deseo estar muy excitada para Eder, sobre todo porque al parecer finalmente le entregaré mi virginidad anal, por lo tanto, realiza tu rol de cornudo y hazme llegar al clímax con tu lengua”, vaya, eso me excitó en gran medida, a pesar de su actitud, sin embargo, de inmediato obedecí, le abrí las piernas y comencé a estimular su zona íntima nuevamente, le pregunté si aún sentía molestias y ella aseguró que casi no, pero reiteró su deseo de estar en el punto para su amigo.

Entonces me dijo: “durante estos días quiero que me prepares el trasero, deseo llegar el lunes no solo excitada, sino también bien entrenada en mi retaguardia”, acto seguido se giró, se acostó boca abajo, separó las piernas invitándome a satisfacerla analmente, naturalmente obedecí de inmediato, y mientras le proporcionaba sexo oral a mi esposa, ella tomó su móvil y me comunicó que confirmaría con Eder la cita del lunes; eso me hizo alcanzar el clímax de inmediato, saber que mientras la complacía analmente a mi esposa, ella estaba intercambiando mensajes con el individuo que me había engañado fue abrumador para mí.

Mi esposa no se percató de que había eyaculado prematuramente, pero continué con mi labor oral, y para mi asombro, mi esposa comenzó a excitarse e indicarme, me pidió que mientras la complacía analmente, acariciara su clítoris suavemente y posteriormente introdujera mi dedo en su trasero,

Ella pareció disfrutar mucho, al punto de concluir la sesión con dos de mis dedos penetrándola el trasero mientras estimulaba su clítoris con mi otra mano, provocando que alcanzara un orgasmo estruendoso. En medio de su clímax, me hablaba sobre la diversión que tendría con su nuevo amigo, deseándome que disfrutara ser engañado porque según ella lo sería con frecuencia.

Después de su clímax, intentó practicar sexo oral conmigo, pero al notar que ya había eyaculado, me cuestionó sobre cuándo había llegado al clímax. Al decirle la verdad, soltó una carcajada burlándose de mi situación de cornudo, destacando lo mucho que le gustaba que otro hombre satisficiera a su mujer. Nos abrazamos mientras agradecía las experiencias vividas y se mostraba dispuesta a sacrificarse por mis fantasías al haberme animado a confesar mi deseo de ser cornudo.

Al siguiente día, deseé tener relaciones sexuales con ella, sin embargo, prefirió reservarse para Eder. Iniciamos un 69 (solicitando ser estimulada analmente), pero fuimos interrumpidos por la presencia de los niños. Durante el día, estuvo intercambiando mensajes con Eder, lo cual ya no me incomodaba, aunque debo admitir que aún sentía celos. Por la noche, retomamos la sesión de sexo oral y estimulación anal, ella expresaba lo excitante que sería ser penetrada por un hombre tan viril como Eder y reiteraba que debía acostumbrarme a ser cornudo, asegurando que se encargaría de ello de manera regular. Lo más destacado de esa noche fue que logramos completar el 69, culminando con mi eyaculación en su boca mientras ella también alcanzaba el clímax con mis dedos en su ano; aunque no se tragó mi semen, me lo pasó a la boca indicándome que era deber de un buen cornudo consumir todo el semen que ella recibiera, alegando que lo habría hecho de no haberme llegado a decirlo.

Al día siguiente, deseaba retomar el sexo oral, pero ella se negó rotundamente mencionando que tendría un día muy ajetreado. Me explicó que había leído en internet cómo prepararse para su futura desfloración anal con Eder, lo que la ponía nerviosa para su segunda cita con él, ya sin la influencia del alcohol. Comentó que tenían planeado salir a comer, momento en el cual tenía previsto confesarle todos los detalles de nuestra relación, asegurándose de no ocultar nada ni de nosotros hacia Eder ni de Eder hacia nosotros, apostando por la honestidad en todo momento, lo cual me reconfortó. Para mi sorpresa, luego del desayuno, me encargó la compra de un lubricante de calidad en la farmacia, y aunque me llenó de alegría ayudarla a prepararse para su encuentro, ella bromeó diciéndome que dicha tarea correspondía a un buen cornudo al preparar a su esposa para sus amantes.

Permaneció casi tres horas en el baño y al salir lucía sencilla: pantalón de mezclilla ajustado a la cadera, blusa de tirantes con escote y unas botas cafés comunes. Lo único sugerente era la visión de los hilos de su tanga sobresaliendo del pantalón.

Salió a la hora de la comida, siendo Eder quien la recogió en casa, regresando horas más tarde. Durante ese lapso, me invadió la ansiedad y ciertos celos al desconocer si su amigo había cumplido su promesa de desflorarla analmente. Cabe mencionar que mi esposa siempre estuvo interesada en explorar la penetración anal desde que éramos novios, pero debo confesar que nunca logré concretarla. A pesar de mis intentos por prepararla adecuadamente, el resultado siempre fue el mismo: a pesar de mi erección, no lograba siquiera abrir ligeramente su esfínter, lo cual generaba frustración tanto en mí como en ella.

De tanto en tanto intentábamos, sin esperar nada, cuando finalmente llegó ya era de noche y los niños estaban dormidos, aunque no era tan tarde. Por lo tanto, no me animé a salir a la calle. A pesar de ello, imaginé que se despidió nuevamente de Eder porque, tras escuchar llegar su coche, tardó un tiempo en irse. Supuse sin equivocarme que mi esposa le agradeció el encuentro sexual que una vez más le brindó, practicándole sexo oral en el coche como nunca lo hizo conmigo.

Al entrar, supe que había disfrutado mucho, llegaba muy sonriente pero totalmente despeinada y desaliñada. Me besó apasionadamente con sabor a pene de Eder, un sabor que ya comenzaba a reconocer, y me llevó rápidamente a la habitación, indicándome que me apurara porque traía mi regalo en un lugar especial.

En cuanto llegamos al cuarto, ella se quitó los pantalones y la tanga, y se puso a cuatro patas, lucía hermosa. Más que pedírmelo, me ordenó que empezara mi tarea de buen cornudo lamiendo y limpiando su zona trasera. Casi me corro, le pregunté si finalmente le habían desvirgado el ano. Ella solo sonrió y me confirmó que sí, que él logró penetrarla por detrás. Le inquirí si le había gustado, ella simplemente cerró los ojos, apretó los labios y emitió un gemido, luego abrió los ojos y me instó: "Vamos, no te hagas el tonto, y ven a hacer tu trabajo de cornudo, porque mi ano me arde." De inmediato me coloqué detrás de ella, y al separar sus glúteos, la visión fue impactante y la excitación fue tanta que acabé en mis pantalones al ver salir un chorrito de semen, blanco y espeso, de su interior, además de notar lo rojito que estaba.

Sin dudarlo, procedí a limpiar con mi lengua ese manjar que mi esposa había reservado para mí con tanto esfuerzo. Lo hice con cautela, ya que sabía que le agradaba que la tratara con cariño cuando estaba adolorida. Su sabor era intenso y amargo, y su textura no era agradable, pero la excitación lo convertía en algo delicioso para mí. Mientras tanto, mi esposa me decía cosas como: "¿Te gusta que otro hombre me haya desvirgado?"; "Limpia los restos del macho que abrió mi ano"; "Hazlo suavemente, porque me penetró con fuerza." Y frases por el estilo.

Terminada la limpieza del semen de su amante, empecé a estimular a mi esposa con mis dedos. Ella comenzó a gemir y a jadear, tan elevado era su placer que acabó tumbada boca abajo, mientras yo seguía complaciéndola con sexo oral en su zona íntima y anal hasta llevarla al orgasmo.

Para mi sorpresa, al notar que mi miembro seguía completamente erecto a pesar de haber eyaculado en mis pantalones solo de presenciar el estado de su ano después de la relación con su amante.

Por eso decidí probar ese orificio trasero que tanto me había costado. La tomé por la cintura y la incliné ligeramente, pero cuando empecé a empujar para penetrarla, ella me apartó de un empujón y se adelantó, diciéndome: "¿Qué estás haciendo?" Sin titubear, respondí: "También quiero probar ese agujero tan sexy tuyo, amor". Ella se rió y me dijo: "No, cariño, tuviste ocho años para desvirgarme y nunca pudiste. Es increíble que un hombre con un pene más grande y grueso que el tuyo lograra hacerlo a la primera. Por lo tanto, como buen cornudo, solo te tocará limpiar y aliviar lo que los verdaderos machos utilizan"

Me sentía muy confundido, por un lado su forma de hablar y comportarse me había excitado mucho, pero también me sentía herido. ¿Realmente debía humillarme de esa manera? Sabía que muchas de esas conductas estaban en los relatos y conversaciones que compartíamos, pero una cosa era excitarse con ello y otra muy distinta era que mi esposa me lo dijera directamente. Sin embargo, mi deseo era innegable.Mi esposa soltó una risa y me comentó: "Creo que tu amigo está de acuerdo", ya que notaba mi erección por la excitación.

Finalmente, me pidió que preparara algo sencillo para cenar mientras me contaba todo lo sucedido con Eder, y luego de la cena, me pediría que le practicara sexo oral únicamente en su zona íntima para que alcanzara el clímax como lo haría un cornudo, con la lengua. A regañadientes, acepté la propuesta y mientras cocinaba la cena (para los dos) y comíamos, escuchaba atentamente su relato:

"Cariño, fuimos a comer a un lugar informal con cerveza. Estaba algo nerviosa, principalmente porque no sabía cómo sería estar con él sin la influencia del alcohol, además de que Eder no era precisamente el más guapo de mis compañeros. Sin embargo, resultó ser una experiencia agradable. En un ambiente desenfadado, fuera del entorno laboral, descubrí que era muy divertido y amigable, aunque un poco tímido. Le conté la verdad sobre nuestra relación y tu fantasía, lo cual lo dejó sorprendido", me relató.

Interumpiéndola, le pregunté directamente: "¿Qué le dijiste en realidad, amor?"

"Le expliqué que tú estabas al tanto de todo, que esta fantasía era tuya y, en tono bromista, mencioné que la noche anterior lo habías dejado claro. Él se sorprendió al saber que me habías dado la bienvenida. Si bien omití ciertos detalles intimos, insinué que luego de nuestra llegada a casa, continuamos con nuestra propia sesión de placer. Él estaba lleno de dudas, llegando incluso a preguntarme si tenías interés en otros hombres. Entre risas, le aseguré que no era así, pero que en realidad tu máxima fantasía era verme con otro hombre. Debo decir que esa revelación lo dejó perplejo, no creía que se animaría a tanto, sobre todo por su timidez y el hecho de encontrarse en presencia de su amigo, mi esposo", detalló.

Continuando con el relato, prosiguió: "Después de una larga conversación, me consultó sobre los límites o normas de nuestra relación. Al no haber establecido ninguno, le mencioné que solo debía informarte cada vez que estuviera con él. Entre risas y copas, él expresó su asombro, calificándote de loco por permitir tal situación, aunque no desaprovecharía la oportunidad. Aclaró que le resultaría complicado actuar en tu presencia, a lo que respondí sin problema alguno. A partir de ese momento, con la complicidad de la cerveza y la comida, la excitación fue en aumento y empezamos a besarnos, llegando incluso a tocarnos en el restaurante".

Estas revelaciones despertaron en mí celos y excitación, dado que no habían ido muy lejos y cualquier conocido nuestro (incluso familiares o vecinos, pues vivimos cerca de algunos parientes de ella) podía habernos visto. Sin embargo, la excitación prevaleció y opté por no decir nada. Curioso, le cuestioné sobre sus sensaciones al besarlo y al acariciarlo.

Con cierta timidez, respondió: "Aunque ha habido mejores besadores, su forma de tocarme mientras besa es muy placentera y excitante. Durante nuestro encuentro, me preguntó si habías conversado acerca de mi virginidad anal, a lo que confirmé que sí y que no tenías objeción en que fuera él quien me iniciara por ahí si eso me hacía feliz. Esta propuesta lo entusiasmó muchísimo, al punto de sugerirnos dirigirnos a su departamento, propuesta que acepté dada mi propia excitación".

Incredulo ante lo escuchado, le consulté: "¿Realmente querías ser desvirgada analmente por él?"

Con sonrojo en sus mejillas, respondió: "Desde nuestras épocas de novios, siempre he tenido curiosidad por explorar esa área, aunque nunca antes se había dado la oportunidad. Le comenté mi interés al respecto y le pedí precaución, ya que en el pasado habíamos intentando sin éxito. Él se rió y me aseguró que no habría problema, ya que anteriormente había iniciado a una de sus exnovias en ese aspecto, así como había mantenido relaciones anales con otras mujeres que ya tenían experiencia en ello. Esto me excitó aún más y nos dirigimos hacia su departamento con gran entusiasmo".

Realizamos ese acto y nos retiramos tras abonar la factura”.

En ese momento, me encontraba excesivamente excitado y mi esposa lo percibió. Afortunadamente, habíamos finalizado la cena, y ella sugirió que subiéramos a nuestra habitación, donde planeaba relatar los eventos mientras recibía sexo oral. Al llegar a nuestra habitación, se desnudó por completo (una vez más con marcas de succiones y contusiones, lo que indicaba que el encuentro sexual había sido intenso). Luego, se recostó boca arriba, abrió las piernas y me instó: “mira cariño, así dejó mi vagina, lista para un esposo cornudo y tonto como tú, ven y practica sexo oral”, rápidamente me despojé de la ropa y comencé a satisfacerla (bueno, más bien con la lengua, jeje).

“Nos acariciábamos en el auto de camino, pero no me dejó continuar con el sexo oral, expresó su deseo de reservarse todo para el coito. A pesar de mi gran excitación, contuve mis deseos. Al llegar a su departamento, nuevamente adoptó un tono agresivo, me agarró del cuello y empezó a darme bofetadas, calificándome como una mujer fácil. Conociendo la dinámica, respondí de igual manera y entre juegos y golpes, llegamos a su habitación mientras nos despojábamos de la ropa. Él me inmovilizó sosteniéndome por las muñecas por la espalda, mientras me insultaba diciéndome que me humillaría, que era una mujer insaciable y otras expresiones similares. Al encontrarme en esa posición, le informé que haría todo lo que desease.

Él me indicó que me acostara boca arriba en el borde de la cama, dirigió su pene hacia mi boca y comenzó un movimiento de penetración vigoroso acompañado de golpes en mis senos. Sentía como si me ahogara, ya que sus testículos tapaban mi nariz, sin embargo, ese trato tan brusco provocaba en mí una excitación inusitada. Posteriormente, me ordenó que lo cabalgara como la mujer lujuriosa que era, sabiendo cómo le gustaba, intenté intensificar el ritmo, pero él estaba complacido y su miembro no se salía en ningún momento, al contrario de lo que sucede contigo, cornudo.

Pasó un largo tiempo montándome de manera enérgica, traté de resistir todo lo posible, aunque no fue mucho más que en ocasiones anteriores. Nuevamente me dijo que debía aprender a cabalgar como la mujer promiscua que era, acompañando sus palabras con bofetadas; acto seguido, señaló que el plato fuerte estaba por llegar. Me incliné para adoptar la posición de cuatro, sin embargo, indicó que lo haría de manera distinta. Le sugerí que en mi bolso llevaba lubricante comprado por mi marido, aunque pareció no hacer caso y fue a buscarlo mientras me indicaba que me recostara boca arriba y abriera las piernas. Pacientemente aguardé, una vez llegó, mencionó que procedería con delicadeza al principio para que me adaptara, a pesar de mi nerviosismo debido a su pene de mayor tamaño que el tuyo.

Comenzó a aplicar lubricante en mi zona anal, mientras con un dedo masajeaba la entrada de mi ano y con la otra mano me estimulaba. Experimentaba un placer indescriptible, especialmente por la estimulación tan intensa que recibía, ya que se efectuaba de forma pausada y delicada, acariciando mi interior. A pesar de haber llegado recientemente a un orgasmo al estar a caballo de él, poco a poco introdujo uno, dos y tres dedos en mi ano, sin dejar de masturbarme. Entre gemidos, él aseguraba que me agradaría mucho, que procedería con cuidado para evitar molestias; al situar la punta de su pene en mi ano y empujar lentamente.

Gracias al generoso uso de lubricante y a la inserción gradual de sus dedos, la sensación era como adormecedora, apenas percibía otra cosa que no fuese el intenso placer provocado por los movimientos de sus dedos en mi zona íntima. Él me alentaba diciendo: “así, preciosa, así, poco a poco mi pene se adentra en tu ano”, únicamente experimenté dolor cuando introdujo por completo su miembro, una sensación de ruptura seguida de un breve malestar que desapareció rápidamente gracias a la experticia de sus dedos en mi zona íntima. En ese momento, Eder me aseguró: “Verás, eso será lo más incómodo que sentirás”, antes de continuar con la narración.

En una ocasión suspiro de placer.

Luego continuó introduciendo su pene muy lentamente, después de un periodo que me pareció interminable por los nervios y porque me sentía tensa e incómoda, me dijo, mira querida, ¿has sentido mis testículos en tus glúteos? Tu trasero ha engullido por completo mi pene, me detendré hasta que tu trasero se acostumbre y luego comenzaré a penetrarte suavemente, y me besó (eso me generó celos, pero estaba ocupada lamiéndole la vagina, aunque creo que incluso derramé una lágrima) de manera tierna y amable, me sorprendió que pudiera ser salvaje y al siguiente momento hacerme sentir tan bien mientras desvirgaba mi culito; nuevamente fue un lapso que parecía eterno, él seguía estimulándome, por lo que poco a poco la incomodidad fue desapareciendo dejando lugar solo al placer.

Al cerrar los ojos Eder inició un movimiento muy lento pero firme introduciendo y sacando su pene dentro de mi culito, fue progresivo, muy, pero muy lento al comienzo, si en algún momento yo gemía de dolor, porque en ocasiones sentía dolor, pero era como un pinchazo; él se detenía y volvía a besarme, fue muy hábil haciéndolo me hizo sentir muy cuidada y hasta tierna; en resumen, sus penetraciones se volvieron bastante profundas, cuando notó que solo gemía y pedía más, entonces cambió nuevamente; me dijo, ahora sí maldita zorra culo roto, se acabó el cuidado de la desfloración, ahora sí te voy a sodomizar como la puta que eres; luego me puso en cuatro y finalmente destrozaba mi culito, me decía que siempre había soñado con sodomizarme, que veía muy sexy mis nalgas acogiendo su pene, que estaba muy apretadito.

Sentía al mismo tiempo placer y dolor, pero mucho más placer que dolor, nunca había experimentado tanto placer y menos combinado con un dolor tan intenso, era una sensación nueva, pero muy placentera, tanto que terminé gimiendo, gritando y pidiendo más, estuvo penetrándome por el culito durante mucho tiempo, casi me desmayo entre el placer y el dolor, cuando de repente Eder empezó a gritar y a azotarme como loco; solo sentí al final cómo se vaciaba completamente dentro de mi culito.

Después de contármelo casi terminé de inmediato, pero me contuve, aún faltaba un poco de tiempo para que ella terminara, por lo que me agarró de la cabeza y me dijo cosas como “así, cornudo de mierda”, “te gusta que tu esposa regrese no solo bien cogida sino recién desvirgada del trasero”, “hazme llegar con la lengua estúpido”, y cosas así; acabó en un orgasmo ruidoso; finalmente no pude contenerme y le pregunté si le había practicado sexo oral en el coche de regreso como el viernes anterior, a lo que ella respondió.

“Por supuesto cariño, logró desflorar mi culito de la mejor manera posible, me hizo llegar con su semen en mi ano, además, no te hagas el tonto, él te hace el favor no solo de acostarse con tu mujer, sino además de traértela a casa, él ya sabe todo sobre nosotros, no habría habido problema si cuando terminara yo te llamara para que vinieras por mí a su apartamento, así que se merece eso y más, incluso deberías agradecérselo a él”.

Después de tanta excitación nos quedamos dormidos.

Continuará.

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