Eran las ocho y cuarto de la ma帽ana cuando decid铆 llamarla, el tel茅fono son贸 unas cuantas veces antes de que ella contestara.
-Buenos d铆as cari帽o.
-Buenos d铆as mi se帽or.
- En 20 minutos pasar茅 a recogerte, te llevar茅 de compras para adquirir lencer铆a.
-Como prefieras.
-Por cierto, no quiero que uses ropa interior.
-Entendido, mi se帽or.
Despu茅s de recogerla en su domicilio, se dirigieron a una cafeter铆a. Mientras tomaban caf茅, 茅l le pregunt贸:
-驴C贸mo te sentiste ayer?
-Descubr铆 un lado de m铆 que no conoc铆a. Nunca imagin茅 que podr铆a ser sumisa de un hombre y disfrutarlo. Adem谩s, lograste que me excitara m谩s de una vez en la misma sesi贸n, algo que nunca me hab铆a sucedido. As铆 que ayer fue genial.
-Me alegra escuchar eso, porque hoy volver茅 a tomarte como deseo.
-S铆, se帽or. Le mir贸 a los ojos y sonri贸.
Pidieron la cuenta y salieron a la calle. Se dirigieron caminando a una tienda de lencer铆a que quedaba a unas pocas calles seg煤n Google Maps. Al entrar, saludaron a la dependienta y comenzaron a mirar las prendas.
-Elige tres conjuntos y yo pagar茅.
-Gracias, 驴alg煤n color en especial?
-T煤 escoge y yo te guiar茅.
Esa situaci贸n la excitaba, ya que siempre hab铆a sido ella quien se encargaba de comprar lencer铆a, tanto para ella como para su pareja e hijo. Ahora estaba con un hombre que no era su pareja, quien dar铆a el visto bueno. Sinti贸 un cosquilleo entre sus piernas. Escogi贸 un conjunto sencillo de color negro y se lo mostr贸.
-驴Qu茅 opinas?
-No, quiero que seas mi amante, no una recatada.
Ella dej贸 ese conjunto y continu贸 buscando. Encontr贸 uno de color burdeos con transparencias y encajes, de tama帽o peque帽o.
-驴Qu茅 te parece este?
-Mucho mejor, esa es la idea. Tambi茅n eligi贸 uno negro similar y otro de color rosa intenso.
Fueron a pagar y, mientras esperaban en la cola, 茅l la bes贸 con suavidad y acarici贸 su cintura. Algunas personas los miraron de reojo, pero a ella no le import贸. Abri贸 su boca entreg谩ndole su lengua. Al salir a la calle, llam贸 a un taxi con destino a un lugar espec铆fico. Durante el trayecto, 茅l acariciaba los pechos de Cristina y la besaba en el asiento trasero, el taxista los observ贸 por el espejo retrovisor pero continu贸 conduciendo en silencio. Nunca se habr铆a atrevido a hacer algo parecido con su pareja, pero ahora era la amante de ese hombre y se dejaba llevar. Sus pezones se erizaron y su entrepierna comenz贸 a humedecerse. Al llegar a su destino, Eduardo se detuvo, pagaron y se despidieron del taxista, quien les dedic贸 una sonrisa c贸mplice.
-驴D贸nde estamos, se帽or?
-Espera y ver谩s. Le dio un azote y tom贸 su mano, llev谩ndola hacia la puerta del sex shop.
Dentro del local, 茅l se mov铆a con soltura, como si hubiera estado all铆 antes. Recorr铆a los estantes, tomaba lo que necesitaba y lo colocaba en la cesta que hab铆an tomado al entrar. Ella observaba en silencio, sin pesta帽ear apenas. Pens贸 que era un hombre experimentado que sab铆a lo que quer铆a, no perd铆a el tiempo. Probablemente tendr铆a m谩s amantes como ella repartidas por el pa铆s, pero eso no le importaba. En ese momento estaba con ella y la tomar铆a de formas que ni en sus sue帽os m谩s h煤medos se hubiera imaginado. Todo ese juego previo hac铆a que su zona 铆ntima se humedeciera, una humedad que intentaba controlar al no llevar ropa interior. No quer铆a manchar el vestido, pero se estaba convirtiendo en una tarea complicada.
Fueron a la caja y Eduardo pag贸 con tarjeta. Salieron del establecimiento y se prepararon para continuar con sus planes.dirigieron al establecimiento donde 茅l estaba alojado. En el ascensor no hubo m谩s nadie que ellos dos y Eduardo decidi贸 subirle la falda y acariciar su entrepierna, ella se excitaba a medida que sub铆an, aunque pensaba en si su due帽o se detendr铆a si alguien m谩s aparec铆a al abrirse la puerta. En ese momento, la puerta se abri贸 y 茅l dej贸 caer su falda, ella suspir贸 al ver a una pareja de mayor edad esperando para subir, intercambiaron un saludo educado y cada pareja sigui贸 su camino.
Ya en la habitaci贸n, Eduardo dej贸 caer la bolsa y la tom贸 del cabello, inclinando su cabeza hacia atr谩s para besarle las orejas y el cuello. Ella se excitaba, sintiendo las manos de 茅l sobre sus pechos apret谩ndolos junto con sus pezones, luego pas贸 a estimular su h煤meda entrepierna. Introdujo dos dedos y comenz贸 a penetrarla, ella gem铆a, a punto de alcanzar el primer orgasmo del d铆a, Eduardo se detuvo, retir贸 los dedos de su intimidad y los chup贸 mir谩ndola a los ojos. Ella, con la mirada llena de deseo y a punto de llegar al cl铆max, lo observaba excitada y expectante.
-Qu铆tate el vestido y ponte uno de los conjuntos mientras ped铆a dos botellas de cava.
-S铆, mi se帽or. Respondi贸 llena de pasi贸n. Comenz贸 a desvestirse, pero 茅l la detuvo con un gesto.
-No aqu铆, en el dormitorio.
Despu茅s de llamar a recepci贸n, encendi贸 la m煤sica y se sent贸 a fumar un cigarrillo mientras la aguardaba. Ella sali贸 del dormitorio luciendo el conjunto negro y se acerc贸 a 茅l, sus pezones eran visibles a trav茅s del tejido transparente, al igual que su pubis depilado.
-隆Oh! Veo que te has depilado.
-S铆, lo hice para ti, mi se帽or. Hab铆a dejado una peque帽a cantidad de vello donde antes hab铆a una densa mata de vello p煤bico.
-Ac茅rcate y gira lentamente. Sumisamente, ella obedeci贸, mostrando por completo sus nalgas ya que la tanga no cubr铆a nada.
-Incl铆nate. Ante 茅l estaba ese hermoso trasero que ya le pertenec铆a, y le propin贸 tres nalgadas con cierta intensidad.
-Ahora, c谩mbiate de modelo. Ella se puso el siguiente conjunto y tras las nalgadas, sali贸 con el rosa que recibi贸 el mismo trato. Llamaron a la puerta y Eduardo le indic贸 que se volteara mientras 茅l iba a abrir. Al entrar el camarero con el cava, ella permanec铆a r铆gida como una estatua, imaginando ser observada por otro hombre cuyo rostro no pod铆a ver. Sorprendentemente, esta situaci贸n la excit贸, Eduardo le dio una propina al camarero y lo acompa帽贸 a la salida, el camarero hab铆a visto a Cristina, pero no hizo comentario alguno.
-Ven, zorra.
-Voy, mi se帽or.
-Te has portado bien, pero recuerda que el 煤nico que te poseer谩 soy yo, 驴queda claro? Dijo apretando uno de sus pezones, a lo que ella respondi贸.
-Por supuesto, mi se帽or. Con ese hombre, se encontraba en un torbellino de emociones nuevas, cada una m谩s excitante que la anterior.
Despu茅s de destapar una de las botellas de cava y rociarla con ella, sus pezones respondieron al contacto fr铆o de la bebida. Eduardo se dispuso a jugar con ellos, apartando las bragas a un lado y penetr谩ndola con dos dedos, llev谩ndola al borde del orgasmo una vez m谩s para luego detenerse. Ella, llena de deseo, ansiaba ser pose铆da en ese momento, deseaba ser azotada, cualquier cosa, pero en ese momento era solo una mujer entregada a los caprichos de su hombre. Eduardo la coloc贸 entre dos sillas, dejando su vulva expuesta, le puso esposas en las mu帽ecas, una mordaza en la boca y at贸 sus piernas a las patas de las sillas. Inmovilizada y en silencio, la inclin贸 ligeramente hacia adelante, tom贸 un peque帽o l谩tigo de varias colas y se coloc贸 frente a ella. Mostr谩ndoselo, ella supo que ser铆a azotada, pero desconoc铆a la intensidad con la que vendr铆a. 脡l se ubic贸 detr谩s de ella y comenz贸 a azotarla primero suavemente, luego con m谩s fuerza.
esa fuerza le proporcion贸 algunas sensaciones, ella gem铆a por la sensaci贸n placentera y dolorosa, la manten铆a en ese estrecho margen donde se mezclan el sufrimiento y el deleite, se detuvo y tom贸 un juguete sexual anal, lo cubri贸 con vaselina y lo introdujo con cari帽o mientras murmuraba en su o铆do.
-Eres mi amante y voy a hacer lo que quiera con tu cuerpo. Ella se excitaba m谩s al escuchar esas palabras susurradas en su o铆do. Despu茅s de colocarle el juguete, continu贸 golpe谩ndola, la sensaci贸n era nueva para ella, pero segu铆a sinti茅ndose excitada, dej贸 de golpearla y se situ贸 frente a ella para vendarle los ojos, coloc贸 otro vibrador en su cl铆toris y lo puso a m谩xima potencia, ella intent贸 soltarse pero estaba atada, mov铆a la cabeza, incapaz de aguantar, lleg贸 al orgasmo r谩pidamente entre convulsiones de placer, esta vez no pudo informar a su amo que estaba llegando al cl铆max. 脡l apret贸 con fuerza sus dos pezones al mismo tiempo, ella gem铆a de dolor.
-Aunque no puedas hablar, intenta zorra.
Ella asinti贸 con la cabeza, entonces 茅l par贸. Ella respir贸 aliviada y esper贸 nuevas sensaciones. Si su esposo la viera convertida en la amante de un extra帽o, seguramente pedir铆a el divorcio, esa mujer ya no era la que 茅l hab铆a conocido y con la que se hab铆a casado. En cambio, ella se sorprend铆a con cada acci贸n de ese hombre, y m谩s le sorprend铆a lo que su cuerpo soportaba y lo que disfrutaba siendo esa nueva Cristina, que se hab铆a transformado en una amante, una mujer lasciva, una sumisa esclava a cambio de placer sexual. Ernesto la liber贸 con calma y le sirvi贸 una copa del fr铆o cava, bebieron mientras se miraban a los ojos hasta dejarla vac铆a, despu茅s de la copa otra que bebieron m谩s lentamente, las dejaron sobre la mesa. Eduardo le orden贸 arrodillarse y sacarle la polla, ella obedeci贸 sin decir una palabra, le desabroch贸 el pantal贸n y una vez liberada la polla, Eduardo le pidi贸 que se la chupara, ella con gusto la tom贸 en su boca y comenz贸 a lamerla por todos lados, incluyendo los test铆culos de su pareja. 脡l se recost贸 en el sof谩 y le pidi贸 que tambi茅n le lamiera el trasero, su amante pasaba la lengua por todas partes, luego de unos momentos as铆, Eduardo le indic贸 que se la metiera por el trasero y la penetrara, ella, sumisa, la tom贸 y la introdujo lentamente, empez贸 a cabalgar sobre esa polla que la enloquec铆a, sus gemidos se intensificaban, su respiraci贸n se aceleraba, Eduardo tom贸 el l谩tigo y comenz贸 a azotarla mientras ten铆an relaciones, la espalda blanca de Cristina se enrojec铆a mientras gem铆a, pero ella continuaba con la penetraci贸n, tras algunas embestidas, ambos dijeron casi al un铆sono que alcanzaban el orgasmo, se quedaron en silencio y 茅l la abraz贸 desde atr谩s.
-Aunque no est茅 presente, seguir谩s siendo mi amante a distancia.
-Gracias amo por no abandonarme cuando ya no est茅s.
-Nunca te abandonar茅 mientras cumplas mis 贸rdenes.
-Siempre ser茅 tu amante y obedecer茅, est茅s donde est茅s.
- Ahora l铆mpiame la polla. Esta vez, Cristina no tom贸 papel, limpi贸 su miembro con la lengua hasta dejarlo completamente limpio, el resto de esperma sal铆a lentamente por su trasero, luego bebieron y 茅l la llev贸 a la cama, la acost贸 boca arriba y la at贸 de pies y manos, le vendo los ojos, se acerc贸 a su o铆do y le dijo.
-Hoy vas a superar tu r茅cord de orgasmos.
-Ya lo super茅 ayer mi se帽or.
-Ayer fue solo un preludio de lo que te voy a hacer.
-Ufff amo, me excitas al decirme esas cosas.
-驴Mi amante se pone cachonda al imaginar lo que le har谩 su amo?
Ella asinti贸 con la cabeza. Eduardo se coloc贸 entre sus piernas separadas y le mordi贸 repetidamente en el interior de los muslos, luego pas贸 la lengua y se acerc贸 a sus labios vaginales, los lami贸 de arriba abajo y de lado a lado, ella comenz贸 a gemir y a excitarse de nuevo, los fluidos vaginales comenzaban a lubricar su feminidad, Eduardo se detuvo, le introdujo un consolador y volvi贸 a lamer su cl铆toris,
la llev贸 de nuevo al borde del 茅xtasis y ah铆 se detuvo, retir贸 el consolador con suavidad y continu贸 estimul谩ndola oralmente; cada vez que sus gemidos aumentaban, 茅l se deten铆a, luego introdujo el juguete en ella. A pesar de las s煤plicas de ella para tener relaciones sexuales, 茅l la ignoraba. A pesar de sus intentos por liberarse retorciendo su cuerpo, toda resistencia era in煤til. Se hab铆a convertido en su sumisa y 茅l hac铆a lo que quer铆a con su cuerpo. Nunca antes ella hab铆a experimentado tal nivel de excitaci贸n, llegando a un punto de descontrol total de su cuerpo. La sensaci贸n de placer se intensificaba al no ver lo que suced铆a. 脡l, quien controlaba la situaci贸n, continuaba estimul谩ndola con su lengua y sus caricias en su zona 铆ntima.
Las continuas caricias y pausas hab铆an llevado a Cristina a un estado en el que era simplemente un cuerpo a disposici贸n de su amo. Con el consolador dentro de ella y la lengua de 茅l en su cl铆toris, Cristina alcanz贸 un orgasmo que nunca hab铆a imaginado. Su cuerpo temblaba despu茅s del cl铆max. Eduardo agarr贸 hielo de la cubitera y lo coloc贸 en sus pezones, lo mantuvo all铆 por un momento y luego lo desliz贸 por su cuerpo hasta llegar a su zona 铆ntima, donde lo mantuvo contra el calor que emanaba de su excitado sexo. Cuando el hielo se derriti贸, se levant贸 y pidi贸 comida para dos a recepci贸n.
Despu茅s de colgar el tel茅fono, encendi贸 un cigarrillo y bebi贸 de su copa, mientras ella permanec铆a atada. Su respiraci贸n se hab铆a calmado y esperaba el pr贸ximo movimiento, indiferente a lo que fuera, sabiendo que aquel hombre que hab铆a entrado en su vida por casualidad le dar铆a placer. En los dos d铆as que llevaba en su vida, hab铆a experimentado m谩s intimidad y vivencias sexuales que en a帽os.
La m煤sica sonaba y ella se relajaba al punto de casi quedarse dormida, pero el sonido de la llamada en la puerta la sac贸 de sus pensamientos. Se preguntaba si Eduardo permitir铆a que la vieran en su estado actual, desnuda e indefensa, pero estaba dispuesta a aceptar lo que su amo decidiera.
Al abrir Eduardo la puerta, el mismo camarero regres贸 con el pedido. Desde su posici贸n, pod铆a ver una de las piernas de Cristina y notar que estaba atada, sintiendo una pizca de envidia. Los hombres conversaban y Cristina permanec铆a expectante.
"驴Te agrada lo que ves?" pregunt贸 Eduardo.
"La verdad es que s铆, se帽or", respondi贸 el camarero.
"驴Te gustar铆a ver un poco m谩s?" inquiri贸 Eduardo.
隆Por supuesto!" contest贸 entusiasmado el camarero. Cristina se sent铆a avergonzada y excitada al escuchar esas palabras, siendo exhibida ante los ojos de un extra帽o.
"Espera aqu铆", indic贸 Eduardo al camarero. Entr贸 a la habitaci贸n y se dirigi贸 al ba帽o, donde tom贸 una toalla y cubri贸 los pechos y la entrepierna de Cristina.
"隆Pasa!" invit贸 Eduardo al camarero, quien entr贸 titubeante a la habitaci贸n.
"驴Qu茅 opinas de lo que ves?" pregunt贸 Eduardo.
"Usted es afortunado de tener a una bella mujer a su disposici贸n", expres贸 el camarero con delicadeza. Cristina intentaba controlar su respiraci贸n, sinti茅ndose exhibida como un trofeo o una esclava en venta, a pesar de ser la puta de Eduardo. Se preguntaba c贸mo terminar铆a esta situaci贸n.
"Bueno muchacho, 驴te gustar铆a participar?" propuso Eduardo.
"隆S铆, se帽or!" respondi贸 el camarero.
"Est谩 bien, solo podr谩s ver lo que el azar decida", dijo Eduardo, proponi茅ndole un juego basado en una moneda: cara los pechos, cruz su entrepierna. El camarero acept贸 y lanz贸 la moneda, que despu茅s Eduardo mostr贸 al camarero. Era cara.
Eduardo se acerc贸 a Cristina, quien respiraba aliviada por el resultado. Lentamente, le baj贸 la toalla, dejando al descubierto sus pechos con los pezones erectos.
"Puedes tocarlos", dijo Eduardo.
Cristina, quien ahora era la puta oficial de su amo, se preguntaba qu茅 m谩s le deparar铆a aquella noche.
El servidor que no cre铆a lo que le estaba ocurriendo. Toc贸 los senos con delicadeza, pasando de uno al otro.
-驴Deseas apretar los pezones?
-S铆, deseo. Expres贸 con una clara excitaci贸n en su rostro y en el tono de su voz, sin saber hasta d贸nde llegar铆a esa situaci贸n.
-Entonces debes hacerlo con m谩s firmeza o se acab贸. El servidor apret贸 ambos pezones al mismo tiempo, presionando hasta que Cristina grit贸 de dolor. Eduardo alz贸 la mano y el servidor se detuvo.
-Suficiente por esta vez, puedes retirarte, pero una cosa m谩s.
-Dime.
-Conf铆o en tu discreci贸n.
-Por supuesto, se帽or, gracias se帽or.
Al cerrarse la puerta, Eduardo tom贸 el l谩tigo y regres贸 con ella, le quit贸 la toalla y la azot贸 mientras le dec铆a.
-Eres mi amante y no olvides jam谩s eso.
-S铆, mi amo, soy tu amante, tu esclava. Dijo satisfecha entre gemidos.
-驴Deseas que te lleve a tu hogar o prefieres continuar aqu铆?
-Deseo estar donde t煤 est茅s.
La desat贸 y la bes贸 con ternura, ella se mostraba disciplinada y cari帽osa mientras devolv铆a los besos agradecida. Le puso un albornoz y tom贸 otro para 茅l, y se prepararon para comer. Para sorpresa de ella, 茅l serv铆a la comida y la bebida, eso la encant贸, haci茅ndola sentir amada por aquel hombre que hab铆a revolucionado su vida y su manera de ser. Luego tomaron un caf茅, la llev贸 a la cama y se acost贸 a su lado en silencio, abraz谩ndola por detr谩s y anunciando que har铆an una siesta para reponer energ铆as, quedaba toda una tarde para seguir divirti茅ndose y 茅l planeaba aprovechar al m谩ximo su nueva adquisici贸n. Ella, por su parte, se sinti贸 feliz al sentir su abrazo y se relaj贸 hasta quedarse dormida.
Eran casi las cinco cuando Eduardo abri贸 los ojos, ella segu铆a durmiendo a su lado envuelta en el albornoz, 茅l se levant贸, se sirvi贸 un caf茅 y se prepar贸 un cigarrillo, lo consumi贸 en el balc贸n sentado en una de las hamacas mientras esperaba a que ella despertara, veinte minutos despu茅s escuch贸.
-驴Amo? 驴Est谩s all铆?
-Estoy en el balc贸n, mi ni帽a.
Esas nuevas palabras la llenaron de placer, era rudo y gentil, y esa combinaci贸n la satisfac铆a, se levant贸 y se acerc贸 a su due帽o, lo bes贸 y se asom贸 por el balc贸n, la altura era considerable, algunos edificios no muy lejanos ten铆an la misma altura y podr铆an haber testigos.
-Voy al ba帽o, mi se帽or.
-隆No! Desabr贸chate el albornoz y ponte encima de m铆. Ella obedeci贸, separ贸 las piernas y se coloc贸 a la altura de su miembro.
-Libera tu orina mientras te tocas los pechos.
Ella dud贸 sorprendida por un momento, pero no iba a contradecirlo. Si su amo quer铆a que lo hiciera, lo har铆a. Cerr贸 los ojos y relaj贸 la vejiga, su c谩lida orina sali贸 con fuerza sobre el pecho de su amo, 茅l ni se inmut贸, la observaba mientras daba caladas a su cigarrillo, poco a poco la fuerza con que sal铆a la orina disminuy贸 hasta terminar en un goteo sobre su miembro, ella esperaba 贸rdenes.
-Ahora lame mi cuerpo.
Ella comenz贸 a pasar la lengua, sintiendo el sabor de su orina mezclado con el sabor de la piel de su se帽or. Cuando lleg贸 a su miembro, lo disfrut贸 hasta ponerlo firme, continuando con la felaci贸n, su amo le presionaba la cabeza para introduc铆rselo por completo, arcadas, lametones, alguna bofetada y al final, cuando 茅l estaba a punto de llegar al cl铆max, apret贸 su cabeza contra su abdomen mientras alcanzaba el cl铆max, ella aguant贸 cuanto pudo hasta que su amo termin贸 dentro de su garganta, luego se separ贸 y lo mir贸, 茅l le dedic贸 una sonrisa.
-Ahora te toca a ti, zorrita.
-S铆, amo, s铆. Dijo con pasi贸n.
Eduardo se levant贸, le quit贸 el albornoz, la sent贸 y le separ贸 las piernas, se dispuso a satisfacerla, ella le acariciaba el cabello mientras su lengua la hac铆a disfrutar, su excitaci贸n iba en aumento,
Su respiraci贸n se aceleraba, soltaba gemidos mientras abr铆a sus piernas todo lo que pod铆a para que su amo la satisficiera a su antojo.
-隆隆Estoy llegando, mi amo!! 隆Estoy llegando! 脡l continu贸 hasta el final y ella alcanz贸 el cl铆max. Eduardo se levant贸 y con su miembro en la mano le dijo.
-Abre la boca.
Ella obedeci贸 mientras 茅l comenzaba a orinar sobre ella, primero en los senos, luego en su entrepierna, despu茅s subi贸 hasta su boca que se llen贸 r谩pidamente de l铆quido dorado, la orina flu铆a abundantemente de su boca, luego descendi贸 de nuevo a sus senos y a su entrepierna donde termin贸 la lluvia dorada. Se separ贸 de ella y sin decir nada se retir贸 al interior de la habitaci贸n, ella se qued贸 sola, reflexionando sobre lo que le hab铆an hecho, una vivencia nueva que qued贸 grabada en su memoria, y la hab铆a disfrutado sin reservas ni prejuicios.
Eduardo se sirvi贸 una copa y sali贸 al balc贸n, Cristina permanec铆a desnuda en la hamaca con expresi贸n de satisfacci贸n y relajada por lo acontecido. 脡l la mir贸 y le pregunt贸.
-驴Te apetece un trago? Ella asinti贸 y tom贸 la copa, bebi贸 un sorbo y se la devolvi贸, 茅l se acerc贸 a la barandilla y contempl贸 el paisaje, sin girarse le indic贸.
-Arr茅glate que saldremos a cenar, quiero que te pongas el conjunto negro que compramos.
-Entendido, mi amo.
Una vez en la calle, la tom贸 de la mano y como una pareja normal, empezaron a pasear sin direcci贸n por las calles de la ciudad en busca de un lugar donde cenar, la temperatura era agradable y ella se sent铆a dichosa junto a 茅l, no le importaba a d贸nde la llevara, con tal de estar junto a 茅l durante toda su estancia en la ciudad...
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