Los sucesos de Amanda White, la prostituta de lo sobrenatural: Progenie de la cripta
En este momento
Los Matheson, una dinastía con una extensa historia y gran riqueza para mantenerla, habitaban en un mausoleo familiar que les permitía llevar una vida tranquila como una familia de estatus medio. Si apreciaban las lápidas, copas funerarias, estatuas, esquelas mortuorias y ataúdes que adornaban el lugar, por supuesto. La única fuente de luz que iluminaba el recinto provenía de una vidriera tan elaborada como costosa, otorgando al sitio un ambiente aún más siniestro gracias a la escasa luz de la luna. El aroma a polvo y humedad impregnaba el espacio, y cualquiera que ingresara sentiría la necesidad de cubrirse la nariz con un pañuelo, entre olores como el almizcle de un animal grande y el olor a sexo... Pues a pesar de que la cripta generalmente permanecía en un silencio apenas interrumpido por algún ruido exterior o uno más inquietante desde el interior.
Esa noche, sobre el altar donde una vez al año se celebraba la misa por los difuntos que descansaban en el recinto, se estaba cometiendo un acto sacrílego. Y no solo por estar copulando sobre él. Sino por la naturaleza de uno de los participantes, cuyos gruñidos resonaban gracias al eco de la sala y en ocasiones aullaba de placer, mientras utilizaba sin consideración a una mujer que tiempo atrás había dejado de contener sus gemidos y entre dientes murmuraba frases como "¿Cuándo terminará...?", "¡No más...!", "Dios, ¿por qué disfruto tanto...?" y otras más, antes de arquear la espalda al experimentar otro orgasmo.
La mujer recostada sobre la losa llamaba la atención por su piel anormalmente pálida, haciéndola destacar como albina, la única similitud que compartía con la criatura que la poseía. La mujer, jadeando como un animal en celo, respondía al nombre de Amanda, sufriendo por el "castigo" que recibía, su pálida piel apenas protegida por los destrozos sufridos durante la noche en lo que antes era su atuendo cotidiano. Sus pantalones vaqueros rasgados en la entrepierna para dar acceso a la bestia a sus genitales y trasero, este último enfriándose en el frío mármol mientras era embestida por la criatura. Su blusa pendía de su brazo derecho en jirones, manteniéndose mínimamente sujeta a su cuerpo por decencia, y su camiseta blanca de calidad, desgarrada por la mitad, dejaba a la vista un sujetador gris deportivo que le habían arrancado con cierta brutalidad, como evidenciaban las marcas en su piel. Sus pechos, bastante firmes y con pezones erectos por el frío y la excitación, rebotaban al compás de la vigorosa penetración de la criatura. Amanda evitaba mirar al rostro de la criatura, agradeciendo que la tenue luz de la luna ocultara su facies, aunque ocasionalmente bajaba para lamerle la cara, dejando el rastro de su aliento putrefacto, con las manos al final de sus musculosos brazos firmemente sujetas contra la losa, impidiéndole defenderse. Con las piernas torneadas y endurecidas por el ejercicio abiertas en el aire, Amanda reconocía con cierta vergüenza haber rodeado la cintura peluda de la criatura durante intensos momentos de clímax, ya incontables, pues la criatura continuaba incansable, sin parecer fatigarse ni quedarse seca por la cantidad de fluidos que resbalaban por la losa y se mezclaban con los suyos propios. En ocasiones, la criatura la dejaba "escapar" para luego volver a atraparla y montarla. Así llevaban una hora y media. Si tan solo pudiera encontrar el maldito revolver... Y pensar que había llegado hace tan
Solo unas horas disponibles para afrontar cualquier desafío.
Tres horas atrás, en un área a las afueras de Boston, Massachusetts.
Amanda es reconocida en ciertos círculos a los que personas convencionales no deberían acceder por su propia cordura, y los teóricos de la conspiración que se sumergen en estas terminan desapareciendo. Incluso aquellos que operan en ambientes más oscuros prefieren mantener distancia. Porque en lugar de contratar a un matón o asesino, podías pagar más por uno experto en deshacerse de ellos... Los desafíos a los que Amanda se enfrentaba por sumas considerables rara vez podían ser resueltos solo con dinero. Cada uno de sus casos previos era tratado con meticulosidad, aunque no con exactitud, ya que cada situación era única y requería una investigación exhaustiva. Lo más complicado era que gran parte de la información disponible no era del todo confiable, y la metodología de prueba y error solía tener consecuencias fatales... excepto para ella. Poseía una cierta condición que la hacía "compatible" con estos seres, lo que significaba que no le harían daño (al menos, si ella no los atacaba primero, y aún así, le otorgaban oportunidades si les permitía desahogarse) y se convertía en un cebo efectivo para llevarlos a trampas mortales. Si todo salía como planeaba, bien; si no, prefería no recordarlo. Había un video que circulaba en la Deepweb de uno de sus casos anteriores, donde quedaba claro que ese territorio estaba vedado, ya que revelaba respuestas incómodas a preguntas perturbadoras. En él se mostraba que, si bien ellos eran compatibles con ella, su condición los hacía compatibles con ellos... es decir, que experimentaba excitación cuando interactuaba con ellos, algo que le repugnaba profundamente.
Aun cuando en estos casos cobraba tarifas más elevadas a sus clientes, eso la hacía sentirse como una mercenaria en cierta medida. Le costaba mantener una relación estable o incluso tener encuentros casuales, dado que los recuerdos explícitos solían volver a su mente durante el sexo, y las comparaciones a menudo resultaban humillantes. Sin embargo, esa mañana se había preparado con un equipo completo a pesar de las breves explicaciones proporcionadas por su cliente. Encajar las piezas del rompecabezas y obtener las faltantes era una tarea que debía abordar.
El día anterior había salido con su Pontiac GTO, un automóvil que su "padre" admiraba y que ella había llegado a apreciar en su juventud. El motel de carretera donde se había alojado era modesto, pero no quería presentarse en su trabajo sintiéndose somnolienta.
Finalmente, la esperaba la mansión Matheson. El dueño, un ermitaño lo suficientemente adinerado como para mantener la propiedad como si el tiempo no pasara, parecía estar apegado a la era victoriana. A pesar de las ampliaciones realizadas, la casa conservaba ese aire colonial que provocaría placer a cualquier seguidor de Poe de baja categoría. Había sido objeto de algunos artículos periodísticos bajo el título "El hombre que nunca duerme", debido a que las luces de la casa siempre estaban encendidas y tenía reflectores en el exterior. Esta costumbre se instauró tras la muerte de su esposa y su primogénito durante el embarazo. Nunca volvió a contraer matrimonio y cortó todo contacto social de raíz. Amanda había hablado con una serie de intermediarios y ni siquiera había logrado comunicarse con él directamente. Un mayordomo con una voz nasal desagradable fue quien la recibió en la entrada y que, en varias ocasiones, tuvo que repetir sus palabras a causa de su tono aflautado.
El caso del "hombre que nunca duerme" tenía fundamentos sólidos que requerían su intervención profesional. Era la clase de asistencia que no se solicitaba a la ligera. Su llegada temprano por la mañana hacía que la casa pareciera un poco menos lúgubre... solo un poco. El mayordomo, un hombre alto y delgado con facciones agudas y una mirada penetrante de ojos verdes inquietantes, la recibió en la verja. A pesar de considerarlo más parecido a un buitre en un primer momento, su voz no coincidía en absoluto con su apariencia, siendo demasiado aguda para lo que uno esperaría.
No mostrar una sonrisa excesiva, al menos mientras él estuviera presente.
En la oficina del señor Matheson se podía apreciar una extraña combinación entre la moderna tecnología informática y diversos artilugios de última generación, junto a severos cuadros y antiguas esculturas esparcidas por el lugar, como si estuvieran colocadas allí con el propósito de resultar dificultoso limpiarlas o de provocar la sensación de estar siendo observado. El señor Matheson quizá fuese atractivo en su juventud, pero las desventuras que no había logrado superar le habían dejado huella. Presentaba marcadas ojeras, un cabello que lucía más blanco que negro y cortado de manera bastante excéntrica. ¿Se lo cortaría él mismo?, se preguntó Amanda. Y sus ojos, cansados e intensos, denotaban una profunda obsesión por algo. Su discurso fluía como la lluvia durante una tormenta, constante y capaz de interrumpir cualquier otra cosa que estuviera ocurriendo a su alrededor.
Tras los saludos de rigor, una breve discusión sobre el pago y una mirada asesina a su mayordomo por permanecer de pie a su lado, lo que provocó que este se retirara. Comenzó entonces a revelar su verdad, algo de suma importancia. Amanda sabía perfectamente que cuando se llegaba a tales extremos, era señal de que había secretos ocultos. Al parecer, su esposa sufría episodios que la dejaban en un estado similar a la muerte, y los Matheson eran muy celosos de su privacidad, permitiendo únicamente a un médico de su confianza atenderlos. En una ocasión, cuando parecía que iban a tener un nuevo miembro en la familia, la esposa sufrió uno de estos ataques que la dejó inerte. Desafortunadamente, el médico no se encontraba cerca en ese momento y, a pesar de los intentos de reanimación, estos resultaron infructuosos. Por precaución, y temiendo otro ataque, decidieron colocarla en un ataúd dentro del mausoleo familiar, en una habitación fría para prevenir la descomposición en caso de que estuviese realmente muerta. El mausoleo fue cerrado para evitar intrusos (Amanda procuró no mostrar asombro ante la cantidad de desaciertos que podrían haberse evitado con una actitud menos cerrada). Aquella noche, el señor Matheson apenas pudo conciliar el sueño y a la mañana siguiente corrió presuroso a ver a su amada tras abrir el cerrojo con la única llave disponible.
Al entrar, escuchó la voz de su esposa balbuceando y, entre emocionado y asustado, llegó a la sala donde se encontraba el féretro abierto. Allí la encontró en una postura extraña, con la ropa destinada para su entierro hecha jirones, semidesnuda, mirando al cielo con una expresión desencajada y una sonrisa enloquecida. Quedó horrorizado al darse cuenta de que alguien había abusado de ella y causado heridas en su cuerpo. Posteriormente, su esposa nunca se recuperó, permaneció postrada en cama mirando al vacío hasta que llegó el momento del parto, el cual resultó fatal tanto para ella como para el bebé. Quizá sintiéndose aliviado, decidió enterrarlos juntos en el panteón familiar. A partir de entonces, varios criados fueron atacados de manera salvaje, uno tras otro, hasta que las agresiones se volvieron más frecuentes, llegando incluso a haber una víctima mortal. Tras una investigación que empeoró la situación, se optó por encubrir los hechos debido al elevado número de fallecidos, pero quedaba claro que la entidad que salía del mausoleo no era humana. Muchos habrían abandonado la casa, pero Matheson se aferraba a ella como una lapa, buscando ayuda. Un experto en protección había instalado medidas de seguridad en el mausoleo, las cuales debían ser renovadas periódicamente, y recomendó mantener todas las habitaciones exteriores iluminadas durante la noche. Matheson trasladó su dormitorio a una habitación interior y pagó religiosamente por dicha protección. Desde entonces, no se registraron más incidentes... hasta ahora. El profesional había fallecido, probablemente debido a un encuentro que lo superó (hay personas que no saben cuándo retirarse). Aunque la entidad no había ingresado a la casa propiamente dicha, se
Podía divisarlo merodeando por las inmediaciones y salir a cazar en el exterior. Además, la vivienda no se hallaba lo suficientemente distante como para evitar que se aproximara a alguna urbanización y perpetrase una matanza.
El individuo conocido como “houdini”, quien en su momento le brindó asistencia, reflexionó Amanda, resultaba ser de lo más despreciable. Esos individuos que engatusan al cliente ofreciendo una solución a medias y luego le obligan a pagar un “rescate” a cambio de un mínimo de seguridad. Amanda continuó indagando sobre los avistamientos, la apariencia de la criatura (que parecía tratarse de una figura humanoide alba con rasgos animales) y su conducta en general. Matheson respondió con la información que poseía, sugiriendo revisar las grabaciones de las cámaras de seguridad, a lo que Amanda simplemente esbozó una sonrisa y expresó su opinión sobre su antiguo empleado, rechazando la idea de visualizar las filmaciones. Para divisar una mancha en medio de la grabación, prefería comenzar seleccionando el equipo adecuado y consultando las leyendas locales, a partir de allí, analizar sus opciones. Si pretendía una solución permanente, dado que la opción de las salvaguardas se había desvanecido, pasarían años antes de que la esencia de la magia a medio terminar permitiera instalar nuevas defensas; únicamente el profesional que las confeccionó podría reforzarlas o eliminarlas. En fin, cuando se realiza un trabajo chapucero, siempre interviene un profesional... que seguramente no cobraría barato. Lo que sí estaba clara era la hora en la que la criatura aparecía, a partir de las tres de la madrugada, corroborando su naturaleza malévola.
Después de unas horas de pesquisa en sus libros almacenados en su fiel ordenador portátil, no halló información relevante en los mitos locales, y al ampliar la búsqueda, encontró opciones “exóticas”. No resultaba tan insólito que alguna “entidad” pudiese llegar a lugares inesperados, lo cual hacía la tarea aún más aterradora. Consideró diversas hipótesis que influyeron en la selección de talismanes y la carga de sus balas, ninguna de ellas causaría daño significativo a un ser humano, eran materiales blandos, pero todos consagrados y enriquecidos con elementos que, dependiendo de la criatura, podrían dañarla gravemente o incluso matarla directamente... aunque solo tenía un disparo. Capturar, identificar y aniquilar. A Amanda la habían entrenado para ser meticulosa; de lo contrario, no sería más que otra víctima más.
Mientras cenaba en la mansión, soportando la verborrea lo suficiente para intervenir, le comunicó a Matheson que le daría una señal para iluminar el lugar con las luces internas del mausoleo. No creía que fuese determinante, pero en el peor de los casos, podía ahuyentar a la criatura si era sensible a la luz. Durante la velada, no dejó de sentirse incómoda... inquieta; lo cual indicaba que algo fuera de lo común acontecía en el lugar. ¿Sería tan poderosa la entidad del mausoleo? Al menos, se entretenía observando la incomodidad que causaba en el mayordomo; durante la cena, éste dejó caer cubiertos en más de una ocasión y por un instante, temió que la sopa salpicara la calva del señor Matheson, quien la miró con desaprobación y le dedicó algunos gritos bastante molestos... Considerando su carácter, resultaba extraño que alguien tan torpe continuara a su servicio.
Tras tomar una taza de café bien cargado y llevar consigo un termo para pasar la noche, salió al jardín, el cual lucía recargado con estatuas de gusto dudoso que adornaban el variado surtido de flores. La noche estaba iluminada por una luna llena que confería un aura melancólica al ambiente, sin embargo, no podía detenerse a contemplar el jardín y optó por dirigirse rápidamente al mausoleo.
Al llegar, inspeccionó la puerta, ya que había colocado una protección en el exterior para impedir la salida de cualquier entidad maligna durante unas horas, siendo esta la máxima salvaguarda que podía instalar debido al hechizo a medio realizar por el “houdini”. En el interior, realizó los preparativos necesarios, elaborando diversas fórmulas; después de todo, se trataba de encontrar la contención adecuada para el ser en cuestión. También portaba un. . .
Revólver y diversas municiones para dar el toque final, y en caso de necesidad varios tipos de armas cuerpo a cuerpo hechas con distintos materiales, aunque no resultaban tan efectivas como las armas de fuego. Si te veías obligado a defenderte cuerpo a cuerpo con alguno de esos utensilios, significaba que estabas en serios aprietos.
Tal como había mencionado al señor Matheson, por el momento era mejor mantener todo en penumbra. Se colocó unas gafas de visión nocturna, un recuerdo de su participación en un caso financiado por el gobierno, y revisó nuevamente todos los preparativos, aguardando en la sala del altar, donde la figura de Jesús crucificado adquiría un aire lúgubre bajo la luz de la luna.
El recinto era espacioso, con varias pequeñas salas conectadas entre sí, y debajo del altar, la cripta en sí misma, al igual que el resto, bastante recargada, aunque al menos no había que lidiar con la molestia de tropezar con alguna estatua maldita. Las otras estancias estaban repletas de nichos pertenecientes a los ancestros de los Matheson, traídos de Europa para descansar junto a su familia. Amanda no tenía quejas, hacía tiempo que habían encontrado su lugar de reposo, reflexionó mientras escudriñaba la oscuridad con detenimiento; para su alivio, no percibió movimiento ni ruido alguno, aunque la cripta le generaba una inquietud especial, pasar por allí la ponía particularmente alerta, como si algo aguardase su turno. Por lo tanto, había dispuesto la mayoría de las trampas alrededor de dicha entrada.
El tiempo transcurría, después de inspeccionar concienzudamente el lugar para cerciorarse de no pasar por alto ningún detalle, se recostó contra la pared mirando hacia el altar. El reloj marcaba la una y media de la madrugada. Se tomó el cuarto café y no percibió movimiento alguno. Suspiró mientras contemplaba la vidriera apenas iluminada, en la cual se podía apreciar el polvo en suspensión concentrado. Amanda experimentaba una leve excitación, nada más. "No hay ningún indicio y aún queda tiempo, mejor ir al baño", se dijo levantándose para dirigirse hacia el exterior, donde previamente le habían indicado la ubicación del servicio, y la casa permanecía "en alerta" aguardando el desenlace. Por lo tanto, no debería surgir inconveniente alguno. Se encaminó hacia la salida y trató de abrir la puerta... sin éxito. Perpleja, intentó nuevamente sin obtener resultado. Inspeccionó la puerta y no detectó ninguna presencia sobrenatural en ella. Luego miró a través de la mirilla y constató que la habían cerrado con llave desde el exterior.
Mantuvo la calma ante la situación. ¿Una trampa? Pero no conocía a Matheson en persona y, que ella supiera, no había dejado insatisfecho a ningún cliente ni tenía enemigos que pudieran sobornar a Matheson. No obstante, logró recobrar la compostura. Bien, entendía la situación, no quería que saliera hasta que concluyera con el trabajo. Qué tipo tan desagradable. "No pienso escaparme", sonrió, "aunque se lo voy a cobrar". Utilizó el teléfono móvil para enviar varios mensajes a Matheson y confirmó lo sucedido. A continuación, le advirtió que si no abría la puerta, se aliviaría en la tumba de sus antepasados, literalmente. Matheson le indicó que había una pequeña garita donde se encontraba un servicio que continuaba en funcionamiento.
Gruñendo, se dirigió hacia allí, comprobando que era algo más que un simple cuarto, aunque bastante limpio. Efectivamente, en un diminuto habitáculo se hallaba el inodoro. Antes de hacer uso de éste, verificó la existencia de cámaras, ya había tenido suficiente con un video vergonzoso. Una vez terminó, notó que aún mantenía la tensión en su cuerpo; desde la cena, no había conseguido dejar de sentir excitación. Se encontraba aún con los pantalones bajados, miró el teléfono móvil y no había pasado mucho tiempo.
Su mano exploró tentativamente su entrepierna, sus dedos se adentraron ligeramente para palpar la ligera humedad que encontraron, y así dio inicio a masturbarse. Sentada en la tapa con las piernas abiertas, se dejó llevar, cerró los ojos e imaginó una escena íntima con Charles, su... ni siquiera ella misma sabía cómo definirlo, ¿amigo con derechos, casi novio? Él era "normal", mientras que ella era un tanto peculiar. No era una combinación ideal, pero el sexo resultaba entretenido. Recordar cómo la empujaba contra el respaldo de la cama la excitaba sobremanera, por lo que aceleró el ritmo al introducir dos dedos en su interior para llegar al clímax rápidamente, aunque sintió que algo se aproximaba.
Maldición,se murmuró a sí misma. Se vistió rápidamente con unas bragas deportivas, unos pantalones y un cinturón con las balas y su revólver, saliendo rápido del servicio. De repente, escuchó un aullido de dolor. Sin duda, había caído en una trampa que le había afectado. Sacó el revólver y dejó la recámara abierta para añadir la bala que hiciera falta. Al llegar a la sala del altar, se encontró con una figura dentro de un brillante círculo que le daba pequeñas descargas, dejándola inmóvil. Era una bella mujer de ascendencia árabe, semidesnuda y encogida en el interior del círculo, musitando algunas palabras lastimeras en un idioma desconocido.
"No te creo", mientras el dolor aumentaba en la criatura, podía ver cómo tomaba su forma real. Aunque parecía humanoides y un poco más pequeña que un ser humano promedio, la criatura simiesca tenía rasgos de hiena, especialmente en su rostro y, más precisamente, en su boca. Sus huesos eran perfectos para quebrar huesos, sus ojos negros miraban a Amanda con una mezcla de odio y hambre. Desnudo ya y mostrando su pelaje albino que lo cubría, pero no lo suficiente para ocultar su sexo. Ahora reconocía al responsable de los problemas en la casa Matheson, un ghoul. Uno de los devoradores de cadáveres del Medio Oriente, dispuestos a atacar a un humano despistado que se acercara a una desconocida pidiendo ayuda semidesnuda en un maldito cementerio, con la intención de aprovecharse de la situación. En opinión de Amanda, se lo merecían.
Mientras cargaba las balas con una mezcla de sal y hierro frío, se preguntaba cómo demonios había terminado esa criatura en plenos Estados Unidos... Entonces escuchó un movimiento a sus espaldas. La criatura no había hablado para ser liberada, sino para distraerla mientras otra se acercaba por detrás. Logró esquivar el ataque lo mejor que pudo y mantener el revólver en sus manos mientras caía al suelo y se deslizaba hacia adelante.
Escuchó la risa de hiena que le dedicaba el segundo ghoul, mientras agarraba una de las piernas de Amanda y la acercaba a él. Las balas se habían dispersado por el golpe y Amanda tuvo que buscar desesperadamente la que necesitaba en ese momento. La criatura dejó de reír y se quedó pensativa mientras Amanda buscaba con desesperación y una extraña excitación por estar tan cerca de la criatura.
La naturaleza de Amanda comenzó a reaccionar, la lengua del Ghoul salió de su mandíbula y empezó a jadear, mientras su sexo crecía sin que Amanda se diera cuenta. Ahora, ya no quería devorar a la humana, sino montarla y llenarla con su semen para reproducirse. Una idea que no había tenido desde hace quince años cuando se encontraron con esa humana en este edificio, que servía como una de las salidas de la madriguera conectada a varios cementerios de la zona. Aunque su instinto le decía que si no embarazaba a la humana no podría hacerlo, algo le impedía seguir su naturaleza. El deseo puro. Y esos pantalones ajustados que cubrían el trasero de Amanda dificultaban su objetivo.
Amanda sabía que por el momento estaba a salvo, pero tenía que encontrar las malditas balas si quería acabar con esas criaturas. Entonces escuchó cómo las ropas se rasgaban y el frío llegaba a su trasero. ¡La criatura le había roto el pantalón por la entrepierna! Intentó gatear, pero soñolientamente el Ghoul puso una garra sobre cada una de sus piernas y la arrastró hacia él, para luego abrir sus piernas. Amanda se giró y vio el miembro que, en parte, parecía humano aunque también tenía un toque animal, y un suspiro escapó de su boca. Su cuerpo se cubrió de un sudor frío, mientras su sexo se humedecía indicando que lo deseaba y trató de forcejear para liberar sus piernas sin éxito, muy agobiada musitó —Otra vez, no.
Pero la criatura pensó enotro asunto, su nariz se aproximó a la entrepierna de Amanda y comenzó a saborearla disfrutando como si fuera un manjar. Por otro lado, Amanda reaccionó arqueando su espalda entre la humillación y el placer, mientras sus ojos se humedecían un poco. Un pensamiento cruzó su mente, se había depilado su zona íntima poco después de enterarse del caso ¿Estaba buscando esto inconscientemente? sin embargo, lo descartó y continuó buscando entre las numerosas balas esparcidas, mientras la criatura seguía lamiendo de arriba a abajo su entrepierna, la cual se humedecía agradecida, y Amanda se mordía los labios para contener los gemidos, con las lágrimas enturbiando su visión.
En este momento, la sala resonaba con los aullidos de dolor del Ghoul confinado en el círculo, los sonidos de los lametones del otro Ghoul acompañados de algunos aullidos de placer, y los esfuerzos de Amanda por contenerse. Le costaba encontrar las balas y al ser todas tan parecidas, mientras la estimulación oral se intensificaba, su cuerpo reaccionaba moviéndose al ritmo de la lengua de la criatura. Tras un par de minutos y con pocas balas por revisar, su cuerpo no aguantó más y un orgasmo la recorrió intensamente, provocando que emitiera un quejido entre dientes, mientras sus piernas se debilitaban. Antes en tensión a cuatro patas, ahora tenía que tumbarse para relajarse.
El Ghoul disfrutó el sabor de Amanda por un momento y miró a la mujer con lujuria, era el momento de actuar; la tomó por la cintura y la levantó para dejar su trasero a una altura más cómoda. Realmente era toda una escena, con los pantalones y las bragas rotas, que hacían de telón para su entrepierna. Arrodillándose, acercó su miembro a la entrada de su entrepierna, la cual latía de deseo ante la proximidad del miembro del monstruo.
No obstante, en ese preciso instante, Amanda logró encontrar una de las balas y cargar el arma. Justo cuando el Ghoul se disponía a penetrarla, se giró medianamente y disparó con tanta suerte que acertó en el pecho del Ghoul, aunque el retroceso hizo que el arma saliera disparada casi rompiéndole el dedo. Sorprendido y herido, sintió los efectos del veneno que su propio corazón repartía por su cuerpo, desplomándose sobre la mujer, que trató de apartarlo como pudo.
Tomándose un momento para respirar, sentada, observó al Ghoul debatiéndose en el círculo. La situación lo había enfurecido enormemente. —Maldito idiota, dijo que solo había uno. Se puso de pie y se acercó al círculo, causando que el Ghoul, aún dolorido, reaccionara al estar cerca de Amanda, quien amplió la protección del círculo. La criatura gritó de manera brutal y dolorosa durante diez minutos, antes de callar y carbonizarse para luego desaparecer... No era una muerte agradable, pero Amanda necesitaba esa pequeña venganza.
De vuelta en la penumbra, buscó las balas que yacían esparcidas por el suelo con su móvil, para luego intentar localizar la pistola que no parecía haber ido muy lejos... sin embargo, no encontró rastro de ella. Esto indicaba que algo más estaba presente en ese lugar. Ahora, más calmada, percibió que la sensación persistía. No podía hacer frente a lo que sea que se encontrara sin recargar suministros, y las armas cuerpo a cuerpo que había llevado eran inútiles con ese tipo de seres. Mirando hacia la oscuridad desde el centro de la sala, junto al altar, comenzó a enviar mensajes a Matheson, necesitaba desesperadamente luz.
No obstante, se sorprendió al escuchar la voz del anciano resonando en la estancia; al parecer, había altavoces ocultos entre algunas de las estrafalarias estatuas: —Ha sido un espectáculo maravilloso. Sin duda, un gran trabajo de su parte, aunque en cierto momento dudé que no terminara siendo dominada por una de esas criaturas.
Amanda se tensó, mirando a su alrededor con temor. ¿Había algo moviéndose en la sala a lo lejos? —Pero ¿qué ocurre? Si puedes verme, enciende las malditas luces, al menos hay otra de esas criaturas por aquí. Lo necesito.
El señor Matheson, con un tono levemente burlón, respondió:
—Lo entiendo. Esa es la razón por la que ha venido usted en lugar de otro experto de su campo. Antes de que Amanda pudiera formular la pregunta, el señor Matheson continuó: —Mi hijo necesita una compañera para poder darme un nieto, según mis cálculos y cierto dispositivo que tengo entre mis manos, este sería humano. Me temo que mi hijo ya está perdido. Por lo general, termina devorando a las mujeres que le presento, no comprende lo que debe hacer, pero con usted, debido a su naturaleza, sobrevivirá y será fecundada. Descuide, no le faltará nada durante el periodo de gestación.
Amanda buscó en el bolso que había traído consigo, esperando hallar algo útil, pero, maldita sea, a excepción de las balas, no había preparado nada para acabar con esa criatura. Finalmente recordó a Thomas, un conocido de varios casos, a quien ella llama "el capullo del FBI", que vivía por ahí y siempre había intentado cautivarla, dicho de manera suave, no es que en algún momento ella no pensara lo mismo, hasta que conoció su personalidad fuera del trabajo. Le repatea utilizar esta carta. —Agradezco que eliminara a esas… criaturas. Una de ellas atacó a mi esposa. ¡Malditas bestias! Pero lo pasado, pasado está, y me preocupa más que roben la comida de mi pobre niño. Por eso se ha acostumbrado a salir más tarde.
Amanda empezó a unir las piezas, la esposa de Matheson quizás dio a luz a un hijo muerto, el cual resurgió como un Ghoul, en sus primeros años incluso podría pasar desapercibido como humano, con sus atroces apetitos. Sin embargo, ahora era evidente que no. La sombra que se movía entre las tumbas era más alta que los Ghouls con los que se había enfrentado, tomaría años reducirse al tamaño correcto, pero conservaba muchas de sus características. Amanda, no siendo muy alta, se dio cuenta de que esa criatura le sacaba una cabeza. El hijo de Matheson se acercaba lentamente, temeroso, había visto cómo eliminaban a sus enemigos y temía que pudiera correr la misma suerte. Pero el hambre hacía que el monstruo se volviera valiente.
Amanda se aferró a un clavo ardiendo mientras enviaba el mensaje con la ubicación a Thomas, a quien aparentemente había pillado despierto. Matheson no había usado un inhibidor de señal para teléfonos móviles. Ahora debía engañarlo. Esperaba que el obsesivo señor Matheson se aferrara a cualquier esperanza de tener un primogénito: —¿Cuántos años tiene su hijo?
El señor Matheson dudó por un momento y preguntó con recelo: —¿Qué importancia tiene eso?
Amanda, con su tono más profesional a pesar del miedo y la emoción que sentía, inició la mentira: —Si aún no ha alcanzado la mayoría de edad, existe un ritual para devolverlo a la normalidad...
—Eso no puede ser, me dijeron que era irreversible, intenté pagar mucho más para que lo hiciera y… —balbuceaba Matheson, mientras Amanda intentaba mantener la compostura para que no se notara su sonrisa ni su voz temblorosa: —Ya le mencioné que no era de fiar. Como le decía, es posible revertirlo. Él será humano, pero deberá ser educado. Con el tiempo, podría hasta conseguir una esposa de prestigio… ¿Qué pensarán los demás al ver que tiene al hijo de una mujer insignificante? Sin duda, sería una deshonra para su linaje.
Matheson guardó silencio por un momento, mientras su hijo se acercaba cada vez más a Amanda, y terminó diciendo: —Si miente, no vivirá para disfrutar de su engaño. Lo sabe...
Amanda pensó para sí misma que ese sería un problema que resolvería más adelante. Observó cómo el hijo de Matheson se acercaba, inicialmente hambriento, ahora curioso y claramente afectado: —Pero la recompensa será duplicada y, como garantía, se le lanzará un hechizo que requerirá ser reforzado durante dos años, sin coste adicional. El extra es tanto por el hechizo como por todo este montaje...
Entonces las luces iluminaron el lugar y el hijo de Matheson huyó hacia las sombras, aullando de dolor. Amanda suspiró y dio unos pasos hacia la puerta principal, cuando las luces se apagaron de nuevo. Asustada, su voz se quebró.
Ligeramente diferente, para luego adquirir determinación: —Matheson, finaliza de una vez con la broma y trataremos el hechizo aquí afuera. Sin embargo, únicamente imperó el silencio, y el descendiente de Matheson salió nuevamente de su escondite de manera indecisa.
—¡¿Matheson!? —Inquirió Amanda, mientras volvía a consultar el móvil y observó que Thomas había respondido al mensaje. Su ánimo se desplomó al ver que indicaba que estaría en aproximadamente una hora y media. Entonces, una voz nasal se dirigió a ella a través de los altavoces: —Señorita Amanda, lamento informarle que Matheson se encuentra indispuesto. Con razón, considerando que le he herido un pulmón con un cuchillo de cocina. ¿El mayordomo? Pensó Amanda, mientras le comunicaba rápidamente a Thomas la situación, al mismo tiempo que la criatura se acercaba más y más, aunque se detuvo en cierto punto, temerosa de que las luces volvieran a encenderse.
Amanda gritó al vacío: —Pero qué demonios ¿Quién te envía?
La voz nasal rió y exclamó: —Exactamente, qué demonios jajaja. Durante estos quince años, mi amo tuvo la amabilidad de designarme como guardián de este insensato para que continuara proporcionándole dinero con la periodicidad deseada y protegiéndolo por si sus insulsas defensas no funcionaban como debían en el mausoleo. Sin apenas variar el tono de voz, prosiguió:— He detestado cada maldito día bajo su servicio, por lo que tras el fallecimiento de mi amo, aguardé el momento oportuno para frustrar completamente cualquier esperanza del señor Matheson antes de que falleciera y así poder capturar su alma, antes de regresar a mi lugar. Hay que reconocer que su mentira iluminó sus ojos como nunca antes de que yo se la desmintiera. Claro está. Lamentablemente, no pudimos jugar, señorita Amanda, me excitó en demasía durante la cena, pero lo apunto en pendientes.
Amanda observó la pantalla del móvil, ante su declaración de que pasaría una hora y media encerrada con un monstruo, Paul simplemente le respondió “supongo que abrirte de piernas, cariño y esperar a la caballería”. En ese momento, no sabía cómo sentirse y prefirió no seguir mirando el móvil, notando que el hijo de Matheson se encontraba a tan solo diez metros de ella, con una erección evidente. Para su vergüenza, su entrepierna volvía a estar húmeda. Desmoralizada, musitó al aire: —Supongo que sería demasiado pedir que encendieras las luces, ¿verdad?
La voz nasal replicó: —Sería un placer negociar contigo, pero conozco a tu “Padrino” y mi existencia sería breve y dolorosa. Por tanto, me veo obligado a retirarme; las cadenas que me mantenían prisionero se han deshecho y tu realidad es perjudicial para mí. Una pena, me habría encantado presenciar cómo te desenvolvías con ese monstruo. Au revoir. Y los altavoces dejaron de emitir sonido.
Amanda recordó a su “Padrino” por un instante, acarició la idea, pero finalmente se resignó. Sería como cambiar de una situación complicada a otra aún peor. Nerviosa y excitada, con la sonrisa de aquel que ha perdido toda esperanza y conmocionada por los acontecimientos, dirigió su mirada hacia el monstruo, el cual babeara de anticipación con su miembro erecto. Amanda trató de sonar sosegada al comentar, mientras intentaba desabrocharse el cinturón para quitarse los pantalones, aunque sus nervios no permitían que sus dedos cooperaran: —Sé bueno. Espera un momento a que logre desabrochar esto para estar más cómoda… Sin embargo, la criatura no era precisamente un caballero, no aguardó a que terminara de desabrocharlo antes de lanzarse sobre ella.
Más tarde
El hijo de Matheson presionó su pene para introducirlo lo más profundamente posible en el sexo de Amanda, quien una vez más percibió cómo el semen de la criatura la llenaba. Experimentando un intenso orgasmo, su cuerpo temblaba, rodeando con sus piernas a su bestial amante. Por instinto, giró su rostro hacia arriba, lo que permitió que la criatura introdujera su lengua y jugara con la de ella por unos instantes. Pudo distinguir los rasgos de Matheson en ese rostro animal, lo que le causó mayor humillación y repulsión. Finalmente, la criatura cesó sus juegos y se retiró.
de encima de ella, soltando sus manos. Al retirar su pene deja una marca de semen que gotea al suelo, mientras el coño latente de Amanda, expulsa un poco más, despidiéndose.
La criatura exhausta, se recuesta en el frío suelo de la gran sala. Su estómago hace ruido, sin haber comido, por lo que observa a Amanda por un instante, pero luego se dirige hacia el cuerpo del otro Ghoul, lo devora pronto, sin dejar de mirar a Amanda, que está recuperando el aliento.
También exhausta, le lleva un momento girarse y buscar el celular que está cerca de ella. La criatura no considera que sea una amenaza y lo ha estado observando para saber cuánto tiempo falta para que llegue Thomas. Para su alegría, descubre un mensaje que indica que ya está allí y que trajo lo necesario... Espera que sea cierto. Fatigada, Amanda escribe que la puerta está cerrada con llave y es muy resistente. Él resta importancia al tema, pero sugiere que debería mantener a la criatura ocupada generando suficiente ruido para que no se dé cuenta de lo que se avecina.
Amanda deja el celular y intenta bajar del altar, pero sus piernas no responden bien, permanece de pie agarrada al altar durante un tiempo hasta que se siente segura de poder caminar. El hijo de Matheson devora las entrañas del Ghoul caído sin perder de vista sus movimientos. Para sorpresa de él, ella se libera finalmente de los pantalones, su vagina afeitada y latente, suelta gotas de semen a medida que avanza hacia la criatura que se muestra desconfiada, y deja de comer por un momento.
Entonces Amanda consideró que ya había sido humillada, por lo tanto, decide sacar provecho de esta situación. Por ello, se sienta cerca de él, abre las piernas mostrándole su vagina húmeda y usada. A pesar del intenso olor a vísceras, comienza a acariciarse y a gemir de placer de manera estruendosa, haciendo que el eco resuene por toda la sala. El Ghoul da unos cuantos mordiscos más para saciarse un poco mientras observa el espectáculo y sonríe de manera macabra, apenas tiene comprensión, pero disfruta de la situación. Por lo tanto, después de un minuto comienza a excitarse de nuevo y posterga su festín para acercarse a Amanda con malas intenciones.
Pero ella deja de tocarse y de gritar placenteramente para mirarle con una expresión de odio y asco, y le dice: —Muere, basura. El disparo que recibe por la espalda hace que la criatura aúlle de dolor antes de herida de gravedad, huya hacia el interior de la cripta, que es la salida más cercana. Amanda mira a Thomas con seriedad, mientras él le dedica una mirada lujuriosa. —No digas nada.
El agente del FBI, cerca de los cuarenta años, de espaldas anchas, con un cuerpo voluminoso, viste ropa casual poco afortunada. Sí, Amanda había decidido dejarlo atrás porque el individuo era poco más que un desastre caminando en su vida personal y no sabía hacer nada bien fuera del trabajo (donde era uno de los mejores), además le encantaba molestarla. Con voz grave y sarcástica: —No, claro. Ahora mismo debo lidiar con ese espantajo. Hablamos después. Sin embargo, no avanzó ni unos pasos antes de que un aullido horrendo de terror y dolor saliera de la cripta, para transformarse en la voz de una mujer cantando una nana, pero en un perfecto inglés. Por lo tanto, no se trataba de un Ghoul.
Se miran y Thomas le ofrece una linterna, mientras él sostiene el arma lista para la acción: —Vamos... Amanda asiente, aún semidesnuda, pero sin duda lista para llegar al fondo del asunto.
No tienen muchos escalones que subir hasta llegar a la cripta, donde decenas de ataúdes están protegidos en vitrinas de vidrio. En una sala poco adornada, casi como una sala de autopsias. Casi al final de ella, se pueden ver trozos de vidrio, que conducen a uno de los rincones. La nana ha terminado y todo está en silencio. Avanzan en la oscuridad hasta llegar a esa área y pueden ver el destino final del Ghoul, que era el hijo
del señor Matheson. Con su semblante desencajado y su cuello dañado, se encuentra entre los brazos de un esqueleto al cual aún le quedan fragmentos del atuendo y cabello, que parece mecerle.
Amanda, de repente, concibió una suposición. El vástago de Matheson, nunca había descendido al interior de la cripta debido a la presencia de los otros Ghouls; allí le esperaba su progenitora, que anhelaba que descansara junto a ella. La eliminación de los Ghouls lo había llevado a perder el temor de adentrarse en el sitio y la madre había logrado reunirse con su hijo... quitándole la vida en el trayecto.
Thomas suspiró y dirigió su mirada más allá. Se percató de algo oculto en la penumbra y, señalando, preguntó a Amanda: —¿Puedes enfocar por esa dirección? Amanda actuó según lo indicado, al dirigir la linterna hacia el lugar pudieron observar un agujero, donde bien podría caber una persona de pequeña estatura: —Aquí tenemos la abertura de los Ghouls... Vaya, tendré que informarles a los compañeros, no me sorprendería si nos enfrentamos a un dilema complicado.
Amanda, inspeccionando el orificio, preguntó: —¿Cómo es posible que nadie se percatara? Conoces la conducta de esas criaturas. Al final, terminan ocasionando la muerte además de saquear cuerpos.
Thomas, sombrío, expresó: —Los Ghouls u entidades similares, tienden a acechar a individuos sin hogar u análogos, aquellos que saben que no serán echados en falta por nadie. Nuestros propios errores alimentan a estos entes... Vámonos de aquí, mis colegas se encargarán de esto. Poco después regresaron a la sala del altar, algo que ambos agradecieron. Pronto, Amanda recogió parte del equipamiento disponible y Thomas halló la pistola extraviada. En realidad, esta se encontraba a corta distancia del altar, oculta detrás de una de las malditas estatuas. A Amanda casi le dio un tic en el ojo cuando se la entregó, situación que Thomas, a diferencia de lo habitual, optó por no burlarse de ella.
Al salir del mausoleo, tras refrescarse un poco en el sanitario del custodio, notaron el frío de la noche. Thomas, caballeroso, le dijo mientras se dirigían al estacionamiento: —He traído algunas prendas para ti. Lamento no haber llegado antes, pero me encontraba a bastante distancia de aquí... Amanda asintió con una sonrisa y dirigió su mirada hacia la mansión. Permanecía iluminada, aunque, considerando la naturaleza del mayordomo, dudaba que albergara a alguien con vida en su interior.
Junto a su vehículo, se encontraba estacionado el automóvil de Thomas. Aunque a Amanda no le resultaba familiar la marca, sin duda era de lujo. Thomas abrió el maletero para ofrecerle a Amanda la ropa que tenía guardada allí; quizás le quedara grande, no obstante, Amanda agradeció el gesto, ya que ahora, sin la intensa pasión sexual, estaba helada. —Creo que estamos más cerca del desayuno, ¿te gustaría tomar algo para recuperar energías antes de irte a dormir? La sonrisa de Thomas provocó que Amanda sonriera al unísono, en los momentos oportunos sabía ser encantador: —No me importaría... En ese instante, se fijó en el tablero de instrumentos, en el vaso de café y especialmente en el logotipo impreso... Pertenecía a la cafetería que se encontraba a diez minutos de la mansión.
Amanda enrojeció y, con una mirada asesina, informó a Thomas de su descubrimiento: —¡No me lo puedo creer! ¿Te tomaste el tiempo de pedirte un maldito café, mientras que esa entidad me estaba agrediendo durante más de una hora?
Thomas intentó apaciguarla: —Mira, son cerca de las tres de la madrugada y tu mensaje me despertó de golpe, así que vine desde mi domicilio... Amanda exclamó: —¡Tu casa está a treinta minutos de aquí! —Tras calmarse, ató cabos: —Hiciste que pareciera que estaba desesperada para que estuviera dispuesta a... —Dándose la vuelta, se dirigió hacia su propio automóvil.
Thomas estuvo a punto de decir algo, pero lo reconsideró. Aunque Amanda podía mostrarse bastante despectiva, era preferible tenerla de su lado. Con el tiempo olvidaría este incidente... siempre lo hacía. Por lo tanto, solo pudo observar cómo se alejaba a toda velocidad con su coche. Y pensó: "Al menos podré anotarme el punto por lo del problema de los Ghouls... algo es algo".
Fin
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