La siguiente narración es la primera de una serie de relatos en los que compartiré experiencias vividas hasta ahora con la mujer que hoy es mi esposa.
Debo mencionar que ella es una mujer hermosa, de estatura 1.65, cutis moreno, cabello ondeado, posee una figura curvilínea, lo que admiro es que tiene un cuerpo robusto y bien formado; cuenta con unos pechos atractivos, no excesivamente grandes pero sí llamativos, unas piernas fornidas y unos glúteos no descomunales pero que hacen juego con sus bien formadas piernas, su zona íntima es algo que me fascina, es un área de gran atractivo, profunda y amplia, con labios prominentes, que resaltan especialmente con prendas ajustadas, sin embargo, se siente muy placentera al ser penetrada... Puede sonar trillado, pero solía llamar la atención en la calle, especialmente cuando vestía ajustado, recibiendo miradas centradas en sus piernas y nalgas.
Comenzando con la historia verídica: Siendo novios desde hace apenas dos semanas en la relación y sin haber tenido relaciones íntimas, intercambiamos fotos de nuestro cuerpo y mensajes con un tono muy sensual y provocativo por WhatsApp.
Llegó el día de nuestra primera vez, acordamos salir a admirar las luces navideñas, ella lucía un vestido largo hasta los tobillos, pero bastante escotado, revelando generosamente sus voluptuosos senos, durante esa jornada, la atmósfera estaba cargada de deseo y apenas llegó a mi casa subimos a la habitación con la excusa de que yo terminaría de arreglarme para salir, pero una vez allí, de pie, empezamos a besarnos; mi miembro viril no tardó en endurecerse, la excitación era tal que ella me acariciaba por encima de la ropa, mientras yo deslizaba su vestido acariciando sus exuberantes y fornidas piernas.
Llegué hasta su zona íntima, la cual percibí tan suave y cálida que aún lo recuerdo, tan ardiente me sentía que solo subí su vestido hasta la cadera y retiré su ropa interior para penetrarla, su vagina estaba muy húmeda; acto seguido, ella me despojó del pantalón y del calzoncillo, dejando libre mi pene, que parecía a punto de estallar.
Fue entonces cuando sucedió algo que, hoy en día, recuerdo con excitación, pero en ese momento fue un golpe duro.
Mi esposa (mi novia en ese instante), se sentó en la cama, observó mi miembro y expresó:... Ummm, pensé que sería más grande...
Imagínese cómo me sentí. En ese entonces, mi pene medía aproximadamente 15 centímetros, pero para ella no era suficiente tamaño; así que, en un intento por aparentar seguridad, simplemente respondí, "apenas estamos comenzando, verás cómo crece", y me propuse realizar un excelente sexo oral, le indiqué que se recostara en la cama, me arrodillé con sus piernas sobre mis hombros y comencé a saborear sus fluidos, estimulando su clítoris y explorando con mi lengua lo más profundo posible; cuando la noté muy excitada, empecé a penetrarla con movimientos suaves y luego más intensos, ya que mi pene tiene una curvatura hacia arriba. En resumen, logré llevarla al clímax a pesar de sus comentarios que seguramente habrían desanimado a muchos.
La segunda vez que demostró su faceta lujuriosa, fue en un motel, cuando aún éramos novios: tras algunas copas, comenzamos el acto, pero esta vez la desnudé por completo, le dediqué un generoso tiempo al sexo oral y luego procedí a penetrarla en la posición del misionero, disfrutando de su amplia pero deliciosa zona íntima, besando su cuello, su boca y su rostro, luego, ella se puso a cuatro patas y, encantado, le di placer admirando su tentador trasero, pero en cierto punto quisimos experimentar otra postura.
La estaba penetrando en posición de cuatro y, para tenerla cerca, ella se enderezó sobre sus rodillas, en ese instante, mi miembro se deslizó fuera de su ardiente vagina.
Mientras intentaba volver a penetrarla, encontraba dificultades para lograrlo completamente debido a sus movimientos que impedían la entrada completa. En ese momento, la mujer, a quien ahora disfruto su actitud, profirió las siguientes palabras: dejó escapar un suspiro de resignación y expresó... "Germán (su exnovio) podía acomodar su miembro en cualquier postura, ya sea acostados o de pie... Pero, claro, hablamos de un pene de mayor tamaño"... Hoy en día, ella asegura no recordar haberme mencionado eso, supongo que fue un pensamiento expresado en voz alta debido a la influencia de las bebidas; lo importante es que ese día experimenté celos y excitación al pensar en mi novia, quien sería mi futura esposa, manteniendo relaciones con otro hombre más dotado que yo.
A partir de ese día, el deseo por compartir a mi pareja y saber que era deseada por otros comenzó a crecer. Fue en esa ocasión que nació un fetiche cuckold.
Si has llegado hasta aquí y has disfrutado de este breve relato, te agradezco que lo comentes. Puedo contar más detalles de lo ocurrido hasta el día de hoy, esta es la primera vez que escribo de esta manera, por lo que ruego disculpes la simpleza de la redacción.
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