Una noche, conversando con mi compañero sobre diversos temas y después de haber bebido un poco más de la cuenta, se nos pasó el tiempo hasta altas horas de la madrugada. Fue entonces cuando reuní el valor suficiente para sacar a relucir un tema que siempre había estado en mi mente.
Siempre he tenido una fantasía. Soy alguien muy apasionado en lo que respecta a lo sexual, mientras que mi pareja es todo lo contrario: reservada, amorosa, cariñosa y atenta, pero deseaba que también mostrara intensidad en el sexo, ya que para mí es una forma de sentir su amor y de que se entregue a mí de manera completa. Llevamos 14 años juntos y nuestra vida sexual ha sido siempre bastante convencional, centrada en hacer el amor de forma clásica, pero yo siempre he anhelado experimentar cosas nuevas: nuevas posturas, utilizar lencería erótica, grabar videos teniendo relaciones sexuales o incluso enviarnos videos masturbándonos. Todo esto me excita, alimenta mi alma y me hace amarla aún más de lo que ya la amo.
A lo largo de los años, nunca encontré el momento adecuado para hablarle sobre mis fantasías o sobre lo que me gustaría llevar a cabo en el ámbito sexual en nuestra relación. No se trataba únicamente de satisfacer mis propias necesidades o fantasías, sino de explorar algo nuevo juntos y disfrutarlo en común, de experimentar placer juntos y compartir esa experiencia. Después de 14 años, hace aproximadamente 2 meses, por fin se dio la ocasión y el entorno propicios para abordar el tema abiertamente. Estábamos charlando de todo tipo de asuntos y, pasadas las copas, a las 4 de la madrugada, reuní el coraje necesario para hablarle. Le dije: "Amor, me gustaría preguntarte algo que llevo guardando durante años. Más que una pregunta, es un diálogo en el que intercambiemos ideas. Quiero contarte qué me gustaría que hiciéramos juntos. Quiero dejarte en claro que no deseo que malinterpretes mis intenciones. No se trata de que desee a otra mujer o busque en otra persona lo que tú no me das físicamente. Al contrario, es algo que anhelo realizar contigo, porque es una fantasía y un deseo que tengo, y también porque me gustaría compartir contigo algo nuevo, disfrutar juntos. ¿Qué piensas al respecto?"
Le hablé de cómo siempre he deseado tener un trío con ella o intercambiar parejas, explicándole que en las ocasiones en las que ella no estaba en casa o salía a visitar a su madre, me masturbaba pensando en ella. No suelo ver material pornográfico, ya que me excita más utilizar mi imaginación. Siempre fantaseaba con tener sexo con ella y añadir a una tercera persona. Al principio, imaginaba un trío con ella y otra mujer. Esta fantasía había dejado de ser solo un deseo para convertirse en algo más. Le pregunté qué opinaba al respecto y le dejé claro que no le estaba haciendo una propuesta ni pretendía presionarla, simplemente quería compartir mis deseos y fantasías para disfrutar juntos. Finalmente, le pregunté su opinión al respecto.
Ella me respondió: "Nunca me he detenido a pensar en algo así. Creo, incluso, que no tengo fantasías. En el caso de tenerlas, serían básicas, como hacer el amor en una cabaña mientras llueve o interpretar roles de profesor y alumna. Nunca se me había ocurrido nada parecido. Me gustaría probarlo, pero el problema sería con quién o a quién podríamos proponérselo".
En ese momento, me ilusioné al pensar que estaba abierta a probar cosas nuevas. Continuamos con una conversación profunda y le pregunté qué preferiría hacer primero, un trío conmigo y otra mujer o con otro hombre. Su respuesta fue que le daba igual. En ese momento, empecé a proponerle ideas y a involucrarme en el juego, tratando de estimular su excitación a través de nuestras palabras, ya que empezamos a tener relaciones íntimas y en el punto máximo de su excitación, decidimos...
Le pregunté con quién le gustaría experimentar, y él mencionó una mujer.
Después de algunos meses retomamos la conversación y me confesó que le interesaba tener un encuentro con una mujer y conmigo. Comenzamos a buscar a la persona adecuada, pero no tuvimos suerte. En ese transcurso, le propuse la idea de hacerlo con un hombre, ya que previamente había hablado con mi mejor amigo al respecto. Resultó que él y su pareja también tenían fantasías similares, pero tampoco habían logrado concretarlas. Así que acordamos convencer a nuestras parejas de reunirnos de manera casual, sin presiones ni expectativas de un intercambio directo, dejando que las cosas fluyeran naturalmente.
Tres semanas más tarde, logré convencer a mi pareja para organizar el encuentro, al igual que mi amigo. Nos reunimos los cuatro y, en un momento de la noche, estábamos ya un poco pasados de copas. Mi amigo y su pareja empezaron a besarse y a desvestirse, mientras que mi pareja y yo observábamos expectantes. En ese momento, me di cuenta de que era la oportunidad de dar el siguiente paso.
Empezamos a besarnos con pasión, nos desnudamos y dimos rienda suelta a la pasión. En un instante, mi pareja propuso una situación más atrevida: que nos sentáramos en el sofá junto a mi amigo y su pareja, y nos masturbaran mutuamente. Con total excitación, observamos cómo ellos se entregaban el uno al otro. Posteriormente, mi novia y yo nos sumamos al juego, complaciendo a la pareja de mi amigo con un ardiente y apasionado encuentro. Fue una experiencia inolvidable que cambió por completo nuestra dinámica de pareja, permitiéndonos explorar y disfrutar juntos de nuevas sensaciones.
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