Saludos Luisfa, quiero hablar sobre el relato "la posible maldición generacional" que compartiste, tanto Lela como yo lo disfrutamos mucho, por eso quisiéramos pedirte un favor. Te enviaré más información, ¿serías capaz de escribir una continuación?
Hola G, por supuesto, cuéntame más.
(Para mantener la fluidez, omitiré el intercambio de correos)
Esta historia comenzó alrededor de tres años después de nuestro primer encuentro íntimo.
Con la reciente separación de mis padres, mi madre visita más seguido nuestra casa. Nos resulta difícil ocultar los vestigios de nuestra relación, y para complicar las cosas, mi madre ha comenzado a expresar lo sola que se siente. Existe la posibilidad de que me pida volver a vivir con ella, pero tanto Lela como yo no queremos tirar por la borda los años de convivencia que teníamos hasta ese momento.
Sin embargo, lo sorprendente está por llegar.
Después de una cena común que solíamos tener los fines de semana, mi madre tomó más copas de la cuenta y se puso melancólica. Hablaba sobre lo mucho que extrañaba a mi padre y a mí, a pesar de vernos regularmente, y cómo se sentía sola.
Acompañamos a mi abuela a su habitación y nos retiramos a la nuestra, como de costumbre.
Al día siguiente, entre litros de café y varias aspirinas, mi madre se disculpó, y reímos al recordar lo ocurrido.
La semana transcurrió con normalidad.
La situación tomó un giro inesperado el próximo sábado por la noche, luego de cenar los tres, esta vez sin excesos de alcohol.
- Mamá, ¿podría quedarme esta noche con ustedes para ver una película?
- Claro hija, por supuesto que puedes quedarte. Hay espacio en la habitación de G, ya que él duerme conmigo.
- ¡Perfecto ma!
La genética de mi abuela se hizo evidente en mi madre: buen físico, dos senos más grandes que los de su madre, una buen trasero y gran estilo para vestir. Llevaba una falda-pantalón que resaltaba sus curvas y dejaba entrever un sugerente "camel toe". Completando el atuendo, una ajustada camiseta que marcaba sus pezones, obviamente sin sujetador. Fue un deleite visual verla con esa ropa deportiva, mi cuerpo reaccionó de inmediato y mi entrepierna empezó a despertar, algo que no pasó desapercibido para Lela, quien, con una sonrisa cómplice, captó la situación, al contrario de mi madre.
Mi abuela se disculpó y mencionó que regresaría pronto, ya que quería ponerse algo más cómodo en su habitación.
Mi madre y yo elegimos una película para ver a la vuelta de Lela, acomodándonos en el amplio sofá de la sala.
Mientras preparábamos la película que mamá había escogido, titulada "Love" del año 2015, mi abuela regresaba.
Lo que no sabíamos era que la película tenía un alto contenido erótico, una elección que resultó muy acertada, debo admitir.
En varias escenas, tuve que cubrirme con un cojín debido a las continuas erecciones. Supongo que ellas también se sintieron excitadas, aunque supieron disimularlo... punto para las chicas.
Al terminar la película, mi abuela me entregó un frasco de aceite para bebés y me pidió que le hiciera unos masajes en los pies, aduciendo que estaban cansados. Busqué un taburete y me senté frente a ella, colocando sus pies en mis rodillas y comenzando a masajear desde los dedos de sus pies hasta las rodillas, mientras mi madre y mi abuela conversaban sobre la película. En un gesto de celos, mi madre también apoyó sus piernas sobre las de mi abuela y pidió recibir el mismo tratamiento, así que empecé a masajearlas también.
Después de un rato, mi abuela tomó de nuevo el frasco de aceite y comenzó a aplicarlo en las piernas de mi madre, detalle que no había notado hasta entonces.
El líquido subía cada vez más, estos masajes se convertían en caricias gradualmente, en especial al llegar a los fuertes y torneados muslos de mamá, capté el mensaje. Estas caricias las alternaba con suaves apretones en la parte interna, fui ascendiendo centímetro a centímetro, mis pulgares rozaron de manera casi imperceptible la entrepierna, lo que fue suficiente para percibir la humedad que atravesaba el diminuto pantalón deportivo; al observar el rostro de mamá, con los dientes mordiendo el labio inferior, los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, supe que era el momento de ir por más. Mis dedos ansiosos comenzaron a tocar su vagina sobre la ropa, sus caderas empezaron a moverse de abajo hacia arriba, los suspiros ya se escuchaban, sin perder tiempo, con lentitud, empecé a quitarle la falda-pantalón a mamá, ella ayudó levantando sus hermosas nalgas, dejando a la vista su vagina adornada con unos vellos muy bien recortados.
Me sumergí entre sus piernas, besando esos labios ya inflamados, intentando abrirme paso en su interior con una atrevida lengua deseosa de probar el sabor materno. Una vez superada la barrera, un dulce y ácido líquido invadió mi cavidad bucal. Saboreando el sexo, busqué el clítoris, rosa, duro, a la vista, lo atrapé entre mis labios para succionarlo. Escuché el gemido y el grito de placer que escapó de su boca, anunciando ese inminente orgasmo, el cual recibí en mi rostro como recompensa por la tarea realizada.
Mientras disfrutaba de las delicias maternas, Lela continuaba quitándole el resto de la ropa, ver el escultural cuerpo de mi madre completamente desnudo me excitó aún más, deseaba poseerla sin demora.
Lela ya se había deshecho de su propia ropa, ambas totalmente desnudas eran lo que cualquier poeta describiría como musas del erotismo. Sus anatomías brillaban con la suave luz que inundaba la habitación.
Ambas se dedicaron a desnudar por completo mi cuerpo, mientras una me quitaba la camiseta, la otra hacía lo propio con el pantalón y los calzoncillos. Completamente desnudo, mi abuela tomó la mano de su hija y la dirigió hacia mi miembro endurecido y goteante de líquido preseminal. Tomándolo con timidez, mamá se dejó caer al suelo e intentó llevárselo a la boca, pero Lela no se lo permitió, le ató las manos con unas esposas de cuero que habíamos adquirido en el sex-shop, le tapó los ojos con un antifaz, la hizo levantarse y la condujo a la habitación, yo las seguí.
Dentro de la habitación, me sorprendí al ver que lo había preparado todo, parecía sacado de una película porno, luces rojas, correas colgadas, vibradores y consoladores en la mesita de noche, estaba viendo una faceta desconocida de mi abuela, sabía que teníamos todo eso, pero nunca lo habíamos usado todos juntos.
Con los brazos atados a la espalda, tomó la cuerda que colgaba de la pared y ató las esposas a ella, colocó un cepo en sus tobillos que fijó a la cama. Inmóvil, de rodillas e inclinada hacia adelante, me arrodillé frente a ella. Mientras mi pene desaparecía en su boca, mi abuela por detrás insertaba un tapón en su orificio anal, mi miembro entraba y salía, su lengua se posaba en la base del pene presionándolo contra el paladar, al mismo tiempo seguía con mis movimientos, el pene comenzó a indicar que estaba a punto de eyacular, los testículos se tensaron, una corriente recorrió mi espalda y el semen retenido salió disparado, sorprendiendo a mamá por la cantidad recibida, la cual fue bienvenida y disfrutada al máximo.
Lela liberó a mamá, la llevó a la cama y se fundieron en un beso apasionado. Mamá se quitó el antifaz de los ojos y lo arrojó al suelo, mientras se besaban, me miró fijamente y percibí lujuria en sus ojos brillantes y verdes.
Sus bocas buscaron el sexo de la otra, con Lela encima, recibió las caricias de mamá tanto en su vagina como en su ano, arqueando la espalda, como tantas.veces la había observado.
Sus respiraciones agitadas y gemidos apenas eran perceptibles, solo se escuchaba el sonido de sus lenguas deleitándose con esas zonas que separaban sus piernas.
En una secuencia que parecía seguir un orden temporal, ambos alcanzaron su clímax.
Aún jadeantes y exhaustas, se acercaron suavemente hacia mí para continuar la prolongada e ininterrumpida sesión erótica hasta ese momento.
Entre las dos me ataron a la cama, parecía que habían concertado un acuerdo sin previo aviso, pero en realidad todo fluía de forma espontánea; se comunicaban solo con la mirada y parecían entenderse mutuamente.
La primera en ocuparse de mi miembro, que se erigía de nuevo, fue mamá. Se sentó sobre él, permitiendo una penetración total en su cálida vagina, mientras Lela acariciaba y chupaba sus pechos, deteniéndose de vez en cuando en los pezones.
- Hijo, te amo, gracias por estar disponible para mamá, deseo que me llenes con tu semen, que ocupes todo ese espacio por donde una vez saliste, que con tu eyaculación, sacies mi útero ansioso de ti.
Fue la primera vez que escuchaba su voz después de todo el tiempo que llevábamos disfrutando juntos.
Entonces, mamá hizo que retirara mi miembro de su interior, aplicó lubricante en mi pene deseoso y en su ano, retiró el tapón anal, se preparó para la penetración, tomó mi miembro con destreza, lo colocó en el lugar adecuado y dijo:
- Ahora hija, prepárate para disfrutar; vas a ver el león que tengo en casa.
Poco a poco, fue introduciéndose, hasta que, por alguna razón desconocida, dejó caer su peso de golpe, un grito llenó la habitación y luego, se hizo un silencio por unos instantes.
- Mamá, ¿estás bien?
- Mejor que nunca, sigamos, no te preocupes.
Después de un rato, empezó a cabalgar sobre mi miembro, primero suavemente, luego con más intensidad.
Cuando pensé que eso era todo en cuanto al sexo anal, la abuela entró en acción, insertando un consolador en la vagina de mamá, lo cual pareció llevarla al éxtasis, se movía y cabalgaba enloquecida. Cuando parecía alcanzar el clímax, Lela, una vez más, intervino. Con la mano impregnada de lubricante, acarició mi esfínter anal por fuera, introduciendo un dedo solamente. Esa estimulación anal provocó que mi semen se deslizara en las entrañas de mi compañera, al mismo tiempo que ella liberaba sus fluidos sobre mi pelvis al retirar el juguete que tenía en la vagina.
Ambos quedamos exhaustos, mientras me desataban, Lela me dijo:
- Ahora me toca a mí, la noche no va a terminar de esta forma, quiero mi turno.
Me preocupé al no poder mantener la erección, pero mamá me tranquilizó diciendo:
- Calma, disfruta del espectáculo.
Nuevamente madre e hija se enredaron en un intenso combate de pieles, entregándose al placer durante un largo rato.
Las vi alcanzar múltiples orgasmos y disfrutar de sus cuerpos como si fuera el último día en la Tierra, mientras yo disfrutaba del espectáculo que ofrecían para un único espectador.
Ambas se aproximaron a mí, gateando sensualmente sobre la cama, mientras una acariciaba mis testículos con la lengua, la otra hacía lo propio con mi miembro, el cual poco a poco cobraba vida.
Cuando estuvo en pleno apogeo, tomé a mi abuela por la cintura y con un abrazo apasionado, empecé a besarla como si fuera la primera vez, flexionando ligeramente las rodillas para penetrarla, ella se puso de puntillas, nuestros sexos se fusionaron en un baile sensual e intenso. Nuestras piernas comenzaron a temblar, Lela se giró apoyando las manos en la mesita de noche, mientras la penetraba por detrás. Mi amante pronto alcanzó su clímax; mientras esperaba el mío, mamá le dio unas palmadas suaves en los glúteos con una paleta de cuero cubierta de algo similar a terciopelo, lo cual me excitó aún más, pero la sensación indescriptible fue la que
Experimenté algo similar cuando él actuó de la misma manera hacia mí, no pasó mucho tiempo antes de que llenara el vacío con mi propio fluido.
Liberé mi órgano de su confinamiento y el semen fluía por sus piernas, mamá recogió todo con su lengua. Una vez que la zona estuvo limpia, se levantó y, besando a mi abuela, compartió parte de lo recolectado.
Nos acostamos los tres, pude contemplar a dos espléndidas bellezas que reposaban a mi lado, bañadas por la luz roja que irradiaba la lámpara. Una suave brisa proveniente del aire acondicionado acariciaba nuestra piel, mientras de fondo aún se escuchaba la música suave.
Me dediqué a observar a mis dos damas amazonas, sus pechos subían y bajaban agitados, recuperándose de la tarea.
- Gracias hijo, soy la mujer más feliz del mundo al recibirte en mi interior y saber que alguna vez estuviste ahí, me ha hecho ansiarte con pasión.
- En realidad, ma, siempre he deseado hacer el amor contigo. Nunca imaginé que llegaríamos a esto, quise expresártelo en alguna ocasión, pero nunca me atreví.
- No miremos atrás, centrémonos en el presente y en el futuro. Yo nunca había considerado estar con otra mujer y, sin embargo, aquí estamos. Desde que me separé de papá, he vivido día a día la realidad de que nunca he compartido mi cama con nadie.
- Pero... ¿habían arreglado las cosas con la abuela?
- En absoluto, simplemente sucedió, aunque conociendo a mi madre, ya intuía algo.
Los tres empezamos a reír hasta que gradualmente nos quedamos dormidos.
Quizás se pregunten: ¿cómo concluye esta historia? Les cuento.
Ambas tuvieron una conversación, de la cual me excluyeron, relacionada conmigo, llegando a un acuerdo. Pasaría una semana con cada una y, cuando sintieran el deseo de repetir lo de esta noche, nos reuniríamos para tener nuestra "cena" familiar.
Hoy en día, la "titular" es mi abuela, acordamos que si mamá se encuentra con alguien que despierte su interés, establecería una relación formal. Por supuesto, mantendríamos nuestros encuentros reservados, que, dicho sea de paso, cada día superan las expectativas, estamos a punto de crear un nuevo Kama Sutra.
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