Viviendo con melancolía (el padre y su hija)


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Qué ironía, a pesar de la cantidad de amigos en Facebook, hoy en día tenemos una conexión enorme, pero en realidad estamos más aislados que antes. Podemos tener muchos amigos en Facebook, un montón de seguidores en Instagram e incluso en TikTok.

Sin embargo, ¿cuántos de ellos nos llaman para compartir algo juntos cuando la soledad aprieta?

Esa es la situación de mi hija, y aunque no soy psicólogo, puedo notar cómo atraviesa emocionalmente sus jornadas.

Se siente sola, los demás se alejan o se apartan de ella, sin poder establecer conexiones.

Carece de confianza en sí misma, su autoestima se encuentra muy baja.

Vamos a decirlo así... la veo sumida en melancolía, desde que perdió el lazo que la unía a su madre, quien abandonó el hogar tras un hombre, que según ella, le ofrecía cosas materiales que yo no podía brindarle.

Lo verdaderamente relevante aquí es Elsa, mi hija, quien no tuvo voz en la decisión de su madre, una madre que impuso este estado en su hija al involucrarla en estas conductas, llevándola a caer en un círculo de soledad.

A raíz de ese trágico suceso, Elsa comenzó a decaer a pasos agigantados, ya que también sufría de un ligero sobrepeso, que, combinado con el acoso inherente a la crueldad adolescente, la hacía sentir mal consigo misma.

Soledad, tristeza, apatía, siempre dormida, esa era su rutina, una rutina que le impedía relacionarse.

Un día, con gran dolor en mi corazón, decidí abordar el tema con ella, tratando lo más urgente.

-Elsa, ¿podemos hablar un momento?

-Sí, papá, en un instante estoy contigo.

Mientras esperaba a que saliera de su habitación, preparé unas gaseosas para compartir y aliviar el calor.

-¿Qué necesitas, papá?

-Específicamente quiero hablar contigo sobre algo que me preocupa, necesito que te abras conmigo y me expliques qué te sucede.

-Me da mucha vergüenza hablar de esto contigo.

-Eres mi hija, si no puedo entenderte yo, ¿quién más lo hará?

-Todo empezó con las burlas por mi peso, siempre fui el blanco de chistes y bromas, no me incluían en nada, y a eso se sumaba mi dedicación a los estudios, lo que me convertía en la gorda y la empollona de la clase.

-Pero hay algo más que eso.

-Hace unos meses, un chico me pidió salir, fuimos al cine, luego a cenar y finalmente a una plaza para charlar; todo parecía ir bien, nos besamos y me pidió ser su novia, acepté. Sin embargo, con el paso de los días, él era quien más se burlaba de mí en la universidad, riéndose de mí descaradamente, hasta que un día le dije que no quería volver a verlo nunca más.

-Hiciste lo correcto, hija. Mientras hablabas, pensaba en una forma de reivindicarte visualmente (creo que con mi idea podemos retroceder y recuperar a la hija alegre que alguna vez conocí), me refiero a que a partir de hoy formamos un equipo más fuerte. Mañana empezamos a ir al gimnasio los dos y verás lo bella y lo dulce que eres.

-Está bien, papá, si tú lo dices.

-No soy yo quien lo dice, eres tú, tú puedes.

Antes de que cambiara de opinión, fui al gimnasio que está a dos calles de casa para conseguir dos membresías. Comenzamos el lunes.

Para animarla un poco más, fuimos a una tienda de deportes a comprar ropa adecuada.

-Papá, ¿puedes venir a ver cómo me queda?

Al apartar la cortina del probador, mis ojos no podían creer lo que veían, allí estaba Elsa, mirándose en el espejo, con unas calzas, creo que les dicen pescadores, y con la parte superior de`.

descubierto, sus voluminosos pechos se movían con elegancia en su pecho, los pezones erectos apuntaban hacia adelante, debo admitir que combinaban perfectamente con su anatomía. A medida que la observaba más, menos lograba comprender la visión de los chicos, es realmente hermosa.

Instintivamente intenté cubrirla con su remera, cerré mis ojos y me di la vuelta. Ella se echaba a reír mientras me decía...

-No te preocupes, eres mi padre, si yo no me avergüenzo, mucho menos deberías hacerlo tú.

-Pero hija, es que has crecido, eres toda una mujer hermosa. (lo dije con la timidez y el rubor que se sienten por el pudor)

Después de hacer las compras, regresamos a casa y probamos la ropa con más comodidad, nos gustó. Aprovechó la ocasión para bromear sobre lo ocurrido, me encantaba verla así, había transformado su tristeza, se lo mencioné y, acercándose, me dio un gran beso en la boca que me dejó sorprendido.

Ya en la cama, reflexionaba sobre lo que había vivido hoy con Elsa, mi miembro estaba lleno de vida, deseaba salir del calzoncillo, cuando de repente la puerta de la habitación se abrió y, a través de ella, se vislumbraba la silueta de mi hija, quien se acercó a la cama y, pidiendo permiso, se metió entre las sábanas, aclaro que esto es algo habitual, siempre me pregunta antes de ver televisión juntos.

Una vez dentro, se acostó de lado y me pidió que la abrazara.

-Freddy, abrázame fuerte por favor, (nunca me había llamado por mi apodo) tú eres el único que me entiende y me da apoyo, necesito tus brazos fuertes, necesito sentirme protegida.

-Elsa, siempre te cuidaré como cuando eras una niña.

Sin más palabras, la abracé, pegó sus glúteos a mi pelvis y, aunque era evidente la firmeza de mi pene, no se apartó, al contrario, empezó a moverse frotando su trasero. Intenté apartarme, pero no me lo permitió, pasó su mano por mi cadera y me retuvo.

-No hija, por favor...

-No digas nada, en este momento, somos solo tú y yo, no vengas con convencionalismos morales, eso déjalo en el pasado, en la época de los abuelos. Además, tú eres un hombre y yo una mujer, ¿qué más hay que decir?

Me quedé pensando un rato, mi intención era que mi erección desapareciera, pero no ocurrió, la imagen de los senos de mi hija en el probador seguía en mi mente, lo que complicaba aún más la situación.

La falta de sexo y la imagen de mi amada casi desnuda pudieron más, suavemente la giré quedando frente a frente. Tomando la iniciativa, la besé con ternura y suavemente bajó su mano hacia mi calzoncillo para agarrar mi pene. Comencé a acariciar su bello cuerpo, cada centímetro de piel era un desafío, al pasar por el sujetador en la parte delantera, lo desabroché para sacarlo, dejando al descubierto esos pechos, sus ojos negros me observaban, irradiando destellos de pasión. Continué con mis caricias hasta llegar a su tanga, rodeando su contorno con los dedos, trazando su figura en la piel, hasta llegar a ese triángulo cálido que estaba húmedo por el placer de mis caricias. Mis dedos delgados traspasaron esa frontera de tela para acariciar piel con piel esa zona de placer, sedienta de acción. El simple roce con su sexo la hizo estremecer.

Nos deshicimos de la poca tela que nos quedaba, ya desnudos comencé a besarla con pasión, acercándome poco a poco al premio mayor.

Me sumergí en el néctar de su vagina, adornada por unos bellos vellos cuidadosamente recortados que coronaban la vista que me ofrecía la posición.

Su excitación quedó al descubierto, demostrándomela con un orgasmo tremendo apenas unos minutos después de saborearla, sus gemidos y suspiros llenaban la habitación, únicamente iluminada por el destello del televisor, que me permitía ver cómo, poco a poco, se ponía a cuatro patas ofreciendo su sexo. Siguiendo su ejemplo, me coloqué detrás para unir nuestros genitales, adentrándome lentamente, quería que ambos disfrutáramos y lo estábamos haciendo.

Una vez dentro por completo, comenzó

La dinámica sexual de entrar y salir, de forma suave, disfrutando cada uno de los movimientos con la fricción de mi miembro en su vagina. Los testículos golpeaban su entrepierna con un ritmo lento y repetitivo, fusionándonos en un acto sexual grandioso. La penetraba despacio y cada vez más rápido, sintiendo cómo sus músculos vaginales apretaban mi pene para brindarme mayor placer, el semen se agitaba en mis testículos intentando contenerse, deseando disfrutar de esa noche tan especial.

Sé que no es correcto sentir esto por mi hija, pero la excitación inducida por Elsa es irresistible.

Escuchar sus gemidos saliendo de su boca y saber que era yo la razón me incendiaba, sus caderas se movían en un vaivén intenso, alcancé su seno oscilante con mi mano, su pezón firme me invitaba a jugar, el inminente orgasmo me hizo salir de su interior, su expresión de sorpresa me hizo esbozar una sonrisa, sumergí mi rostro entre sus muslos para explorar entre sus labios vaginales con la lengua, saboreando el gusto y aroma del acto sexual, Elsa dejó caer la cabeza sobre la almohada, exhibiendo su vagina completamente, sus fluidos agridulces invadían mis papilas gustativas que recibían oleadas de flujo, busqué su clítoris duro, cálido y erecto, no necesité mucho tiempo, su orgasmo fue explosivo. Sin perder el momento, retomé mi actividad anterior, con más ímpetu esta vez, me introduje de una vez, moviéndome casi con violencia, nuestros cuerpos chocaban creando un sonido acuoso y de golpeteo. Comenzó a gemir nuevamente, lo que desencadenó mi eyaculación, impactando dentro de Elsa, quien al sentir el calor, también alcanzó su clímax, presenciando algo nuevo para mí, parecía que se estaba orinando, pero luego averigüé que era el fenómeno conocido como squirt, la eyaculación femenina.

Ambos caímos sobre la cama, Elsa acariciándome mientras yo hacía lo propio con sus hermosos y palpitantes pechos por la emoción.

-Gracias papá, me has hecho sentir plena, el hecho de recibir en mi interior ese líquido cálido del que alguna vez formé parte ha encendido mi deseo al máximo.

-Pero hija, no sé si lo que hemos hecho está bien, me dejé llevar por tu belleza y la pasión.

-No te disculpes, fui yo quien buscó esto, estoy harta de la hipocresía y los tabúes, así como de los estereotipos impuestos por esta sociedad.

-Te entiendo, si lo vemos desde ese punto de vista...

-Gracias papá.

-Debería agradecerte a ti, me encantó.

No terminé de decirlo cuando bajó hacia mi pene nuevamente erecto, brindándome un placentero sexo oral que me arrancó más de un suspiro y gemido.

Tendida boca arriba en la cama, me pidió que la penetrara de nuevo.

Una vez dentro, sus piernas se entrelazaron sobre mis caderas siguiendo mis movimientos hasta llegar a su orgasmo, momento en el que exclamó:

-¡¡¡Papi, llegué!!! (apretando más fuerte contra mí)

Su dulce grito hizo que llenara de nuevo sus entrañas con mi semen.

Pasamos toda la noche haciendo el amor, pocas palabras, mucho sexo, de todas las maneras posibles.

Despertamos abrazados, con el sabor del sexo en nuestros cuerpos, deseándonos mutuamente con la mirada, nos besamos tiernamente y hicimos el amor de nuevo.

Después de un reparador baño, desayunamos juntos.

-Qué noche tan maravillosa, amor mío.

-Sí, Freddy, la pasé increíble.

-Ahora tengo una duda, ¿podrías quedar embarazada?

-En absoluto, (se ríe a carcajadas) como te mencioné cuando comencé a salir con ese idiota, empecé a tomar pastillas como precaución, las he seguido tomando para no interrumpir de repente, y se acaban la próxima semana, así que tendré que seguir haciéndolo.

tomándolas.

-Así es, princesa.

Al comenzar la siguiente semana, nos dedicamos de lleno al entrenamiento en el gimnasio. Después de algunos meses, ambos logramos ponernos en forma, he desarrollado músculos que desconocía por completo y ella luce… como dicen los jóvenes hoy en día… espectacular.

A pesar de mis cuarenta años y sus veinte, al pasear juntos tomados de la mano por la calle, la gente se voltea para mirarnos, pero no nos importa, ya que la edad es solo un número, lo verdaderamente importante es lo que los demás desconocen.

Un día nos topamos con el tonto de la universidad, no podía creer lo que se había perdido, intentó hablarle pero solo lograba tragar saliva. Recordé que ella había cambiado de centro de estudios por él y el resto de holgazanes, sin tener conciencia del daño que le estaban causando, pero al final la historia terminó de forma favorable para nosotros.

Hoy mi Elsa ha recuperado su sonrisa, volviendo a ser la princesa que una vez conocí, alegre, vital y joven.

Estamos planeando un viaje, aunque aún no sabemos el destino, queremos convertirlo en nuestra luna de miel y quizás, incluso consideremos establecernos allí, disfrutando de la libertad que eso nos brindaría.

Escuchar, comunicarse, estar atento a los cambios, son aspectos cruciales para prevenir problemas mayores. La depresión es un estado en el que la persona se desgasta gradualmente, día a día, a veces, quienes te quieren no son capaces de advertirlo debido a su progresión lenta. Los riesgos asociados son enormes, llegando en algunos casos al suicidio.

No permitas que las dificultades que atraviesas te hagan olvidar quién eres, lo que posees para ofrecer y todo lo que puedes disfrutar.

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