Enseñanzas en mi décimo octavo cumpleaños de la mano de mi madre


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La celebración de mi decimoctavo cumpleaños transcurrió sin pena ni gloria. Al tratarse de un viernes, acordé con mis amigas encontrarnos al día siguiente, ya que todas teníamos compromisos laborales. Sin embargo, esa noche, alrededor de las once, mi madre regresó a casa visiblemente ebria, como era habitual tras su jornada laboral.

-Hoy cumples la mayoría de edad, ¿verdad? ¿Sigues siendo virgen? -inquirió con tono alcohólico.

Con apenas 39 años, mi madre me había tenido a la misma edad que yo tenía entonces. A pesar de haberme dado a luz, mantenía una figura que atraía las miradas de los hombres.

-Sí, mamá, sigo siendo pura -respondí, tratando de evitar una de las escenas a las que solía recurrir en situaciones similares. No mentía, a mi edad ya había tenido acercamientos con algunos chicos, pero no había llegado a la penetración. Desde que dejé los estudios, mi vida amorosa no había sido una prioridad.

-Eso cambiará hoy. Vienes conmigo. Te enseñaré el negocio de la familia -me anunció antes de llevarme fuera, instándome a adoptar una actitud seductora. En mi habitación, elegí la lencería más provocativa que encontré y me dispuse para la ocasión. Mi madre llamó a un Uber y partimos juntas, aunque dudaba en detenerla en ese momento.

"Es mi cumpleaños, y la verdad es que llevo deseando experimentar algo así desde hace tiempo", pensé.

Recorrimos varios bares y locales, coqueteando con algunos hombres. Al final de la noche, regresamos con el mismo conductor, acompañadas por dos jóvenes de unos 20 años.

Inexplicablemente, me senté en el asiento del copiloto, desde donde observé cómo los jóvenes 1 y 2 (los cuales recordaría por la noche placentera, aunque olvidé sus nombres) cortejaban a mi madre. En su rostro, percibí una expresión de disfrute que desconocía en ella. A pesar de sentirme excitada, procuré mantener la compostura para no incomodar al conductor.

No permitiría quedarme al margen de la fiesta, así que, al llegar a casa, me lancé sobre el joven 1 como un depredador, conduciéndolo hasta la habitación principal de mi madre.

Una vez en la habitación, me tumbé junto al joven 1 y, al sentir su excitación a través de su pantalón, no pude contenerme. Comenzó a desvestirme y a explorar cada rincón de mi piel, mientras yo correspondía acariciando sus zonas más sensibles. A pesar de mi inexperiencia, mi deseo crecía exponencialmente, preparando mi cuerpo para lo que vendría. Ansiaba el momento de entregarme plenamente a la experiencia.

Después de un intercambio de caricias intenso, llegó el momento esperado. El joven me tomó por la cintura y, tumbada boca arriba en la cama, se preparó para el siguiente paso. A pesar de la incertidumbre inicial, suavizó mis temores con cada movimiento. Colocó su miembro en la entrada de mi ser y, lentamente, comenzó la penetración.

-Soy virgen, por favor, sé delicado.

No pude contener un gemido de placer al sentir su penetración, superando con creces mis expectativas. El dolor inicial se transformó en un éxtasis inigualable, superando cualquier sensación previa.

El clítoris; 1, al unísono conmigo, lanzó un suspiro de placer que luego se convirtió en un jadeo rítmico, sincronizado con el mío, y que acompañaba sus movimientos al introducir su pene en mi interior hasta lo más profundo, para luego sacarlo casi por completo, realizando un erótico roce en mi vibrante clítoris. Perdí la cuenta de los orgasmos que experimenté en ese momento. Así disfruté posiblemente durante 15 minutos de éxtasis completo, sin pensar en nada más que en disfrutar como nunca antes lo había hecho.1, se comportaba como todo un hombre.

Después de esta intensa sesión de sexo, noté que algo se liberaba en mi vagina, provocándome otro orgasmo. Este último orgasmo fue excepcional; sentía cómo mi vagina se contraía y se expandía al ritmo de mis espasmos, mientras 1 eyaculaba dentro de mí con contracciones violentas que me hacían enloquecer.

Mientras me estremecía de placer, la puerta se abrió y mi madre entró con una bata puesta.

-Veo que has hecho un buen trabajo. ¿Acabaste dentro? -preguntó.

-Sí, su vagina estaba muy apretada, creo que me dijo que era virgen. Aunque se comportaba de manera tan provocativa como su madre. Bien, págame como prometiste.

-Me encanta que estés tan enganchado a mí- Se quitó la bata, dejando al descubierto su cuerpo desnudo. Sus pechos, qué pechos, ojalá pudiera tener unos como los suyos algún día, firmes y grandes.

1 empezó a acariciarle y besarle el cuello. Mi madre lo tumbó en la cama boca arriba, yo, recuperada del orgasmo, no quería quedarme atrás, así que fui sobre su rostro y coloqué mis labios vaginales sobre su boca. Él me realizaba un sexo oral delicioso, y mis caderas se movían sobre su rostro sin control, mamá empezó a complacerlo con su boca, sus labios y su lengua jugueteaban alrededor de su pene. Después de un rato, comenzó a cabalgarme, gemimos al unísono, alcanzando juntas un orgasmo, entrelazamos nuestras manos, me excitaba ver cómo su pene entraba y salía, y cómo ella observaba deseosa mientras un hombre me estimulaba el clítoris. Ella se apartó de él, me acerqué para montarlo pero en posición invertida, él procedió a realizarle sexo oral, mientras yo me movía para darle un espectáculo a mi madre, quien me había criado de manera tan increíble que ahora me descubro como una mujer audaz, 1 comenzó a dar palmadas en mis nalgas como si fuera un corcel, aumentando aún más mi excitación.

Mi madre me llevó al borde de la cama, me acosté boca arriba, madre se puso encima mía a cuatro patas, sosteniendo mis piernas con las suyas, nuestras vaginas estaban tan cerca que casi rozaban su pene.

Quedando completamente expuestas, él detrás empezó a penetrarnos intensamente, profundamente, alternando la penetración entre nuestras vaginas, noté las redondeces de los senos de mi madre tan cerca, no pude resistirme y tuve que sujetarlas, a ella no le molestó en absoluto, parecía disfrutarlo, nunca imaginé experimentar una relación lésbica, pero disfruté tanto como si estuviera haciéndomelo a mí. En una de esas embestidas, sentí de nuevo una eyaculación dentro de mí que desencadenó otro orgasmo. Empecé a gemir como nunca antes, y mi madre respondió cerrando la boca con un beso.

Finalmente, exhausta, me dormí con todo el semen en mi interior y mi madre con dos depredadores en casa.

Así comenzó mi aprendizaje en el mundo de la prostitución de la mano de mi madre y sus "amiguitos".

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