Imágenes para mi pareja, intimidad con mi amante


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Hola, mi nombre es Dani, tengo 20 años, tengo la tez oscura, soy esbelto, con una cintura un poco estrecha y un trasero grande debido al ejercicio que practico. Mi compañero, de 25 años, es gay, alto, de piel oscura y musculoso por su constante asistencia al gimnasio.

Llevo una relación de 3 años con mi pareja en la que mantenemos una vida sexual activa y cumplimos los deseos del otro. Una mañana, mientras hablábamos por teléfono, me pidió unas fotografías de mi miembro viril, pero que fueran poco convencionales, así que busqué algunas poses en internet y procedí a desnudarme.

Coloqué una silla frente al espejo en mi habitación, subí en ella y con las piernas en alto mostré mi miembro y parte de mi trasero. Mientras grababa cómo me tocaba, mi compañero de piso entró inesperadamente y, al verlo, cerré rápidamente las piernas y grité. Él reaccionó de la misma manera, pero antes de cerrarlas por completo, dio marcha atrás y me preguntó qué estaba haciendo. Le expliqué que eran fotos para mi pareja y durante mi explicación notaba cómo me observaba detenidamente.

Al terminar de explicar, me sonrió y me ofreció su ayuda para tomar las fotos de una manera más sugerente. Aunque me sentí un poco avergonzado, finalmente acepté. Dado que él tenía experiencia en fotografía en su tiempo libre, confié en él para que las fotos salieran excelentes. En una de las tomas, me encontraba en el suelo con el trasero frente al espejo y al acomodarme, su entrepierna rozó brevemente mi rostro, se percató de ello, se separó y se disculpó. En ese momento, me ruboricé, no tanto por el contacto, sino por sentir su erección bajo los bóxers.

Noté que me observaba detenidamente mientras seguía mirando su entrepierna. Luego, con suavidad, posó una mano en mi cabeza y acercó nuestras entrepiernas frotándolas suavemente. Estaba a punto de decir algo cuando sacó su miembro, grande, duro y oscuro debajo de los bóxers, y lo pegó a mis labios. En ese instante, me sonrojé intensamente y, excitado, deslicé suavemente mi lengua para comenzar a lamerlo. Observaba su rostro de placer y continué con el sexo oral, sintiendo cómo me gustaba cada vez más moviéndome en su miembro.

Nunca antes había practicado sexo oral, así que imitaba los movimientos que mi pareja solía hacer conmigo. Al parecer, funcionaba, pues su rostro reflejaba placer. Al llegar a la punta, presionó suavemente y entró en mi boca. Sentir su miembro allí me ponía nervioso pero a la vez excitado, lo cual me permitía saborearlo mientras movía mi lengua de arriba abajo sin retirarlo. Observé cómo se quitaba la camiseta, quedando completamente desnudo.

Luego de un rato, retiré su miembro y comencé a lamer la punta suavemente, extrayendo algo de líquido preseminal. Descendí hacia sus testículos y continué lamiendo las partes que aún no había probado. Estaba tan concentrado en lamer que no me importaba que el resto de su miembro se frotara en mi rostro. Permanecí así durante varios segundos hasta que él me separó y me ayudó a incorporarme. Lo vi un tanto sonrojado y, sin decir nada, comenzamos a besarnos. Con una mano en mi cintura y la otra en mis nalgas, durante el beso podía percibir que su miembro era más grande que el mío.

Me llevó a la cama y me puso boca abajo, sujetó mis caderas y las elevó, mostrando mi trasero. Estaba a punto de levantar la cabeza cuando me pidió que me quedara en esa posición. Creí que sería yo quien tomaría la iniciativa, así que estaba algo tenso, pero en su lugar sentí su sensual lengua deslizarse por mi ano. Emití un pequeño gemido y él volvió a lamer repetidamente, saboreando mi trasero. Aunque mi pareja me había practicado sexo oral anal un par de veces antes, él lo hacía de una manera más placentera, especialmente por el piercing en su lengua.

Era una sensación deliciosa sentir su lengua ...

Movía en diferentes direcciones e incluso se inclinaba más para lamer mi pene, que se encontraba igual de erecto. Permaneció así durante un buen tiempo hasta separarse y comenzar a restregar su miembro contra mis nalgas. En ese momento, ya no sentía nervios, estaba muy excitado y ansiaba realmente ser penetrado. Por lo tanto, abrí mis nalgas y le pedí que introdujera su pene. Tomó un lubricante que estaba sobre mi mesita de noche y lo aplicó en su miembro y en mi trasero.

Me indicó que respirara y así lo hice mientras observaba la cama. Experimenté cómo la punta de su pene ejercía presión sobre mí y comenzaba a introducirse de forma suave pero firme. Emitía pequeños gemidos y mis ojos reflejaban excitación. Fue delicado al penetrarme hasta llegar al fondo, acariciándome mientras me acostumbraba. Mientras tanto, yo reflexionaba sobre lo profundo que estaba dentro de mí, provocándome estímulos placenteros con cada embestida suave, lo cual me hacía gemir.

Sus movimientos no fueron precisamente suaves, ya que sacaba casi por completo su miembro para después embestirme de nuevo con rapidez. Mis gemidos eran intensos y eso parecía gustarle más. Cada vez que sentía la base de su pene rozarme, mi mente se quedaba en blanco. Después de unos minutos, recibí la primera nalgada, algo que normalmente no disfruto, pero en ese momento incrementó mi excitación. Mis gemidos resonaban por toda la habitación mientras el choque de mis nalgas contra las suyas se escuchaba claramente. Me sentía sumamente entregado, casi como una puta, pero disfrutaba de la situación.

Tomó mi cintura con ambas manos y me atrajo hacia abajo, haciendo que mis pies abandonaran la cama para tocar el suelo. El resto de mi cuerpo seguía sobre la cama, lo que le permitió aumentar el ritmo de sus embestidas. Mi pene se deslizó entre mis muslos mientras la cama se agitaba con cada uno de sus empujes. En esa posición, liberó mi miembro de mis piernas y comenzó a masturbarlo al compás de sus embestidas, lo que me hacía gemir aún más y perder la noción cada vez que me penetraba.

Permaneció con sus movimientos durante un buen rato, pero en un descuido su miembro se salió y comenzó a restregarse en mis nalgas. Excitado, lo miré y sonrojado le pedí: "Por favor, papi, vuélvemela a meter". Sin siquiera solicitarlo, expresé mis deseos por mí mismo y él me complació reintroduciendo su pene en mí. En ese instante, comprendí cuánto disfrutaba ser sumiso durante el acto sexual, especialmente con un hombre como él que colmaba mi cuello de besos y algunas mordidas.

Sin retirar su miembro, me levantó nuevamente y volví a quedar en posición de cuatro sobre la cama, mientras él también se colocaba, recorriendo toda mi espalda y llenando de nalgadas mi trasero. Tomó de nuevo mi pene y lo masturbó rápidamente, al ritmo de sus caderas. Mis gemidos se intensificaban y experimentaba espasmos por la excitación. Él sabía lo que estaba por venir, así que, introduciendo completamente su miembro y aumentando sus movimientos, vi cómo mis ojos se desviaban hacia arriba y mi pene liberaba chorros de semen en mi abdomen y sobre la cama. Durante el orgasmo, mis piernas ya no resistieron y caí boca abajo sobre la cama.

Quedé totalmente postrado boca abajo y él tenía su mano impregnada de mi semen. Me dio varias nalgadas con la misma, sintiendo todo su cuerpo sobre el mío, inmóviles, chocando uno contra el otro, hasta que con un fuerte empujón me colmó el cuello de besos y caricias, sintiendo su miembro palpitar y liberar su semen dentro de mí, con cada descarga acompañada de un suave gemido que escapaba de su boca.

Al finalizar, permaneció unos segundos sobre mí mientras me acariciaba el rostro y nos besábamos. Se levantó lentamente, retirando su miembro, aún hinchado pero ya no erecto. Se recostó a mi lado y acarició suavemente mis nalgas. Me acomodó de manera que quedáramos en posición de cuchara, pero me volteé para quedar frente a él. Sentado, lo vi un tanto sonrojado mientras inclinaba mi cabeza hacia su miembro y volvía a darle sexo oral. Aunque el sabor era extraño, su punta contenía semen y era lo que deseaba probar.

Al percibirlo, él sostuvo mi cabeza y, dejando la punta dentro de mi boca, comenzó a masturbarse rápidamente. Experimentó espasmos y gemidos, y su miembro liberó más semen en mi boca, retirando suavemente la punta con la mano en mi barbilla y diciéndome: "Trágalo, perra". Después de saborear su semen lo suficiente, lo tragué con cierto esfuerzo. Subí de nuevo hacia él y esta vez nos recostamos uno al lado del otro, besándonos brevemente mientras acariciaba mi cabeza, para luego cubrirnos a ambos con una manta y quedarnos dormidos. Fue la primera vez que dormí de ese modo con un hombre y me agradó mucho.

A partir de entonces, iniciamos una relación erótica en la que a él no le importa que yo tenga pareja, ya que son momentos en los que adopto el rol dominante, pero al estar con él, me vuelvo sumiso. Me alegra finalmente compartir esto, espero que les haya gustado y agradecería mucho cualquier consejo que algún hombre gay o bisexual pueda brindarme. ¡Adiós!

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