Vecinos desconocidos (1)


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¡Hola a todos! Ha pasado un tiempo desde mi última publicación debido a diferentes circunstancias, pero hoy quiero compartirles algo que me sucedió recientemente.

Desde hace un tiempo, resido en el sur del conurbano y suelo desplazarme con frecuencia por Caba. Luego de realizar algunos trámites en el microcentro, decidí ir a la plaza San Martín para relajarme un poco y disfrutar de la tranquilidad. Allí, un joven de unos 24 o 25 años se acercó a mí, se sentó a mi lado y me dijo algo que no logré escuchar debido a que tenía los auriculares puestos. Al percatarme de su presencia, me los quité y le respondí:

Yo: Disculpa, no te escuché, llevaba puestos los auriculares.

Él: No hay problema. Te preguntaba cómo llegar a la Av. Córdoba, necesito entregar unos documentos y no conozco la zona.

Yo: Está cerca, te acompaño porque justamente voy en esa dirección.

Así, nos dirigimos juntos. Durante el trayecto, conversamos sobre distintos temas. Me contó que también era del sur y que necesitaba entregar unos documentos de sus padres, quienes se encontraban de viaje por varios días. Al llegar a destino, le indiqué que habíamos llegado a la Av. Córdoba, me agradeció y nos despedimos. Continué mi camino sintiéndome tranquilo por haber cumplido con la ayuda solicitada, y me dirigí a la parada de autobús. En ese momento, observé que el joven también se acercaba.

Yo: ¿Lograste entregar los documentos?

Él: Sí, por suerte ya he completado todo. Así, mis padres pueden disfrutar de su viaje sin preocupaciones. Ahora me dirijo a casa.

Yo: ¿Qué autobús tomarás?

Él: Este, parece que vamos en la misma dirección.

Yo: Sí, ahí viene.

No sé por qué, al llegar el autobús, lo dejé subir primero. Mientras subía y buscaba su boleto, noté que su trasero era bastante prominente, pero no le di mayor importancia. Como el autobús estaba vacío, se sentó en uno de los asientos dobles y yo me senté a su lado. Durante el trayecto, continuamos conversando. Me mencionó que estaba estudiando y que debido a la ausencia de sus padres, se encargaba de todas las responsabilidades. Casualmente, al mencionar su lugar de residencia, descubrí que vivía a pocas cuadras de mi casa.

Yo: Estamos muy cerca, ¡somos vecinos! Nunca te había visto por el barrio.

Él: No suelo salir mucho. Hace unos meses nos mudamos aquí y somos nuevos en la zona. Antes vivíamos en otro lugar, pero nos trasladamos por motivos laborales y otras cuestiones.

Yo: (esas otras cuestiones me parecieron extrañas, pero decidí no profundizar) Bueno, el barrio es tranquilo y los vecinos son muy amables. Si necesitas algo, no dudes en comunicarte con cualquier vecino, todos son muy serviciales, yo los conozco a todos.

Él: Qué bien, no conozco a nadie. Deberías presentarme a algunos, ni siquiera sé quién vive al lado de mi casa.

Yo: Claro, cuando quieras podemos compartir unos mates y te los presento para que los conozcas.

Él: Gracias, ¡sería genial!

Descendimos del autobús y pronto llegamos a su casa. La mía estaba a dos cuadras de distancia. Nos despedimos y acordamos encontrarnos luego para que conozca a los vecinos. Él me preguntó si estaba ocupado en ese momento, a lo que respondí que no, así que acepté su invitación a entrar a su hogar. Mientras disfrutábamos de unos mates, conversamos de diversos temas y fui presentándole a los vecinos. La velada resultó muy amena; en un momento, me comentó que estudiaba bellas artes y que estaba realizando un curso de masajes.

Yo: ¡Qué interesante! No sabes cuánto me vendrían bien unos masajes (dije en tono de broma).

Él: Si quieres, puedo hacértelos. Realmente te lo mereces (su propuesta me resultó algo inusual). Hoy me has ayudado mucho y eres muy agradable.

Yo: ¿Estás seguro? No quiero molestarte.

Él: Claro que no. ¡Quítate la camisa y en un rato te relajaré!

Así lo hice, y empezó a masajearme suavemente, comenzando por el cuello y los hombros. Noté que estaba cargado de tensiones. Al masajearme los hombros, descendió un poco hasta el pecho y, de repente, al tocar mis pezones, experimenté una sensación eléctrica intensa que me dejó atónito. Incliné la cabeza...

Retrospectivamente, dejé escapar un leve gemido y mi miembro se erguió enérgicamente, sin saber cómo disimularlo. Intenté tranquilizarme para que mi erección descendiera y así poder marcharme sin despertar sospechas. Después de un momento le indiqué que era hora de irme, mencionando algunas tareas pendientes por hacer, aunque en realidad solo quería salir de aquella situación incómoda.

Él respondió: "En este momento no puedes irte. Te lastimarás más si no termino" (y me brindó una explicación confusa).

Yo accedí con un tono poco convincente y acompañé a la camilla para acelerar el proceso.

En su habitación, me indicó que me quedara en ropa interior y me acostara. Empezó a realizar masajes en mis piernas, espalda y posteriormente me pidió que me volteara para continuar. Al llegar a la zona del pecho, repitió una maniobra que había mencionado antes y me sucedió lo mismo, sin poder disimular mi excitación. Él esbozó una sonrisa, siguió con su labor y luego se centró en mis pezones, generando una sensación intensa.

Completamente entregado, expertamente, con una mano masajeaba mis pezones y con la otra bajaba mi ropa interior para realizar sexo oral de forma lenta y placentera. Cada movimiento de su lengua en mi miembro era una fuente de placer. No opuse resistencia y me dejé llevar por sus habilidades en el sexo oral, disfrutando de cada lamida y succión en mi pene. La sensación de tener sus labios en mis testículos con delicadeza era sublime.

Estaba siendo llevado al éxtasis, cada acción de su lengua me brindaba placer. En un momento dado, se despojó de su pantalón y repentinamente se colocó sobre mí, sin ropa. Primero se rozó conmigo y luego tomó mi pene, dirigiéndolo hacia la entrada de su ano. Con movimientos suaves y continuos logró introducirlo con gran facilidad, demostrando destreza y disfrute (evidenciando que había tenido relaciones recientes). Cada vaivén era pura dicha, sintiendo cómo entraba y salía de manera constante, cada vez más profundo.

El placer de su ano apretando mi miembro era indescriptible. Después de un rato en esa posición, se giró quedando sentado sobre mí y comenzó a moverse manteniendo mi pene en su interior. La sensación de ser cabalgado de esa forma era maravillosa. Después de varios minutos, advertí que estaba por alcanzar el clímax. Al escucharme, se apartó de mí justo a tiempo, se ubicó a un lado de la camilla y masturbó mi miembro esperando mi eyaculación, la cual terminó en su boca y garganta. Continuó estimulándome hasta que mi excitación disminuyó.

Extenuado y satisfecho le comenté:

Yo: "No esperaba que todo terminara de esta manera. Esta mañana ni siquiera nos conocíamos y ahora somos vecinos".

Él manifestó: "Desde que te vi, quería que estuviéramos juntos. No imaginaba que viviéramos tan cerca. ¿Vendrás a visitarme más seguido, verdad?".

No es necesario mencionar que lo visité los 10 días en los que sus padres estaban de vacaciones, y al regresar los conocí. Establecimos una muy buena amistad y compartió conmigo el motivo de su mudanza, convirtiéndose en una obsesión para mí.

Si desean conocer más detalles, por favor envíen un mensaje para continuar esta historia.

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