Había pasado noches llenas de sensualidad y ardor. Me dedicaba a ver vídeos eróticos para calmar la humedad y la sensación de insatisfacción sexual.
Descargué una famosa app para móviles, que comenzó siendo utilizada en mi país para fomentar encuentros entre personas del mismo sexo, y terminó siendo usada para la venta de diversos estupefacientes, servicios sexuales, sexting, entre otros. Pasé varios días chateando de manera sexual con al menos tres o cuatro hombres. Me enviaban grabaciones excitantes, videos de sus masturbaciones mientras yo mostraba mis pechos presionados contra la cama. Con mi ropa interior ligeramente desajustada, mis senos medio al descubierto (110 cm de puro movimiento), enviaba grabaciones mientras comía y terminaba exhausta en la madrugada, pero sin lograr la satisfacción deseada.
En una noche en la que aún anhelaba un encuentro apasionado con alguien, empecé a buscar algún contacto que pudiera proporcionarme unos cigarrillos (de los que provocan risas). Era una noche cálida de verano, con alrededor de 20 y pico de grados, cerca de las tres de la mañana. Mi aplicación no dejaba de recibir notificaciones de antiguos chats y chicos que deseaban seguir coqueteando conmigo. Hasta que un mensaje captó mi atención, un chico de unos 20 años me ofreció compartir un poco de marihuana, de manera informal, ya que vivía cerca y buscaba compañía. Me arriesgué y le di mi dirección para que me esperara en las afueras de mi callejón.
En aquel entonces, residía temporalmente en la casa de mis tíos, quienes dormían profundamente a esas horas. Me deslicé por la casa y salí sin hacer ruido, el chico ya estaba esperándome en la esquina. Nos saludamos y caminamos unas pocas cuadras hacia otra zona residencial, a unos diez minutos de mi residencia. Me sugirió ir directamente a su habitación, ya que en su casa vivía como inquilino un tío que dormía en la sala de estar. Entramos rápido de la mano, a oscuras y sin rodeos. Me sorprendió su habitación con luces de neón y un cierto desorden, que personalmente no me agradó mucho, pero ya estaba tan excitada que no podía esperar más.
Una vez que cerró la puerta y puso el cerrojo, nos miramos intensamente, agarré su camiseta y la arranqué bruscamente sobre mi cuerpo. Quedé presionada entre él y la puerta. Empezó a acariciarme la cintura desenfrenadamente metiendo sus manos bajo mi camiseta, mientras nos besábamos apasionadamente y su lengua recorría mi cuello, sus manos subieron y agarraron firmemente mis senos con la palma abierta. Me empujó contra la puerta tres veces mientras seguía acariciándome y besándome el cuello, luego bajó hacia mis pechos, apartó mi sujetador dejando al descubierto mis atributos más llamativos. Lamió con desesperación mis pezones mientras sus manos no alcanzaban a cubrir por completo mis pechos, todo esto mientras sentía su miembro erecto bajo sus pantalones.
Lo empujé hacia la cama y nos dispusimos a lo que habíamos venido, se quitó mis pantalones, saqué su miembro y rápidamente colocamos un preservativo antes de que me penetrara tumbada en su cama. El vaivén y los movimientos frenéticos mientras me penetraba hacían que resonara en toda la habitación. Sus padres estaban arriba y su tío dormía en la sala de estar, y aún así la cama crujía dejando en evidencia nuestras acciones. Él me penetraba una y otra vez mientras repetía lo deliciosa que estaba y cómo era increíble que nos hubiéramos encontrado de manera tan casual. Yo, más racional, simplemente cabalgué con fuerza, hasta que su miembro golpeaba mi vulva provocando un sonido mientras me penetraba y notaba su respiración volverse cada vez más agitada. Finalmente, me puso a cuatro patas en su cama y me penetró con intensidad hasta llegar pronto a su clímax.
Una vez concluido el encuentro, me llevó de vuelta a mi casa, siguió escribiéndome por el mismo chat durante varios días, aunque no siempre respondí para evitar crear expectativas falsas. Sin embargo, aquel primer encuentro me dejó un poco más satisfecha y con el tiempo, mis deseos.regresaron. Aunque nadie presenció mi partida en secreto, me aterraba ser descubierta saliendo a altas horas de la madrugada, por lo que rechacé participar en un par de encuentros más.
Después de una semana y con el chico escribiéndome constantemente, una noche empecé a excitarme viendo videos mientras chateábamos, el chico ansiaba volver a verme y confesó que había pasado por mi calle varias veces en busca de un vistazo. Me sugería que, si sentía deseos, los compartiera con él, pero no quería regresar a su hogar sabiendo que podríamos ser escuchados por todos. Seguíamos chateando y entre las imágenes de su miembro erecto y sus mensajes de audio, comencé a encenderme de manera acelerada y a tener ganas de probar algo más arriesgado. Eran las dos de la madrugada, sabía que en poco tiempo mis tíos se retirarían a descansar después de trabajar en su negocio, mientras yo seguía en mi habitación chateando y explorando mi cuerpo, intercambiando fotos, audios y videos sensuales con él, jugando con mi ropa interior, su miembro, mis senos presionados por el sostén, mis nalgas al aire y sus palabras excitándome por completo.
Cuando dieron las tres de la madrugada, mi amigo me había estimulado continuamente durante una hora a través del chat. No iría a ningún lado a menos que yo lo indicara. Él rogaba por vernos y yo ansiaba tener relaciones intensas. A las tres y media de la madrugada, completamente excitada y ansiosa por ser penetrada, lo cité en la esquina de mi calle, esta vez asumiendo yo el riesgo. Le garanticé la discreción necesaria para nuestro encuentro, ya que no era la dueña de la casa donde vivía y requería mantener todo en secreto, mi amigo aceptó sin objeciones.
Tomé su mano y nos besamos, la calle estaba en total oscuridad y no se veía rastro de fiestas o vecinos afuera. Abrí la cerradura de la puerta principal lo más silenciosamente posible. Mi patio contaba con dos arbustos grandes y un pasillo en forma de L. En el último tramo, se encontraba una máquina para congelar carnes del negocio de mis tíos. En ese rincón, era fácil avistar hacia afuera ya que no había árboles ni arbustos que obstaculizaran la visión.
Entramos y el chico comenzó a abrazarme por la espalda, susurrándome al oído y rodeando mi cintura. Habría tenido relaciones en ese preciso momento de no ser por la necesidad de volver a cerrar con llave, no quería dejar rastros que me incriminaran en caso de que alguien descubriera algo. Entre sus caricias, cerré la puerta y tomé su mano. En el rincón de la puerta que daba hacia mi habitación, quejaba más al cerrarse que la reja principal. Al llevar su mano a la mía, el chico comenzó a besarme apasionadamente, acariciando lentamente mi cintura e intentando alcanzar mis senos con una de sus manos.
Lo dirigí hacia el rincón junto a mi puerta, no entraríamos en ese momento pero en la completa oscuridad pude acorralarlo contra la pared y besarnos intensamente. Frotaba mi cuerpo contra el suyo mientras nos devorábamos los cuellos, la respiración agitada pero en silencio de mi amigo me indicaba que entendía cómo jugar este juego y que seguiría mis instrucciones para mantener la discreción.
Mientras yo quedaba de espaldas a la pared, frotaba mis nalgas contra su miembro (yo llevaba puestos unos shorts de pijama, una camiseta holgada y un chaleco largo y delgado) y presionaba mi cuerpo contra el suyo. Mientras movía mis caderas sobre su miembro erecto, él intentaba abarcar con un brazo mis senos por completo y con el otro, dirigir mi rostro hacia atrás para besar mis orejas y mi cuello, además de forzarme a besarlo y morder mis labios.
Comencé a agacharme y a levantarme lentamente, podía sentir su miembro erecto como un poste, grande, largo y encajado entre mis nalgas de forma natural mientras seguía acariciándome. Sus manos comenzaron a descender por mis shorts y mientras con una acariciaba mis senos, con la otra empezó a bajar hacia mi entrepierna, despacio, mojado, en silencio pero con ansias de introducir sus dedos. Poco
De repente, comenzó a estimular mi vagina con sus dedos, sacando su mano de mi pantalón corto solo para chuparse los dedos y volver a introducirlos en mí. Mientras yo seguía haciendo círculos presionando su pene, el cual parecía a punto de explotar.
En ese momento, me di cuenta de que estábamos en el patio, a oscuras pero a la vista de toda la casa de enfrente, la cual no tenía arbustos ni árboles y podía tener a cualquier vecino despierto. Sin embargo, eso no me importó. Lentamente nos movimos como perros pegados, avanzando unos pasos hasta que quedé frente a la máquina congeladora. Mi compañero inclinó mi cuerpo hacia adelante, apoyándome suavemente en ella, mientras miraba afuera, asegurándose de ser discreto y afortunado a la vez. Desplazó mi pantalón corto hacia un lado y descubrió con agrado que no llevaba tanga. Me estimuló de esa forma, en cuclillas, apoyada en la máquina en mi zona íntima, sintiendo palpitaciones y cada vez más húmeda.
Sacó su miembro y lo colocó en mi zona íntima completamente mojada, realizando movimientos donde solo rozábamos nuestros miembros durante un largo tiempo, humedeciendo completamente su pene con mis jugos mientras con una mano agarraba mi cabello, preparándose para penetrarme en la oscuridad. Antes de hacerlo, me susurró al oído que llevaba días pensando en mí y en todo lo que deseaba hacerme. Luego se arrodilló, colocó una mano en mi espalda obligándome a recostarme en la máquina, abrió mis piernas, corrió de nuevo mi pantalón corto y comencé a sentir su lengua en mi zona íntima, llena de saliva tibia moviéndose arriba y abajo, explorando cada pliegue con lentitud, seguridad y precisión. Poco a poco empecé a aferrarme a la máquina, no podía resistir el placer de sentir cómo me tomaba y me entregué al placer en el patio delantero de la casa de mis tíos, con todo el pasaje en penumbras.
Sentía su nariz y sus labios explorando mi vagina mientras susurraba palabras excitantes y deliciosas. Elevó una de mis piernas sobre la máquina, dejándome más expuesta para estimularme con su lengua, arriba, adentro, abajo, escupiendo suavemente de vez en cuando a pesar de no ser necesario. Se puso de pie y empezó a introducir su miembro en mi zona íntima, aún con una de mis piernas elevadas. Podía ver su expresión de máximo placer, sus manos agarrando una de mis piernas y mi cuello para mantener el contacto visual mientras me penetraba primero despacio y luego más rápido. Observaba cómo su pene entraba y salía de mí, mojado como un roble, largo, acariciando mi zona íntima para luego completarse dentro de mí, empapando mi piel y mis pliegues. Todo esto mientras intentaba respirar lo más silenciosamente posible.
Así continuó durante unos quince minutos sobre la máquina, quedé abierta con una pierna elevada sobre el artefacto, mis senos a medio descubierto empañando el vidrio de la máquina, sus manos apretando mis senos mientras susurra al oído todo lo que me deseaba y lo mucho que le excitaba hacerlo en ese lugar. Me penetró semidesnuda en pijama a su antojo, bajó intermitentemente para estimularme con su lengua y luego volvía a penetrarme, hasta que finalmente se fundió conmigo en un clímax satisfactorio.
Con la misma desinhibición que al principio, bajé de la máquina, arreglé mi ropa mientras él se subía los pantalones y aún intentaba tocar mis senos. Lo escolté hacia la zona más oscura cerca de la puerta para que se ajustara los jeans y se pusiera la camiseta. Nos dimos un beso prolongado y delicioso mientras sus manos acariciaban mis nalgas y acomodaban mi pantalón corto. Me despedí, lo dejé junto a la reja y cerré con llave.
Él agradeció ese encuentro durante dos semanas, suplicando por otro encuentro. Pero yo no suelo repetir experiencias y por eso agradecí nuestra noche de pasión y evité seguir respondiendo a sus mensajes.
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