Disfruto de ser vista


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Somos una familia común mexicana: papá, mamá, y dos hermosos hijos (niño y niña). Me llamo Verónica y soy una mujer de 34 años dedicada por entero al hogar y a mis hijos, mantengo mi figura gracias a que disfruto hacer ejercicio, mido 1.67 y peso 65 kg. Soy de tez blanca y tengo pecas en el rostro, las cuales no disminuyen mi atractivo, je, je, tengo cabello pelirrojo que llega hasta la cintura, naturalmente lacio.

Me siento orgullosa de mi cuerpo y lo muestro diariamente con cualquier tipo de ropa que use, mis glúteos son redondeados y firmes, tonificados por el ejercicio diario, al igual que mis piernas que enseño cuando visto shorts, atrayendo las miradas de los hombres, mi abdomen es plano sin llegar a tener abdominales marcados como Bárbara de Regil pero igualmente sensual, una cintura estrecha y por último unos senos como un par de naranjas, mi esposo me presume siempre que puede y él no se queda atrás, también es atlético y atractivo.

Bueno, les contaré sobre lo que ha sido hasta ahora la experiencia más excitante y que me estimuló en extremo, quizás para algunos de ustedes lo que voy a relatar les parezca muy simple y fácil, pero para mí fue algo novedoso y emocionante.

Desde que nos casamos, mi esposo ha sido muy romántico y apasionado en la cama, lo cual me satisface por completo, es muy intenso y creativo cuando hacemos el amor, me coloca en distintas posiciones y hacemos el amor hasta el agotamiento, siempre se toma su tiempo en la etapa previa para excitarme, de modo que cuando finalmente estamos juntos ya estoy bien lubricada, sin embargo, como en todo matrimonio, con el tiempo caemos en la rutina y aunque mi esposo se esfuerza, la monotonía se hace presente.

Lo que les contaré ocurrió el verano pasado cuando fuimos por primera vez a la playa, viajamos con mi hermano y su familia, éramos un total de 12 personas, mis sobrinas, mi cuñada y mi hermano.

Todo fue muy agradable, llegamos a un Hotel en Ixtapa donde las habitaciones eran pequeñas cabañas y estaban agrupadas como una villa, mi esposo reservó una habitación para parejas, donde suelen hospedarse los recién casados, y enviamos a nuestros hijos con sus primos en una habitación doble, je je.

Al instalarnos, noté que al lado se hospedaba una pareja de unos 45 años, el hombre parecía maduro pero atractivo, y la mujer era rubia, elegante, lo que más llamaba la atención eran sus amplios glúteos, al ser nuestros vecinos pensé que mi esposo se quedaría mirando a esa señora ya que siempre le han gustado las mujeres con buen trasero, pero las terrazas de nuestras habitaciones estaban casi contiguas, separadas únicamente por una barandilla pequeña.

El ambiente en el hotel era estupendo, el primer día fuimos a la playa y a las albercas, donde noté que mi esposo parecía como un perro en carnicería mirando a las mujeres guapas en bikini, aunque yo también disfrutaba mirando a algunos chicos que mostraban mucho en sus trajes de baño ajustados.

Al final del día estábamos muy cansados y nos dirigimos a la habitación a descansar; nos acostamos, pero los vecinos estaban muy activos y como las habitaciones estaban juntas, podíamos escuchar todo, podíamos oír claramente cómo la cama golpeaba contra la pared con cada embestida que el vecino le daba a su mujer.

Al principio nos causó risa y nos quedamos en silencio escuchando, al prestar más atención, podíamos percibir incluso lo que decían, los gemidos, las nalgadas y los crujidos del colchón, empezamos a imaginarnos cómo lo estaban haciendo y eso nos excitó bastante, así que mi esposo empezó a besarme y acariciarme, aunque ya estaba muy excitada de escuchar cómo se lo montaban con la vecina, mi esposo me introdujo el miembro...

Cambié de postura a la del misionero por un momento, sin embargo, solicité cambiar a la posición de cuatro patas, con mi cabeza apoyada en la pared para seguir escuchando la intensidad de los gemidos que provenían de la habitación vecina, llegando incluso a imaginarme la escena de cómo la vecina recibía la penetración de su esposo.

Me excitaba mucho más lo que ocurría al lado que lo que mi esposo me hacía a mí. No quería modificar mi posición para no perder detalle de los intensos golpes en la pared con cada embestida. Aquel sonido resonaba con fuerza, lo cual me hacía imaginar lo placentero que debía estar resultando para la vecina y la fogosidad de su pareja al poseerla con tanta pasión. Permanecimos así hasta que dejamos de escuchar esos sonidos (quizás habían terminado), por lo que ya no tenía sentido continuar. Incité a mi marido a acelerar para que acabara y pudiéramos irnos a dormir.

Al día siguiente, durante el desayuno en el restaurante, los observé desde lejos. Se les veía muy felices, y no era para menos después de haber tenido relaciones tan apasionadas como animales.

La rutina en el hotel consistía en juegos en la piscina, paseos por la playa, paseos en bicicleta, entre otras actividades. Por las noches, luego de la cena, se presentaba un espectáculo de bailes latinoamericanos en un pequeño teatro al aire libre, seguido de una discoteca donde se ponía música de varios géneros para bailar. Fue en este último evento cuando nos sentamos en una mesa al lado de la pareja de adultos maduros, quienes no paraban de bailar cada canción. Nosotros alternábamos entre bailar 3 canciones y descansar 2. Dado que el hotel era todo incluido, las bebidas eran ilimitadas, pero la fila en el bar era larga debido a la cantidad de personas que solicitaban alcohol en sus distintas presentaciones.

Cuando mi marido se ausentaba para ir por bebidas, el vecino también lo hacía, quedando nosotras solas, la vecina y yo. Fue en ese momento cuando rompió el hielo y me preguntó de dónde éramos.

Le respondí que éramos de Guanajuato, a lo que ella mencionó que ellos eran de Querétaro y que eran amigos, ambos divorciados y decidieron tomar unas vacaciones juntos. Le comenté que pensé que estaban casados. Ella sonrió y respondió,

–Por lo de anoche. ¿Escucharon hasta su habitación, verdad?

Asentí con una sonrisa y ella agregó que le mencionó a Omar (así se llamaba) pero él negó todo y se disculpó. No te preocupes, respondí, al contrario, que disfruten sus vacaciones.

Continuamos bailando y bebiendo y en otra oportunidad en la que los hombres se ausentaron por más tequila, volvimos a entablar conversación. La vecina me comentó que Omar era muy apasionado y quería tener relaciones todo el tiempo. Le respondí que mi esposo era igual y nos reímos juntas, ja, ja.

La discoteca finalizó y tuvimos que retirarnos a nuestra habitación. Mi esposo, esta vez, al haber consumido tequila, se mostraba muy cariñoso. Acompañamos a mi hermano, sobrinas e hijos a sus habitaciones y luego nos dirigimos a la nuestra. Al llegar, al entrar, escuchamos música y al prestar atención de dónde provenía, notamos que el vecino estaba en su terraza terminando una bebida. Mi esposo entró al baño y yo me puse una ropa interior provocativa. Me acerqué al ventanal y vi al vecino aún disfrutando su bebida, pero al abrir la cortina me percaté de que él pudo verme.

En ese momento llevaba puesto un babydoll muy sexy con una tanga de hilo que compré para la ocasión. No sé si fue por el efecto del tequila que había tomado o por ser un desconocido el que me observaba, pero no sentí vergüenza. Por el contrario, me gustó la sensación de mostrar mi cuerpo. Una idea traviesa cruzó por mi mente y abrí un poco más la cortina, lo suficiente para que pudiera ver el interior de la habitación, pero no lo bastante como para que mi esposo lo notara.

Al salir mi esposo del baño, se abalanzó sobre mí besándome con pasión, sin percatarse de la pequeña abertura que yo había dejado en la ventana.

El simple pensamiento de que un desconocido pudiera presenciar nuestra intimidad, me excitaba sobremanera, total, no tendríamos que volver a verlo. Mi esposo continuó demostrando la misma pasión, quiso apagar la luz, pero le pedí que la dejara encendida, que me poseyera con toda su fuerza y como mencioné al principio, mi esposo era muy creativo.

Así que me tomaba en distintas posturas, simplemente apartaba el hilo dental con su dedo pulgar para introducirme su miembro viril en mi rajita que estaba húmeda desde hacía un tiempo, de vez en cuando dejaba de penetrarme para practicarme sexo oral, lo cual disfrutaba mucho.

Fue en uno de esos momentos cuando mi esposo estaba absorto en mi vagina que pude divisar al vecino pegado al ventanal contemplando el mejor espectáculo de su vida, eso me excitó aún más y le pedí a mi esposo que se recostara boca arriba y me senté en su miembro viril que estaba firme como si fuera de hierro, duro al cien por ciento, me sentaba con toda mi energía intentando sentir ese miembro hasta lo más profundo de mis entrañas y pensando en que le estaba mostrando al vecino todas mis bellas nalgas, mi esposo ni se daba cuenta de lo que pasaba por mi mente, pero vaya que lo disfrutaba.

Después me ubiqué en la esquina de la cama, yo boca arriba con las piernas en alto y le solicité a mi esposo que me penetrara para que mi observador viera claramente cómo su miembro entraba en mi vagina, era una experiencia increíble ser observada, mi mente estaba más en el espectáculo que estaba ofreciendo que en la relación sexual que me estaba brindando mi esposo, así estuvimos durante un buen rato hasta que mi esposo no resistió más y eyaculó lanzándome todo el semen en las tetas.

Fue en ese momento cuando el vecino se retiró. Fue una experiencia asombrosa, nunca imaginé que ser observada me pudiera excitar tanto, tal vez este sea mi fetiche. Han pasado dos años de esto y no he logrado repetirlo porque no hemos vuelto a la playa, espero hacerlo de nuevo pronto.

Expreso mi agradecimiento a Cecy por asistirme en relatar esta historia y publicarla en esta página, creo que hay muchas mujeres que tenemos nuestras fantasías, quizás no sean orgías, intercambios, etc., pero en última instancia nos estimulan igualmente.

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