Mi pupila mimada


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En la etapa en que ejercí como docente de bachillerato, en la localidad de Toluca, hace unos cuantos años, varias alumnas intentaron coquetear conmigo, pero obviamente no les prestaba atención, ya que siempre mantuve una actitud muy profesional y además eran jóvenes menores de edad, mientras que yo contaba con 35 años.

Con algunos chicos y chicas compartía consejos y los orientaba para mejorar su rendimiento académico. Una de ellas se llamaba Adriana. Recuerdo que se acercó a mí para hablar sobre su vida estudiantil, así que comenzamos a conversar sobre ella, su familia, yo mismo y diversos temas de actualidad.

Con el tiempo, Adriana solía visitarme a menudo en mi cubículo, generalmente acompañada por una o varias compañeras suyas. Jamás imaginé que tuviera otro motivo más allá de charlar sobre diferentes temas escolares. En ocasiones, me preguntaban sobre mí, pero todo dentro de la normalidad.

Ella mantenía una relación con un compañero de grupo, quien también era su novio. En algunas ocasiones, ambos venían a mi cubículo. Con el paso de los meses, cumplió la mayoría de edad y se acercaba su graduación, ya que estaba en su último año. Me invitó a la celebración que su familia le había preparado por finalizar la preparatoria. Acepté la invitación, me presente en el evento y conocí a su familia. Después de pasar unas horas, me retiré deseándole lo mejor y le mencioné que podía buscarme en la escuela o contactarme por celular cuando quisiera.

Al cabo de unos días, comenzó a enviarme mensajes al celular y seguimos en contacto de esta manera. Conforme pasaba el tiempo, nuestra confianza aumentaba. Llegamos al punto de hablar sobre sentimientos e incluso de atracción mutua. Siendo conscientes de que ella tenía novio y yo estaba casado, decidimos encontrarnos y empezar una relación como amigos. Después de salir juntos en diversas ocasiones, un día nos besamos y acordamos iniciar una relación, dejando de lado a su novio y a mi esposa. Acordamos mantener la discreción y disfrutar el momento juntos.

La primera vez que intimamos no fue planeada. Sucedió durante un encuentro en una cafetería. Ese día ella tenía poco tiempo, ya que más tarde tenía planes con su novio y su padre.

Nos vimos en una plaza comercial, tomamos un café, charlamos y en un momento le confesé mi deseo de tener intimidad con ella. Aunque ella estaba limitada de tiempo y no estaba segura de dar ese paso, me pidió un poco más de tiempo. Le expresé lo mucho que la deseaba y lo atractiva que me parecía en ese momento. A pesar de manifestar sus ganas, ella tenía compromisos pendientes, por lo que acordamos que sería en otra ocasión. Nos besamos, la acaricié y continuamos conversando. Hablamos sobre lo emocionante que sería estar a solas y, en medio de la charla, ella reveló que siempre había fantaseado con la idea de tener una relación con su profesor. Aceptó ir a un motel con la condición de no demorarnos mucho, ya que luego tenía compromisos con su novio y su padre. Caminamos hasta un motel cercano, entramos a la habitación y, en ese momento, ella se transformó en una alumna aplicada. En cuanto estuvimos a solas, empecé a besarla suavemente y a acercarla a mí para que sintiera mi deseo y la intensidad del momento. Sin perder tiempo, comencé a quitarle la ropa, contemplando detenidamente su belleza en ropa interior. Era evidente que anhelaba entregarse a su profesor, un deseo que también compartía y que formaba parte de sus fantasías más íntimas...

Ansias de tenerla para mí... en cuanto desabroché su sostén, sus dos senos muy bonitos y de tamaño mediano quedaron al descubierto con unos pezones duros y erguidos, unos senos bien formados en forma de cono, una delicia que me dispuse a saborear y acariciar sin descanso mientras Adriana disfrutaba y gemía cada vez que probaba esos deliciosos senos.

Llegó el momento de aproximarme a su intimidad, esa vagina húmeda que ya estaba empapada solo de pensar en lo que vendría, me imploraba que la penetrara, primero la hice sentarse en mis piernas y sentir mi erección, ya mojada en la punta y me dijo que la quería ya, que la necesitaba, la acosté en la cama, me quité los calzoncillos y me pidió que la introdujera ya que no aguantaba más, empecé acariciando suavemente su hermosa intimidad, e introduje gradualmente uno... dos dedos... estimulando su clítoris y moviendo mis dedos dentro de su estrecha vagina, ella empezó a gemir y gritar como toda una hembra en celo, llegando al orgasmo sin quitarse la tanga, de su vagina manó un chorro de lubricación.

Le dije que iba a penetrarla y me coloqué encima de ella, así, apartando su ropa interior a un lado y dejando expuesta su vagina, introduje mi erección, en cuanto mi glande rozó su entrada comenzó a gritar como una mujer ardiente, lentamente fui introduciendo mi pene hasta hacerlo por completo de un solo golpe, soltó un grito que me excitó aún más... empecé a embestirla despacio y aumenté el ritmo progresivamente, empecé a embestirla con fuerza y rapidez...

Adriana no paraba de gemir y gritar, definitivamente es muy excitante tener relaciones con una mujer que gime y grita como ella, parecía que la estaba forzando porque chillaba y me pedía que parara, que la estaba lastimando, yo seguía sin ceder y le daba más fuerte, sin contemplaciones, ella me rogaba: por favor, detente, me duele, termina ya, y no dejaba de gritar y gemir, eso me excitaba aún más, Adriana decía que le dolía... pero sabía que lo estaba disfrutando porque me abrazaba con fuerza y cerraba sus ojos disfrutando del momento, nunca antes había estado con una mujer tan expresiva como ella... era como si la estuviera forzando, y entonces se agarró con fuerza, supe que estaba a punto de tener un orgasmo... mientras mi pene también liberaba su semen caliente en su vagina... sin retirar mi erección, nos abrazamos unos instantes... el tiempo apremiaba, ya era tarde y tenía que irse... la llevé hasta donde tenía que encontrarse con su novio y su papá... qué experiencia tan hermosa...

Aprecio sus comentarios, les dejo mi contacto:

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