Hola, hacía tiempo que no entraba a la página porque olvidé mi clave jeje pero aquí estoy de regreso y planeo compartir algunas novedades que me han sucedido, sin embargo, quiero comenzar con algo que viví apenas el mes pasado en Semana Santa jeje.
Resulta que hace unos meses empecé a recibir visitas de los misioneros, ya saben, aquellos que van predicando. Un día decidí escuchar lo que tenían que decir, eran dos individuos, uno mayor y uno joven, y les presté atención... aunque no tanto a sus palabras jeje, y noté que ellos también me observaban a mí, especialmente a mis pechos jeje. Parece ser que si te escuchan en más de una ocasión, te añaden a su lista y te visitan con más frecuencia. Al principio fueron los mismos hombres quienes me visitaron, pero luego me informaron que vendrían unas mujeres para evitar malentendidos, y en ese momento pensé en decirles que ya no estaba interesada, pues solo disfrutaba de sentir sus miradas nerviosas en mis pechos jeje.
La próxima vez llegaron con un par de mujeres, una era la esposa del hombre mayor y la otra una joven. Me visitaron un par de veces más y finalmente me invitaron a una reunión especial, donde prometían la presencia de un orador elocuente, ya se pueden imaginar. Decidí que sería interesante asistir para volver a ver al esposo de la señora y al joven misionero.
Acepté la invitación, le comenté a mi esposo que quería presenciar lo que ocurría, incluso le propuse que me acompañara (sabía que su respuesta sería negativa jeje), así que llegó el domingo y me dirigí hacia allá. Muchas personas se acercaron a darme la bienvenida, el esposo de la señora me miraba de reojo. En un momento dado, ella se separó para atender a otros invitados y él aprovechó para felicitarme por haber asistido, expresando su agrado al verme, y obviamente sentí su mirada "disimulada" que descendía hacia mis pechos, al abrazarme pude notar cómo los presionaba contra su cuerpo. Me sonrió y me dijo que le alegraba verme de nuevo; yo correspondí con una sonrisa, hasta que llegó su esposa y nos sentamos juntos.
Finalizada la reunión, todos se despidieron cordialmente, una vez más... Parecía que todos congeniaban bastante bien, sin embargo, yo sentía que el joven misionero que me visitó la primera vez me observaba de reojo, aunque nunca se acercó, solo nos cruzamos sonrisas. Al concluir, nos retiramos y la mayoría me invitó a asistir la próxima semana a una celebración conmemorativa que tendría lugar ya por la tarde casi noche.
En los días previos a la celebración, volví a encontrarme con la señora, en esta ocasión acompañada de su esposo. Me alegró verlo de nuevo, percibí lo nervioso que se ponía al verme, lo cual me causó cierta satisfacción jeje. Durante la visita, mientras la esposa leía algo del libro, él me miraba furtivamente y, al coincidir nuestras miradas, yo le sonreía, noté que su atención se desviaba hacia mis pechos, por lo que decidí bajar un poco el escote de mi blusa para que los observara más claramente; por supuesto, se percató de ello y miraba de reojo a su esposa para asegurarse de que ella no lo notara jeje.
Al finalizar, la señora me recordó la recomendación de vestir una falda larga para la celebración, argumentando que sería más adecuado y cómodo para todos los presentes, además mencionó que el pantalón que llevé en la ocasión anterior era demasiado ajustado y revelador, lo cual obviamente me incomodó, aunque opté por guardar silencio y le respondí con una sonrisa algo hipócrita, asegurándole que disponía de una falda que llevaría en esa ocasión (aunque realmente es bastante ajustada jaja).
Llegó el domingo y, una vez más, invité a mi esposo para no dejarlo fuera, él bromeaba diciendo que ya pertenecía a la hermandad y que pronto estaría predicando, en fin, me indicó que lo avisara cuando saliera para que fuera a recogerme.
Luego me retiré y entré al salón, de nuevo todos me felicitaron y se alegraron al verme de nuevo. Las miradas fueron más intensas esta vez, tal vez por la falda que llevaba puesta jeje.
Cuando la señora me vio, se acercó a mí con una sonrisa casi forzada y me dijo: "Qué bueno que viniste, veo que sí llevas una falda larga". Le respondí: "Sí, casi no la utilizo, pero hoy es una ocasión especial". Luego se acercó su esposo, me saludó, me escudriñó de arriba abajo, me felicitó por estar presente y expresó que le alegraba verme de nuevo, algo habitual en ese ambiente, al menos eso parecía. Después se retiró argumentando estar ocupado y que nos veríamos más tarde. Nos sentamos y empezó algo peculiar, pasaban una galleta por todos pero nadie la tomaba, luego pasaron una copa de vino y nadie la tomaba, solo la pasaban de un lado a otro. Terminada esa dinámica, comenzaron a tomarse fotos con las copas y las galletas, me invitaron a un par de fotos y ahí pude notar más claramente cómo me observaban jeje, había un grupo detrás murmurando entre ellos y volteándome a ver.
Finalmente, poco a poco la gente comenzó a marcharse y le envié un mensaje a mi esposo. La señora me ofreció llevar a otras personas que había invitado, y me propuso llevarme a mí también. Le comenté que mi esposo vendría por mí, que no se preocupara ya que ya le había enviado un mensaje. Ella me agradeció por mi presencia, me abrazó y se marchó. Todavía había algunas personas adentro y el esposo de la señora estaba presente, ocasionalmente lo notaba pasar y voltear hacia mí, sonriendo. Poco después, mi esposo respondió que no podría venir, que había salido a ver un coche y que tomara un taxi. Me enojé con él, le dije algunas cosas y decidí no escribirle más.
Así que me quedé en la esquina esperando un taxi, en ese momento el esposo de la señora salió, me vio en la esquina y se acercó. Me preguntó si mi esposo aún no había llegado, y le informé que no iba a poder venir porque había salido y llegaría tarde. Entonces me ofreció esperar un momento, ya que iría a ver a uno de sus hermanos. Regresó en unos 5 minutos y me propuso llevarme, con la condición de que primero debíamos dejar algunas cosas en casa de un hermano. Tras pensarlo un instante, acepté.
Él sacó su celular, llamó a su esposa y amorosamente le dijo: "Cariño, llegaré tarde ya que iremos a casa del hermano García a dejar algunas bocinas y otras cosas. No te preocupes, llegaré tarde". Todo esto lo pronunciaba mientras me miraba y sonreía. Luego colgó y me preguntó si solía regañarle por llegar tarde, a lo que respondí que si avisaba con tiempo, no había problema. Llamé a mi esposo y le conté que la señora me había invitado a cenar a su casa y que solo estaban esperando a que terminara unas cosas para irnos. Él me dijo que entonces me llevaran a casa, a lo que accedí.
El señor me indicó que fuéramos al salón, donde saludé a los otros presentes: dos señores y un chico. Uno de ellos hablaba por celular, también diciendo que llegaría tarde jeje. El esposo de la señora que me visitaba se acercó y mencionó que esta vez no le había dado el abrazo de felicitación por asistir. Le respondí que no, a lo que él propuso darme el abrazo, esta vez me abrazó un poco más fuerte, apretando mis pechos un poco más y extendiendo el abrazo por más tiempo (mientras los demás nos observaban con la boca abierta). Al soltarme, me miró y sonrió...
Luego se volteó hacia los demás y les preguntó si ya me habían dado mi abrazo. Rápidamente respondieron que no y se acercaron a abrazarme uno por uno, todos con sonrisas en sus rostros. El chico, el más joven y tímido, fue el último en abrazarme, por eso fui yo quien lo abrazó más fuerte y apreté mis pechos contra su pecho. Los demás notaron la situación y dijeron que querían otro abrazo, entonces uno de ellos dijo: "Mejor nos vamos a casa del hermano y ya nos..."
¿Qué les parece si nos damos más abrazos? En un momento, me voltee hacia él y me preguntó: "¿Qué te parece?". Al mirarlos, les indiqué que sería mejor ir a un lugar más cómodo.
Rápidamente, uno de ellos fue por su carro y nos subimos todos. Uno sugirió pasar a comprar algo en el Oxxo, los demás asintieron, así que les dije: "Si van por condones, no se preocupen, estoy esterilizada". Un caballero bromeó diciendo que no comprarían nada y todos rieron. Luego nos dirigimos a la casa del más joven, un hombre soltero que vivía solo. El esposo de una señora se sentó a mi lado y me propuso empezar con los abrazos allí o prefiriendo ir a la casa de su hermano. A lo que yo respondí que me parecía bien si no molestaba a los de adelante...
Entonces, sin pensarlo dos veces, comenzó a acariciar mis pechos y me confesó que había deseado hacerlo desde que los sintió la semana anterior. Mientras tanto, el hombre más joven permanecía inmóvil, así que tomé su mano y le sugerí que me abrazara también, colocando su mano en mis piernas. Lo animé a que la deslizara debajo de mi falda, un poco nervioso lo hizo y comenzó a acariciar mis piernas. El esposo de la señora preguntó si podía también acariciarme debajo de la ropa, a lo que accedí. Desabrochó mi blusa, levantó mi sostén y empezó a acariciar y besar mis pechos, provocando que comenzara a gemir. El copiloto instó a acelerar el paso, y le indiqué que podía unirse acercando su mano, subí aún más la falda, abrí mis piernas y permití que también acariciara mi entrepierna. El esposo de la señora tomó la iniciativa y comenzó a tocar mi vagina, retirando mi ropa interior y introduciendo dos dedos, preguntándome si estaba disfrutando, a lo que respondí afirmativamente. Mientras tanto, tomé los penes de ambos con mis manos y noté que estaban muy excitados. Le pedí al conductor que se apurara, porque yo también quería llegar.
Finalmente, llegamos y verificamos que no hubiera personas en las inmediaciones. En cuanto entramos en la casa, comenzaron a tocarme por todas partes. Les pedí que se quitaran la ropa de una vez, ya que todos estaban muy excitados. Mientras se desnudaban, el esposo de la señora me besaba apasionadamente y me masturbaba. Luego, me besaba los pechos mientras se desvestía y mostraba su pene, no muy grande pero sí grueso. Le pedí que me penetrara, y así lo hizo. Mientras los otros permanecían desnudos frente a mí, me despojaron de mi blusa y sostén y se turnaron para chupar mis pechos, mientras intentaba complacerlos con mis manos, aunque en ocasiones la sensación de la penetración me paralizaba.
Después de unos 5 minutos, empecé a sentir el calor de los chorros de semen en mi interior, una sensación muy placentera. Miré a mi alrededor y vi las caras de satisfacción en ellos. Dirigí la mirada hacia los presentes y pregunté: "¿Quién sigue?". Uno se ofreció y se puso detrás de mí, acariciándome antes de penetrarme de una vez. Mientras realizaba sexo oral a los demás, uno de ellos pidió al chico que trajera cobijas y almohadas. El esposo de la señora comenzaba a recuperarse, tal vez por mis estimulaciones o por el deseo que sentía.
Cuando el chico trajo las cobijas, nos acomodaron en posición de cuclillas y...
Desde atrás continuaron siendo placenteros los encuentros hasta que finalizaron. El esposo de la mujer expresó que estaba listo para más, mientras que el otro hombre se quejó de que ya había tenido su turno. El joven se mantuvo en silencio. Fue en ese momento que sugerí: "¿Por qué no pruebas mi retaguardia?". Él asintió y le indiqué al otro hombre que le tocaba su turno. Mientras tanto, seguí realizando sexo oral al chico, mientras el otro hombre se acercaba para recibir caricias y sexo oral. Pronto, se organizaron y ambos iniciaron la acción al mismo tiempo.
El hombre que me penetraba por detrás comenzó a notar que algo fluía, lo cual confirmé al sentirlo deslizarse por mi pierna. A pesar de que era más intenso, disfrutaba cada momento. Cuando llegó al clímax, el esposo de la mujer continuaba complaciéndome analmente sin descanso, deteniéndose brevemente para permitirle al joven acomodarse. Una vez dentro de mí, el joven comenzó a moverse con un ritmo delicioso, en sincronía con el esposo. La sensación de tenerlos a ambos moviéndose al unísono me llevó a experimentar un orgasmo tan intenso que me dejó sin aliento por instantes.
Así transcurrieron los intercambios de posiciones y turnos. Solicité que me levantaran entre los dos y me penetraran simultáneamente, lo cual me llevó a otro orgasmo. Disfrutaba enormemente la sensación de tener tanto semen dentro de mí. Cambiaban de posición y de turno a su gusto, y yo, completamente excitada, no objetaba nada, sumergida en la excitación del momento y en la presencia de aquellos hombres. Nuestra sesión de placer duró alrededor de una hora y media, en la cual cada uno de ellos alcanzó el clímax unas tres veces, o quizás más, mientras yo me sentía exhausta.
Finalmente, les informé que debía marcharme. Estuvieron de acuerdo, reconociendo que se habían excedido en tiempo. Antes de despedirnos, accedí a complacerlos oralmente a todos juntos y, al percibir que el joven estaba a punto de eyacular de nuevo, le sugerí que lo hiciera en mi boca, para luego tragármelo. Nos recompusimos y, mientras ellos se alistaban, yo observaba las mantas en el suelo, recordando lo vivido. Al despedirnos, los hombres me acariciaban y chupaban los senos mientras yo estimulaba sus penes sobre la ropa, anhelando más tiempo juntos. Finalmente, dejamos a uno de los hombres en su destino, quedándome a solas con el esposo de la mujer.
Él desabrochó su pantalón y yo, levantando mi falda y apartando mi ropa interior, me senté sobre él para repetir la experiencia. Disfrutamos nuevamente hasta que el conductor detuvo el vehículo para permitir que el esposo de la mujer ocupara el asiento delantero. Antes de despedirnos, intercambiamos números telefónicos y acordamos que escribiría tan pronto como pudiera. Una vez en casa, me despedí de ellos como si nada hubiera ocurrido, mientras mi esposo permanecía ajeno a la situación.
En casa, preparé la cena para mi esposo (cuyos comentarios irónicos sobre mi hermandad me causaban gracia, si tan solo supiera). Más tarde, al intentar intimar conmigo, le negué el encuentro como castigo por sus burlas, evitando que se percatara de mi excitación. Tarde en la noche, mientras intentaba conciliar el sueño, mi mente seguía recreando los momentos vividos.
Y así concluye este relato de lo sucedido. Pronto compartiré más detalles. Por cierto, he vuelto a encontrarme con el esposo de la mujer. ¡Jeje!
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