Hola, mi nombre es Susan, tengo 37 años, tez morena, senos grandes, cintura algo delgada, caderas anchas, trasero amplio y piernas suaves pero firmes, me agrada mantener mi cuerpo para lucir atractiva tanto para mí como para disfrutar de la excitación de ser observada.
En mi empleo anterior tenía una compañera que solía encerrarse en la oficina del jefe con él en varias ocasiones, o por las tardes me enviaba mensajes contándome que había salido con nuestro jefe casado. Le cuestioné sobre sus actividades y finalmente confesó que era su amante. Al principio me sorprendió la revelación, pero con el tiempo se convirtió en algo común. Tras varios años trabajando juntas, ella finalmente tuvo que mudarse de la ciudad y poner fin a esa relación.
Después de algunas semanas de su partida, todo transcurría con normalidad hasta que un día, ya tarde, fui convocada a su antigua oficina. Llevaba puesto un vestido ajustado color amarillo y tacones negros con lazo en el talón. Confiada en nuestra buena relación, entré y ella me hizo algunas preguntas sobre el trabajo. Luego desvió la conversación hacia mi excompañera, interesada en saber cómo estaba y cómo le iba. Respondí amablemente mientras la veía cerrar con llave la puerta y acercarse a mí.
Todo parecía fluir con normalidad hasta que lanzó la pregunta crucial: si mi excompañera alguna vez me había mencionado su relación con el jefe. Me puse algo nerviosa y asentí. Ella esbozó una sonrisa y se acercó aún más, deslizando una mano por mi cintura y otra por mis nalgas, diciendo: "Me gustaría continuar esa relación contigo...". La sorpresa me invadió al escuchar esas palabras, pero antes de poder responder, elevó mi rostro suavemente y me besó, introduciendo su lengua en mi boca.
Tras unos segundos nos separamos, y le pregunté por qué deseaba una amante. Ella explicó que desde que su esposo se sometió a una vasectomía, prácticamente no tenían relaciones íntimas, o las tenían con preservativo, y él deseaba volver a hacer el amor de forma natural. Al confirmar la veracidad de la vasectomía y su deseo de mantener relaciones sin protección conmigo, me sentí confundida. Entonces, se apartó por un momento y me entregó unos exámenes recientes que demostraban su buena salud. Aquello me hizo sentir importante y consideré que esta idea la había estado pensando desde hacía tiempo.
Sonrojada, accedí y él me miró emocionado antes de besarme, tomando mi rostro entre sus manos. Al notar su anillo de matrimonio, se disculpó y comenzó a quitárselo, pero detuve su mano y le dije que podía dejarlo. Me resultaba excitante, ya que reafirmaba que sería su amante. Sus manos bajaron y levantaron la falda de mi vestido, dejando al descubierto mi trasero. Le indiqué que no podíamos continuar en ese lugar, ya que seguía siendo una oficina, a lo que él respondió que si iba a ser su amante, tendría que acostumbrarme a los encuentros sexuales repentinos en diferentes lugares.
Acepté, recogiéndome el cabello y dándole la espalda, mostrando la cremallera de mi vestido. Rápidamente lo desabrochó y yo levanté mis brazos para que me lo quitara, quedando solo en ropa interior blanca de encaje. Me sentía un tanto avergonzada, aunque su cercanía y sus besos en mi cuello me reconfortaban. Ambos nos desnudamos rápidamente, teniendo cada uno algo de vello púbico, lo cual resultaba excitante. Él se frotaba con deseo en mis bragas ya húmedas, y entonces me susurró al oído: "Ya quiero probarte por completo".
Aquiescí abriendo ligeramente mis piernas,
Esperaba que se inclinara para estimularme o acariciarme, pero en su lugar, con un movimiento rápido y ágil, introdujo su pene en mi vagina de golpe, causando que soltara un grito. Luego, giró mi rostro para besarme y sofocar mis gemidos mientras continuaba con sus penetraciones profundas, como si fuera a introducir sus testículos. Escuché cuando dijo "estás muy estrecha, perra", y era cierto, mi vagina se contrajo aún más ante sus fuertes embestidas que no cesaban, empezando rápidamente a mover sus caderas.
Coloqué mis manos sobre las suyas al no tener una pared cercana, mientras el sonido de nuestros cuerpos chocando llenaba la habitación. Disfrutaba de su pene, especialmente de cómo se complementaba con sus manos que recorrían cada parte de mi cuerpo sin descanso. Mis gemidos eran abundantes y me daba nalgadas con la mano en la que llevaba su anillo de casado, lo que le daba un toque aún más sensual.
Esperaba simplemente el momento en que acabara sobre mí y me diera dinero como si fuera una prostituta barata. Envolvió mi cuello con besos y caricias mientras jugaba con mis senos como si fueran pelotas, golpeando sin cesar la entrada de mi útero. Todo sucedía rápido y placentero, hasta que en un intenso beso sentí todo mi cuerpo estremecerse y tuve un orgasmo que empapó el suelo con mis fluidos.
Después del beso, vi su rostro excitado y con una sonrisa pícara. Pocos segundos después, comenzó a eyacular caliente en mi útero, confiando en su vasectomía, permanecí quieta disfrutando del momento. Liberó una gran cantidad de semen y retiró su pene para besarme de frente, diciéndome "eres la mejor, hermosa, ven aquí", tomó mis manos y se sentó en un pequeño sofá en su oficina, me senté sobre él y acomodé su pene para volver a penetrarme.
Sin perder tiempo, volvió a introducir su pene levantando sus caderas hasta que sus testículos estuvieron pegados a mi vagina de nuevo. Coloqué mis manos en mi cabeza y comencé a cabalgar sobre su pene mientras él succionaba y mordía mis senos de manera deliciosa. Me sorprendía cómo, en cada movimiento, su pene estaba más duro, incluso después de la gran cantidad de semen que había vaciado en mí, un líquido que ahora lubricaba mi interior.
Su teléfono empezó a sonar, pero lo ignoramos mientras nos entregábamos al placer. Me separé de sus labios para gemir en su oído. Apoyé mis tacones en el sofá y continué con mis movimientos, permitiendo que él también moviera sus caderas. Estaba a punto de morderle el cuello, pero en su lugar, me mordió el hombro, lo que me hizo gemir y levantar la cabeza.
Su pene golpeaba con fuerza mi punto G, hasta que lo abracé con todas sus fuerzas mientras me tenía por completo dentro de mí y alcanzaba otro orgasmo, mojando su vientre. Continué cabalgando y poco después me pidió que lo sacara y me arrodillara. Así lo hice, mientras él agarraba mi cabeza con fuerza y comenzaba a masturbarse rápidamente, viéndolo de forma sensual, y al verme, no pudo contenerse y eyaculó nuevamente en mi rostro.
Cerré los ojos y sentí el calor de su semen en mi rostro. Cuando terminó, abrí los ojos, y un poco coquetamente, limpié la punta de su pene con un poco de succión. Le pedí que se quedara quieto un momento y rápidamente tomé mi teléfono para tomar una foto de mi rostro con el semen al lado de su pene desnudo. Él observó cómo se la enviaba a mi amiga, su ex amante, y se rió un poco. Me levanté y nos dimos un tierno beso.
Le pregunté si estaba satisfecho y él respondió afirmativamente. Limpié mi rostro con un pañuelo y ambos nos vestimos. Quise regalarle mis bragas, pero las rechazó, ya que si su esposa las encontraba, se enfadaría. Nos despedimos y cada uno se fue a su auto. En ese momento, mi amiga respondió al mensaje felicitándome por convertirme en la nueva amante.
Desde ese día, me he convertido en una buena amante. Sé cómo actuar frente a la esposa o cuando buscamos tener sexo. Cuando él lo desea, solo tiene que llamarme y lo hacemos. Espero que disfruten de mi relato. Gracias por leerme. ¡Hasta pronto!
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