Después de tener sexo placentero con mi esposa y tener climax ambos, acordamos que me iría enterando de todos los detalles sobre el encuentro con nuestros vecinos en casa para hacer el amor, programado para la tarde. Posteriormente, me fui al trabajo.
Durante la mañana en la oficina, experimenté una agradable pero ansiosa sensación imaginando lo que ocurriría más tarde. Esto me excitó mucho, causándome erecciones continuas que me llevaron al baño en varias ocasiones para masturbarme pensando en mi esposa y liberando mucha eyaculación, con mis testículos tan duros como rocas. Sentía un gran alivio al acariciar mi pene erecto y rígido.
Cerca del mediodía, sonó mi teléfono y recibí la llamada que esperaba desde la mañana, era Nuria, mi esposa, cuya voz noté suave y emocionada, lo que me hizo sospechar que algo ocurrió en mi ausencia. Después de saludarme con mucho cariño, me contó que había hablado con los vecinos por teléfono y habían acordado encontrarse en nuestra casa a las 18 horas. Además, me dijo que habían puesto el teléfono en modo manos libres para que los tres pudieran escuchar la conversación subida de tono que tenían, lo que los excitó mucho y terminaron haciéndose una videollamada para verse y masturbarse mutuamente; mi esposa detalló que tuvieron orgasmos increíbles, ella dos veces, y que quedó impresionada con sus penes, que describió como grandes, hermosos y con glandes extraordinarios, justo como a mi perra le gusta, mostrándose ansiosa por disfrutar con ellos. El morbo me invadió nuevamente y acordamos que si no había novedades, la llamaría al salir del trabajo, alrededor de las 17:30 horas.
Salí del trabajo y, sin sobresaltos ni llamadas adicionales de Nuria, llegó la hora acordada, así que la llamé como habíamos pactado. Contestó el teléfono y me dijo que no había hablado con los vecinos de nuevo, por lo que todo seguía en marcha. Me dijo que se estaba preparando y me consultó sobre la ropa que pensaba usar, mencionando que llevaría un conjunto de lencería negro que incluía sujetador, tanga transparente, ligas y medias con encaje ancho, acompañado de unos elegantes tacones altos del mismo color. Solo con imaginarla así vestida, experimenté una erección incómoda en plena calle. Antes de que colgáramos, me pidió que cuando llegara, no subiera a casa todavía, sino que la llamara de nuevo y esperara en un bar cercano a nuestro edificio, a lo que accedí. Tomé el autobús y en menos de 20 minutos llegué al lugar, completamente impaciente y extremadamente excitado. Entré en una cafetería desde donde se veía la entrada de nuestro edificio, llamé a mi esposa nuevamente y, durante nuestra conversación, a las 18 en punto, vi a nuestros vecinos salir de su edificio y dirigirse al nuestro, informándole a ella "Cariño, acaban de salir de su edificio y se dirigen hacia aquí, el timbre sonará en cualquier momento". Efectivamente, hablando con ella por teléfono, escuché el sonido del timbre y cómo ella les respondía a través del interfono; los dejó entrar y me dijo "Querido, ya están subiendo. Tómate tu tiempo y ven en 15 o 20 minutos. Cuando subas, toca el timbre tres veces y así sabré que eres tú y que estás llegando. Quiero que me veas en acción con ellos." Acepté nuevamente su solicitud y así lo hice, tomando otro café y fumando varios cigarrillos seguidos en la entrada del establecimiento.
Después de cumplirse el tiempo acordado con mi conyuge,
Mujer me dirigí a casa, llamé al timbre del portal tres veces como habíamos acordado y procedí a subir. En el ascensor, mi estómago se llenó de nervios y emoción. Al llegar al rellano de nuestro piso, desde fuera pude escuchar los gemidos y suspiros de Nuria, indicando el gran placer que estaba disfrutando. Con cuidado, abrí y cerré la puerta para observar desde la entrada del salón a Mutiu de pie detrás del sofá, y a mi mujer realizándole una mamada espectacular a su gran pene negro mientras era cabalgada por el marroquí y este jugaba con los pezones de sus magníficos senos sentados en otra parte. Me acerqué sigilosamente y me detuve en la puerta del salón para contemplarlos, Nuria me miró y exclamó "¡Dios mío, cariño, qué bueno, qué placer me están dando estos dos hombres!", añadiendo "Estoy cachonda como una perra. Qué penes tan maravillosos tienen, me encantan". La escena me provocó una fuerte excitación y empecé a acariciar mi miembro por encima del pantalón. Ver a mi esposa disfrutando con las dos grandes vergas de nuestros vecinos me causaba un morbo intenso, sobre todo cuando entre gemidos y suspiros profundos comenzó a decir "¡Me vengo, me vengo, me vengo de nuevo cabrones, hijos de...".
Después de su fabulosa eyaculación, Nuria pidió a nuestros vecinos cambiar de posición diciéndoles "Mi amigo, ahora deseo sentir tu pene en mi húmeda y ansiosa vagina, cógeme a cuatro patas y tú, Nassar, recuéstate un poco en el sofá para que pueda complacerme con tu pene", ellos aceptaron y así lo hicieron. Yo tomé asiento en el otro extremo del salón y continué siendo un mero espectador de la maravillosa actuación erótica que estaban ofreciendo mi esposa y nuestros vecinos.
Nuria puso su trasero en pompa a cuatro patas y fue increíble ver cómo se estremecía al sentir la introducción del pene del hombre negro en su vagina, acompañado de numerosos gemidos. Inclinó su cabeza y comenzó a darle placer oral al marroquí, quien cerró los ojos disfrutando de la majestuosa felación que le brindaba mi esposa. Ahí estaba ella, convertida en toda una mujer lujuriosa disfrutando con dos penes ajenos y desconocidos, entregándose mutuamente con nuestros vecinos a un placer inmenso.
Mutiu, el nigeriano, sostenía a mi mujer por las espléndidas nalgas de su trasero y la embestía con fuerza diciéndole "¡Toma perra, disfruta con mi duro pene! ¿Te gusta, golfa, cómo mi miembro entra en tu vagina? ¡Me vuelves loco desde que te vi y quiero compartir toda mi satisfacción, zorra!". Ella solo le respondía "¡Sí, sí, dame, me encanta. Deseo que derrames tu leche en mi vagina, cabrón. Penétrame, no pares. Hazlo fuerte, foll...". Mientras Nassar, el marroquí le expresaba "Eres única. Tienes relaciones de vicio y haces sexo oral de maravilla. Continúa, continúa, increíble perra. Sigue complaciéndome y no pares, voy a eyacular en tu boca, zorra, más que...". Así continuaron durante un buen rato, Mutiu conteniendo su orgasmo para que mi mujer siguiera disfrutando -ella tuvo tres orgasmos más por la penetración del negro- y Nassar intentando prolongar el placer que recibía con el sexo oral de mi esposa. Después de un tiempo, Mutiu empezó a jadear con fuerza mientras estaba con Nuria, diciendo "¡Me vengo, me vengo, puta. ¡Aaaaaah, ooooh, ahhh!". Mientras ella le decía "¡Qué bien, amor mío, qué éxtasis mi amigo. Vacía dentro de mí. Qué cálida tu deliciosa leche, cariño. Corre, corre. Quiero toda en...". Por su parte, el marroquí Nassar tampoco pudo aguantar más y mientras mi esposa le practicaba sexo oral, su pene henchido...capullo por el deseo comenzó a liberarle todo su semen en la boca mientras ella tragaba y tragaba. Luego, se giró y tras una extensa limpieza de pene al marroquí, hizo lo mismo con el nigeriano, succionando sus testículos y lamiendo su pene de arriba abajo para dejarlo reluciente.
Después de su agotadora sesión de sexo con nuestros vecinos, mi esposa seguía fuera de sí y con más ganas de seguir disfrutando. Ellos se sentaron en el sofá, mojado en diversas zonas por los orgasmos de Nuria, para tomar un respiro, beber una cerveza y fumar unos cigarrillos, mientras ella se acercó al sofá de enfrente, donde yo estaba con mi pene duro y erecto ansioso por explotar, acariciándolo con suavidad de arriba abajo, diciéndome "Cariño, mi cornudo, mientras estos dos sementales descansan, quiero que seas tú quien me dé placer ahora y me hagas el amor como sabes hacerlo con ese miembro que posees y que tanto me gusta", a lo que respondí "Me tienes ardiendo y excitado como no te imaginas, zorra. Me encanta tu forma de follar y lo atrevida, desvergonzada y lasciva que eres. No sé cuánto podré resistir porque deseo correrme, pero te complaceré".
Acto seguido, se arrodilló en el suelo y comenzó a lamer con delicadeza mi hinchado y durísimo pene de arriba abajo con la lengua y besándolo suavemente para darme aún más placer hasta llegar a mi glande, que acarició con sus labios llevándome al éxtasis. Después de hacerme sexo oral durante varios minutos, subió sobre mí y empezó a cabalgar como solo una espléndida amante, mirando hacia la calle a través de las ventanas abiertas, gimiendo de puro placer y diciéndome "Soy una gran puta, cariño, qué golfa y qué zorra soy. Fóllame fuerte, como sé que te gusta, te lo ruego, y acaríciame los pechos mientras me penetras, malvado. No pares de hacerlo, te lo suplico, amor mío". Sus palabras me excitaban aún más y le pedí hacerlo en posición de perrito, a lo que accedió encantada. Se puso de rodillas en el sofá con su espléndida vagina peluda abierta y empecé a penetrarla en esa postura, acariciando las nalgas de su magnífico trasero y agarrándola por las caderas deseando que esa sesión de sexo no terminara nunca.
Observé a nuestros vecinos y noté que estaban nuevamente muy excitados al ver cómo me acostaba con mi esposa y cómo ella disfrutaba con mi pene dentro de su vagina, jadeando y gimiendo, con sus penes bien erectos que acariciaban suavemente. Ambos se levantaron del sofá y se dirigieron al frente de Nuria para que ella comenzara a darles sexo oral a sus inmensos y duros miembros, comenzó a chuparlos alternativamente dándoles un enorme placer. ¡Qué maravilla ver a mi esposa chupando y mamando sus dos penes con el mío dentro de su vagina!
Nuestros vecinos, con la cabeza en alto mirando el techo de la sala y los ojos entreabiertos, disfrutaban de puro placer mientras le decían "Chupa, mama nuestros penes sin parar, gran puta. Eres excelente, zorra. Sabes cómo hacerlo. Sigue, sigue y no te detengas hasta que ambos acabemos". Sus palabras aumentaron mi excitación y, segundos después, mientras embestía con fuerza a mi esposa, la avisé de mi eyaculación brutal diciéndole "¡Cariño, me corro, me corro, me corro, mi zorra, me corro, mi puta. Recibe mi semen en tu vagina, mi amor, todo para ti. ¡Ahh, ohh!". En ese momento, Nuria también alcanzó un orgasmo intenso pidiéndome que no sacara mi pene de su vagina. Mientras ella se corria, seguía chupando los duros penes de Nassar y de Mutiu, quienes aguantaron varios minutos más hasta que, casi al mismo tiempo, pidieron a mi esposa que dejara de darles sexo oral para comenzar a eyacular en su rostro y en su boca, disfrutando como nunca y tragándose sus dos enormes eyaculaciones para luego limpiar sus miembros con una hábil y lujuriosa mamada.
Habían
Después de casi dos horas desde la llegada de los vecinos a nuestro piso, se aproximaba la hora en que la esposa de Nassar, el marroquí, regresaría del trabajo, por lo que empezaron a apresurar su partida y se vistieron rápidamente para marcharse pronto. Él telefoneó a su esposa para preguntarle si se demoraría mucho en llegar, a lo que ella respondió que estaría en casa en aproximadamente media hora. Decidieron quedarse un poco más y se sentaron a disfrutar otra cerveza con nosotros, conversando animadamente sobre lo que habían vivido durante la tarde, mostrando tanto ellos como mi esposa su satisfacción.
Cuando llegó la hora de despedirse, Nuria los acompañó hasta la puerta luciendo su sensual lencería negra. Antes de dejarlos salir, quiso agradecerles el placer compartido abrazándolos en el pasillo y besándose con ambos, mientras ellos la acariciaban los senos, el trasero y la entrepierna. Esta situación provocó que ambos experimentaran una nueva erección, lo cual no pasó desapercibido para Nuria, quien de pie, comenzó a masajear sus miembros por encima de los pantalones, haciéndolos bajar hasta la mitad de sus piernas. Mi esposa se arrodilló y comenzó a satisfacerlos nuevamente de manera simultánea, brindándoles un intenso placer. Esta situación continuó por varios minutos, hasta que ambos alcanzaron el clímax nuevamente, primero el marroquí y luego el nigeriano, eyaculando en el rostro y la boca de Nuria, quien se deleitó con el acto y limpió con entusiasmo sus miembros satisfechos. Tras esto, se despidieron acordando un próximo encuentro, mientras abandonaban nuestro piso.
Una vez más relajada, Nuria se sentó a mi lado en el salón y me dijo: "¡Cariño, ha sido maravilloso. No sabes cuánto disfruté con las erecciones de estos dos individuos. Es increíble lo hábiles que son en la cama y cuánto placer me brindaron". La abracé, la besé y, emocionado, le pedí volver a hacer el amor, a lo que ella accedió con alegría. Así continuamos hasta altas horas de la noche, primero en el salón y luego en nuestra habitación, agotados pero ansiosos por repetir la experiencia con los vecinos.
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