Osmar ejercía como abogado y algunos casos estaban relacionados con mi área. Me perseguía, a pesar de gustarme, procuraba evitarlo debido a que su novia trabajaba en el mismo campo laboral y quería evitar conflictos, sin embargo, seguía buscando mi compañía. Por aquel entonces, nos mudamos de oficinas a un edificio en la colonia Condesa. A pesar de que los equipos de trabajo se distribuyeron en diferentes pisos, esto no fue un impedimento para que continuara buscándome. Su juventud, impulso y deseo chocaban con mi prudencia y moderación. Hallaba cualquier excusa para acercarse a mí y aprovechar el momento. Frecuentemente, al estar cerca, se rozaba en mis brazos o hombros. Los roces eran habituales y excitantes.
En cierta ocasión, le solicité asesoramiento legal y mientras le exponía el caso, Osmar se aproximó para frotar su cuerpo contra mi espalda, mis brazos y hombros, primero de manera delicada y sutil, pero a medida que su excitación crecía, el roce se tornaba más intenso y evidente. Al principio intentaba evitarlo, no obstante, él persistía y terminaba colaborando al mantenerme rígida para corresponder a su contacto, cuyo deseo se manifestaba en la rigidez de su miembro. La tensión entre ambos iba en aumento en la oficina, por lo que debí frenar la situación al encontrarnos rodeados de otras personas que podrían notar lo que sucedía, pero él continuó con sus avances.
Animada por la situación, correspondí a los avances de Osmar, interrumpí la explicación del caso legal, me volví hacia él y empecé a acariciar su miembro sobre el pantalón, que se hallaba completamente endurecido y mostraba señales de su excitación al estar húmedo en la zona donde se encontraba la punta de su pene. Con gran deseo, lo recorría con ansias. Él gemía entregado al sentir mis caricias llenas de pasión sobre su miembro. Percibí que no resistiría más y decidí cesar. Me aparté, acomodé mi vestimenta y le informé que iba al baño. Desconcertado, Osmar se quedó en su lugar sin comprender lo sucedido.
Una vez en el baño, traté de tranquilizarme y controlar mi deseo de tener esa erección dentro de mí. Pensé que quizás más tarde podríamos encontrarnos en un hotel, esperando a que él propusiera la idea. Salí del baño, pero me sorprendí al encontrarlo en el pasillo. Se acercó y comenzó a besarme con fervor, su lengua buscaba la mía de forma lujuriosa, correspondí descendiendo mi mano para palpar su miembro, que se erguía y mostraba signos de excitación al estar húmedo, sobresaliendo de su pantalón. Absorta en el momento, le bajé la cremallera, introduje mi mano explorando bajo su ropa interior y lo sentí caliente, baboso y erecto. Él se excitó más, empezó a gemir al sentir mis caricias en su glande, palpando su pene, masajeando sus testículos, enjugando sus fluidos. Lo liberé por completo y, totalmente erecto, su miembro quedó al descubierto, comencé a masturbarlo, al principio suavemente; pero luego, con deseo le prodigaba placer a esa erección ardiente.
Completamente absorto en lo que mi mano realizaba, se entregaba al momento. Experimentaba una gran satisfacción al observar cómo disfrutaban cuando les tocaba el miembro, acariciándolo y sintiéndolo duro. Los movía con deseo y lujuria para excitarlos aún más. Incrementé la velocidad de mis movimientos y él empezó a decirme:
- Qué bien me estás masturbando Mar, aahhh, así, voy a acabar. ¿Te gusta?
- Claro, la tienes muy excitante, grande y caliente.
- Disfruta mientras la tocas, ménela rico, fuerte, así…
- Disfruta al máximo cómo te la meneo, disfruta Osmar
- Estoy a punto de acabar, aahhh, aahhh…
- Sí, eyacula en mi mano, quiero sentir el calor, entrégame tus fluidos…
- Aahhh, me corro, aahhh… así agrádame, qué delicia.
Osmar se libera por completo en mi mano, reteniendo las salpicaduras de semen caliente que emergen de su pene y...que se deslizaban entre mis dedos. Respirando agitadamente, le acaricié durante un rato más antes de pedirle que se retirara a limpiarse. Excitada, también fui a lavarme la mano. En el baño, frente al espejo, reflexionaba sobre lo arriesgado que había sido invitar a ese chico al pasillo, donde podrían habernos descubierto. Una vez terminé y llena de deseo, salí al pasillo donde él me esperaba. Me dio un beso y agradeció el gesto.
Le pregunté si me llevaría al abogado que me recomendó para solucionar un asunto personal familiar que me preocupaba. Él recordó la conversación y asintió, prometiendo llevarme con ese abogado al terminar la jornada laboral. Acordamos encontrarnos más tarde.
A las tres de la tarde nos reunimos en la salida y nos dirigimos hacia la oficina de dicho abogado, que se encontraba cerca. Una vez adentro del edificio y registrados, nos dirigimos al ascensor. Osmar saludó a varios abogados que lo reconocieron. Marcó el quinto piso y estábamos solos, momento que aproveché para abrazarlo fugazmente. El ascensor se detuvo, las puertas se abrieron y salimos al pasillo. Un abogado reconoció a Osmar, lo saludó efusivamente y le pidió pasar a su oficina en cuanto pudiera. Así lo hicieron y nosotros continuamos hacia el despacho del abogado.
Al llegar, un abogado maduro y corpulento nos recibió con seriedad. Me di cuenta de que me escudriñaba de arriba abajo con discreción pero de forma evidente. Osmar expuso el problema y, por un instante, el abogado se quedó observando mi cuerpo, especialmente cuando me senté con las piernas cruzadas, luciendo una falda corta, zapatos de tacón y una blusa coqueta. Tras dudarlo por un momento, asintió y mencionó que podría ayudarme.
"¡Perfecto!", exclamó Osmar y añadió: "Los dejo unos momentos para que puedan conversar, ponerse de acuerdo y revisar los detalles; regreso pronto." Salió de la oficina y nos dejó a solas. Un tanto nerviosa por la mirada lujuriosa del abogado sobre mí, me acomodé en la silla y me relajé, pensando que si eso facilitaba las cosas, estaría dispuesta a colaborar. Comencé a explicar la situación y el abogado escuchaba atentamente, desviando de vez en cuando su mirada a mis pechos y piernas.
De forma coqueta, cruzaba mis piernas de un lado a otro, arriesgándome a que viera más allá de lo debido, mi tanga rosa asomando. En un momento dado, el abogado se levantó y se acercó hasta mí, sentándose en el borde de su escritorio. Tenía una vista privilegiada y no dejaba de exhibir el bulto que se le había formado en los pantalones. Posteriormente, se levantó y rodeó mi silla, deteniéndose detrás de mí. Sentí su mirada lasciva recorriendo mis piernas, me tomó de los hombros y los apretó ligeramente mientras me decía que no me preocupara, que todo se resolvería pronto si confiaba en él. Siguió presionando mis hombros y deslizando sus manos suavemente sobre ellos. Respondí de manera insinuante, agradeciéndole y ofreciéndole mi total colaboración, pues urgía solucionar ese asunto inmediatamente. Le pedí todo su apoyo, mencionando que Osmar me lo había recomendado ampliamente y que estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario.
Él asintió y propuso que nos reuniéramos nuevamente para que le llevara todos los documentos completos, indicando que no era necesario regresar con Osmar, ya que habían establecido contacto y sería más sencillo hacerlo de forma directa. Me pidió volver el viernes por la tarde-noche, ya que era martes. Ante esto, pensé que el abogado quería algo más. Le confirmé que estaría allí puntualmente. Le pregunté a qué hora y él respondió que después de una reunión que tendría a las 7 pm sería ideal, para revisar detenidamente los documentos. Acepté la propuesta. Y por cierto, pregunté, ¿cuál sería el costo de sus honorarios? Masajeándome los hombros, me aseguró que por el momento no me preocupara, que
Decidí apoyar a la persona que me había caído bien y que también era amiga de Osmar, acordando hablar más tarde sobre la "forma de pago". Al levantarme, extendí mi mano para agradecer las atenciones y al soltarla, el abogado me retuvo un instante y se acercó para despedirse con un beso en la mejilla, rozando ligeramente la comisura de mis labios. Nerviosa pero excitada, salí de la oficina en busca de Osmar. Antes de irme, miré hacia atrás y vi cómo el abogado me observaba desde allí, probablemente deleitándose con la vista de mis nalgas y piernas.
Al girar, casi choqué con Osmar, que ya se dirigía hacia la oficina en mi búsqueda. Me preguntó cómo me había ido y respondí que bien. "¡Muy bien!", exclamó. Salimos juntos del edificio y le mencioné que me quedaría allí para tomar el metro. Él insistió en darme un aventón. Aunque dudaba, acepté y caminamos hacia el estacionamiento. Al encontrarnos algo de tráfico, Osmar aprovechó para colocar su mano cerca de mi pierna, rozándola de manera "descuidada". Dejó su mano allí y luego comenzó a acariciarla con sus dedos, hasta posarla sobre ella. Le dije: "¡Eres muy atrevido! Quita la mano de ahí". Él respondió: "Es que me dejaste caliente por lo que hicimos en el pasillo. Mira cómo estoy", tomando mi mano y colocándola sobre su entrepierna. Reaccioné diciéndole: "¡Qué audaz eres! ¡Mira cómo estás!"
"Está bastante excitado, así me dejaste", afirmó.
"Hmm... se siente bien, bien excitado", agregué, aún sintiendo la firmeza de su miembro.
"¿Podría pedirte algo?", planteó él.
"Mmm, ¿qué?", respondí.
"Mmm, no estoy seguro, me da vergüenza", titubeó.
"Dime, ¿qué deseas pedirme?", insistí.
"Está bien. ¿Podrías... hacerme sexo oral mientras conduzco?", solicitó él.
"Jaja, estás bromeando. No, podrían vernos", rechacé la propuesta.
"Vamos, no nos verán, solo un poco", intentó convencerme.
"No, prefiero acariciártelo", propuse.
"También está bien, pero me gustaría que me lo practicaras oralmente", insistió.
"Jaja, ¿y si nos descubren?", planteé preocupada.
"No nos descubrirán, yo me aseguraré de que no nos vean", afirmó.
Determinada a satisfacer su deseo, agarré su miembro con firmeza, apretándolo con deseo y notando cómo su pantalón se humedecía. Esa situación me excitó más, ya que, a pesar de no sentir atracción por él, me estimulaba saber que despertaba deseo en alguien a quien acababa de conocer y parecía deseoso de intimar conmigo; además, su aspecto ordinario, aunque limpio, aumentaba mi excitación. Sentí placer y morbo solo con la idea de ser objeto de deseo.
Bajé su cremallera y busqué su pene, que emergió húmedo, erecto y ardiente. Comencé a masturbarlo suavemente y luego con más energía, excitando aún más a Osmar. Durante unos diez minutos, lo acaricié, observando el entorno mientras lo estimulaba. En un momento detenido, me solté el cinturón de seguridad y le pedí que se asegurara de que nadie nos viera. Me incliné y me llevé su miembro a la boca profundamente.
"Oh, qué delicia. Qué placentero se siente tu boca, chúpala toda, saborea bien, dame placer, cómeme entero...ahhh, chúpala así, oh sí...", gemía él con placer.
"Mmm, glup, hmm, oh, ¿te agrada cómo te la chupo?", pregunté con deseo.
"Sí, me encanta, cómetela toda, oh, qué bien me la chupas, ahh...", disfrutaba él visiblemente excitado.
"Glup, glup, glup, si vas a acabar, avísame Osmar... glup, glup...", señalé.
"Sí, te avisaré, sigue chupando rico, toda, disfrútala, así, ahhh... ¿Te gusta mamarla?", indagó él.
"Glup, glup, glup... umh, glup, glup, ahh... la tienes tan rica, ¿te agrada cómo te la chupo? Glup, glup, glup...", continué complaciéndolo.
"Sí, sabes disfrutarla, cómetela mami, cómetela toda... ahh...", incitó él entre gemidos.
Él guiaba mi cabeza y elevaba su cintura para introducirla más profundamente, generando un placer intenso
Me sentía sofocada en ciertos momentos y le indiqué a Osmar que cambiara la forma en que lo estaba haciendo, que no me agradaba, sin embargo, no me hacía caso y continuaba haciéndolo de la misma manera. Durante aproximadamente diez minutos seguí realizando sexo oral hasta que me advirtió que llegaría al clímax. Repentinamente me levanté, reaccioné y me volteé para asegurarme de que nadie nos estuviera observando. En ese preciso instante estábamos en una calle poco concurrida y me concentré en estimularlo manualmente para llevarlo al clímax. En poco tiempo, entre gemidos, comenzaron a brotar chorros de semen de su pene caliente, ensuciando mi brazo y toda mi mano, su pantalón y alcanzando incluso el volante.
Con una sonrisa traviesa continuó masturbándose para asegurarse de expulsar todo su semen.
- ¡Impresionante, cuánta eyaculación tuviste, qué delicioso! Exclamé.
- Me proporcionaste un sexo oral increíble, sabes hacerlo muy bien, sacaste toda mi eyaculación. ¡Gracias, cariño!
- De nada, fue un placer.
Osmar detuvo el auto y se limpiaron usando pañuelos desechables.
- A ver si no queda olor a sexo, limpiándome las manos y el brazo, y también la boca. ¡Observa qué desordenado quedaste! Comentó.
- Jajaja, tú eres el responsable...
- No, tú eres muy apasionado. Ya has tenido dos orgasmos.
- Y puedo más. Oye, ¿por qué no vamos a un hotel, quiero tener relaciones contigo?
- No, será en otra ocasión, ya es tarde y mi esposo probablemente esté esperándome.
- Vamos, solo un ratito, te divertirás.
- Tengo deseos, pero será mejor planearlo para otro día. La estación del metro está cerca, déjame ahí.
A pesar de su insistencia, mantuve mi postura firme y finalmente me dejó en la estación del metro. Nos despedimos con un beso en los labios, prometiéndole que pronto tendríamos relaciones sexuales. Abrí la puerta y al bajar, Osmar me hizo una caricia atrevida en mis nalgas.
(Continuará...)
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